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Capítulo 10

〖☽〗08/03/2025 【☾】

...

La puerta del coche se abre fácilmente, y con piernas temblorosas, sale.

Frente a ella, se yergue la casa que la vio crecer, las paredes que la escucharon llorar a altas horas de la noche o los techos que parecían disminuir con cada discusión que allí se mantenía.

Después de años sin pisar su hogar, lo único que siente es nostalgia. Afortunadamente, lejos queda la sensación de agobio que de vez en cuando la acompañaba mientras allí habitaba.

Mientras camina por el jardín, contempla detalles imperceptibles para personas que pasan por ahí día tras día; el árbol donde había pasado tarde tras tarde estudiando, ahora se eleva por encima de su cabeza cubriéndola con sus anchas ramas. O una pared que antes lucía de un hermoso verde, actualmente se muestra ligeramente maltratada por las inclemencias del tiempo.

En resumen, una serie de pequeñísimos fragmentos, que cuentan lo acontecido después de su partida.

Después de dejarse llevar dócilmente al salón para que así su madre pueda enseñarle el sofá que semanas atrás, su padre y ella habían comprado, decide darse una rápida ducha para quitarse de encima la sensación de tristeza que tantas horas la lleva acompañando.

Su madre, que parece leerle el pensamiento, opta por guardar silencio y, con una sonrisa de pesar, le indica, —innecesariamente— donde se encuentra el baño.

Ella se dirige hacia la escalinata de mármol. Acompañada de su diminuta mochila de mano, y la pesada bolsa que lleva colgada del hombro, y que tiene por función, sustituir a la pobre maleta que durante un viaje a Italia, perdió dos de sus ruedas, quedando así inservible.
O por lo menos de momento.

Comienza subiendo entre resoplidos de cansancio, pero se detiene para observar una foto en la que salen ella y Liam sonriendo. Por aquel entonces, el pelo de Liam crecía descontrolado, por lo que él solía lucir como esos jóvenes cantantes pertenecientes a otra época; una famosa estrella de rock, misteriosa e interesante.

Por el contrario, ella llevaba el pelo siempre trenzado, únicamente para que no supusiera un engorro cuando ella y Liam jugaban. Y además de eso, vestía con una camiseta de vivos colores, muy lejos de las que actualmente compra.

Aunque quitando de esas cosas, si uno comenzaba a analizar la foto detenidamente, podría apreciar a simple vista, la cercanía entre ambos adolescentes y quizá incluso, también  podría intuir la química que brotaba entre ellos.

Pero cuando uno comenzaba a mirar con más atención, podía notar que la mirada de uno de ellos —en concreto la del joven de cabello dorado y pantalones cortos—, se perdía más allá de la cámara que les fotografiaba. Casi como si estuviese allí físicamente pero no mentalmente.

Y sumándole a eso, la ligera mueca de cansancio que podía apreciarse en sus facciones, se podía concluir afirmando que quizá, y solo quizá, Liam era consciente de que se había enamorado de una persona que iba ser difícil de conquistar. Y tristemente, no iba tan errado.

Ahora, viéndolo con la suficiente perspectiva, se percata de que lleva siendo una estúpida gran parte de su vida, y por mucho que tenga ganas de llamar a Liam y llorar mientras le pide perdón como una desesperada, sabe que lo mejor es que se distancie durante un tiempo, mientras piensa bien qué siente respecto a su compañero de piso, y sobre todo, se reconecte consigo misma.
Como en los viejos tiempos.

De manera que, sin meditarlo durante más tiempo del necesario, sube arriba y deja las bolsas de cualquier manera.

Maletas que contienen pequeños fragmentos de su vida y que la conforman a ella, con todos sus defectos, sus obsesiones y sus cualidades.

Y nada más dejarlas en el suelo de madera, comienza a sentir una presión en el pecho que le advierte de que no podrá disimular más, las ganas que tiene de que el mundo, de una vez, la trague. Por lo que opta por desvestirse rápidamente y tomarse una ducha.

Quizá el calor del agua consiga que, durante un momento, olvide lo mal que se siente.

Mientras enciende el chorro del agua, se mira al espejo, a sabiendas de lo que va a encontrarse reflejado en el cristal.

Y efectivamente, una cara pálida la contempla desde el otro lado, acompañada de una mirada vacía que deja entrever lo que siente. Y para acabar el retrato, se debe mencionar la sonrisa torcida, que hace que se vea tal y como se siente; una villana incapaz de madurar lo suficiente como para dejar de hacer daño a quienes quiere.

Y aunque quizá sea una comparación bastante cruel, en el fondo, es así cómo se siente.

Sin saber muy bien qué hacer, e incómoda consigo misma, decide acercarse para ver cómo va el agua, y con sorpresa, descubre que se ha calentado lo suficiente para que pueda entrar y dejar que caiga por su cuerpo.

Durante unos instantes, su mente comienza a llenarse de recuerdos de cuando era pequeña. Imágenes de aquella vez que su madre y ella, acabaron mojadas entre risas porque ninguna de las dos sabía que el viejo grifo de la bañera aún funcionaba.

O aquella otra vez que, sin querer y con muy mala pata, ambas habían acabado rodando por el frío suelo del baño, y al día siguiente, habían amanecido con unos moratones por casi todo el cuerpo.

Pero de pronto, unos golpes en la puerta la devuelven a la realidad, y es entonces cuando recuerda todo lo sucedido; la discusión, las palabras de Liam y sobre todo, la forma en que él la miraba mientras soltaba esos misiles que tanto daño le habían causado.

Pero sobre todo, la sonrisa que momentos antes alumbraba sus ojos,  ahora desaparece, sustituida por una tristeza que hace las veces de coraza.

De nuevo, vuelve a ser la misma de antes; una mujer afligida, melancólica y compugnida.

Por lo que, decidida a no abrir la puerta bajo ninguna circunstancia, ignora los golpes y deja que el agua siga cayendo, mojando su pelo, hasta que llega el momento de apagarla.

A continuación, y haciendo uso del jabón que inconscientemente, había traído de casa, comienza a enjabonarse.

Los golpes en la puerta persisten, reacios a irse a menos que la persona que se encuentra al otro lado —es decir, ella— no se digne a mantener la conversación que lleva rato tratando de evitar por todos los medios.

Y pese a lo que cualquier persona haría —pegar un chillido avisando de que no se encuentra disponible por obvias razones, y asegurar que más tarde saldrá— ella opta por encender el chorro de agua, silenciando así cualquier ruido que pudiese interrumpir su breve, y ficticio, instante de paz.

Además de eso, sale con toda la parsimonia del mundo. Y hasta que no está completamente segura de que nadie la espera al otro lado de la puerta, no deja que sus lágrimas caigan libremente por su rostro.

No ha podido soltarlas antes, durante la ducha, por lo que debe hacerlo ahora, mientras se viste y se prepara para el diálogo que la espera.

Durante una milésima de segundo, vuelve a sentirse como la adolescente que hace años aún era, esa que ahora estaría bastante asustada, sabiendo lo que le venía encima. En cambio, ahora, con unos años más de experiencia, sabe que solo será una charla más.

Una que incluso, puede que cambie el rumbo de sus acciones, haciéndole ver cuál es la decisión correcta, la decisión que debía haber tomado.

Y si debía ser sincera consigo misma, debía admitir que ese tipo de cosas, hacía mucho que ya no dependían de sus progenitores. Después de todo, era una adulta que tenía que tomar sus propias decisiones— por muy difíciles que fuesen— y enfrentarse a lo que se escondía en su interior.

Pero, ¿y si no era capaz de volver a la superficie después de haber explorado en el interior de su corazón?

¿Y si luego se arrepentía?

¿Y si descubría algo que llevaba todo el tiempo sabiendo, pero que escondía por un motivo en concreto?

Eso sin duda la destruiría, y así, si que no volvería a ser la misma de antes...

Cuando acaba de arreglarse, se sienta en la cama y piensa cómo va a afrontar la conversación que está al caer. Pero de pronto, unos nuevos golpes en la puerta le advierten de que no le queda tiempo: ha llegado el momento.

—¡A cenar! —. Ni siquiera le da tiempo a responder porque la puerta se abre y aparece su madre. —Ya me has ignorado antes, no lo hagas también ahora. Baja, te estamos esperando.

Sin esperar respuesta, se gira y desciende los escalones hasta llegar a la cocina. Y con una simple frase, ella se siente de nuevo, como la adolescente que hace tiempo dejó de ser.

A continuación y siguiendo la orden de su progenitora, baja a la cocina donde le espera un exquisito plato que tarda segundos en reconocer.

Sin duda, estaba más perdida de lo que creía.

Mientras se sienta, piensa en lo curioso que resulta ver cómo nuestro cerebro, olvida los hábitos que antes realizaba, provocando que éstos se pierdan.

—¿Vas a querer pan?—. Gira la cabeza para observar a su madre. Hacía meses que no se veían y estaba claro que el tiempo no había sido piadoso con ella. Ya que, por un lado, su pelo por algunas partes, se había teñido de un color grisáceo que ella no recordaba haber visto antes. Y por otro lado, porque su voz tampoco había resultado indiferente al cambio, ya que ahora sonaba muy distinta a la que le cantaba cuando era pequeña.

Si tuviera que definirla con una sola palabra, diría que estaba cambiada, pero no en el mal sentido, más bien todo lo contrario; su mirada transmitía una paz que pocas veces le había visto y que jamás hubiera relacionado con ella. Y además de eso, ahora tenía tiempo libre para leer, por lo que se mostraba mucho más relajada y feliz.

Casi hubiera dicho que era otra persona totalmente diferente, pues lejos quedaba de esa mujer que antes se pasaba los fines de semana corrigiendo hasta altas horas de la noche.

La cena transcurre sin ningún tipo de incidente, comentario incómodo o gesto fuera de lugar, por lo que rápidamente, comienza a sentirse cómoda. Incluso, se anota mentalmente, venir a verlos de vez en cuando. Más de vez en cuando.

Aunque, desgraciadamente, el ambiente acogedor no dura mucho y comienza a notarse que algo está al caer cuando se empiezan a servir los postres.

—¿Cómo está Liam? —su madre, con una sonrisa de oreja a oreja, le pregunta lo último que hubiera esperado escuchar. —Hace muchísimo que no se pasa por aquí. ¿Consiguió estudiar la carrera que tanto quería?

Durante unos instantes, intenta disimular su malestar, y por una vez, debe de haberlo hecho con éxito porque cuando responde, su voz no trasluce el dolor que siente.

—Sí, ahora está trabajando, por eso no ha podido venir…

Los segundos se suceden uno tras otro mientras sus padres asienten satisfechos. Ella sabe que siempre han visto a Liam con buenos ojos. Incluso, se atrevería a decir que les gusta como novio, quizá también como futuro compañero de vida.

Pese a eso, es incapaz de ocultarles el verdadero motivo de su distanciamiento.

—Aunque también se debe a que hemos discutido —. Sus palabras caen como un cubo de agua fría y se arrepiente al instante de haberlas pronunciado. Aunque antes de que la información que acaba de compartir sea interpretada erróneamente, decide hacer un inciso, y explicar bien lo que ha sucedido entre ambos. —Fui una egoísta con él, y ahora necesita espacio. Espacio que tendrá porque me ha echado del piso… —se permite el comentario pensando que su reacción fue excesiva. Entiende su cabreo, pero dejar a alguien sin lugar donde pasar la noche va más allá de una simple discusión.

Es cuanto menos insensible, por muy cabreado que estuviese Liam en ese momento.

—La noche que me llamaste sospeché que te ocurría algo —. Su madre retoma el turno de palabra con tristeza. —Tú no eres de llamar sin más, y menos por la noche. Pero en ese momento quise creer que todo iba bien, quise pensar que solo era lo que me dijiste; cansancio y agobio de pasar tanto tiempo en la ciudad. —se detiene para tomar aire y pasear la mirada por la mesa. Afligida, continúa.

—Ahora veo que debería haberte prestado más atención. Así que perdón por no haber estado contigo cuando me necesitabas. Cuando nos necesitabas.

—Te puedes quedar aquí el tiempo que quieras, tu madre y yo no tenemos pegas —. La voz de su padre hace acto de presencia, y a continuación, el hombre se levanta y la abraza. —Y no te preocupes por Liam, seguro que conseguís solucionar vuestro problema.

Ella opta por guardar silencio porque ciertamente, no sabe si Liam la perdonará, y por el momento, prefiere no pensar en eso.

—De acuerdo, gracias. Buenas noches —. Es consciente de que ha sonado excesivamente fría y borde, pero no tiene ni idea de qué decir y comienza a sentir las emociones a flor de piel.

Sin esperar respuesta, sube las escaleras hasta su habitación. Necesita descansar, eso es todo.

Cuando llega, cierra la puerta con cuidado. El sentimiento de completa estupidez comienza a inundar su cuerpo, pues es consciente de que cuenta con el apoyo de sus progenitores, con el amor de su familia y con un hogar en el que puede vivir indefinidamente, y pese a eso, tiene ganas de llorar.

Pese a eso, siente como el mundo se le viene. A veces odia ser tan sensible...

¿Por qué se siente tan mal?

¿Por qué lleva tanto tiempo con esa desagradable sensación?

¿Cómo es que siempre acaba llorando?

Incapaz de responder a ninguna de sus preguntas, se tumba sobre el mullido colchón, y se deja llevar.

Las lágrimas caen formando cascadas inmensas, y por poco, no inundan la habitación. Y sabe que como siempre, está siendo demasiado intensa y exagerada, pero no puede evitarlo.

Horas más tarde, se duerme. Le duele la cabeza de tanto llorar, y se siente extenuada tanto física y mentalmente.

Pero antes de caer rendida bajo los efectos del sueño, piensa en lo mucho que le gustaría estar entre los brazos de Liam, sintiéndose segura y querida…

✫・。. 𝕯𝖊𝖓𝖓𝖆 ‧ *・༓☾  

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