Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

🌸𝐷𝑜𝑛'𝑡 𝑏𝑜𝑡ℎ𝑒𝑟 𝑙𝑜𝑜𝑘𝑖𝑛𝑔 𝑑𝑜𝑤𝑛

Ha pasado mucho más tiempo del que pensé... chale.
 
 

 

 

 

 

C u a r t a   P a r t e

"Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos..."

Julio Cortázar.
 



 

 

 

 
No había logrado conciliar el sueño la noche anterior pensando en todas las formas posibles en las que podría dejarle en claro a Rose que no le interesaba que formase parte de su vida ni que tuviese a bien buscarlo.
 
En su lugar sólo tenía unas ojeras de tamaño monumental y el humor de los mil infiernos a cuestas.
 
Algo mucho más acorde al verdadero Shadow, había que agregar.
 
Sentirse miserable era una sensación mucho más sencilla de asimilar y con la cual lidiar.
 
—En qué carajos te metiste, Shadow—Se lamentó entre murmullos mientras caminaba de aquí para allá recogiendo todo lo que estaba fuera de lugar.
 
No tenía ni la menor idea de que podría decirle a Rose; irónicamente era la primera vez en muchos años que se sentía así de nervioso y ansioso ante una situación de esa índole.
 
No recordaba del todo cuando fue la última vez que había salido con "alguien" bajo cualquier contexto, pero estaba seguro que quería que fuera la última.
 
¿Dónde rayos tenía la cabeza cuando se lo mencionó? Dios, sencillamente estaba perdiendo el juicio.
 
Suspiró más para sus adentros y luego de recoger todo tomó un baño caliente y se dispuso a ponerse algo cómodo y abrigador. La experiencia en el hospital le hizo apreciar el hecho de mantenerse "medianamente" sano y prefería evitar a toda costa enfermarse nuevamente.
 
Prefería usar un suéter feo antes de tener que volver a sentir ese tubo en su garganta.
 
Miró el reloj en la mesita de noche y rodó los ojos en señal de fastidio; cada vez faltaba menos y aún seguía sin encontrar las palabras adecuadas.
 
Era frustrante; él era el tipo de sujeto que siempre tenía una respuesta elegantemente elocuente y sarcástica que decir.
 
¿Pero qué hacerle?
 
Estaba molesto ante la idea de que alguien como Amy Rose pudiese afectarle, pero no entendía cómo podría liberarse de tal tormento.
 
—Eres patético—Se dijo para sí y abrió el refrigerador para hacer un repaso mental de todo lo que necesitaba.
 
Leche, huevos, jamón...
 
Lo típico de siempre.
 
El ruido de alguien llamando a su puerta resonó por todo el departamento; miró sin ganas el objeto y caminó hasta él para abrir de mala gana. Frente a él la imagen de uno de sus vecinos aledaños lo miraba con una cara de pocos amigos.
 
—Joven Robotnik—Habló el hombre de mediana edad y se aclaro la garganta para sonar mucho más imponente—Que bueno que le encuentro, ya que hay algo de lo que deseo hablar con usted—.
 
No estaba de humor para lidiar con las quejas de los habitantes del edificio, mucho menos las de ese sujeto que ya era conocido por ser alguien de carácter difícil y por quejarse de cosas absurdas.
 
Pero ahora que le tenía frente a frente le sería mucho más difícil deshacerse de él sin una buena excusa, por lo que optó por guardarse las ganas de mandarlo al carajo y escuchar atentamente sus peticiones.
 
O lo que sea que quería decirle.
 
—Adelante, le escucho—.
 
Impaciente como era su costumbre, por dentro no podía evitar maldecir a ese sujeto; ¿por qué tardaba tanto?
 
—Verá usted...—se tomó unos interminables segundos, como si buscase una manera de exasperarle todavía más—Me temo que desde hace unas noches he escuchado ruidos de la parte de arriba de mi departamento—.
 
No obtuvo algún tipo de respuesta por parte de Shadow y el sujeto se rascó su calva, un tanto nervioso.
 
Shadow por su parte solo sintió cómo su paciencia y sus ansias por acabar con esa conversación se acababan con mayor rapidez.
 
Pero, siendo el hombre educado que era asintió con formalidad y con todo el autocontrol que se creyó capaz de reunir respondió.
 
—Lamento mucho que haya pasado por una molestia de esa índole, hablaré con la señora Robinson y le pediré personalmente que se encargue del asunto—hizo ademán de querer cerrar la puerta dando por terminado el asunto cuando el sujeto continuó.
 
—Usted no entiende, joven—ese sujeto sudaba en cantidades preocupantes—Los ruidos... los ruidos que le menciono, no son algo normal—Continuó el sujeto y podía notarse que estaba angustiado—He escuchado a una chica gritar...—.
 
¿Una chica gritar?
 
Miró a aquel sujeto unos momentos intentando averiguar a qué carajos se refería con aquello que acababa de decir; él vivía en departamento de al lado y no había escuchado ningún "llanto" o "grito" o cualquier cosa que pudiese interpretar que una chica sufría.
 
Quizá eran desvaríos del sujeto quienes le hacían imaginar cosas y escuchar lo que creía verdades absolutas, pero aún así la espina de la duda estaba clavada en su interior.
 
¿Qué podría ser aquello?
 
Dudaba de que la veracidad de las palabras de ese tipo fuera lo suficientemente válida para creer si quiera que pudiera tener razón, pero algo tenía de sentido después de recordar los ruidos que él mismo había escuchado con anterioridad días antes.
 
Aunque dichos ruidos venían del departamento de Rose y ello significaba que si él escuchaba ruidos y el otro sujeto también, debían provenir del mismo lugar, en diferentes ángulos.
 
—Yo-yo no sé qué está pasando joven Robotnik...—el sujeto se limpió el sudor de la frente con el dorso de su mano—Pero sé que lo que sea que esté sucediendo no es normal... es como si alguien estuviera siendo torturado—.
 
Dicho esto último se despidió del moreno y nuevamente en su departamento la espina de la duda creció en su interior como una enredadera.
 
No tenía sentido...
 
¿O sí?
 
Mierda...
 
Se estaba volviendo un paranoico; a él qué carajo le importaba, pensó para sus adentros intentando deshacerse de esos pensamientos de preocupación y trató inútilmente de dejar de pensar en ello.
 
Era demasiado para su salud mental.
 
No podía lidiar con sus propios problemas; mucho menos podría con los de alguien más. Además claro de que nada le aseguraba que eso fuese verdad.
 
Suspiró con pesadez y tomó su billetera guardándola en el bolsillo interior de su chaqueta; lo mejor sería que saliera y se olvidara de todas esas teorías extrañas.
 
Si se daba prisa con suerte podría evitar a Rose y se evitaría lidiar con ella también. Con mucha más suerte ella se ofendería y dejaría de molestarle. Abrió la puerta de su apartamento dispuesto a salir casi a hurtadillas cuando desde lejos ese aroma inconfundible a flores llegó hasta su nariz.
 
—Buen día—Saludo la jovencita desde lejos y se acercó hasta él con una mirada serena y apacible.
 
Ese día lucía extrañamente mucho más tranquila; había dejado atrás ese enorme suéter a juego con el uniforme escolar y en su lugar ahora lo remplazaba un conjunto deportivo de color carmín que, aunque también le quedaba bastante grande, era un cambio significativo para su figura.
 
Podía notar entonces que no era tan regordeta como pudo haber pensado...
 
—¿Dormiste bien?—.
 
Ella parecía tan fresca como una lechuga...
 
Le fastidiaba.
 
—Carajo...—Maldijo por lo bajo y ella sólo le miró.
 
Ya se estaba haciendo una costumbre entre ambos aquellos silencios que solo eran interrumpidos por las ansias de la chica de socializar.
 
No la culpaba, el aislado social por gusto era él...
 
En silencio, ignorando que la joven le seguía emprendió su caminata por las calles evitando a quienes se tomaban el atrevimiento de cruzarse en su camino, ella por su parte le daba los buenos días a quien sea que le devolviese la mirada.
 
Incluso sino recibía una respuesta a cambio, parecía resuelta en darle los buenos días a todos como si eso fuese un sinónimo inequívoco de suerte y prosperidad.
 
Amelia Rose era extraña sin duda.
 
Pero seguía caminando; tenía pagos que hacer y cosas que comprar. Siendo su primera parada era el banco.
 
Debía depositar cheques y pagos a distintos servicios; agua, luz, electricidad e internet. Muchas cosas que rara vez utilizaba.
 
Ella le miraba curiosa, pero extrañamente no pronunció una palabra al respecto. Parecía concentrada en fijarse minuciosamente en los detalles y como realizaba cada acción. Cosa que, aunque no iba a decirlo abiertamente, llamó poderosamente su atención.
 
Una hora después, fastidiado de lidiar con la estupidez de los trabajadores salieron de aquel recinto y deseó encender un cigarrillo en ese preciso momento.
 
—Creí que sería más difícil—Murmuró y de su bolsillo tomó un pedazo de chocolate que le tendió—Siempre pensé que esas cosas eran tan complicadas que no podría hacerlas yo misma—admitió y le sonrió después.
 
Lógicamente no aceptó el chocolate; pero las palabras que había utilizado lograron despertar en él la curiosidad.
 
Ninguna adolescente que el conociera pensaría en encargarse de esas cosas.
 
—Debes ser muy responsable—El sarcasmo era evidente, aunque ella al parecer no lo notaba.
 
No se veía afectada por sus obvias intenciones de alejarla. Por el contrario, siempre parecía aferrarse más a la idea de seguir ahí.
 
—Algún día seré adulta y me gustaría hacer las cosas por mi misma—admitió y continuaron su recorrido.
 
Tenía sentido lo que decía; no podía negar el hecho de que la chica era centrada y al parecer lo suficientemente lúcida y precavida para pensar en un futuro no necesariamente inmediato.
 
Miró de reojo como caminaba meneado las caderas, sintiendo ese aroma a rosas llegarle directo a la nariz.
 
—Hueles horrible—Fue lo que salió de sus labios sin pensar y ella pareció levemente contrariada.
 
—Perdón...—
 
Extrañamente eso le sentó mal...
 
Aunque no por ello iba a disculparse.
 

 


 
Habían transcurrido dos horas desde que había salido de casa; había llegado a ocho lugares diferentes y aunque no estaba particularmente cansado, sintió la necesidad tomar un descanso.
 
No había dejado de pensar en Rose y las palabras que le había dirigido un rato antes. No iba a disculparse, eso lo tenía claro, pero sí que sentía un pequeño deje de arrepentimiento al ver la cara de la chica lógicamente herida ante su falta de tacto.
 
No supo del todo porque a estas alturas algo como eso le interesaba, pero tenía claro que no era correcto desquitarse con alguien quien no había hecho nada malo.
 
De reojo podía notarla callada y distante, ajena a todo lo que le rodeaba como si se estuviese esforzando por mantenerle el paso.
 
Quizá sí había sido muy imbécil...
 
Rose estaba lo suficientemente distraída como para no notar su insistente mirada, parecía perdida, alejada de la realidad.
 
Distraída y pensativa; mientras de vez en cuando acomodaba mechones de su cabello corto. Fue en ese momento cuando notó algo que captó poderosamente su atención.
 
Una herida, quizá cicatriz. Desde dónde se encontraba no era capaz de distinguir.
 
Tal vez podía ser un rasguño...
 
Su mirada se clava en la chica y al fin parece reparar en su presencia cubriendo disimuladamente nerviosa aquellas marcas en su piel.
 
Ninguno menciona nada, ella por vergüenza al sentirse descubierta y el no sabe que ha sido aquello.
 
Miró el reloj en su muñeca; las 11:30 de la mañana. Decidió que era el momento de tomar asiento. Frente a las bancas de la plaza central tomo asiento y ella le imitó.
 
—Tengo un poco de hambre... ¿tú no?—Hablo ella y buscó con la mirada algún sitio donde vendiesen comida—Sólo tomé una manzana al salir de casa—.
 
—Ve a casa...—Respondió sin mirarle.
 
Esa era la excusa perfecta para deshacerse de ella y seguir con su día con relativa tranquilidad.
 
Algo en esa chica le producía escalofríos.
 
Siempre tan feliz, tan brillante y amable. Nadie era tan rosado, no era normal.
 
Ella ocultaba algo y no estaba del todo seguro si debía enterarse de ello; después de todo el incidente con el padre y las palabras del inquilino calvo le daban mucho en lo cual pensar.
 
En el fondo, no dudaba que la chica fuese alguien agradable bajo las circunstancias adecuadas, pero no iba a pasar por alto todo ese misterio y posibles situaciones que no resultarían favorables si se involucraba con ella.
 
Quizá estaba siendo exagerado, pensó también en la posibilidad de que solo era su necesidad de mantenerse como alguien solitario la que estaba haciéndole ver cosas que no estaban ahí.
 
Fuese lo que fuese no quería averiguarlo. Ya tenía demasiados problemas consigo mismo como para lidiar con los de alguien más.
 
Amelia Rose debía arreglárselas sola.
 
—¿A casa?—su tono pareció entristecerse levemente—Quisiera pasar un rato más contigo, sino te molesta—.
 
Y bueno, no se daba por vencida fácilmente.
 
Suspiro derrotado y se puso de pie, ya había tenido suficiente descanso.
 
Los pasos rápidos hicieron que la chica tardase unos segundos en seguirle el ritmo. Podía escucharla quejarse levemente mientras su respiración se agitaba y sus pasos se hacían cada más rápidos.
 
—Tengo pésima condición—dijo cuando al fin pudo darle alcance y Shadow solo bufó en señal de indiferencia.
 
Si no iba a poder liberarse de ella, al menos debía obligarse a seguirle el ritmo.
 

 


 
Después de una hora dando vueltas por las atiborradas calles de la ciudad decidió que era momento de ir al supermercado y comprar los víveres que necesitaba.
 
Rose se había mantenido callada y solo se limitaba a seguirle el paso, algo que agradeció de sobremanera.
 
Cuando llegaron al supermercado; tomó un carrito y se abrió paso entre los pasillos para tomar lo que necesitaba.
 
Nunca solía detenerse a pensar en que era lo que estaba tomando, solo seleccionaba la primera marca que estuviese en su rango de visión y repetía el proceso una y otra vez hasta que el carrito estaba lleno y era momento de regresar a casa.
 
Era un proceso que le había funcionado muy bien hasta que ella tuvo que meter sus narices dónde nadie se lo había pedido.
 
Fue una salsa de tomate lo que la hizo hablar nuevamente y para infortunio del moreno.
 
—Creo que es mucho más sabrosa esta—le dijo tomándose la libertad de sacar la que había seleccionado y cambiarla por la que ella tenía entre sus manos—Es mucho más orgánica y tiene un sabor exquisito—.
 
La mirada de estupor en su rostro no paso desapercibida para la chica quien rápidamente se apresuro a explicar tonterías sobre que los ingredientes naturales siempre superarían por mucho las grandes compañías y que eso le ayudaría a mejorar su salud en gran medida.
 
—Suficiente—tanta palabrería le producía jaqueca—Sí digo que si, ¿cerrarías la boca?—.
 
La sonrisita tonta en su rostro demostró que estaba complacida por su pequeña, pero significativa victoria.
 
Darle el permiso para cambiar algo tan tonto como una salsa de tomate abrió una serie de otras pequeños cambios que poco a poco se transformaron en Rose tomando el control de su carrito de compras y seleccionando ella misma que comprar y que no.
 
Ahora era él quien seguía en silencio a la chica quien entusiasmada tomaba objetos "saludables" y le daba explicaciones que claramente no había solicitado.
 
Quince minutos después frente a la caja registradora solo pudo limitarse a pagar el monto solicitado ante la atenta mirada de quienes le rodeaban con una cara enternecida por la fémina que le acompañaba.
 
Con muchas bolsas entre sus manos salieron del local y ante la obvia negativa de caminar de regreso a casa, le hizo señas a un taxi y ambos subieron a él.
 
No recordaba cuando fue la última vez que había comprado tantos comestibles; incluso podía oler entre las bolsas suavizante de telas.
 
Rose se estaba tomando muchas atribuciones que no le correspondían y el, lejos de detenerle parecía brindarle cada vez más muchas libertades.
 
Estaba perdiendo el juicio, sin duda alguna.
 
Pero no podía negar que la compañía no era tan mala y que era ligeramente agradable que alguien se tomase tantas molestias para ayudarle.
 
Fuera del taxi, ambos entraron en el edificio mientras la mujer del servicio les observaba sin dar crédito a lo que se presentaba frente a ella.
 
Verle con tantas bolsas llenas de comida y otros artículos era extraño, pero era todavía más extraño que dejase que esa chiquilla le estuviese acompañando.
 
Para nadie era sorpresa lo huraño y poco sociable que podía llegar a resultar. Ya todos sabían de esa mala fama que el mismo se encargaba de alimentar cada que tenía la oportunidad.
 
Era un solitario, alguien a quien la compañía no le hacia falta, o al menos eso era lo que creía hasta ese momento. Al llegar al departamento y dejar todos los comestibles en su respectivo sitio Rose se ofreció a prepararle la merienda alegando que era su manera de disculparse por "haber fastidiado" su salida.
 
No puso resistencia, ni mencionó nada al respecto. Sólo tomó asiento en el sofá de la sala y escuchaba de cuando en cuando el sonido de los sartenes y hoyas ser movidos de un lado a otro.
 
Estaba perdiendo el juicio...
 
—Shadow—Desde la cocina ella le llamó—Gracias—Dijo de pronto para sorpresa del joven quien intrigado la observó.
 
—¿Por qué?—.
 
Tenía entre sus manos un cucharón y el aroma a pimienta y especias en el ambiente le acompañaba.
 
—Por ser mi amigo...—Respondió.
 
Amigo...
 
¿Podía considerarla su amiga? Es decir, estaba ahí, acompañándole y encargándose de alimentarlo y vigilar que tuviese cuidado con su salud.
 
Eso hacían los amigos.
 
Rayos...
 
¿Esa chica era su amiga entonces? Sin saber como responder solo pudo atinar a responder con un movimiento de cabeza indicando que aceptaba sus palabras. Aunque por dentro la sensación de no saber como debía tomar tales palabras quemaba su interior.
 
Aceptar a Rose solo sería el inicio de muchas cosas que no estaba mentalmente preparado para sobrellevar.
 
Había perdido la práctica, ya no sabía como socializar ni como tratar con los demás, aunque a ella no parecía importarle. Parecía tan cómoda con el solo hecho de hacerle compañía.
 
¿Era eso normal? Quizá no...
 
Ella continuó cocinando durante un par de minutos más y tras unas breves instrucciones, se despidió del chico y salió del departamento.
 
Decir que estaba agotado mentalmente era una verdadera falacia...
 
No estaba agotado, estaba más bien pulverizado. Sí, esa era la sensación perfecta. El no saber que hacer ni que decir le estaba pasando factura.
 
Porque, en el fondo por mucho que se negase, de verdad estaba disfrutando esa compañía.
 
Y eso era lo frustrante.
 
No quería encariñarse...
 

 


 
Sentado en su pupitre después de dos semanas de ausencia, las miradas nada disimuladas de sus compañeros se posaban sobre él.
 
Algunos le creyeron muerto, otros tantos suponían que al fin le habían expulsado.
 
—Hey, Shadow—El Faker hablo de pronto, para su desgracia.
 
Tratando de ignorarle, Shadow suspiro. Lo que menos pudiese haber extrañado de la escuela era a Sonic y sus estupideces.
 
—Oh vamos Shad, no me ignores—hablo de nuevo obteniendo una mirada gélida por parte del moreno—Me alegra que hayas vuelto, este lugar no es lo mismo sin ti...—.
 
No podía negar que el tono en que menciono aquellas palabras captó poderosamente su atención.
 
Tampoco es que iba a decírselo abiertamente.
 
—Cuidar de que nadie se acerque a tu novia es difícil, que bueno que has regresado—bromeó soltando risotadas.
 
Novia...
 
No tenía ni dos horas metido en la escuela y ya todos jodían con que Amy Rose era su novia...
 
—Vete a la mierda—Fue su contestación para justo después la entrada del profesor diera por terminada aquella plática, para su alivio.
 
"Cuidar a tu novia..."
 
¿Por qué le molestaba tanto? Es decir, ella no era su novia, lo sabía; pero ese asunto de que fuese precisamente el Faker quien cuidase de esa fastidiosa bien intencionada de Rose le daba un no sé que...
 
Simples exageraciones, pensó para sus adentros y trató de concentrarse el resto de la clase.
 
Lastimosamente para él, las palabras de Sonic seguían resonando por su mente una y otra vez como un mal chiste o una tonada pegajosa que provocaba migraña.
 
Era molesto; es decir, ¿qué tanto podía hablar el Faker con Rose?
 
Claro, tampoco le importaba, no era su asunto. Quizá si esa chiquilla pasaba mas tiempo con ese papanatas podría librarse de ella.
 
Eso no sonaba tan mal ahora que lo pensaba con detenimiento.
 
Cuando el timbre que anunciaba el inicio del receso sonó, tomó sus cosas con rapidez y salió del aula dispuesto a encontrar a esa chiquilla y dejarle en claro que dejase de perder su tiempo con él.
 
Camino al árbol de siempre notó como ella ya se había adelantado; estaba sentada con su bolsa de papel y con su molesta sonrisa en el rostro.
 
Pasos lentos le llevaron hasta ella y antes de que pudiese decir algo, la chica se adelantó.
 
—¿Tienes hambre? Traje un pollo a la plancha, arroz y...—
 
—¿Por qué haces esto?—tomó asiento a una distancia prudencial de ella y le observó directamente a los ojos—¿Por qué te molestas en ser amable si soy un asco?—.
 
Amy simplemente se encogió de hombros y comenzó a sacar lentamente los recipientes con comida de su bolsa, para molestia de Shadow.
 
Que ignorase su pregunta le hizo enojar. Esa pasividad y buena voluntad era tan...
 
Carajo, ni siquiera podía describir ese sentimiento.
 
—Me agradas—Sonrió—¿Por qué te es tan difícil de aceptar que sólo quiero tener tu compañía?—.
 
Era una buena pregunta, no iba a negarlo, aunque tristemente ni siquiera él sabía porqué.
 
Le gustaba su miseria, eso lo tenía claro. Y si había que ser honestos jamás pensó que alguien quisiera acercarse a él a ese nivel.
 
—Te he observado...—ella hablo nuevamente y lo miro con seriedad—la forma en la que evitas a todos y prefieres aferrarte a la soledad...—seguía mirándole aunque no con la misma intensidad—Alejas a todos porque crees que van herirte, ¿verdad?—.
 
No pudo responder ante eso y aunque bajo otras circunstancias no habría dudado en responder toscamente y de manera grosera, la mirada verdosa de su acompañante le transmitía una paz que no podía describir.
 
—Tal vez yo no entiendo muchas cosas y puede que no comprenda tu dolor—jugueteó con el tenedor que había en la bolsa—Pero me gustas...—se sonrojó.
 
Me gustas...
 
Eso no se lo veía venir.
 
Estático ante tal confesión Shadow solo pudo observarla ponerse de pie y alejarse unos pasos para finalmente perderse entre la multitud.
 
A solas y en silencio, se permitió suspirar...
 
¿El gustarle a una chica? Que extraño se había vuelto todo.
 

 


 
Al terminar las clases había llegado a su hogar en tiempo récord. Ni siquiera las palabras de su inquilino el calvo le hicieron detenerse para entrar a su hogar y encerrarse en su habitación.
 
Necesitaba serenarse y pensar...
 
Rose le estaba volviendo loco y ahora con esa vergonzosa confesión lo tenía todavía más fuera de sí.
 
¿En qué rayos estaba pensando? ¿Por qué él? De tantos...
 
Precisamente él...
 
Él que no quería nada de amores problemáticos ni sentimentalismos baratos.
 
Bufó con fastidio y miró hacía el techo con apatía. Seguramente en ese momento Rose estaría pensando que el es un idiota que no corresponde sus sentimientos.
 
Porque no los correspondía... ¿no? Es decir, a él no le gustaba ella.
 
¿Cierto?

¡No tenía tiempo para estas cosas, joder!
 
Quería dormir; aunque por mas que se movía no lograba encontrar comodidad. Fastidiado, salió de entre las sábanas y caminó hasta el armario buscando una chaqueta.
 
Quizá no iba a fumar, pero si necesitaba la tranquilidad y el aire fresco que su querida azotea le brindaba.
 
De camino por el pasillo, el grito de un hombre le hizo detenerse. El pasillo y la soledad que le albergaba producía eco, imposibilitando distinguir de donde venía en primer lugar.
 
Silencio...
 
Tal vez eran imaginaciones suyas, no sería la primera vez.
 
Frente a la azotea tomó asiento y observó el horizonte con tranquilidad. El frío de la noche le envolvió en un abrazo acogedor y sonrió de lado al sentirse más relajado. De eso era de lo que hablaba en primer lugar, de esa paz que las pequeñas cosas puede brindarle.
 
El ir y venir de los autos, las luces de la ciudad... todo era tan maravilloso.
 
Tan relajante...
 
Aunque en el fondo, el deseo de fumar un cigarrillo crecía latente. Las luces de los autos iban y venían y entre el ajetreo tomó asiento al filo de la cornisa a modo de descanso.
 
No lo estaba pensando mucho, solo una acción más del adolescente idiota que era al fin y al cabo.
 
Uno que ni siquiera se daba cuenta de que era una fea caída si llegaba a resbalar.
 
Aunque...
 
Quizá si tan solo caía sin pensarlo mucho el suplicio terminaría de una vez por todas.
 
Todo ese dolor, toda la soledad y el vacío en su interior...
 
Miró hacía abajo y aunque no le gustase admitirlo, se mareó.
 
13 pisos dejaría su cuerpo irreconocible, pensó para sí y el vértigo le hizo mirar hacía arriba otra vez.
 
—Eres un inútil...—Se lamentó y el viento gélido le provocó escalofríos.
 
Todo era tan absurdo...
 
Nada valía la pena.
 
¿Por qué seguía vivo en primer instancia? ¿Qué tenía de importante? Ni siquiera era un buen sujeto con el aquellos que se preocupaban por él...
 
Porque sí moría... ¿importaba?
 
Todos aquellos que en algún momento se preocuparon por él muy seguramente estarían mucho mejor si el dejaba de amargarles la existencia.
 
Después de todo ni siquiera era un buen amigo...
 
Al primer golpe había caído; había alejado a todos y ahora solo era cuestión de dejarse caer...
 
Era tentador, cuanto menos...
 
Sus pies colgaban desde la cornisa y la idea revoloteaba frenética por sus pensamientos.
 
Tal vez...
 
—Eres un cobarde—Salió de sus labios y rió sin gracia fundiéndose en un leve pero poderoso llanto entremezclado con su risa apática.
 
Se sentía tan mierda... tan basura, tan poca cosa...
 
Y ahora lloraba como un niño pequeño.
 
¿Qué tan bajo podía caer?
 
Solo bastaba soltarse y todo terminaría...
 
Solo un poco más y podría acabar su suplicio.
 
Le dio otro vistazo, dándose de algún modo las fuerzas que le faltaban y con movimientos torpes y perezosos se puso de pie aún en la cornisa dispuesto a saltar.
 
Cuando ese aroma...
 
Ese bendito y jodido aroma llegó de llano fundiéndose entre el viento y el aroma de la noche.
 
—Buenas noches—Le saludó con una extraña tranquilidad y avanzo con pasos lentos hasta él.
 
Tensando ante la idea, le miró hoscamente y con un movimiento en su mano le ordeno que se detuviera.
 
—NO DES UN PASO MÁS—Le advirtió evidentemente alterado y lleno de dolor.
 
Ella por su parte no parecía inmutarse ante esto.
 
Estaba tan tranquila y serena que bajo otras circunstancias podría parecer incluso burlesco.
 
—Hoy es una linda noche—Le comenta y su mirada se dirige a la luna resplandeciente.
 
La observa de reojo y algo en su semblante no es normal; aún en su estado puede notar como tiembla y los restos de lágrimas entre sus mejillas. Algo le pasa, pensó para sus adentros para inmediatamente después reñirse a sí mismo por pensar esas estupideces.
 
Lo que Rose hiciera no era asunto suyo... no le importaba en lo más mínimo ni nada.
 
—Y hace frío...—Se abrazo a si misma, dándose calor—Sin duda una noche especial, ¿no crees?—.
 
No obtuvo una respuesta por parte de Shadow; tampoco es que la esperara o algo así. Sumidos en un silencio casi absoluto ambos observaron la luna durante un tiempo indeterminado.
 
La sensación de desolación seguía latente, aunque con menos fuerza que un rato antes.
 
De pronto tenía menos ganas de saltar...
 
Un momento, ¿qué le estaba deteniendo? ¿Por qué dudaba si hacía un rato estaba completamente seguro?
 
Algo no cuadraba, eso no tenía sentido...
 
¿Cómo podía haber cambiado de opinión tan fácilmente y sin siquiera proponérselo?
 
Miró a la mujer que tenía a su izquierda y la ira le invadió.
 
Esa mujer...
 
¿Qué clase de embrujo o poder extraño había vertido sobre él? Era como una droga altamente potente que solo con tenerla cerca producía cambios extraños en él.
 
—¿Qué rayos haces aquí en primer lugar?—Hablo de pronto, captando una mirada curiosa en ella—Desde que apareciste no has hecho sino joder todo—Le recriminó—No puedo dormir, ni dejar de pensar en ti—confesó, frustrado—Y no tengo ni puñetera idea de que carajos está pasando—.
 
Estaba cansado, harto de todo y ahora frente a aquella chica extraña que le observaba en silencio, todo parecía irreal...
 
Tan patético que bien podría confundirlo con una novela barata de mercado.
 
Con los hombros tensos y la respiración agitada que se entrelazaba con el llanto ahogado se colaba por sus ojos miró el suelo repleto de cólera, dispuesto a saltar y mandar al diablo todo lo que había a su alrededor.
 
Al carajo el director y el edificio, todo podía irse a la mierda. Iba a saltar, ya podía sentir el filo de la cornisa rosar la suelta de su zapato.
 
Cerró los ojos fuertemente esperando que eso le diera el último empujón que necesitaba cuando algo cálido se apodero de su mano haciéndole retroceder.
 
Era cálido y muy suave...
 
Abrió lentamente los ojos descubriendo con estupor como la chica rosada le tomaba de la mano imitando su posición frente al filo del edificio no importándole si podía caer.
 
No le miraba directamente, pero pudo notar en su pómulo el violáceo inequívoco de un golpe surcando su piel.
 
—Entonces...—Le dijo y dirigió una mirada tranquilizadora hasta él—Si tu saltas, saltaré contigo...—Le dijo apretando su mano con fuerza.
 
No podía dar crédito a lo que sus oídos estaban escuchando. ¿Por qué esa extraña y loca chica seguía empeñada en meterse en su vida?
 
Ella seguía sosteniéndole con fuerza y un leve temblor en sus piernas llamó todavía más su atención.
 
Parecía ligeramente asustada, incluso podía decir que estaba ansiosa. No sabía mucho de emociones, pero a juzgar por como se comportaba, estaba completamente dispuesta a cumplir su palabra.
 
—No lo entiendo...—.
 
Y era verdad.
 
Todo este lío de miseria individual se había torcido y ahora excedía por completo sus límites de comprensión social...
 
Nada le había preparado para tantas atenciones y eso se notaba.
 
—Si tu saltas, ya no tendré ningún motivo para no hacerlo yo también—Confesó.
 
Saltar...
 
Que raro sonaba eso viniendo de sus labios. De pronto que ella mencionase esa posibilidad le dio un vuelco en el estómago y la sensación de un sudor frío recorrer desde su espalda hasta su nuca.
 
Se seguía sintiendo una cucaracha, pero extrañamente sus palabras le hacían querer frenar.
 
—No saltes, por favor...—Pidió ella y unas lágrimas traviesas escaparon por sus mejillas—La presión es fuerte... lo sé—Esa mirada triste, le hizo retroceder—Si saltas, no podré leerte todo lo que te escribí—confesó y el temblor en sus muñecas le hizo cosquillas al moreno.
 
Todo era tan confuso...
 
Y si era así...
 
Si saltaba, ¿ella saltaría también? Tantas posibilidades juntas, aunque en el fondo, muy al fondo había algo que le animaba a seguirla.
 
Ni siquiera había podido soltar su mano y su cuerpo seguía quieto, sin un solo movimiento que pudiese malinterpretarse.
 
—No me dejes...—fueron las palabras que ella susurro justo antes de fundirse en un abrazo asfixiante que les hizo caer de espaldas al lado seguro del edificio.
 
En el suelo, con aquel pequeño cuerpo aferrado al suyo, supo que por primera vez en mucho tiempo, no tenía ganas de desaparecer...


 

❁ ❁ ❁ ❁

Continuará...
¡AILOBIU BELLA SOLEDAD!
Me he tardado siglos, pero aquí está❤
Dispensen las faltas que se me fueron por ahí... no doy para más...
Se cuidan y gracias por leerme.
Atte.
Gri

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro