06
— ¿Y Zim? — habló el azabache con preocupación, le asustaba que la joven no regresará con el.
— Se quedó platicando con un amigo. — coloco su bolsa encima de la mesa, aún que la mirada de preocupación en el mayor le causó culpa.
— Iré a buscarlo.
— No te preocupes por el, Keef es un buen tipo lo va a cuidar muy bien, además, el sabe dónde estamos, así que vendrán en cualquier momento.
Las palabras de la joven no fueron suficientes, se sentía preocupado.
Y decepcionado, pues pensaba aprovechar aquella fiesta para convivir más con su pareja.
Que lastima.
— ¿Ya probaste los cócteles? Están deliciosos.
— No gracias, recuerda que tengo que manejar de regreso y no creo que sea prudente que yo-
— ¡No seas bobo! Solo será uno — coloco aquella bebida delante de el. — Vinimos a divertirnos.
Se veía tentador, pero no, enserio no era momento para ponerse a beber, seguía buscando con la mirada a Zim.
Aún no regresaba.
— ¿No sé habrán perdido?
— Uhmm, no lo creo — saco su teléfono del bolso que traía y busco entre sus contactos el nombre del pelirrojo.
[¿Dónde demonios se metieron>:(?]
Mando aquel mensaje con la esperanza de ser respondida al instante.
Pero era Keef, no iba a contestar de inmediato, lo conocía perfectamente.
— ¡Hey! Si te lo tomaste — vio la copa del mayor ya vacía.
Le sorprendía lo rápido que era para tomar alcohol.
— Estoy desesperado.
— No te angusties tanto, ya van a aparecer.
— Pues ya tardaron demasiado.
Tomo otra copa que estaba en la mesa y bebió gran parte de esta, ya no le importaba mucho, siguió con otra más.
Igual no creía que con un par de copas se pondría mal.
— Actúas como si fueran noviecitos.
¿Noviecitos? Pero si en ese momento solo eran buenos amigos.
¿Acaso no había actuado bien?
Antes de poder decir algo y teléfono de la joven sonó.
[Keef:pp: estamos afuera.]
— ¿Ves? Están afuera.
— ¿Por qué? — eso le daba mala espina.
— No lo sé, vamos a traerlos rápido o sino se pierden otra vez.
La multitud lo empezaba a poner de mal humor y el sonido de la música a todo volumen también.
Pronto llegaron a fuera del edificio y vieron que… no había nadie.
¿Dónde carajos estaban?
— ¿Te dijo que aquí?
— Si, no entiendo porque no están. — saco nuevamente su teléfono. — le voy a marcar.
Silencio y más silencio, nadie atendía aquella llamada.
¿Dónde estaba Zim?
—Como detesto que no me contesten — molesta, volvió a marcar, pero está vez la había mandado a buzón.
Dib estaba muy ansioso, no sabía porque pero necesitaba a Zim ya, no saber de él lo molestaba demasiado.
— ¿Escuchas eso?
Un sonido a lo lejos.
No era la música, se escuchaban murmullos detrás de unos árboles.
Como si estuvieran discutiendo.
— Creo que se están peleando.
Iba a acercarse pero la joven lo detuvo.
— No creo que nos debamos meter.
Tal vez tenía razón, si se peleaban no era de su incumbencia.
Pero una voz familiar lo alertó.
— No me dijiste que tenías una noviecita tan buena, ¿Dónde la sacaste? — habló un joven de cabellos dorados mientras rodeaba a ambos chicos.
— Oigan, enserio no queremos problemas. — el pelirrojo se mantenía en frente del menor, tratando de protegerlo.
— Tu cállate.
— Deja de joder. — El irken se estaba cansando de aquellas palabras estúpidas.
Desde ya hace rato que los molestaban a ambos que prácticamente tuvieron que huir de la fiesta.
Pero no fue suficiente, los habían seguido hasta fuera.
— Que respondona, así me gustan — hizo una cara asquerosa tratando de intimidar al menor, aún que solo logro saquearlo más.
Eran tres tipos que los acorralaban y al parecer no se iban a detener.
Pues habían roto el teléfono del pelirrojo.
— ¿Por qué no me regalas un beso? — se acercó amenazante hacia ambos chicos, pero el de pecas se interpuso. — Quítate.
Ordenó con autoridad.
— No lo voy hacer. — no se iba a dejar — Y por favor, ya váyanse.
Claro que no podía hacer mucho, ellos eran más.
— ¡Déjenme!
Fue tomado a la fuerza por los “secuaces” de aquel chico y lo retuvieron, a pesar de sus intentos por liberarse no pudo hacerlo, ellos eran más fuertes que el.
Zim solo podía observar incrédulo ante la situación.
Se sentía inútil.
Quería hacer algo pero fue tomado fuertemente del brazo.
— ¡Suéltame idiota! — reacciono, no soportaba ser tocado por nadie más que no fuera Dib.
— ¿Por qué? Primero vienes a provocarme con ese vestido de puta y ya no quieres nada? Eres una zorra
¿Provocar?
Entonces era su culpa.
Pero si solo era un maldito vestido de flores.
— ¡No lo llames así! — Se sentía tan estúpido de no poder hacer algo. — ¡Y déjenlo en paz!
— Y si no quiero, que vas hace-
Una patada en la entre pierna lo hizo caer sobre sus rodillas soltando al menor.
Zim había aprovechado el descuido del joven para poder golpearlo.
— ¡Maldita perra!
Iba a correr lejos, pero… Keef
Retrocedió para mirarlo, el pobre aún seguía sometido por aquellos dos hombres, eso era su culpa.
— ¡Vete! — grito al ver cómo el tipo que se retorcía hace unos segundos se empezaba a incorporar nuevamente. — ¡Corre!
Sus piernas no reaccionaban, no podía moverse.
¿Desde cuándo le importaban las demás personas?
— Yo. . .
— Tu no te vas a ir.
Estrujó el pequeño brazo del menor haciendo que este chillara por el repentino tacto, fue tan fuerte que seguro iba a dejar una marca.
— ¡No lo toques!
Dib apareció de la nada, estaban pasando tantas cosas a la vez que no podía procesarlo todo.
Vio como los tipos que tenían al de pecas lo soltaban y se acercaban al azabache de forma amenazante.
Uno de ellos tenía una navaja.
— ¡No! — se odiaría mucho si Dib resultaba lastimado por su culpa.
— ¡Imbécil! — el pelirrojo tumbo al del arma con su cuerpo, se había cortado su brazo.
Mientras tanto el de lentes golpeaba al rubio quien volvió a caer al suelo, aún que después sintió un golpe venir detrás de el impactando en su hombro.
Eso había dolido.
[…]
— ¡Auch! — se quejó, le dolía la maldita cara.
— Deja de quejarte, no es nada. — habló el irken mientras suturaba la ceja del azabache.
— ¡¡Me estás cociendo la ceja!! — mordió la colcha que estaba a un lado de el, el dolor era insoportable.
Agradecía por un momento que su familia no estuviera en casa ese día.
O Gaz disfrutaría de su agonía.
— Termine. — dejó aquellos materiales al lado de la cama mientras se bajaba de encima. — Esto no estaría pasando si no te hubieras emborrachado ayer.
— Ugh, ni siquiera me lo recuerdes.
Ayer fue un total caos.
— Aja. . . — saco de su pak un ungüento de color azul y lo destapó cuidadosamente — esto te va a ayudar con tu cicatrización, sanará más rápido.
Coloco un poco de este en aquella ceja y poco más en aquel ojo morado que tenía su novio.
— Se siente caliente.
— Si, el efecto hará lo suyo. . .
— Perdón. . .
No obtuvo respuesta del menor, solo una mueca que parecía de disgusto. La había cagado, lo sabía, pero no sabía cómo compensar lo que había hecho.
— Enserio lo siento.
El irken se dio vuelta, no quería verlo, estaba enojado con el, pero tampoco quería seguir con aquello, sabía que no era su culpa.
No le gustaba las peleas.
— Si, no importa supongo. — suspiro cansado — Solo que le debes una disculpa a Keef.
El joven de gafas sonrió ante la repuesta del menor.
— Claro.
Lo tomo por la cintura y lo atrajo hacia el con cuidado, posó su rostro entre la curvatura de su cuello oliéndolo, amaba el aroma del irken, era tan dulce que lo cautivaba.
Podría estar así toda la vida.
— Sabes que te amo. — dijo a la vez que repartía pequeños besos por aquella zona.
— Lo sé. . . — suspiro al sentir las manos del azabache posarse en su abdomen, se sentía extrañamente bien.
No pudo evitar soltar un gemido al sentir las manos del mayor acariciar suavemente la zona baja de su abdomen, sorprendiéndose al escuchar el sonido raro que había salido de el.
— Wow ¿Eso salió de mi?
— Si. . . ¿Te gustó? — pregunto curioso
Era la primera vez que escuchaba ese tipo de sonido provenir del más bajo.
— Ummh. . . Supongo que si, ¿Está mal?
— Claro que no. — siguió nuevamente con los besos y posó ambas manos nuevamente por aquel lugar, claro, sin moverlas. —¿quieres que lo haga de nuevo?
— Supongo.
— Ok
Antes de hacer cualquier cosa el sonido de la puerta se había escuchado, su padre y hermana ya habían llegado.
— Maldición — se quejó frustrado — Llegaron
— ¿Tan rápido? — se separó del mayor para asomarse por la puerta entre abierta de la habitación.
Se escuchaban pasos.
— ¡Dib, bajen a comer! — grito la joven de los membrana desde la cocina, se escuchaba de buen humor, eso era raro.
— Dile que ahorita bajo — caminó hacia su closet sacando una playera limpia. — bajaremos a comer, ¿Qué te parece?
— Para mi está bien humano Dib. — acomodo su ropa y peluca mientras esperaba al de anteojos cambiarse de ropa.
Zim solo lo miro por unos segundos, la espalda de Dib tenia cicatrices de sus típicas batallas de cuando eran mas jóvenes.
No pudo evitar sentirse mal por aquellas veces en que lo lastimo física y psicológicamente.
Ambos eran tan extrañamente parecidos, ser rechazados por sus propias familias era doloroso.
Pero ahora estaban juntos.
Bajaron a la cocina en donde el padre y hermana de Dib los esperaban.
— Pensé que viajarías antes.— Dijo mientras se sentaba junto con Zim.
— Decidí que seria correcto pasar algo de tiempo con mis dos únicos hijos.
— Entiendo.
— Oye, ¿Qué te paso en la ceja? — pregunto el mayor con el ceño fruncido.
Ah, lo había olvidado.
— Se calló. — dijo el menor mientras se acomodaba en la mesa.
No era de asombrarse de que Zim estuviera comiendo con los Membrana, no era la primera vez pues siempre se la pasaba en aquel lugar.
— S-si, eso, tropecé con las cosas de mi cuarto.
— Le dije que limpiara, no me sorprende que se haya lastimado de esa forma, su cuarto es un cochinero. — habló entre risas la peli morada, de solo imaginar al estúpido de su hermano caer le hizo gracia.
Mientras aquella joven seguía burlándose de su penosa “caída” un robot sirvió la cena tan rápido que el irken se sorprendió, sabia que el padre del pelinegro trabajaba en cosas científicas, pero sus inventos eran maravillosos.
Sin duda alguna el reconocimiento que tenía aquel señor lo tenía muy bien merecido.
— ¿Es genial lo que hace la ciencia, no Zim?— Dijo, mientras se llevaba a la boca un pedazo de carne.
— Oh si, es muy interesante señor Membrana.— sonrió el pequeño irken.
Sinceramente, aquel hombre era muy inteligente.
— Padre, ¿Zim puede quedarse en la casa?— Cambio el tema. —Es que sus papás salieron de viaje y pues. . . pensé que seria mejor que se quedara, para que no estuviera solo.
— Aja. — soltó una carcajada nuevamente, la joven sabía de que esto era una gran mentira, pero no iba a decir nada.
— Por supuesto, puede quedarse. — habló de forma amable.
Ambos jóvenes sonrieron alegres por la respuesta del mayor, quien siguió con las preguntas al de piel verde.
Poco después el profesor Membrana termino de cenar y se despidió de sus hijos y del amigo “extranjero”.
Después de eso los dos chicos subieron al techo de la casa acostándose encima de una cobija, era obvio que haría mucho frio así que ambos se enrollaron en aquella sábana.
La vista era hermosa, pues la calle era iluminada con los foquitos de navidad que había por todas las casas.
— Te amo mucho, Zim.— soltó aquellas palabras sorprendiendo al menor.
Amar era una palabra muy especial, ¿No?
¿Entonces eso lo hacía una persona especial?
Dudo mucho en responder, porque claro, el amaba a Dib, pero no sabía cómo decírselo.
— Yo también, te amo más. — hundió su rostro en el pecho del mayor buscando el calor de este, se empezaba a congelar.
— Bien, hoy ganas chico espacial. — acaricio la cabeza del contrario quien ya no tenía su clásica peluca negra.
— ¿Puedo hacerte una pregunta?
— Las que quieras.
Vio como el menor se alejaba poco a poco de el, acomodando la sábana que los protegía de la fría noche.
— ¿Tu crees que. . . si se entera tu papá sobre lo nuestro. . . el apoyaría nuestra relación?
La pregunta le rondaba por la cabeza desde que comenzó la cena.
No podía evitar sentirse raro, ¿Por qué había personas que no aceptaban una simple relación?
Aún no lo entendía.
— No se, pero. . . — hizo una pequeña pausa, pensando en lo que diría — Por el momento hay que mantener esto en secreto, no quiero que pienses que esto está mal, solo hay que esperar un poco y cuando estemos listos para dar a conocer nuestra relación entonces se lo diremos a nuestro seres queridos. Por el momento hay que ser discretos.
El pequeño sonrió alegre ante aquellas palabras, aún que muy en el fondo surgía una nueva pregunta.
¿Y si los separaban?
No podía estar tan tranquilo, al final el sabía que todo lo que empieza tiene que terminar.
Y no quería que su relación terminará.
Por otro lado, el joven de anteojos se empezaba a inquietar con la misma pregunta.
¿Y si su padre no aceptaba su relación?
No sería capaz de alejarse.
No, nunca lo dejaría.
Tanto le costó aceptar sus sentimientos, como para dejarlo de esa forma, quería mucho a su padre, pero no sería capaz de abandonar a Zim.
[. . .]
En la mañana el joven de piel verde despertó.
Talló sus ojos con pereza y estiró su cuerpo, miro hacia un costado de el, Dib seguía durmiendo, se veía lindo en aquella posición.
Acarició el rostro del contrario y se acomodo el su pecho.
Sin duda amaba estar con Dib.
Lo hacía sentir seguro.
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