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Durante un largo tiempo tuvo la sensación de estar viviendo en alguna clase de simulación. Los años pasaban y cada vez todo se complicaba más. La llegada de Hyun a su vida, Akaria, Jakoc, Yeonsoo, Jungkook, Jimin... Todos ellos y más personas arrastraban con fantasmas del pasado que en algún momento Yoongi creyó que podía curar.
Mentiras.
Siempre fue mentira el creer que podía solucionar las cosas. Nunca terminaron como las deseo, y aunque hubiese sido así..., ni siquiera puede imaginarlo porque no sucedió. Al final todo se encaminó hacia donde debía.
¿La muerte lo persigue?
Tal vez sea así, y de alguna forma Min Yoongi se las arregló para no ser atrapado por el manto de la muerte, aunque su entorno tomó su lugar. Y así pudo vivir mucho más tiempo, pero, ¿realmente está viviendo? Cada una de esas muertes solo trajo otra pesadilla más, otra culpa de la que nunca se va a deshacer.
Sin embargo, con toda aquella tormenta que lo sumergía en un mar de dolor interminable, ni una sola vez tuvo que ver de nuevo su rostro. O al menos, que su mente le haya jugado una mala pasada, provocando que su cuerpo se debilitara. Tal vez, ninguna de ellas le golpeó tanto como la muerte de Yeonsoo, porque aunque en las demás muerte estaba involucrado, jamás se sintió tan responsable como con la partida de ella.
¿Yeonsoo siempre estuvo muerta?
Claro que no.
Hay un diminuto grupo de personas que tuvo el placer de conocerle que aún la mantiene con vida. Y es que Nunca tuvo el poder de poder decirles que había perdido el amor de su vida, y tal vez era que si les decía la verdad, ellos también la olvidarían y estaría solo, con un recuerdo que nadie quiere. Manteniendo viva a una persona que los dejó hace un año.
Pero ahí estaba ella. Parada. Como si fuera a volver a su vida para ya nunca más irse.
La incandescente luz que hay en la habitación ciega por completo sus ojos, obligándolo a cerrarlos de inmediato. Yoongi debe parpadear un par de veces para poder acostumbrarse a la iluminación, y cuando por fin logra ver con claridad, frunce el ceño desorientado. Todo frente a él no se parece a su habitación o cualquier lugar que haya visto antes. Un fuerte pinchazo proviene de su mano cuando intenta moverse.
Yoongi espabila y ve su entorno con atención, está en un hospital, tiene suero y bata. Mira al sujeto tendido en el sofá de la habitación. Jimin duerme con la boca abierta de par en par, totalmente desparramado. Vuelve a recostarse mirando el techo, haciendo acopio de todas sus fuerzas para recordar el motivo por el cual despertó en una habitación de hospital sin tener idea ni siquiera del año en el que se encuentra. Sin embargo tan pronto como lo hace los recuerdos de la noche anterior regresan con furia deteniendo su corazón una milésima de segundo.
Se reincorpora asustado, con un frío sudor aparecer por su frente, la respiración atascada en su pecho, sus manos temblorosas y a punto de dejar que el ataque de pánico se apodere de él.
Aquello fue real, está consciente de que eso fue totalmente real. Yeonsoo estaba ahí, parada frente a él, viva.
Él intenta recordar su rostro, cada detalle de ese perfecto rostro. Yoongi mira un punto fijo en la ventana que da directo al pasillo. Su corazón late en esperanza a que aparezca un doctor con una camisa de fuerza y llevarlo a un hospital mental. Porque aunque desea con toda su alma que ella sea real, es consciente de que probablemente sea solo una alucinación lo que significa que tuvo una gran recaída. Y no puede odiarse más por eso. Cuando creyó que todo mejoraba.
Ve al personal médico pasar de un lado a otro, sin detenerse frente a su habitación, dejando que su ansiedad se dispare cada vez más. Haneul aparece en su campo visual. Yoongi quiere correr a ella y llorar en sus brazos, decirle cuánto extraña al amor de su vida y suplicarle porque arregle su retorcida y rota mente; sin embargo, el alivio que sentía es reemplazando por algo que no es capaz de describir. Haneul quien sostiene dos cafés en sus manos, se detiene antes de entrar y gira. La respiración de Yoongi vuelve a desaparecer y su cuerpo se paraliza por completo. Ahí está ella. Otra vez. Con el cabello hasta los hombros, vestida de negro e igual de esbelta. Ella se encuentra de perfil y aún así no debe girar para que Yoongi la reconozca.
Haneul asiente en su dirección, parece nerviosa y un poco ansiosa. Yoongi quiere correr hasta Yeonsoo pero su cuerpo no responde, es tanta la conmoción que no logra moverse ni un centímetro. La pelinegra gira y sonríe, una tercera persona aparece en el panorama, desorientando por completo a Yoongi.
Él se acerca por detrás de ella, la rodea por la cintura y besa sus labios. Ella sonríe coqueta, de la misma manera en la que sonreía cuando Yoongi iba por ella, o la besaba de sorpresa.
Un remolino de pensamientos que no puede describir con claridad lo invade. Es como si todo aquello le causara irá, dolor, alivio, paz y... se siente traicionado.
«Te sigo esperando, Yeonsoo».
No puede creer que sea una mala jugada de su mente. Pero es incapaz de creer que eso es real. Es como estar en una pelea mental entre lo que desearía que fuera y lo que cree que es, y al final nada parece ser real. Se siente irreal todo lo que pasa a su alrededor.
Yeonsoo no podría estar con él, y aunque así fuera, ella está muerta. Pero ella no lo haría. Él fue quien lo quiso matar y ella lo sabía. Si hay algo de lo que es consciente, es de que cuando ella vivía, podía ser la persona más rencorosa del mundo. No le hubiese perdonado algo así a él. No tan fácil.
El pelinegro habla con Haneul, y aunque le gustaría prestarle atención no puede. Yeonsoo giró su cabeza hacia él.
Ambos se miran, y las lágrimas que se acumulan en sus ojos no le dejan ver con claridad si la persona con quién Haneul habla es la verdadera Yeonsoo o su mente está fallando. Sin embargo, puede sentirlo. Puede sentir esa fría y penetrante mirada sobre él. Debe ser ella. No importa cómo o porqué. Es ella y es lo único que se repite en su cabeza.
Yoongi intenta llegar a ella, o moverse siquiera, pero al igual que antes, su cuerpo no le obedece. Y es que es tanto el temblor de este que duda estar totalmente consciente. Yeonsoo lleva su dedo índice hasta donde antes estaba su collar y sonríe con calidez. La misma sonrisa tortuosa con la que soñó durante meses después de su muerte. La misma sonrisa que le dedicó antes de acabar con su vida. La misma sonrisa.
Yoongi parpadea rápido para dejar que las lágrimas se deslicen por sus mejillas y así tener una mejor visión de la mujer que amó. Sin embargo, ya no está.
Haneul mira un punto fijo en el suelo, pensativa. Sacude la cabeza y decide entrar a la habitación, Yoongi sacude la cabeza retomando el control de sus acciones.
—¡Oh¡, ¿estás bien? —musita ella y se acerca con media sonrisa en su rostro. Al ver las lágrimas en su rostro se altera y toma el rostro de su amigo con amabas manos verificando que no tenga ninguna lesión.
Yoongi la mira incrédulo, ni siquiera parece que hace menos de dos segundos hablaba con Yeonsoo animada.
—Yeonsoo... —susurra tortuoso porque es lo único que puede decir.
—¿Qué?
—Era Yeonsoo —murmura recuperando su voz.
—Cielo, ella...
—¡No! —Niega con la cabeza. El grito es tan fuerte que Jimin despierta de un sopetón. Él intenta levantarse para ir detrás de ella, pero las manos de Jimin lo detienen—. ¡Era ella! ¡Estoy seguro!
—Yoongi, cálmate. —Jimin forcejea con el azabache—. ¡Ella está muerta!
—¡No es así! —Yoongi vuelve a golpear a Jimin, cada segundo que pierde peleando con el castaño Yeonsoo se aleja, o tal vez pierde la mente un poco más—. ¡Dile Haneul! ¡Tú hablaste con ella!
Jimin la mira pero ella niega con la cabeza desentendida. Yoongi la mira escrutador, no puede creer que esté mintiendo, él las vio. Y debe aferrarse a ese deseo con todas sus fuerzas, lo sabe. Pero el que Haneul esté negando la aparición de Yeonsoo solo provoca más dolor y confusión en su mente y corazón.
—Señor, debe calmarse —ordena un enfermero entrando a la habitación. Con ayuda de un segundo logran recostarlo.
—¡SUÉLTENME! —grita pataleando, Haneul no pude resistir verlo así más tiempo y se gira tapando su boca con lágrimas en lo ojos—. ¡DILES HANEUL, TÚ LA VISTE! ¡NO ESTOY LOCO!
Un enfermero logra colocar un sedante en su brazo. Yoongi deja de pelear y cae sobre el colchón. Aunque se zafe ya es tarde, es cuestión de segundos para que el sedante haga efecto en su sistema y caiga rendido. No podrá llegar a ella. Es tarde. Siempre es tarde.
No pudo llegar a ella antes, no lo hará ahora cuando todo está en su contra y eso solo le duele un poco más.
Sus lágrimas caen como cascada porque no puede hacer otra cosa para liberar la opresión que siente en el pecho respecto a lo que sucede a su alrededor. No puede creerle. Se rehúsa a creer que está perdiendo su cabeza. En algún momento, su mente decidió que era mejor creer que el amor de su vida a quien vio morir está viva y ha vuelto por él; en vez de admitir que perdió por completo la razón.
⭒❀⭒
Yoongi se remueve incómodo, en definitiva no es su cama. La luz vuelve a incomodarle los ojos, pero no como antes. Ahora parece menos invasiva. Él murmura lo irritante que es la luz y de inmediato es remplazada por una más suave.
—Gracias —murmura abriendo lento los ojos.
Frente a él puede ver los rostros preocupados de Jimin, Namjoon y Haneul. Sabe que se viene un enorme sermón, y a pesar de que en otras circunstancias le hubiera molestado, ahora necesita escucharlo. Necesita que alguien lo traiga de nuevo a la realidad.
—Tengo sed.
—Toma, cielo —susurra Haneul y le acerca un vaso grande de agua—. ¿Cómo te encuentras?
Sonríe melancólica. El estómago de Yoongi se retuerce al recordar como Haneul lo miraba de esa misma manera los primeros meses desde la muerte de Yeonsoo. No está seguro de si lo que está a punto de decir sea buena idea, no al ver la pena en los ojos de sus amigos, sin embargo se las arregla para soltar lo que tanto da vueltas en su cabeza.
—Antes de que empiecen con su sermón, era ella. —Yoongi fija la mirada en Namjoon.
—Yoongi...
—Sé lo que van a decir —lo interrumpe—. Pero cuando la veía antes, ella tenía el cabello largo, sin ninguna cicatriz en el rostro, era la misma chica que vi antes de morir. Ahora es diferente, ella tenía una gran cicatriz en la boca y el cabello corto. —Suspira—. Sé que suena raro, pero se que la vi.
—Tal vez deberías volver a terapia —sugiere con pesar.
—¡No estoy loco! —espeta Yoongi eleva un poco la voz.
Busca en la mirada de sus amigos algún tipo de consuelo que no logra recibir, sin embargo, aquello no es lo que más le hiere, sino el ver a Haneul retroceder, dispuesta a llamar de nuevo a los enfermeros. Como si fuera a perder la compostura y los golpearía a todos porque crean en su palabra.
Yoongi suspira pesado y baja la mirada apenado, triste y... ¿decepcionado?
«Estoy perdiendo la puta cabeza».
—Créeme.
—¿Te escuchas? —farfulla Namjoon entre dietes y se levanta enojado—. Dices que la ves. Eres el único. —Comienza a caminar de un lado a otro perdiendo la paciencia, sin quitarle la mejor mirada de odio que puede poner—. No fuiste el único que la perdió. ¡Ella era mi amiga también!, la de Jimin y Haneul —señala—. ¡Es suficiente! Necesitas seguir con tu vida. ¡Ella murió! ¡Supéralo!
—Namjoon —lo regaña Hane con los ojos cristalizados y la voz temblorosa.
No es la primera vez después de la muerte de Yeonsoo en la que Namjoon pierde la compostura. Y por supuesto, no es la primera vez que Haneul es testigo del temperamento que puede llegar a tener su amigo, y aún así, no logra acostumbrarse a ver la furia apoderarse de una de las personas más tranquilas que puede existir.
Jimin coloca una mano en el pecho de Namjoon, intentando apaciguar el ambiente, aunque la última vez que intentó ser el intermediario terminó con un corte en la ceja. Sabe que Namjoon no armaría una pelea con el pelinegro, no estando en el hospital al menos.
El castaño le mira con el entrecejo fruncido y desvía la mirada cuando Jimin le mira lo más serio y neutral que puede. Gira sobre su propio eje y busca la mirada de su novia para regalarle una sonrisa de consuelo.
—Lo siento —murmura Yoongi.
Las palabras salen de su boca con tanto acido que teme saborear el líquido metálico. Algo en su disculpa no es sincera. Sin embargo, Namjoon tiene razón, ya pasó un año desde lo ocurrido. No puede volver a lo mismo. No quiere. Volver al mismo círculo vicioso sería cavar su propia tumba.
Las eternas noche en el bar en el que trabajaba Jimin y Taehyung; ni siquiera sabia si era de día o de noche. Su barba crecía y su cabello parecía una maraña. Las pelea. Buscarla en lugares donde solía recurrir solo para mantener vivo un recuerdo. Llorar hasta que su cabeza se rompa en dos. Romper sus nudillos contra la pared por culpa de no haber podido salvarla. Y muchas cosas más de las que no es capaz de recordar por las lagunas que le dejó el estado depresivo en el que se hundió.
Ama con locura a Yeonsoo, y duda que en algún momento pueda dejar de hacerlo, pero ahora mismo debe seguir.
Amar le cuesta su cordura.
—Tal vez sí, debería volver a terapia —continúa Yoongi, sin atreverse a verle a los ojos.
—Te haré una cita —sentencia Namjoon antes de salir de la habitación.
Yoongi mira la puerta por la que acaba de salir su amigo, dispuesto a llamar a esa persona que le ayudó a sobrellevar la muerte de su amada cuando tocó fondo. Le gustaría verlo para decirle cuanto ha crecido. La vergüenza lo encarcela al saber que lo primero que soltará en cuando vea a su terapeuta es: «la estoy viendo de nuevo».
—No te lo tomes a mal —murmura Jimin y se sienta a su lado—. Aún le cuesta lidiar con todo esto.
—No debería —masculla entre dientes y le mira con los ojos cristalizados. No pretende generar ningún de empatía en él, porque sabe que Jimin se encuentra a la defensiva.
No le culpa, no actuó de la mejor manera con él cuando Yeonsoo murió. Mucho menos las peleas que provocaba contra Namjoon, y aunque su amigo estaba peleando contra él con todas sus fuerzas, Yoongi jamás utilizó todo su conocimiento contra el castaño de metro ochenta y tres.
Yoongi suspira pesado. Ya no quiere seguir siendo una carga para sus amigos pero no puede evitar sentirse solo.
Sí. Su problema es exactamente el mismo que hace un año. Eso no ha cambiado y es probable que nunca lo haga, y aún así tiene la necesidad de poder decirle a su circulo más cercano que es aquello lo que lo atormenta. Pero no puede. Ver esa mirada de: «otra vez la misma historia», le duele cada vez más. Sabe que puede acudir a un terapeuta, pero no quiere eso. Quiere que sus amigos sean los que le escuchen, porque ellos conocían a Yeonsoo. Ellos vivieron la historia con él. Y ahora, todo parece haber quedado en un pasado del que no puede escapar.
—Soy egoísta al comportarme de esta forma —musita en un hilo—, sé que la perdí pero ustedes también. Debería ser más considerado.
—No te disculpes. —Haneul le da un leve apretón en su mano en un fallido intento de consuelo.
Yoongi le mira por un segundo esperando a que envuelva su débil cuerpo en uno de sus cálidos abrazos, sin embargo, no puede permitirlo aunque lo necesite. Y es que una diminuta y retorcida voz en su cabeza le susurra que todo aquello no fue un sueño. Que ella estaba por la noche en el bar; que estaba con Haneul en el pasillo del hospital; no está muerta.
—¿Con quién hablabas afuera? —pregunta más brusco de lo que pretendía.
—Era una compañera cuando trabajaba aquí —murmura Hane fingiendo que no escuchó el tono de su voz—. Hecho mucho de menos este lugar.
—¿Por qué lo dejaste? —Jimin niega con la cabeza—. Amabas ser enfermera, y de pronto cambiaste de carrera.
Yoongi se muerde la mejilla interna impidiendo que su boca suelte más palabras de las que luego se arrepiente. Sabe que Jimin buscó la ventana para poder cambiar el rumbo de la conversación. Y aunque le agradece, siente como si pusieran una gran y pesada cinta sobre su boca.
—Encontré mi vocación —afirma con una sonrisa.
—No encuentro relación alguna entre analista en una empresa de aplicaciones para citas y enfermería —cuestiona el castaño y se deja caer en el sofá donde antes estaba durmiendo.
—No se relaciona, eso es lo emocionante.
—¿Cómo soportas trabajar en una oficina todo el día? —pregunta Yoongi despistando el tema anterior.
—A veces es... divertido —musita—. Y hay adrenalina.
El móvil de Jimin suena en la parte trasera de su pantalón. Este lo coge con el ceño fruncido y atiende con mucha pereza para salir de la habitación.
—¿Ya le dijiste? —musita con desdén.
Yoongi enseria por completo y baja un poco la cabeza sin quitar la mirada de encima. No debe preguntar el contexto de su pregunta para saber a quién o quienes en realidad se refiere. Él niega con la cabeza y es entonces que se permite desviar la mirada hacia el ventanal que da a la cuidad.
—Yoongi... —suelta con reproche—. Ya pasó un año desde que Yeonsoo nos dejó, debes decirle a tu madre la verdad.
—No estoy listo —masculla entre dientes.
Haneul toma una gran bocanada de aire para empezar su extenso argumento de lo malo que es aferrarse a alguien a travez de otra persona.
La puerta de la habitación de abre y automáticamente Haneul cierra su boca. Como si no quisiera que nadie más supiese sus errores.
—Es tarde, debemos irnos —anuncia Jimin, asomando su cabeza—. Namjoon dijo que iba a quedarse esta noche.
—No sé que tan buena sea esa idea, Jimin —confiesa Haneul.
—Pasamos por muchas cosas, Hane. No te preocupes por mi —la consuela Yoongi.
El rostro de la castaña de arruga un poco en descontento. Sabe que las palabras no le han convencido, pero no necesita hacerlo de todas formas. Jimin la toma de la mano y da un suave apretón.
A Yoongi le basta ver unos segundos los ojos deceñosos de Jimin para saber que en realidad Namjoon no aparecerá en toda la noche. El haber estado tanto tiempo juntos y haber pasado por tantas cosas le ha ayudado a descifrar cuando no necesita tener a más personas cuestionando sus pensamientos o desiciones. Y aunque Hane aún le cuesta entenderlo, cede de inmediato está vez.
Se despiden con un cálido gesto y se van sin antes prometerle que volverán por él en cuanto le den de alta; para luego cerrar la puerta detrás de ellos. El silencio lo baña de tal forma que su piel de estremece al sentir sus pensamientos hablar con demasiada fuerza. No puede evitar mirar la puerta por la que su amiga acaba de irse.
Aún no se entiende como Haneul pasó de un hospital a una empresa pequeña de aplicaciones para citas, en la que muchos tienen poca fe, de hecho no falta mucho para que esté oficialmente en quiebra. Sin embargo, parece sentirse mejor ahí, protegida detrás de un escritorio sin los peligros que conlleva ser parte de un equipo médico. O solo son secuelas de lo vivido. De cualquier forma, nadie cuestiona su decisión.
Yoongi respira profundo. Nunca antes sintió celos de una relación, o de una persona en si. Pero ahora no puede evitar pensar que en que ella debería estar a su lado, y pelear como lo hace esa pareja. Sobre quién cocinara, o qué ridícula película verán.
La extraña pero no como antes, si no, de una manera melancólica, como un viejo recuerdo del que no puede escapar.
Se recuesta en la cama mirando el enorme ventanal. La noche calló hace una hora y las luces de la ciudad iluminan todo a su paso. La luz de la habitación baja su esplendor por lo que es más cómodo para Yoongi contemplar la vista frente él.
—Haces que pierda la cordura —musita y ríe seco—. Debías volverme un completo demente.
Toma su celular de la mesa y lo enciende, una foto de él y Yeonsoo aparece de golpe.
Un pícaro sollozo se le escapa, pero no llora. La lloró tanto, que no quedan lágrimas para derramar, no hay lamento que no haya dicho; ya no hay palabra que explique el dolor cegador de su pecho cada vez que la piensa. Ya no quedan lamentos que no haya dicho antes.
La extraña, tanto que olvidó por completo el olor de su piel, el sonido de su risa, e incluso de su voz. Ahora solo es un rostro en sus recuerdos, que parece borrarse con más rapidez de lo que puede pedir. Tal vez por eso se aferra a ella, porque su mente lo está obligando a dejarla atrás.
Decide que si no quiere perder por completo la cordura debe dormir. Su estómago gruñe pero no tiene ánimos de comer. Le da un suave beso a la pantalla del celular y cierra los ojos, apretando el aparato contra su pecho, sabiendo que es lo más cerca que podrá estar de ella.
Una parte de él necesita avanzar, conocer gente nueva, salir de su melancólico y triste luto que aún no termina. Sin embargo, mientras más lo piensa, ella aparece en su mente recordándole que no importa cuánto lo intente, o cuántas personas conozca, nadie, jamás, podrá igualarla.
⭒❀⭒
Cuando el sol se asomó por el gran ventanal, llenando de calidez todo a su alrededor, Yoongi tuvo que recordar quien era y quién era la chica frente a él que no dejaba de parlotear con la voz aguda. Tenía muchas ganas de acallarla con un fuerte grito, pero ella no siquiera estaba hablando ni la mitad de lo fuerte que suele hacerlo. Era el dolor de cabeza que amplificaba todos los sonidos.
Finalmente, luego de tomar un fuerte sedante, se cambió de ropa y escuchó con atención las indicaciones de su médico de cabecera. No eran muchas, por no decir que fueron tan simples como respirar. Le sugirió que cambiara sus hábitos y acudiera a un profesional de salud mental, ya que si estrés le había causado el desmayo. Para cuando de retiró de la habitación, Haneul le siguió de cerca cuestionando sobre los sedantes que le recetó por las jaquecas que tiene.
Yoongi termina de acomodar su ropa y se despide de los médicos y enfermeras. Haneul espera en la entrada, delante de la puerta de su auto listo para llevarlo de vuelta a casa. Le tiende la mano y lo ayuda a subir a su bocho que ella manejará.
—No estoy inválido, puedo manejar —gruñe divertido. Ríe ante su actitud meticulosa para no lastimarlo.
—No me importa. Acabas de salir del hospital —sentencia con diversión.
—Solo fue un simple desmayo, nada más. —Vuelve a reír y se deja caer contra el cómodo asiento. Haneul no dice nada, solo conduce en completo silencio—. No me crees, ¿verdad?
No tiene idea de porqué soltó esa pregunta, ni en lo que pasó por su cabeza para creer que era correcto hacerlo. Sin embargo, aunque el trato de sus amigos hacia él no cambió mucho y siempre fueron conciderados, una gran parte de él podía ver un brillo extraño en los ojos de Haneul cada vez que juraba verla; como si estuviera a apunto de quebrarse. Pero lo que pasó hace una noche fue diferente. En la forma en la que ella se comportó fue diferente. Cómo si también le creyera. O solo es su desesperada mente buscando otro cómplice de sus locuras.
—No me hagas esto, Yoongi —murmura y traga duro. Le dedica una leve mirada a su amigo que se encuentra perdido en la ventanilla.
—Estoy perdiendo la razón. —Ríe triste mirando sus manos.
—Solo fue una recaída, podrás salir.
—¿Y luego qué? —Yoongi la mira un breve momento y vuelve la vista a la ventanilla, ahora apretando con fuerza el collar—. Solo es cuestión de tiempo para que vuelva a caer. No sé si puedo avanzar.
—Yoongi...
—Lo sé, Haneul. —Suspira—. Lo sé, solo que no puedo admitirlo.
—Ella está bien, créeme.
Yoongi asiente al mismo tiempo que pasan por una tienda dónde Yeonsoo solía comprar café. Evita ese lugar desde que ella murió.
Una lágrima se desliza por su rostro pero la desaparece de un solo movimiento. No puede volver a lo mismo, los llantos, la bebida, los insomnios.
Es tan vulnerable cuando se trata de un simple recuerdo. Cómo si todo su bienestar dependiera de ello. Debe dormir por las noches pensando en ella, en la última vez que le vió, que la escuchó, que la tocó; o de alguna forma no puede ser feliz. Irónico pensar que desea seguir con su vida y ser feliz a travez de un triste recuerdo que le tortura noche tras noche.
—¿Crees que puedo ser feliz? —susurra—. ¿Crees que algún día volveré a amar?
—Estoy segura, solo que tú no lo sabes aún. —Ella le da un leve apretón en la mano y vuelve a colocarla en el volante.
—A veces desearía no haberla conocido. —Ríe Yoongi seco—. Solo para evitar este dolor, pero luego miro hacia atrás y en realidad no puedo. Ella era y aún sigue siendo la parte más importante de mi vida.
—Tú deberías ser tu parte importante. Si ella estuviera aquí te golpearía por lo que acabas de decir.
—Sí —suelta en un suspiro—, pero no está.
Yoongi traga duro y respira liberado un poco de dolor.
»Está muerta —concluye.
Un silencio desgarrador inunda el ambiente, y aunque a Yoongi le gustaría decir cualquier cosa para apaciguar tanta tensión, prefiere no hacerlo. Después de todo si abre la boca es probable que termine por llorar.
Haneul deja escapar un pesado suspiro, cargado de culpa y cansancio. Le gustaría poder decir que en realidad no hay nada que ella pueda hacer para arreglar su rota cabeza, pero hasta ahora se ha aferrado a la esperanza de que las técnicas que lee por internet le funcionan cuando se las aplica a él. No podría quitarle eso a ella. No cuando es la única quien no le contradice sobre la existencia inexistente de Yeonsoo.
—No tienes idea de cómo llovieron las reservaciones ayer. —Haneul enciende la radio. Yoongi la mira sorprendido—. Hoy tenemos el lugar completamente lleno.
—Debo prepararme.
—¿Qué? —Ella ríe burlona—. Tú no irás a ningún lado que no sea tu cómoda cama.
—¡Bromeas! —Deja salir un sonoro resoplido.
—Para nada. Debes descansar —sentencia y frunce los labios.
—¡Solo fue un puto desmayo! —refunfuña y tira los brazos al aire—. Ni siquiera me siento cansado, dormí todo el día gracias al sedante.
—¿Comiste algo durante el día? —Lo mira frunciendo el ceño, como lo haría una madre.
—No tenía hambre —murmura desconfiado.
—¡Pues peor aún! —chilla—. Irás a casa, comerás y luego seguirás durmiendo.
Yoongi mira las mejillas sonrojadas de Haneul. Es la única señal que necesita para saber que comienza a enojarse con él y no es lo que quiere ahora, o algún día.
Lo cierto es que escuchar a Haneul enojada es una mezcla de diversión y genuino medio. Sus mejillas sonrojadas y su voz chillona, sin mencionar la rapidez con la que habla, le causa demasiada diversión; pero lo que realmente suelta su boca es lo que causa miedo. Sus amenazas e insultos son tan dolorosos que cuesta creer que es ella. Al principio Jimin sugirió que Yeonsoo la poseía durante sus episodios de enojos.
Sin embargo, no puede ceder ante lo que le pide ahora. No cuando el recuerdo de ella se encuentra tan latente en su cabeza.
—Cuando lleguemos me darás las llaves porque es mi auto, luego te dejaré a pie e iré al bar —suelta. Su voz suena más tosca de lo que creía por lo que se aclara la voz y añade—: No eres mi madre.
—¡Por favor! —chilla divertida.
—No puedo quedarme solo, Haneul —se sincera.
La castaña hace una larga pausa. No debe ser una genio para saber de quién habla.
—No la uses —susurra y vuelve a fruncir el ceño. Lo mira cansada—. De acuerdo, pero antes de trabajar comerás.
Yoongi sonríe triunfante. El camino de vuelve silencioso, aunque hay una suave canción matutina que llena el espacio. No hay necesidad de hablar, no hay necesidad de hacer nada más que ver el camino de vuelta al bar.
Haneul ni siquiera pregunta si quiere pasar por un cambio de ropa, y es que antes de salir del hospital había llegado con una perfecta muda de ropa limpia y planchada.
Al llegar, baja del auto y entra al bar. Percibe la escrutados mirada de Kwan y los penetrantes ojos de Gyuri sobre él. Los saluda a ambos con un simple asentimiento de cabeza y pasa directo a la cocina, sin embargo, antes de pasar las puertas Namjoon sale con harina en el rostro levantando las manos. Su rostro relajado y divertido parecía querer decir algo respecto a su aspecto, pero el ver a Yoongi de frente transforma de inmediato su semblante y enseria por completo.
—¿Qué demonios hace aquí? —escupe mirando a Haneul.
—Es terco y duro como una roca. —Bufa cansada—. No logré convencerlo.
—Yoongi...
—Olvídalo, Namjoon. —Golpea levemente su pecho—. Tenemos muchas reservaciones para hoy.
Le dedica una gran sonrisa y se coloca la red en el cabello, un barbijo y los guantes listo para seguir haciendo lo que más ama. Puede escuchar los murmullos de Hane y Nam del otro lado de la puerta, probablemente discutiendo como una pareja recién casada respecto a su hijo rebelde que se niega a aceptar lo que sucede con su vida. Y odia sentirse como una carga. Odia ser una carga.
—Eres de acero.
—De calidad —bromea Yoongi y saca los ingredientes del refrigerador para empezar a cocinar.
El olor a verduras cocidas y carne asada le abrió el apetito. Así que comienza a cocinar lo que consumirá hasta que las puertas del bar estén oficialmente abiertas para el público.
Haneul aparece por detrás, lo toma de los hombros y lo obliga a sentarse. Le tiende un plato de kimchi, arroz y sopa de soja ya cocidos.
—Dije que primero comerías. —Ella se cruza de brazos.
—Estaba a punto de cocinarme algo —dice y señala con su cabeza la estufa prendida. Namjoon asienta con la cabeza y se acerca a la estufa para terminar de cocer las verduras.
Yoongi sonríe de lado y asiente comenzando a comer. No iba a negarse, su estómago gruñe con fuerza por un bocadillo.
—¿Sabes que no abrimos hasta las doce? —Nam arquea una ceja. Yoongi solo asiente ya que tiene la boca llena de comida—. Me tomé el atrevimiento de hacer una cita con tu terapeuta.
—Esta bien —susurra. Después de todo, no tiene las fuerzas para negarse a algo así—. ¿Cuando?
—En una hora. Le dije que era urgente, ya sabes, tiene demasiados pacientes. —El castaño se gira y vuelve a armar bolas de arroz.
—No debiste hacerlo si está tan ocupado.
—Ni hablar. —Jimin entra con una caja llena de verduras—. Irás porque no quiero internarte en un psiquiátrico.
Yoongi sabe que intentó ser gracioso, que intentó relajar el tenso ambiente. Pero lo que soltó solo provocó que el aire se volviera más pesado para él. Haneul apretó la mandíbula con fuerza y Nam solo le ignoró.
—Buenos días para ti también —bromea de vuelta Yoongi. Decide dejar pasar lo que dijo y vuelve a devorar la comida frente a él.
—¿Ya hablaron con Hoseok? —Namjoon pregunta sin girar.
—¿Aún no le dicen que se mudaron juntos? —cuestiona Yoongi y niega con la cabeza, sabe que en cuanto se entere hará otro de sus escándalos.
—No, no quiero decirle por teléfono. —Haneul se sienta frente a Yoongi tapándose el rostro—. Nunca nos visita, vive y muere en Busan.
—Si pudiera irme también lo haría —confiesa Nam, aunque su tono de voz delata que lo dijo para si mismo.
Yoongi carraspea.
—¿Saben algo de Taehyung? —pregunta una vez más el castaño de metro ochenta y tres. Quien ahora sí se gira para encararlos.
El ambiente se tensa, y Yoongi no puede evitar dejar de comer. De repente todo su apetito se va al drenaje. No es muy común escuchar ese nombre desde su partida, ya que desencadena la última vez que me vio, reviviendo su aliento a alcohol chocando contra su rostro, gritándole que tiene la culpa de todo lo que pasó.
Aún no supera el hecho de que el castaño se fue a Busan sin despedirse de nadie. No lo perdona y eso aún duele. Porque fue uno de sus mejores amigos, y ahora solo es otra de las mil cosas que Yeonsoo le arrebató con su partida.
—Hablé con él la semana pasada. —Jimin comienza a guardar las verduras en su lugar, sin mirar a los demás—. Acaba de terminar un seminario y está trabajando. Según sé, hace cuatro meses se mudó de casa de Hoseok —susurra—. Al parecer Hoseok y su novia follaban todo el tiempo.
—¡Jimin! —lo regaña Hane viendo el rostro perdido de Yoongi.
—¿Me perdonó? —suelta.
—¿Qué? —Jimin finge desentendimiento.
—Me escuchaste, sé que le preguntas eso cada vez que hablas con él. —Yoongi traga duro.
Jimin niega mirando el suelo, no hay necesidad de detallar lo sucedido, es suficiente con que aún lo culpe como para entrar en detalles. Yoongi frunce los labios y asiente.
—Bueno, ya comí es hora de empezar. —Se levanta dispuesto a olvidar la conversación.
—Para nada, tú irás a darte una ducha porque hueles a hospital. —Namjoon lo toma de los hombros y lo saca del bar—. Y luego a tu cita con el terapeuta, y si aún tienes ganas puedes volver.
—¿Nadie está a mi favor? —Yoongi busca de manera divertida, consuelo en la mirada de todos.
—No —dicen al unisono todos.
Él ríe y toma las llaves del bocho para dirigirse al departamento.
No tarda demasiado ya que no vive tan lejos, coge ropa deportiva cómoda y se ducha. Está lleno por lo que no se molesta en comer nada.
Antes de salir del departamento, y como es de costumbre, mira la foto de Yeonsoo y él, pero a excepción de antes, decide que no la besará. Incluso, la toma y la guarda en el cajón de la cocina para no volver a verla, hasta que su mente esté tranquila y cuerda.
Se monta al bocho de nuevo y vuelve a las calles, ahora en dirección opuesta al bar. Enciende la radio y alguna canción Kpop del momento suena haciéndolo tararear.
El semáforo en rojo lo obliga a parar, mira emocionado la gente pasar. De alguna forma, llenar su estómago vacío le provoca alguna clase de felicidad ridícula.
Comienza a mover los dedos sobre el volante ahora más emocionado que antes, el día está soleado, están en plena temporada de turistas por lo que tienen bastante clientes. El día no podría ser mejor.
Mira como una pareja cruza la calle sonriente, ella gira y conecta mirada con Yoongi. Su sangre se frena por completo y su cuerpo tiembla.
Ahí va de nuevo, caminando con una enorme sonrisa en su rostro, llevándose la poca cordura que recaudó estos pocos minutos. Ella asiente en su dirección y vuelve la vista hacia delante, como si verle no fuera nada extraordinario. Cosa de todos los días.
Si se queda en su lugar, ella de irá y todo volverá a ser un círculo vicioso en el que la ve, recae, lucha contra su cabeza y sus amigos, y se recupera para volver a empezar. Con las manos temblorosas y el aire estancado en su pecho, hace acopio de todas sus fuerzas y baja de inmediato del auto.
—¡Yeonsoo! —suelta en un grito ahogado. Sin fuerzas. Intenta llegar a ella, pero hay demasiadas personas cruzando la calle—. ¡ESPERA! ¡YEONSOO, ESPERA!
Su voz toma fuerza y grita su nombre con fuerza, pero la chica que acaba de pasar frente a él no se encuentra. Desapareció por completo en el mar de personas.
Las bocinas comienzan a sonar, y los insultos no tardan en llegar a él. A pesar de que le gustaría volver a buscarla entre la multitud no puede. Vuelve corriendo al auto y sigue su camino.
—¡Joder, Yoongi! —Se golpea a sí mismo—. Ella está muerta, solo es una ilusión.
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