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13: Perfume de sirena

Cincuenta pisos, calculé bien. Me pregunto en cuál de todos estará ella, o si siquiera seguirá ahí. Me he tardado más de lo previsto gracias a la insistencia de Mirko.

«Es cierto que dice que se preocupa por mí, pero yo no le pedí que lo hiciera. ¿No lo agota eso?»

Los veo salir, son muchos más de los que pensé. Ni un rastro de mi sirena, solo gente común y corriente que omite mi existencia. Yo sí les hago caso y me doy cuenta de que hay rostros que reconozco. Los he visto en alguna parte, pasándome de largo.

Los nervios se me clavan en la piel como puñales, todo porque todavía pienso en lo impensable. En eso que se me ocurrió hace un par de horas, eso que no quiero recordar. Tanto esfuerzo he hecho por olvidarlo, que ya ni sé cómo terminó la conversación.

Pensándolo mejor, creo que salí corriendo.

«Tengo que dejar de hacer eso.»

Lo demás son colores, movimientos, sensaciones. Mi caminata hasta acá es un vacío en mi mente con algunas pinceladas de cosas decorándolo. Esta es la primera vez que me arrepiento de no tener un mejor medio de transporte, que me pongo a pensar en el privilegio que tienen los humanos, y les envidio.

Sigo buscando a mi sirena. Me acerco a un par de chicos y les pregunto si la han visto, pero —tal y como pensaba— soy muy poca cosa para ellos y ni siquiera me miran.

Quizás hay otra entrada, y está saliendo en este preciso instante, y no la puedo ver porque de seguro queda al otro lado del edificio.

«¿Podía en serio existir alguien que quiera hacerle daño?»

De todos modos ese individuo misterioso está llamándome a mí, así que mi teoría puede no tener sentido.

Pero es que estaba antes en Las Américas y llegó al continente casi al mismo tiempo que ella.

«No quiero verlo, no lo acepto.»

Una vez más todo desaparece cuando mi sirena entra en mi campo visual, tiene la cabeza gacha y no habla con nadie. Patea algo en el suelo y lo mira como si fuera lo más interesante del planeta, en general no tiene buena pinta.

Siento un cosquilleo en mi nuca como se supone que ocurre cuando uno está siendo observado.

«Necesito dejar de pensar en tantas tonterías.»

Me acerco sin que se dé cuenta y la abrazo desde un lado, veo que está a punto de soltar un grito, pero se tapa la boca y ríe con cansancio.

Su semblante ha cambiado en cuestión de segundos. Aquí estoy yo, estamos juntas de nuevo. A pesar de no haber tenido un plan, todo salió bien.

—¿Y entonces? —le pregunto algo nerviosa.

—¿Qué? —me responde ella mientras terminamos de alejarnos de los rezagados.

—¿Cómo que qué? —Tiene una mancha en su camisa, quizás sea comida, la limpio—. ¿Qué hacen ahí? ¿Es muy horrible? ¿Cómo te fue? ¿Te obligaron a hablar con muchas personas? ¿Cuántos hay? ¿Estás sola?

Algo me dice que no está tomándose en serio mis preguntas, cuando las hago se ríe como si estuviera hablándole al revés. No entiendo qué tiene de raro, jamás he estado en un sitio así. De hecho, ni siquiera le he preguntado la mitad de lo que quiero.

Al parecer, me he convertido en la persona más graciosa del universo.

—Es una escuela normal, se hacen cosas de escuelas normales —contesta. Se detiene y niega con la cabeza—. Bueno, no tan normal, pero tú me entiendes.

—No, no te entiendo.

—Sabes que Panorama es única por estar especializada, ¿no es así? —explica como si yo tuviera idea de lo que dice—. Los salones son un poco más pequeños para que los profesores puedan tomar más tiempo con cada estudiante, pero el resto es de lo más simple y muy, muy aburrida.

Lo comenta con fastidio, de manera mecánica, como si hubiera pasado toda la mañana aprendiendo esas mismas palabras.

Intento sacarle más información, pero esquiva mis preguntas y, en cambio, me suplica salir de allí y hacer algo divertido como ir a la playa. Yo no puedo decirle que no, es imposible.

La tomo de la mano y comienzo a caminar, ella se detiene y ahora es el turno de mirarla como un bicho raro.

No puedo dejar de pensar en que le lavaron el cerebro en ese sitio y todo es culpa de Mirko, me ha metido un montón de ideas de superespías y asesinos psicópatas en la cabeza y ahora veo cosas en donde no las hay.

«Todo está bien, las llamadas pueden ser un error inofensivo. Las coincidencias son solo eso. Nadie me vigila, mucho menos a ella.»

—¿Qué haces? —dice, dispuesta a comenzar a caminar hacia el lado contrario.

—¿No dijiste que querías ir a la playa? —respondo y frunzo el ceño— ¿O era solo una manera de expresarte? Si quieres hacer algo más podemos ir al bosque, a buscar comida, a explorar algún edificio abandonado. Te puedo llevar a conocer a los demás...

—¡Claro que quiero ir a la playa! Hoy la pasé fatal y necesito despejarme —contesta interrumpiéndome y negando con su cabeza—, pero ni pienses que voy a ir a pie. Ya te lo dije, quiero descansar.

Dicho esto comienza a caminar a grandes zancadas, arrastrándome detrás de sí. Me quedo como perrito faldero siguiendo su sombra, confundida y de pronto sedienta.

—Hace calor y me voy a derretir si camino bajo el sol —explica y ni siquiera voltea a mirarme.

Por suerte no hay muchas personas a nuestro alrededor porque las pocas que quedan la ven de la misma manera que a mí, como si estuviera loca.

—¡No te imaginas! —continúa, como si yo supiera de lo que está hablando—. Supongo que esa fue su excusa, ya lo sabes, lo que utilizó para intentar comprarme. No le funcionó, claro, pero de todos modos me lo quedé.

—No entiendo una sola palabra de lo que dices —Tengo dolor de cabeza.

Me paro en seco, entonces ella sí se da la vuelta y me mira. Sé que reflejo confusión, pero es lo que ha provocado. Ríe y se impulsa hacia adelante, comienza a correr.

—¡Pensé que te había dicho! —grita, buscando algo en su bolsillo, no sé como no se ha caído ya.

Escucho un tintineo y miro a mi alrededor, el sitio está solo y estamos rodeados de vehículos con las ventanas tan negras que me es imposible saber si están vacíos o tienen siete personas dentro.

Un resplandor minúsculo me ciega por algunos segundos, pestañeo intentando acomodar mi visión y descubro que está en las manos de Ella, de ahí también viene el sonido. La miro, tiene una sonrisa de oreja a oreja y agita lo que parece ser pequeñas llaves, me acerco.

Está recostada de uno de los vehículos, pero este no suena como lo hace la mayoría cuando los tocan.

—¿Te vas a quedar ahí el resto del día? —pregunta y me saca la lengua, yo termino de acortar la distancia entre nosotras.

Abre una puerta y se sienta dentro, asomo la cabeza y trato de seguirla, pero no hay espacio suficiente para mí.

—¡Por el otro lado, tonta! —grita, muerta de la risa. Toma un termo que estaba entre las dos sillas de enfrente y con el dedo me indica que de la vuelta por delante del vehículo.

Me demoro casi un minuto descubrir cómo abrirlo, antes de que pueda hacerlo se abre desde dentro y veo a Mirella inclinada hacia mí, sonriéndome. Me encaramo con torpeza y me siento, el respaldo de la silla está demasiado inclinado y me voy para atrás sin quererlo. La miro sin saber qué hacer. Es como si fuera un bebé aprendiendo a caminar, ella me pide que hale la palanca con toda la naturalidad del mundo.

En este punto siento que venimos de planetas distintos, frunzo el ceño intentando deducir qué es lo que quiere de mí y miro a mi alrededor.

Parece una de en las naves espaciales de las que hablan en los cómics de Mirko. Ella se inclina sobre mí y comienza a tantear la parte lateral de la silla, no puedo prestarle atención a lo que sea que está haciendo porque me quedo viendo su cabello.

De pronto estoy temblando, la siento muy cerca, demasiado. Puedo sentir mi corazón salirse de mi pecho. Huele a corales y a sal marina. Creo que la escucho respirar, el aire dentro se condensa, los vidrios se empañan. Todo se vuelve neblina. No tengo idea de como reaccionar. Quiero acariciar su cabello, pero no soy incapaz de moverme.

«¿Cómo puede acercarse tanto con esa naturalidad y pretender que no me desmaye?»

—¡Pareciera que nunca hubieras estado en una camioneta! —exclama alejándose y vuelvo a respirar.

Niego con la cabeza, con la sangre volviendo a correr por mis venas, de vuelta a la realidad. Me mira como si fuera un animalito que se hubiera encontrado por ahí, supongo que ahora sí se ha dado cuenta de lo que está pasando.

Me abraza y se disculpa. Habla consigo misma entre murmullos, pero la escucho.

—Claro —susurra dándose palmaditas en la frente— ¿cómo no lo pensé?

Supongo que se refiere a lo único que nos diferencia, eso que nos aleja tanto.

Cuando éramos pequeñas no existía nada que nos hiciera sentir que pertenecíamos a mundos distintos, pero no todo puede ser eterno; la separación es un hecho y no hay nada que podamos hacer para evitarlo.

No sé qué tanto sepan los humanos de nosotros, pero esto me ha dado la impresión de que no es mucho. Siento como si existiera una pared de metal separando los dos asientos, intento ignorarla aunque ahora parezca que estoy encerrada en una burbuja insonorizada.

Todo el camino a la playa se resume en una Mirella emocionada, contándome un montón de cosas que, según ella, deben ser de conocimiento general.

Algo sé, lo he visto en televisión o leído en algún libro, pero nunca he sabido muy bien distinguir lo que es real y lo que no cuando se trata de costumbres humanas.

Aprendo sobre aviones, barcos y autos. Ella me habla de dinero y clases sociales, de países, de continentes, de idiomas. Al menos ya sabía que el mundo es redondo y las estaciones varían dependiendo de donde se esté, pero prefiero quedarme callada, está muy animada contándomelo todo.

Hay cosas que ella tampoco sabe, como que para poder extraer la esencia de una pluma de gaviota hace falta pedirle permiso a un ave cercana de la misma especie, o que las flores lloran cuando se marchitan, porque se sienten feas y sin gracia.

Otras cosas las sé a medias, conozco los continentes, pero pensaba que eran un solo sitio enorme, jamás imaginé que se dividieran en tantos lugares distintos.

Ella ha viajado por el mundo y conocido mil culturas, ha vivido un millón de experiencias y yo ni siquiera he recorrido Aldoba completa, a pesar de lo pequeña que es.

«Quizás a sus ojos soy muy poco interesante.»

¿A qué crees que huele el cabello de Mirella?

¿Te parece que las diferencias entre las chicas son grandes o pequeñas?

¿Qué le explicarías tú a un avin sobre el mundo humano?

¿Qué te gustaría a preguntarle a un avin, si pudieras llegar a conocer uno?

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