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30: La boda de Andrew

‹‹Será un día horrible››

Es lo primero que me viene a la cabeza cuando abro los ojos, convencido de que no tengo idea de cuán horrible, pero lo imagino. Astrid está dormida a mi lado, soñando quizás con nuestra boda, viéndose al espejo con el vestido de novia que llevará puesto en unas horas. Su padre, el hombre de su vida, la conduce hasta el altar donde la estoy esperando, escucha mis votos prometiéndole serle fiel y jurándole amor eterno, luego la beso. Me llama esposo durante la recepción en la que todas sus amigas ricachonas mueren de envidia al vernos bailar en el centro de la pista y al caer el atardecer, soy suyo para siempre, llevándola en mis brazos hasta la habitación del hotel más caro que su madre ha podido reservar, en alguna isla del Caribe o de Grecia. Parece de revista su sueño, el problema es exactamente ese, que es su sueño, no el mío. No puedo creer que su rostro será lo primero que veré en la mañana hasta el fin de mis días, uno ciertamente bonito, pero no el de la mujer que amo. Su vida es como una telenovela con final feliz, una mentira, un espejismo. Su padre no es quien cree, yo no soy quien cree, habita una burbuja en tiempo real y lo único que deseo es reventarla.

Aprieto la almohada sobre mi cabeza, reacio a aceptar lo que un matón de mierda me está imponiendo a base de chantajes. Poco después me levanto de la cama. Pienso en Galy, ‹‹¿en verdad vas a hacer esto Andrew?›› para luego responderme a mí mismo que sí, que debo hacerlo, que es preferible no estar a su lado que no verle nunca más. Que es mucho menos doloroso perderla sabiendo que está bien, a saber que sus ojos al tiempo ya no serán parte de mi mundo ni de ningún otro. No encuentro consuelo en mis propias palabras, me están carcomiendo y mientras tanto, mientras por mi espalda corre el agua de la ducha, Astrid despierta.

- ¡Amor! -grita entrando en el baño y dejando la puerta abierta de par en par- ¡¿Sabes que día es hoy?!

- ¿El día de nuestra boda?

- ¡No, el primer mejor día de nuestras vidas!

Confío en que la humedad de la cortina camuflaje mi decepción, la ninguna ilusión que me hace su felicidad, pero todo empeora. Se asoma en la ducha y comienza a parlotear sobre flores, invitados, tarjetas, pastel, vestido y mil cosas más que no me interesan en lo absoluto.

-Buenos días Andrew -dice Camel sentándose a la mesa mientras desayunamos-, espero que estés listo.

- ¿Listo para qué?

-Para la boda, ¿para qué más?

Con él nunca se sabe, siempre tiene un as bajo la manga.

-Claro que sí -contesto fingiendo emoción. Los dos sabemos que no es el caso, que todo esto no es más que un teatro que ha montado para proteger a quien quiere y que he aceptado por la misma razón. Astrid me aturde con varios mandatos. Pregunta si recogí mi traje, si mi madre llegará en tiempo a la ceremonia, si Paola vendrá con Jake, si invité a Galilea... Escuchar su nombre es como recibir un balde de agua helada en la cara.

- ¿Cómo así que no sabes si vendrá?

-Cariño, recuerda que ya no vive en Londres -me cruzo de brazos.

Camel carraspea y me observa dubitativo, en espera de que se me escape algún tipo de información. Es la verdad hasta cierto punto, que ya no vive en Londres, pues está tan lejos de la ciudad que me parece como si se hubiese mudado a otro continente.

-Le he enviado cientos de mensajes de audio, no ha contestado a ninguno -sigue Astrid.

-Quizás perdió su celular -digo mirando a mi suegro, al tanto de que lo tiene él en su despacho y que ha estado leyendo todos los mensajes que llegan.

-Me tengo que ir, nos vemos en el altar -me sonríe con hipocresía levantándose de la mesa y se marcha.

- ¿Qué hiciste en tu despedida de soltero Andrew? -pregunta la señora Aymeric.

-No hice nada, solo me quedé en casa viendo la tele.

‹‹No tengo nada que celebrar›› -pienso y Astrid le envía otro mensaje a Galilea diciéndole que le ha reservado una silla junto a Junior por si decide aparecer.

A las once de la mañana cuando llego a casa, mi hermano está ante el espejo del salón probándose un viejo esmoquin.

- ¿Cómo me veo? -le dice a Paola.

-Eso está pasado de moda..., no me hagas ir a esa boda Jake.

- ¿Te atreverías a faltar a mi boda? -pregunto después de saludarlos.

-Ay por favor, eres el novio con menos ganas de casarse que he visto en la vida, por más que jures que Astrid es a quien amas.

Galilea me ha prohibido revelar que aquella conversación solo fue un montaje, pues si Paola supiese por qué lo hice, tendría que contarle también que Camel es el asesino de su padre. Todo se resume a que se preocupa más por la seguridad de su familia que por la suya propia, aún no sé si es una virtud o un defecto. Yo mismo estoy dispuesto a ser miserable con tal de protegerla, no podría reprocharle nada aunque quisiera.

- ¿Llamaste a mamá? ¿A qué hora llega? -grita Jake desde su cuarto.

-Estará aquí en tiempo, no te preocupes -miento. La señora Alana no quiere saber absolutamente nada respecto a mi casamiento. Dijo que le avisara cuando estuviese dispuesto a dejar de mentirle a todos y a luchar por mi verdadero amor, sin saber que eso es justo lo que estoy haciendo. Astrid estará tan nerviosa en el altar, que ni siquiera notará que mi madre no está, por eso no me preocupa.

-Sí, a las cinco en punto -escucho que dice Jake al teléfono, pero cuelga en cuanto me siente aparecer.

- ¿Con quién hablabas?

-Con nadie -responde- bueno, es una sorpresa.

-A las cinco en punto me caso.

-Lo sé, precisamente.

-Chicos me voy -anuncia entonces Paola- Andrew, lo siento pero no puedo ir a esa boda. Mi mejor amiga, ella te amaba, quizás aún lo haga. Verte prometerle amor a otra, imaginar cómo se sentiría me partirá el corazón. Es que me pongo en su lugar y, lo siento, no puedo.

-Supongo que Kelly tampoco vendrá, ni Alicia. ¿Mary Alice?

No contesta y asumo que todas están solidarizándose con su amiga, ajenas a que la única razón por la que me voy a casar es ella, ajenas a que hace dos días dormimos juntos en una posada de la periferia. La novia de mi hermano se marcha contrariada y algo rara, sin explicar a dónde va o qué hará mientras Jake esté en la recepción molesto, pues no tolera a Astrid ni a ningún otro miembro de su familia.

El reloj de la cocina, en la que estoy sentado, marca las dos. Quedan solo tres horas para el momento que intento evadir y no he conseguido escribir los malditos votos. En lugar de eso, mi mente se ha desviado una y otra vez a aquella mañana en la que le hice el amor a Galy aquí, en esta misma barra.

-Ni te molestes, no podrás hacerlo pensando en Astrid -afirma Jake después de cerrar la puerta. Ha estado extremadamente misterioso todo el mediodía, entrando y saliendo cada dos por tres.

- ¿Qué quieres decir?

-Galilea está en tu cabeza, no puedes ni podrás evitarlo. Estás condenándote a una vida que detestas y lo sabes, ella nunca saldrá de tu mente, no vas a poder escribir esos votos.

-Debo.

-No sé por qué lo haces. Voy a ir a tu boda porque soy tu hermano y tengo la obligación de apoyarte, pero que sepas que no estoy de acuerdo con esto y que no soporto a tu futura esposa.

-Siempre dices lo mismo, pero nunca explicas el por qué.

-Es una estirada, así de simple. Cree que el mundo gira alrededor suyo o de sus fiestas con canapés.

-Eso es verdad, pero lo que quieres no puede ser. Tendrás que aceptarlo, Astrid será tu cuñada, la madre de tus sobrinos.

- ¡Calla, calla!

A mí mismo no me sienta bien pronunciar esas palabras, solo sirven para deprimirme aún más, si cabe. La hoja está en blanco sobre la mesa, ¿qué haré?, no puedo llegar sin un discurso.

"Aún conservo tus garabatos en mi libro favorito. Tu mirada perdida en el paisaje que avanzaba, tu sonrisa de victoria una vez fuiste dueña y señora del asiento de la ventana y sobre todo, el repentino cambio de tonalidad en tus ojos al chocar con los míos. He intentado adivinar si en realidad son verdes, grises o pardos, pero he fracasado tantas veces que he perdido la cuenta. Hay cosas que se quedarán en mi retina para siempre, compartirte con John Mayer, verte tararearlo en el auto, en la ducha, en los entrenamientos..., o sea, ¿quién le dispara a un muñeco de silicona cantando pop? Solamente tú, y tu cabecita loca y distraída. Jamás conocí a una mujer tan testaruda, dispuesta a tomar café hasta auto-convencerse de que es delicioso o a hacer bromas por un auricular antes de salir al escenario. Nadie que arqueara tanto las cejas, se paseara en pantuflas por el edificio a las tres de la mañana ni abusara de las respuestas con signo de interrogación como tú. Nadie me había besado a la fuerza y obligado a admitir que la amo, tú lo hiciste, pues ante tus ojos soy transparente, no puedo ocultarte nada. Me has vuelto un romántico celoso, incapaz de respirar sin ti. Encima fuiste mi primera amiga; ¿crees en las casualidades? Yo no, confío en que fuimos creados el uno para el otro y no quiero estar con nadie más. Cuando volteaste frente a mis cuadros, con una copa vacía en la mano, absorta en mi arte, supe el futuro que quería: dos niñas preciosas de cabello alborotado y rojizo corriendo por el jardín, como alguna vez hicimos. Tendrían tus ojos, las llamaríamos Galy y Lea..., pero todo es tan incierto ya , tan improbable..., la vida tiró nuestros sueños por el caño. ¿Ahora cómo te olvido?"

Cojo el papel y lo estrujo rabioso. Soy un idiota, nunca tendré la oportunidad de decirle esto, la he dejado ir. ¿De qué me sirve hacerle una carta?, en unas horas estaré infelizmente casado con otra.

Son ya las cinco en punto. Estoy parado en el altar, esperando que Astrid atraviese las filas de asientos del brazo de Camel. Llegarán de un momento a otro y entonces mi vida habrá terminado. En mi bolsillo los estúpidos votos, o lo más parecido que pude escribir. Mi hermano desapareció desde hace una hora y no veo caras conocidas, todos aquí son amigos de los Aymeric. Pienso en bajar los escalones, arrancarme este estúpido traje que Astrid insistió en que llevase y echar a correr hasta llegar algún sitio en el que nadie me pueda encontrar, pero si hago eso no seré más que un cobarde.

Una hora, es el tiempo que ha transcurrido desde mi último pensamiento de escape. Astrid no ha aparecido, nadie sabe qué está sucediendo.

-Andrew, ven aquí -me dice Camel exasperado. Lo sigo hasta la entrada de la capilla y lo primero que hace es apretarme el hombro derecho- ¿Qué está pasando?

-No lo sé, yo estoy aquí, ¿o no? Es tu hija quien no ha aparecido, me ha dejado plantado.

-Astrid jamás haría algo así. Mi hija te quiere, por más que me moleste, por más que te deteste.

-El sentimiento es mutuo -sonrío.

-Como me huela que estás detrás de esto, tanto tú como Galilea sereis carnada de tiburón.

- ¡No la metas en esto! ¡¿Qué más quieres que haga para que la dejes en paz?!

Mira su reloj e ignora mi rabieta.

-Anda, entra, que tú hoy te casas sí o sí -saca su celular y le marca a Astrid, pero ella no contesta, una vez más.

- ¿Qué fue de Astrid? -pregunta Jake, quien apareció en escena hace solo treinta minutos.

-No contesta su teléfono, no sé qué le ha podido ocurrir.

-Quizás no quisiera casarse después de todo...

- ¿Qué dices? -agito la mano en el aire- nunca la vi tan feliz.

-Lo mismo debe pensar ella de ti, y nada que ver.

Seis y cuarenta.

Aún no hay señales de Astrid. Su padre está como una fiera y Junior salpicándole gotitas de agua fría en el rostro a la señora Aymeric, quien hace unos minutos colapsó en un ataque de pánico o algo parecido. Los invitados han comenzado a irse. Se levantan en manada, me dirigen miradas de lástima, pues ahora mismo ante todos soy un cachorrito abandonado, plantado en el altar. Sobre las siete de la noche el pastor anuncia que no puede esperar más a la novia, que debe marcharse. Baja del altar y sale de la capilla sin mirar a los lados, tampoco es que se esté perdiendo nada, todos los invitados se han ido ya. Pasan otros treinta minutos en los que mi hermano mantiene su cara de póker más conocida como "hay cosas que no sabes", pero cuando le pido cuentas jura que no, que es mi imaginación. No sé qué le pudo suceder a Astrid, pero seguro estoy que sería incapaz de abandonar su propia boda, el día más importante de su vida. Todo esto tiene que tener una explicación lógica.

- ¡Aquí estoy! -grita Astrid cruzando las puertas de la entrada. Su vestido ya no es blanco, sino estampado con manchas de lodo que llegan hasta su cabello, que está hecho un desastre. El maquillaje se le ha corrido completamente y del ramo es mejor ni hablar- ¿¡Dónde están todos?!

- ¡Astrid, ¿qué te ha pasado?! -le espeta su padre marchando hacia ella- ¿Y ustedes quién demonios son?

-Ellos... -balbucea mi novia- Pablo es el chofer de la limusina.

El tal Pablo lleva un traje azul prusia que hace juego con una bolchevique. Está situado detrás de Astrid y a su lado una mujer tan llena de lodo como la anterior.

- ¡¿Por qué traes a mi hija a estas horas?! ¡Te reportaré con tu agencia, me aseguraré de que te despidan! -grita Camel furioso- ¡Se supone que eras un profesional, no debí dejar a mi hija en tus manos!

- ¡Papá, cálmate, deja que expliquen qué sucedió! -interrumpe Junior. Yo es mejor que no diga nada.

- Este señor comenzó a manejar rumbo a la capilla pero a medida que avanzaba, el trayecto se estaba tornando algo extraño, se veían demasiados árboles alrededor y poca población en la zona, no parecía ciudad. Le pregunté a dónde íbamos, dijo que había tomado un atajo para llegar antes y no toparnos con el complicado tráfico de la ciudad, así que me relajé pero entonces -Astrid es interrumpida por Pablo.

-Entonces el coche zigzagueó, tuve que maniobrar para frenar en tiempo.

-Casi me infarto, salí de la limusina para ver qué ocurría y el conductor ya estaba fuera del auto auxiliando a una chica que se encontraba tendida en el suelo, en medio de la carretera y a su lado una motocicleta.

-La chica estaba inconsciente, no queríamos moverla demasiado porque no sabíamos si tenía alguna lesión que pudiera empeorar su situación.

- Los motociclistas como siempre, atravesando como locos la carretera y causando accidentes. ¡Son unos imprudentes!

- No es mi culpa, yo no estaba conduciendo rápido, y más loca será tu...

- ¡Leticia! -grita el conductor antes de que pueda terminar la frase.

-Me llamo Lucía -chilla con los ojos en blanco- ¡Ustedes arruinaron mi motocicleta y mi rodilla!, ¡¿Quién me paga a mí eso?!

-Y tú arruinaste mi boda, cosa que por tu aspecto dudo que puedas pagar -le dice Astrid con desdeño y la chica le va para arriba, pero Pablo las detiene.

- ¿Cuánto tiempo duró todo eso? Acaso no pudieron avisarnos? -pregunta entonces la señora Aymeric, volviendo en sí.

- Bueno, es que no había señal, los teléfonos estaban muertos. Luego de un rato Leticia comenzó a reaccionar...

-Lucía.

-Lo que sea. Su vida no corría peligro, pero tenía un estado de pánico. Lloraba desesperada y gritaba cosas que entre sus lágrimas nos costaba entender. Tenía una pierna lastimada, no podía caminar y su motocicleta por demás estaba destrozada, así que la cargué hasta el auto e intenté llamar a urgencias, ahí es cuando supe que estábamos incomunicados. No me quedó otra que llevarla yo mismo.

- ¡Y yo estaba histérica! -dramatiza Astrid- El tiempo seguía corriendo y yo metida en ese embrollo mientras mi prometido me esperaba en el altar, a todas estas sin poder comunicarme con nadie para informar lo que ocurría. Ah no, y luego el coche no quiso arrancar. El chofer con el uniforme tiznado tratando de reparar el problema y yo al borde de la locura.

-Intenté distraerla -dice Lucía dirigiendo la mirada a Camel y haciendo un gesto con la mano izquierda.

- ¡Solo hablabas del tal Esteban y te quejabas de tu pierna! -chilla Astrid, Jake suelta una risita y lo escrudiño con la vista.

-Finalmente descubrí que el motor era el problema -prosigue Pablo-. Giré la llave de encendido y sentí vibraciones al arrancar, igual no encendió. Comprobé el interruptor magnético y las líneas de suministro eléctrico, pero nada, tuvimos que empujar el auto hasta que el motor respondió.

- ¿¡Te imaginas papá?!, ¡yo empujando un auto, yo, y esta sentada cómodamente en el timón.

- ¿Y qué querías, me dolía la pierna? -Lucía se cruza de brazos- Al final el auto arrancó y estuviste todo el camino reprochándole al pobre chofer el haber cogido un atajo.

- ¡Cállate! ¡Me he perdido mi boda, mi propia boda! -Astrid se echa a llorar y voy a consolarla, pero Junior me empuja a un lado y salen de la capilla seguidos por Camel y su esposa.

- ¡Sí, me quedaré a ordenar este desastre! -grito y volteo.

Veo el coche de Camel perderse por la avenida, en cambio, frente a mis ojos, la limusina blanca toda sucia. Regreso adentro, los responsables de arruinar mi boda están ubicados cerca de Jake y en cuanto me ven entrar sueltan una estruendosa y unísona carcajada. Cinco minutos es el tiempo que permanecen riendo sin parar frente a mis narices, no entiendo nada.

- ¿Qué es tan gracioso? ¿Por qué siguen aquí? Espera, Jake, ¿los conoces?

- ¿Tu hermano no sabía de nuestro plan? -le pregunta la chica de cabello castaño.

- ¿Plan? -inquiero estupefacto pero ambos me ignoran.

-No. Si se lo hubiera dicho ahora estaría casado con esa idiota.

-Jake, explícame ahora mismo qué está sucediendo.

-Tu hermano nos contrató para arruinar tu boda. Tenemos una agencia en España, nos dedicamos a estropear eventos.

- ¿Qué dicen? -rio, pero me detengo en seco cuando veo que ninguno de los tres está bromeando- ¿Hablan en serio?

-Los conocí en uno de mis viajes a España -explica Jake- Estropearon la boda de mi amigo Esteban... -Pablo hace una mueca de repulsión con los labios- No se quería casar y Lu se apareció en pleno casamiento, supuestamente borracha e hizo un show, aunque se habían equivocado de cliente. Yo estaba ahí, lo vi todo. Le salvaron la vida.

Permanecemos ordenando el lugar durante una hora, tiempo en el cual, después de reñirle a mi hermano por entrometido, finalmente le agradecí tal ocurrencia. Voy a aprovechar el segundo chance que me ha dado la vida, bueno, la vida no, estos dos. Esta vez haré las cosas bien, iré a buscar a Galilea y así tenga que secuestrarla nos iremos muy lejos, donde podamos ser felices juntos, olvidar esta maldita venganza. Salimos de la capilla a las nueve de la noche. El par de locos españoles que mi hermanó contrató van contándonos sobre todas las bodas y eventos que han interrumpido, mientras que yo me agobio preguntándome si Camel se habrá tragado todo el rollo del accidente y el tráfico. Imagino que Astrid siga alterada, deben haberle dado algún calmante.

-Aquí nos bajamos -dice Lucía abriendo la puerta trasera del auto de Jake- Ha sido un placer hacer negocios con ustedes. Espero nos visiten en Madrid, así conocemos a la razón por la que nos contrataron en primer lugar -suelta una risita y se baja a la vez que Pablo.

-Galilea -aclara Jake

-Galilea..., tráela contigo Andrew, ya tienen amigos en España -dice Pablo esbozando una sonrisa.

-Sí, tráela -repite Lu, como le llama Jake.

-Claro, lo haré -contesto a pesar de que es poco probable que la vuelva a ver. Debe estar sumamente enojada, me ha perdonado tantas cosas que debe haber llegado a su límite.

Arranco el coche.

"El número que usted llama está fuera de servicio" -narra la voz en off del celular de mi hermano.

- ¿A quién estás llamando?

-Paola, no coge el teléfono. Llevo horas llamándola.

- ¿Probaste ya con Whatsapp?

-No está en línea, lo cual es raro porque jamás apaga los datos móviles.

Jake luce preocupado y comienza a llover. Enciendo el parabrisas, todo está tan nublado que es difícil ver, las luces del tráfico son borrosas. Entonces suena mi teléfono.

-Dime Alicia...

-Andrew, hola. Tengo que contarte algo y por favor no te enojes conmigo.

- ¿Qué pasa ahora?

-Galy.

- ¿Le sucedió algo?

-No lo sé. Verás, está en la ciudad desde hace dos días. No pude detenerla, ya sabes lo testaruda que es. Dijo que iba a terminar lo que empezó, así que tuve que cubrirla. Se estaba quedando en el departamento de mi amigo Tom, pero acabo de llegar y me ha dicho que Galy se marchó en la mañana con su maleta y la bolsa de armas en mano.

- ¿Cómo dices? -grito azorado.

-Tranquilízate.

- ¡¿Y dónde está ahora?!

- ¡No lo sé, no lo sé! ¡No tiene teléfono, estoy preocupada Andrew!

Cuelgo, estamos a punto de cruzar Tower Bridge. Es sorprendente como una llamada telefónica puede volcar tu sistema nervioso.

- ¿Qué ha pasado? -pregunta Jake con su celular en la oreja aún llamando a Paola.

-Galilea. Creí que estaba a salvo, lejos de aquí.

- ¿Está en Londres?

-Desde antier. No se molestó en llamarme, Alicia está de los nervios y también yo.

De pronto siento un salto en el estómago, una aflicción. Algo está mal. Los autos de adelante frenan en seco y me obligan a detenerme. Por alguna razón, salgo corriendo por entre las filas, frenético. Me encuentro con un grupo de personas alrededor que forman un círculo alrededor de algo.

- ¡Ha habido un terrible accidente! -escucho que grita una señora.

Cada vez me siento peor, la angustia se ha apoderado de mi cuerpo. El auto de Galy está de cabezas rozando el borde del puente, del cual cuelga un pedazo de vestido floreado. Es su auto, no tengo dudas, lo reconocería en cualquier sitio. Me enfermo.

- ¡Apartaos! -exijo a gritos- ¡Quítense!

La gente se aparta y me encuentro con ella, tirada en el suelo. Yace en un charco de sangre, tiene una herida de bala en el abdomen, y sus brazos están cubiertos de arañazos de vidrios. Me arrodillo, no puedo creer lo que estoy viendo. No soy de llorar, mas estoy a punto de estallar en lágrimas.

- ¡Galy, Galy! ¡¿Qué ha pasado, qué te han hecho?!

- ¿Usted conoce a la chica? -pregunta alguien tocándome el hombro derecho.

- ¡Déjeme!

-Andrew -balbucea Galy aún consciente- al hospital no.

-Tenemos que llevarte al hospital, vas a estar bien mi amor, vas a estar...

-No me..., lleves al...

Me quito el pulóver, lo hago un bulto y lo aprieto contra su abdomen, con la esperanza de detener un poco el flujo de sangre.

- ¡¿Qué ha pasa..., Galy?! ¡¿Qué le pasó?! ¡Andrew! -me grita Jake.

- ¡Llama a una ambulancia Jake!

-Pao..., Paola, Paola.

- ¿Qué pasó con Paola Galy? ¿Estaba contigo? ¿Dónde está ella? -grita Jake desesperado y Galilea dirige la mirada al puente en dirección al coche. Mi hermano avanza hasta allí y voltea horrorizado.

- ¡¿Dónde está Paola?! ¡¿Por qué está este pedazo de su vestido aquí Galy?!

Pero ella apenas puede hablar, sus ojos se mueven cada vez más lento.

- ¡No te duermas Galy, no te duermas por favor! ¡Quédate conmigo, háblame!

-Paola -balbucea justo antes de cerrar los ojos y me tiro en su pecho a llorar desconsolado hasta que alguien me arrastra lejos de ella. Jake está parado mirando hacia abajo, en shock. El Támesis fluye sereno en la plenitud de la noche, las luces se reflejan en sus aguas, pero no hay señal de Paola. Solo quiero que esto no sea más que una pesadilla, despertar a su lado en otro sitio, pero mi utopía es interrumpida por el sonido de la ambulancia arribando, poco después.

*Los personajes de Lucía y Pablo pertenecen a la novela "Bendita Confusión" (aún no publicada) de RoxLeon98, gran amiga y compinche de letras. Este capítulo fue escrito por ambas, en co-autoría...
Gracias x prestarme a esos dos Ro! 💛

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