𝚍𝚒𝚎𝚣
—Holis. – saludó la rubia en cuanto llegó a la esquina de la terraza donde Jennie la estaba esperando aún sentada en la moto de su tío.
—Sí sabes que Lisa va a matarme en cuanto regresemos, ¿verdad? – se rió la mayor, estirándose un poco para saludar a la mayor con un beso en la mejilla. Rosé soltó una risita y se encogió de hombros, no dándole importancia. — Claro, como a ti no te va a decir nada.
—¿Qué? ¿Le tienes miedo a mi hermana?
—No miedo, respeto. – corrigió, ladeando la cabeza de un lado a otro. — Bueno, quizás un poco, tú hermana siempre me ha ganado en las peleas incluso cuando lo hacemos jugando. – Rosé levantó una ceja, haciendo que Jennie frunciera el ceño. — Mira, carajita, al lado de tu hermana yo soy un chichón de piso, lógico que siempre me gane.
Rosé comenzó a reír a carcajadas, haciendo que Jennie sonriera y se diera una palmada en el hombro mentalmente.
—Bueno, toma. – le dió un casco que había llevado extra porque por más domingo que fuera, uno nunca sabía con los pacos y es tan capaz que le quitarán la moto de su tío solo por no llevar casco. — Ah, mira, la propia copiloto. – Jennie colocó ambos pies en el suelo para mantenerse firme en el momento en que Rosé se agarró de sus hombros para subirse a la moto. — ¿Ya?
—Listo. – dijo, Jennie encendió el vehículo y sonrió. — ¿Qué sucede?
—No quiero que te caigas. – sonrió, echando sus brazos hacia atrás para tomar los de Rosé y envolverlos en su cintura. — Pégate más a mí y abrázame, Rosie.
Jennie maldijo en voz baja, aprovechando que la rubia estaba distraída con otra cosa, cuando la mesera del lugar le había llevado el recibo con la cuenta. Haber llevado a Rosé le había costado más de lo que había esperado, lo que la hizo preguntarse, ¿realmente valía tanto la pena esforzarse tanto cuando nada más planeaba vacilarsela un rato y ya?
Disimuladamente la miró, recorriendo el cuerpo de la rubia con la mirada, tomando más tiempo para apreciar sus atributos. Tenía buen culo, no lo iba a negar, pero definitivamente había visto mejores. Y ni hablar de sus pechos, demasiado pequeños. Pero definitivamente tenía un lindo rostro y ese cabello largo y rubio le sumaba un par de puntos.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo al imaginarsela de espaldas a ella, una de sus manos jalando su cabello mientras movía sus caderas suavemente. Siempre las calladitas eran las que... Más sorpresas ocultaban, la hermana de su mejor amiga definitivamente no iba a hacer la excepción.
Sacudió la cabeza para volver en sí y dejar esos pensamientos de lado, no iba a dejar sola a Rosé solo para ir al baño más cercano a hacerse una paja, no era tan... bueno, tan tan. Con el dolor de su alma pagó lo que habían consumido y le guiñó el ojo a la mesera, diciéndole un par de piropos a los que ella simplemente se reía y sonreía.
—Tu papá debió ser malandro, chamita. – le dijo cuando la muchacha le dió el vuelto, aprovechando para rozar sus dedos. — Se robó todas las estrellas del cielo y te las puso en los ojitos.
—Ay, gracias. – la muchacha se mordió el labio, mirando a Jennie a través de sus pestañas. — Esperamos que hayan disfrutado de los pastelitos de ÑaCarmen, vuelvan pronto.
—De bola, gafa, Dios te guarde y ojalá me diga dónde pa ir a buscarte. – le volvió a guiñar el ojo. La muchacha dejó de sonreír al ver por detrás de Jennie, Rosé había vuelto. — Muchas gracias, chica, estaba muy bueno todo, ¿verdad, Rosie?
—Sí, buenísimo, muchas gracias.
—De nada, muchas gracias por su visita, las esperamos de vuelta pronto aquí en ÑaCarmen, los mejores pastelitos de la ciudad.
—Si si si, vámonos Rosie. – Jennie se dió media vuelta, tomando la mano de la rubia para salir del establecimiento. Rosé abrió los ojos tanto como pudo ante el repentino contacto, epa. — ¿Tas bien? ¿Te llenaste?
—Sí, Jen, muchas gracias, Dios le pague.
Jennie sonrió y le ofreció el casco que estaba utilizando, colocándose el de ella para subirse a la moto y encenderla. ¿Gracias? ¿Ni un besito le iba a dar? No joda, chica.
—¿Quieres ir a dar un paseo? Vamos pa los Chorros de Milla o pa allá arriba pa La Hechicera. – dijo, ayudando a Rosé subirse en la moto. — O vamos pa el mirador de Santa Ana o nos lanzamos pa el de El Teleférico, no sé, lo que quieras, pa mí va estar bien cualquier lugar siempre y cuando vaya contigo.
Rosé enterró su rostro en la espalda de Jennie a la vez que la abrazaba con fuerza, diciendo que la llevará al mirador de Santa Ana. La mayor asintió y arrancó la moto, conociendo el camino a la perfección después de todas las veces que había ido hacia allá, cada una de esas veces con una carajita diferente.
No iba a decir que no estaba arrecha, porque eso era caerse a mentira a ella misma y a cualquiera que la viera a la cara.
¡De bolas que estaba arrecha!
En el camino hacia el mirador todo había estado bien, se había parado en una bodega y había comprado chucherías para que comieran mientras hablaban cualquier vaina que se les viniera a la mente. Sin embargo, cuando se quedaban sin tema de conversación y un silencio se instalaba entre ellas, Jennie había intentado robarle un par de besos a la menor, pero siempre que estaba cerca, Rosé volteaba el rostro o volvía a hablar.
Definitivamente aquello le estaba costando más de lo que pensaba, sobretodo porque ya estaba gastando más dinero del que normalmente gastaba, lo que la hacia preguntarse de nuevo, ¿realmente valía la pena?
A las 11:30 Hyoyeon había comenzado a llamar a la rubia para preguntarle donde estaba y que estaban haciendo, recordándole la hora de llegada que le había puesto, por lo que Jennie, molesta por no haber conseguido robarle siquiera un besito, le dijo que ya era hora de llevarla a su casa a la hora exacta si quería que Hyoyeon le diera más permisos para salir juntas en el futuro.
No tardaron mucho tiempo, en cuanto vinieron a ver, ya Jennie estaba metiendo la moto por la vereda de la terraza y Rosé ya estaba frente a la puerta de su casa.
—Buenas. – llamó Jennie, tomando el casco de Rosé y el suyo para colocarlos sobre el cojín de la moto. La mayor soltó un suspiro llenó de alivio cuando vio salir a la señora Yuri a recibir a su hija. — Hola, señora Yuri, ¿Cómo está? Aquí le traigo a su hija a la hora que usted dijo. – miró a la rubia con una sonrisa. — Espero que le dé permiso a la niña pa salir conmigo otro día.
—Tranquila, Jennie, ¿todo bien? – preguntó, mirando a su hija.
—Sí, ma. – respondió, miró a Jennie a su lado y se acercó para dejarle un beso en la mejilla. — Chao, Jen.
—Nos vemos por ahí después, Rosie. – sonrió. — Hasta luego, señora Yuri.
—Chao, Jennie.
Ambas, madre e hija vieron a Jennie caminar hasta la moto y llevársela arrastrando hasta su casa, donde entro. Yuri miró a Rosé con una sonrisa y le acaricio el cabello.
—¿Cómo te fue?
—Mejor de lo que pensé.
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