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10

Lo único que podía escuchar era el sonido de los besos húmedos que le daban y la música lejana que aún seguía sonando.

Los besos bajaban hacia su cuello dejando pequeñas marcas en su piel, las manos del mayor estaban en sus glúteos los cuales fueron apretados con delicadeza.
Aún seguía con los ojos cerrados.

— E-espera, espera, viene alguien - trato de levantarse pero sus brazos se sentían tan débiles que cayó sobre su lugar.


Se acercaban personas, el sonido de las hojas bajo los pies hacían ruido, lo suficiente para ser escuchado por el irken.

Se quedaron quietos en aquella posición esperando que las personas que pasaban por ahí se fueran pronto.


— Vayamos a tu casa, aquí es muy peligroso — acomodo las ropas del menor y se enderezó moviéndose hacia el asiento del piloto.

— Pero aún sigues-

— No, ya no tanto.

Zim siguió acostado en la parte de atrás, se sentía terrible.

Escuchaba como el auto empezaba a moverse.

Las luces de los semáforos lo molestaban a pesar de tener los ojos cerrados, coloco ambos brazos cubriendo su cara.

[. . .]

Ni siquiera supo en qué momento habían llegado, pues ya había aparecido en la cama.


— ¿Que? — miro al mayor entrando al cuarto tambaleándose.

No sabía cómo demonios no habían chocado.


— Te dormiste — se acercó al menor depositando un beso en los labios de este, no podía levantarse de la cama, seguía mareado.

— Me siento mal — dijo a la vez que tocaba su cabeza, su peluca ya no estaba.

— Si, se nota, ni siquiera puedes moverte. — repartió besos por sus mejillas y parte de su cuello, estaba encima del irken.

— Me haces cosquillas — escondió su rostro en el pecho del contrario, podía oler el alcohol y el tabaco.


Sintió nuevamente la lengua del mayor pasearse por su piel, el cuello de su camiseta había sido estirado para alcanzar mejor sus hombros.

Succiono la delicada piel verde provocando pequeñas manchas, marcas temporales, se quejó por lo brusco que estaba siendo en ese momento, estaba siendo aplastado por el cuerpo del contrario y no sabía bien lo que pasando.

Hace rato deseaba ser besado con fuerza, pero ahora se sentía raro, no sabía cómo describirlo, estaba desorientado.


— Dib, me siento raro — movió su cabeza buscando atención por el mayor. - n-no me siento bien

— ¿Por qué? — se quitó de encima, le preocupaba haberlo lastimado

— Uh, n-no, no lo sé — tenía miedo — perdón. . .

— No te disculpes, supongo que fui muy rápido, lo siento.

El pelinegro tomo distancia con el, aún que Zim se dejó caer en los brazos de su acompañante buscando protección, lo menos que quería es ser dejado.

Sentía que había hecho algo malo y no sabía porqué.


Tal vez el efecto del alcohol estaba pasando y ahora se sentía mal.


— Quiero dormir, mi cabeza me duele mucho — cerro los ojos tratando de calmar lo mareado que estaba en ese momento

— Si, está bien

[. . .]

Las clases habían terminado ya, aún que aún tenían asuntos pendientes en la escuela.


— Se la pasaron genial por lo que veo — miro preocupado a sus dos amigos quienes descansaban sobre sus brazos en aquella mesa de piedra.

Dib había salido al baño.

— La cabeza va explotarmeeEeEee — se quejó la joven quien se cubría con ambos brazos

— Te dije que no tomarás, pero eres necia - le pegó con la punta de la pluma en la cabeza recibiendo una queja al instante


El menor solamente miraba aquella escena divertido, pues desde hace rato el pelirrojo venía molestando a la de frenillos.
Su mirada se había perdido entre los arbustos detrás de ellos sin darse cuenta que Keef se había sentado al lado de el asustándolo.


— ¿Que quieres?


El pelirrojo no dijo nada, sin embargo en su cara tenía una pequeña sonrisa dibujada.


— Pareces idiota — soltó de la nada ganándose una carcajada por parte de ambos chicos.


Hace poco había desarrollado una confianza con el de pecas que lo hacía insultarlo cada segundo, aún que esté sabía muy bien que era de cariño, le parecía tierno.


— Que grosero eres — se acomodó mejor mientras sacaba una libreta de su mochila — voy a poner que no estás haciendo nada para el trabajo

— ¡Hey mentiroso! — se levantó de dónde estaba — ¡No te atrevas a difamar al grandioso Zim!

— Oh, claro que lo haré muchachito grosero

— ¡Cállense los dos que me ando muriendooo!


Ambos jóvenes hicieron caso omiso, ya habían comenzado una pequeña discusión que para Keef solo era de broma, pero Zim aún no diferenciaba entre realidad y ficción.


— ¡Ladrón dame eso! — ahora el irken era quien tenía entre sus manos el objeto

— No, ¡Ruega por clemencia al grandioso Zim! — se subió a la mesa haciendo su típica pose, igual ya no había nadie en la ekuela.


Claro que no se dejaría vencer por el irken, tomo por las muñecas al menor y lo bajó a la fuerza, aún que no soltaba la libreta.

Estuvieron así por un par de minutos hasta que el de piel verde resbaló de la banca cayendo sobre la mesa.


— Les dije que estuvieran quietos, parecen niñitos — habló la joven quien se levantó a ver al menor — ¿Estás bien?

— No quise tirarte, lo siento tanto — por instinto abrazo al menor, se sentía culpable por jugar así de pesado con el

— Uuff — se quejó, se había golpeado fuerte


Se habían concentrado tanto en el menor que no se habían dado cuenta de la presencia del pelinegro, quien miraba confundido aquella escena.

Hasta que el irken se dio cuenta de eso y se separó del mayor.


— Me caí — aclaro al ver al joven de negros cabellos acercarse más.

— ¿Cómo?

— Una tontería — dijo Gretchen


Parecía no estar muy convencido.
Igual no diría nada.


— Me quitó mi cuaderno

— ¡No es cierto, mentiroso!


Ambos empezaron a discutir nuevamente.
Dib solo miraba la escena algo incómodo, no sabía porque pero ese sentimiento lo estaba invadiendo.

Ni siquiera se dió cuenta que Gretchen ya estaba junto a el.


— ¿No se ven lindos? — susurro cerca del mayor mirando aquella escena.


No tenía nada de lindo.

— De que hablas — Dib frunció el ceño.

— No te hagas — la joven tomó el brazo del contrario y lo pego más a ella — hacen bonita pareja

¿Encerio lo hacen?

Se empezaba a molestar, pero consigo mismo.




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