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21: Seca mis ojos salados

El agua de la fuente amenaza con salpicarnos, pero la desvío sin muchas ganas. Mirko finge no mirarme, y yo le devuelvo el gesto. Cada vez que alguno de los dos abre la boca, el otro reacciona sobresaltado. Todo está mal, pero seguimos aparentando lo contrario.

Es una tragedia a gritos, un vaso con agua en el que ni siquiera puedo ahogarme; en el que termino flotando protegida por una burbuja de aire, reciclando el poco oxígeno que me queda.

—Toma —dice Mirko, y me tiende una botella de vidrio con agua que acaba de sacar de la fuente.

—¿Qué hago con esto? —pregunto, mirándola como si tuviera parásitos adentro.

—Es...

—Es agua, me estás regalando agua. A mí —No puedo evitar verlo, si eso era lo que quería lo ha logrado.

A pesar de que sonríe, ya no noto brillo en su mirada. Dice que todo está bien, que no ha sido mi culpa.

«¿Por qué no le creo?»

Yo misma no me habría perdonado.

Él sujeta la botella contra el sol y pega su mejilla junto la mía, se ha vuelto loco.

—Es un arco iris, lo atrapé dentro para ti —susurra, voltea a verme y sonríe.

Las paredes de hielo se derriten y tengo ganas descomunales de llorar, pero alguien podría verme.

Tomo la botella y empiezo a jugar con ella, a mirarla. Los colores que se reflejan me recuerdan a un arrecife, corales, caracoles, escamas, sirenas. Ella.

Son las tres y media, a pesar de que eran las tres y veinte hace dos horas. Cuando suelto la mano de Mirko después de ver su reloj aclara su garganta, me juzga.

No quiero verlo porque sé lo que va a ocurrir, así que continúo jugando con mi arco iris inventado, imaginando un océano dentro de él. Ignoro el mundo a mi alrededor, en un intento por hacer que el tiempo pase más rápido.

—Ellie, sabes que te quiero. —Su voz es calmada, pero noto que comienza a quedarse.

—Claro, yo también te quiero.

—Mucho. —Insiste y toma mi mano. No tengo la valentía de verlo.

—Sí, yo también —Dejo la botella reposar a un costado de la fuente.

—Muchísimo.

—Ajá.

—Y eres una de las personas más especiales que he conocido —Parece como si fuera a romper a llorar, y yo me siento igual.

—Por favor dime qué ocurre antes de que me termine de quebrar —Las palabras salen apretadas entre mis labios.

—Existen pocas personas en el mundo que te vayan a querer como yo —dice y me abraza. Me acabo de dar cuenta de que estoy temblando.

—Me estás asustando.

—Ellie, creo que esto no es sano —susurra tan por lo bajo que me cuesta oírlo, yo me paralizo.

—¿Qué? —Los escalofríos aumentan

—Mirella, tú, todo —Se aparta con lentitud mientras habla, sin dejar de agarrar mis brazos, con miedo.

—¿Cómo que...? ¡¿Qué estás tratando de decirme?!

«¡¿Esta es la razón por la que está así?!»

—Necesito que te calmes.

—¡No es su culpa! ¡¿Está bien?! Ella ni siquiera sabe sobre las llamadas.

Su rostro se retuerce en una mezcla de pánico y ¿rabia?

—Estoy hablando de que te encontré empapada, enrollada entre tus sábanas, desnuda y llorando —Intenta no alzar la voz.

—Pensé que estabas molesto por, ya sabes, los libros —digo, ladeando la cabeza.

—No. Ese tema no existe, nunca se tocará. Jamás —dice esto con tanta severidad que no puedo hacer otra cosa que no sea asentir.

—Escucha, si fue por lo del otro día, Mirella y yo habíamos discutido y estaba triste.

—No, no discutieron. Tú misma me dijiste que tan solo te rechazó la invitación a quedarse.

—Y estaba extraña, también. Rara...

—No querer hacer lo que tú quieres o mostrarte unos dibujos no es estar raro —Parece que está buscando paciencia y no sabe dónde encontrarla—. Escucha, aprecio que me hayas querido contar el secreto pero la situación está yéndose de control.

—Ella es mi amiga desde antes de que nos conociéramos, la conozco mejor que tú.

—Has pasado toda la semana llorando. —Me doy la vuelta y me siento en el pasto, prefiero jugar con la tierra que verle la cara en este momento.

Ha pasado desde ese día sin apenas hablarme y ahora que lo hace, ojalá se callara.

—¡No llorando! —Aclaro mi garganta y abrazo mis rodillas— No todo el tiempo.

Siento sus brazos rodeándome y me descompongo, empiezo a llorar y no sé por qué. En realidad sí lo sé, pero prefiero ignorarlo solo porque no quiero que él tenga la razón. La próxima vez es mejor no dejar que Mirko entre a la casa, pero es que necesitaba su compañía.

De seguro se le pasará la idea, sé que cuando la conozca se dará cuenta de lo maravillosa que es. No hay nada de qué preocuparse.

«Ella me hace sentir algo y antes estaba vacía, eso es todo.»

—Ellie, no me odies —Comienza de nuevo. Más le vale dejar de decir estupideces entonces. —Es que creo que todo empezó a venirse abajo cuando ella llegó —dice, partiéndome el corazón y la paciencia.

—Ni se te ocurra volver a repetir eso —Intento sonar amenazante, pero me escucho como si estuviera pidiendo auxilio—. ¿Qué insinúas?

—¿Además de que estás extraña, distante, dejaste a Kariye plantada, casi no hablamos y tienes a un loco quemando las casas de tus amigos?

Prefiero poner mala cara y no contestarle, a ver si así logra entender que no me interesa oír lo que tiene que decirme. A él no le importa, solo sigue hablando.

—¡Escúchame! ¿No dijiste que ella vivía en Las Américas? —Trago saliva, pensé que acababa de decir que no volveríamos a tocar el tema—. Y cuando llegó, comenzaron a hacerse desde aquí.

«No, no. Me niego.»

—¡¿Cómo te atreves a insinuar que Ella es el acosador?! —Las puntas de mis dedos tiemblan. Mirko, en vez de soltarme, me sostiene con más fuerza; de seguro para que no me desmorone como una galleta de avena.

—No, Elara, no. —Su voz es firme, me mira a los ojos—. Hablo de que quizás el tipo se vino con ella, o es su amigo, o la está siguiendo, o es un ex novio. ¡Qué sé yo!

No quiero responderle porque yo también he llegado a considerar todas esas opciones. Tienen sentido y odio que lo tengan. Las fechas cuadran, la ubicación, incluso lo misteriosa que está desde que llegó.

«No, pero no es su culpa.

Es más, de seguro no sabe nada.

O puede que esté en peligro.»

Pensé que había abandonado esa clase de preocupaciones, odio saber que no es así. Por más que me encantaría dejar todo aquello en el olvido, si se trata de ella nada en el mundo me hará dejarlo pasar.

—Ay, mi Ella —susurro, llevándome las manos al pecho.

Me lanza una mirada de reprobación. No me importa que no esté de acuerdo, es tan mía como yo soy de ella.

—Se supone que es tu mejor amiga, ¿no? —pregunta, desliza sus manos poco a poco por mis brazos hasta que me suelta, con miedo, como si me fuera a caer—. ¿Por qué no le has contado?

—He tratado, le hablé un par de veces de las llamadas, pero...

—¿Pero?

—Desaparecieron del registro. —Chasquea la lengua, su cabello comienza a aclararse.

Puedo ver que está dolido por no habérselo contado, pero más vale tarde que nunca.

—¿Y lo demás? —pregunta— ¿No le has dicho nada más?

—No quiero preocuparla, o asustarla. —O ahuyentarla, que piense que por andar conmigo un loco la seguirá quién sabe para qué.

—¿Y qué pasa si esa es la razón por la que está tan extraña? —Lo escucho con atención, no sé si entiendo a qué se refiere— Quizás vino huyendo de ese tipo y no sabe que la siguió.

«Tiene sentido, tiene mucho sentido. Tanto que da miedo.»

—Debe haber ocurrido algo horrible para que hiciera eso. —Puede ser que Ella no se lanzara del acantilado por el comienzo de las clases, que exista algo más allá.

—¿Para que hiciera qué?

Ya llegamos a la segunda parte de esta historia, ¿te diste cuenta?

El diseño de los gráficos ha cambiado, poco a poco se va construyendo, agarrando más fuerza, y eso es en gran parte gracias a ti.

Ya terminó la introducción a la vida de Elara, ahora empieza lo interesante.

Si tenías ideas alocadas que no habías querido compartir conmigo, esta es tu oportunidad para hacerlas.

Nadie sabe si más adelante será demasiado tarde.

¿Qué opinas de lo que dijo Mirko?

¿Cuál es la razón por la que Ella está actuando extraño?

¿Qué crees que pudo haber ocurrido en Las Américas?

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