17ও
A la edad de diez años, Minho ignoraba muchos de los problemas que pasaban a su alrededor porque no los entendía, su único interés en ese momento era jugar y obtener la atención de sus padres que últimamente, estaban más ocupados de lo normal.
Durante esos meses, Minho se había estado quejando porque su papá no jugaba con él o porque su mamá solo aparecía por la noche para acompañarlo a dormir, pero durante el día, ninguno de los dos estaba disponible para él.
Inmerso en su mundo, esa mañana, al igual que todos los días, Minho salió al jardín siendo atentamente vigilado por los guardias del castillo, ellos eran los encargados ahora de acompañarlo en todas sus actividades cuando antes lo hacían sus padres. Al principio se sintió triste, pero ahora, estaba un poco más acostumbrado a hacer algunas cosas por sí mismo, así que cuando salía al jardín, podía distraerse sin pensar en nada más que en lo mucho que le gustaba ver las flores de su madre.
Tarareando una melodía infantil por lo bajo, se detuvo frente al rosal de rosas azules que su mamá tanto cuidaba, tocando con sus pequeños dedos los pétalos de éstas mientras sonreía con fascinación, preguntándose cómo era posible que hubieran tantos colores.
—Debes ser cuidadoso cuando toques las flores, también sienten cuando algo les lastima.
Minho se giró rápidamente hacia la voz a sus espaldas, sonriendo emocionado.
—¡Mamá!—exclamó, acercándose rápidamente para abrazarse a su cuerpo, aferrándose con fuerza.
La reina rió divertida, regresándole el abrazo con cariño a su hijo.
—¿Estás ocupada hoy también?—preguntó sin soltarla, haciendo un puchero.
—No, hoy voy a pasar el día con el niño más hermoso de todos—revolvió su cabello, tomando su mano para caminar entre los senderos del basto jardín—Te gusta estar aquí afuera ¿no es así?
Minho asintió varias veces, señalando los rosales.
—Me gustan mucho las flores. Cuando sea grande, quiero ser como tú y tener un jardín así de grande—extendió los brazos, simulando el espacio.
—Este jardín ya es tuyo, cariño.
—¿De verdad?—preguntó emocionado, con ojos brillantes mientras la veía asentir.
—Cuando seas grande, serás dueño de todo esto, Minho, serás un rey tan bueno y amoroso como tu papá.
La idea de le parecía increíble, ser rey sonaba como algo importante. Asintió de nuevo, de acuerdo.
—Cuando sea rey voy a regalar flores a todos.
—¿Eso quieres?
—Si—sonrió, aferrándose a la mano de su mamá.
—¿Qué tal si regalas flores desde ya? Puedes llevarle algunas a papá o a los demás niños del castillo.
Minho asintió y corrió hacia el rosal de rosas azules nuevamente, deteniéndose frente a éstas, viéndolas con detenimiento, eligiendo la más bonita.
—¿Le darás una de estas a tu papá? Creo que él prefiere las orquídeas.
—No, es para ti—dijo sin mirarla, buscando para ella la rosa más brillante—¡Esa!—la señaló—No la quiero separar de su familia, así que debes recordar cual es la tuya, ¿si, mamá?
—Puedes tomarla con cuidado y la vamos a plantar en el balcón de mi habitación junto a las demás patra que no esté sola ¿te parece bien esa idea?
Un poco pensativo, Minho asintió, sintiendo un poco de pena por las demás rosas, pero su mamá parecía feliz con la idea de que él le regalara una flor, así que con cuidado la sacó del rosal, fijándose para no lastimarse con las espinas.
La reina sonrió enternecida y se agachó a su altura.
—Gracias por la rosa, Minho. Eres un niño muy bueno.
Dejó un beso sobre su frente, peinando sus cabellos con sus dedos sin dejar de verlo con adoración, porque eso era Minho para ella, su total adoración y lo que más amaba.
Un ruidoso estruendo los hizo sobresaltarse, sacándolos de ese cálido momento. La reina cargó a Minho rápidamente y su expresión se tornó a una llena de preocupación, corriendo hacia el interior del castillo siendo acompañados por los guardias que estaban cerca, todos alertas.
—¿Qué fue eso?—Minho preguntó, abrazándose con fuerza a su mamá.
—Tranquilo, no es nada, solo debemos-
Otro estruendo resonó, esta vez mucho más fuerte.
—Su Majestad, debe buscar un lugar seguro—dijo uno de ellos, siendo notificado por los demás guardias que las explosiones habían sido en el interior del castillo—Están atacando en este momento.
La reina no tuvo que preguntar, sabía muy bien lo que estaba sucediendo y quiénes estaban tras todo eso.
—Mamá—Minho llamó, afligido, presionando la rosa entre sus manos sin darse cuenta de que estaba lastimándose con las espinas—Vamos con papá—pidió, sintiendo muchas ganas de llorar—Vamos con papá, tengo miedo—repitió.
Otra explosión sonó.
—Su Majestad, tiene que esconderse ya.
Ella asintió, ignorando las peticiones de su hijo, buscar a su esposo en ese momento con él no era seguro, sin embargo, sabía hacia donde ir.
Durante los últimos meses, habían estado recibiendo amenazas por parte de los rebeldes, un grupo de personas que no estaban establecidas en ningún reino, yendo de pueblo en pueblo robando y causando problemas; exiliados.
Los rebeldes buscaban obtener el poder y habían conseguido las personas y las armas suficientes, creciendo cada vez más hasta formar casi un ejército. Los Reyes sabían de sus intenciones, pero se negaban a dejar que personas así anduvieron libremente en Windhall, siempre fue un pueblo seguro y así pensaban mantenerlo, es lo que ellos prometían a su gente, cosa que molestó a los rebeldes, llevándolos a organizar un ataque en contra de los Reyes con el objetivo de tomar el poder, era el reino más grande, así que irían con todas sus armas y estrategias, los Lee estaban conscientes de eso.
La reina sabía que el día estaba cerca, más no creyó que sería tan rápido y sin aviso, sin embargo, con su esposo había hecho un plan en caso de que eso ocurriera, es por eso que, se encontraba corriendo a través de uno de los pasillos más alejados con Minho en sus brazos hasta donde había quedado con su esposo para esconder a su hijo, un lugar seguro en el que por lo menos, Minho, podría estar a salvo.
—Es por aquí—susurró ella, escuchando gritos a lo lejos, deduciendo que ya habían entrado a los pasillos principales del castillo.
Minho no dejaba de llorar, asustado y sin entender lo que estaba pasando, estaba nervioso y no se sentía seguro, podía ver a su mamá preocupada y eso lo ponía más triste porque no podía ayudarla a que se sintiera mejor.
¿Cómo podría proteger él a su madre?
—Minho, necesito que me escuches atentamente, ¿si?—lo dejó en el suelo, acunando su rostro entre sus manos.
—¿Dónde está papá?—sollozó, viendo a su alrededor.
—Iré con él en este momento, pero tú debes quedarte aquí, no te muevas—pidió, sonando como una súplica.
—No quiero estar solo—limpió sus lágrimas con el dorso de la mano.
—Lo sé, mi amor, pero no puedo llevarte, es peligroso—vio la rosa que Minho todavía tenía en su mano—No importa lo que pase, puedes aferrarte a esta rosa, es como si fuera yo, ¿está bien? Dijiste que es para mí, así que no te preocupes, vas a dármela más tarde. Recuerda eso.
Minho solo asintió en silencio, sintiendo más lágrimas sobre sus mejillas cuando su madre lo abrazó con fuerza, diciéndole lo mucho que lo amaba y que pronto volvería con él.
La reina se apartó de su hijo y le dio algunas indicaciones al guardia que se iba a quedar cuidándolo en esa habitación secreta, rogándole que lo protegiera de cualquier cosa, a lo que el guardia asintió sin dudarlo, dejando que se fuera segundos después.
Dentro de esa habitación no había mucho espacio, Minho nunca la había visto, no sabía de su existencia. Trató de estar en silencio, pero los sonidos del exterior seguían asustándolo, haciéndolo sollozar cada vez más. Apretó la rosa contra su pecho y se sentó en una esquina sin dejar de ver la puerta, escuchando sonidos demasiado cerca.
Se mantuvo quieto en ese lugar, hasta que un quejido se escuchó en el exterior acompañado de risas y gritos. Encogió sus piernas sin dejar de ver la puerta y tapó su boca para que ningún sonido saliera, esperando no ser descubierto, su mamá le había dicho que regresaría con su papá, así que nadie debía saber que estaba ahí.
—Vámonos, los reyes no están aquí.
Minho volvió a sollozar al escuchar que estaban buscando a sus papás. Después de un rato sin escuchar ningún ruido, Minho se acercó gateando hacia la puerta, pegándose a ésta para escuchar si había alguien afuera. Todo se silenció, ningún ruido, ninguna voz, nada. Respiró hondo y creyó que ya podía salir en busca de sus padres, y aunque su mamá le dijo que la esperara, estar ahí dentro lo hacía sentir sofocado y asustado, la oscuridad lo atemorizaba.
Con lentitud abrió la puerta, empujándola suavemente hasta que salió al pasillo. Sus ojos volvieron a cristalizarse cuando vio al guardia que estaba cuidándolo en el suelo. No sabía cómo reaccionar al respecto, simplemente se quedó helado ante lo que estaba viendo.
—Hola, pequeño, ¿cómo te llamas?
Alguien le habló y lo hizo sobresaltarse. Con los ojos llorosos vio a la persona, lucía amable pero su vestimenta era rara, no era del castillo. Nunca lo había visto antes.
—Minho—respondió en voz baja, confundido frente al hombre.
—A ver, Minho, ¿qué haces por aquí solo?
—Esperando a mis papás, pero ya pasó mucho tiempo—volvió a llorar, viendo hacia todos lados mientras apretaba la rosa entre sus manos—No me gusta estar solo.
—Tranquilo, vamos a esperarlos juntos, ¿te parece bien?—le sonrió, tratando de ser amable al notar que justo había dado con el príncipe, pudo identificarlo por el broche con el escudo del castillo en su ropa—¿Estabas escondido ahí?—señaló la habitación. Minho asintió—Está bien, vamos un rato más, de seguro están por venir y debemos estar escondidos si no queremos ser atrapados.
Los que lo acompañaban, escucharon la corta conversación de su líder con el príncipe al doblar el pasillo, escondidos. Ahora debían esperar a que los Reyes aparecieran para atraparlos y terminar con todo lo que habían planeado.
Después de un rato, pasos apresurados hicieron eco en el pasillo, poniéndolos a todos atentos.
La reina junto al rey corrieron hasta el fondo, sintiendo su corazón dar un vuelco cuando vieron al guardia muerto afuera de la habitación, temiendo lo peor.
—Entraré yo, tú quédate atrás—le pidió, no quería que su esposa viera lo que había dentro en caso de que Minho haya sido encontrado. Rogaba que ese no fuera el caso, no podrían vivir con la imagen de su hijo muerto.
Con mucho sigilo, abrieron la puerta escondida, asomándose apenas, pero su visión fue interrumpida gracias a un fuerte golpe proporcionado en su rostro, haciéndolo caer de inmediato.
La reina gritó asustada, corriendo hacia su esposo quien se quejaba adolorido en el suelo.
—Hasta que por fin los encontramos—sonrió el hombre, saliendo de la habitación con Minho siendo presionado con fuerza para que no corriera—Tienen un hijo muy valiente, ¿nunca le enseñaron a no hablar con extraños?
—¡Mamá, papá!—gritó el menor, tratando de ir hacia ellos, pero el agarre alrededor de su muñeca era más fuerte.
—Por favor, él no hizo nada, déjenlo ir—suplicó el rey cuando lo vio sacar un puñal que tenía escondido a un lado de su pantalón—Él no...
—¿Creen que soy capaz de matar un niño?—preguntó indignado—No pensaba hacerlo, pero si no obedecen...—puso el puñal a la altura del cuello de Minho de forma amenazante, sonriendo con diversión al notar el miedo en los reyes—Puede que si sea capaz.
Minho lloró con más fuerza, tratando de soltarse, pero todos sus intentos fueron en vano.
Los demás rebeldes se hicieron presentes en el pasillo, rodeando a los reyes quienes seguían en el suelo sin nada con qué defenderse. La reina no podía con el dolor y la desesperación, quería que su hijo fuera liberado, que si los iban a matar, que no fuera con él enfrente, necesitaba que corriera lejos para salvarse.
—No sabíamos en donde encontrarlos, pero gracias a este pequeño que estaba sin rumbo, logramos dar con ustedes—se agachó hacia Minho y le sonrió—Así que gracias, pequeño, fuiste de mucha ayuda—revolvió su cabello, como si fuera una felicitación.
—No...—Minho negó varias veces—Perdón—les dijo, sintiendo la culpa recaer en él.
—No te preocupes—le dijo con suavidad su mamá—No es tu culpa, nunca podría culparte por esto.
—¡Ya basta!—gritó una mujer, lucía tan ruda como el líder—Estoy harta de tanto lloriqueo, solo mátalos y tomemos sus coronas.
—Será un placer—sonrió ampliamente el hombre, soltando a Minho para acercarse a los reyes.
Minho fue empujado a un lado, y preso de su propio miedo, corrió hacia él, jalándolo para que no se acercara a sus padres.
—¡Déjame en paz, niño estúpido!—se giró hacia Minho, otra vez empujándolo, pero no midió la fuerza con la que lo hizo, causando que el puñal que tenía en la mano hiriera parte de su rostro mientras lo empujaba.
Minho gritó adolorido sin dejar de llorar, totalmente asustado al ver que tenía mucha sangre y que su cara dolía como nunca antes.
—¡Minho!—gritó esta vez el rey, levantándose con fuerza para golpear al hombre que lastimó a su hijo, tirándolo al suelo para empezar a golpearlo con furia—¡No toques a mi hijo, maldito!
Gracias a los golpes, el hombre soltó el puñal, pero los demás al ver que estaba siendo demasiado, se acercaron y apartaron al rey, tirándolo a un lado. El líder no esperó mucho más, agarró el puñal y se lo clavó en el pecho sin piedad alguna, hundiéndolo lo más que pudo hasta que el rey dejó de respirar.
La reina no sabía cómo reaccionar en ese momento, ella solo quería correr con su hijo, pero no podía contra todas las personas que estaban ahí. Lloró en silencio, sus ojos no se despegaron de su hijo, viéndolo llorar con sangre en su hermoso rostro. ¿En qué momento llegaron a eso? Hace una hora estaba en el jardín jugando con él y ahora... Ahora estaban sin escapatoria.
—Así de fácil—dijo el hombre cuando se apartó del cuerpo del rey, acercándose a la reina mientras limpiaba la hoja del puñal con sus dedos—¿Algo más qué decir?
—No dejen que él mire todo esto, se los pido—suplicó, cerrando los ojos cuando sintió el filo del puñal en su mentón, recorriendo su piel hasta su cuello—Es un niño, solo tiene diez años.
—¿Creen que estamos siendo muy crueles?
Los demás rieron.
—Pudieron evitar esto si no se hubieran negado a nuestras peticiones—dijo ahora la mujer, quitándole el puñal a su pareja—Ahora, esa linda corona será mía, tus lindos vestidos y joyas también—sonrió con ojos brillantes, feliz con la idea—¿Crees que somos rebeldes por elección?—preguntó, apuntando el puñal sobre su pecho, justo en su corazón—No es así—negó—Ustedes nos hicieron esto, todos los reyes nos hicieron esto al no aceptarnos en ningún lado, tratándonos como basura—empujó el puñal, perforando su pecho—¡Ahora todo esto será nuestro!—dijo finalmente, empujándolo por completo, apuñalando su corazón.
La reina se mantuvo en silencio todo ese momento, no tuvo fuerzas para suplicar, no tuvo fuerzas para absolutamente nada, simplemente cerró los ojos y al sentir la puñalada, gritó, y luego de unos segundos, todo desapareció a su alrededor.
Los rebeldes celebraron la muerte de los reyes mientras Minho lloraba en silencio a un lado, su mente todavía no terminaba de procesar lo que había sucedido, pero entendía que sus padres ya no estaban. A un lado de él, vio la rosa que era para su mamá y la agarró nuevamente, aferrándose otra vez a ella.
—¿Qué haremos con él?—preguntó uno de ellos, agachándose hacia la altura de Minho.
—Si no fuera porque es el príncipe, pudo haber sido amigo de mi hijo—dijo el líder, soltando un suspiro—Él debe irse, nadie de esa familia puede estar aquí, en nuestro castillo.
—Sé qué podemos hacer—sugirió uno de ellos—¿Conocen a la bruja Kim?—unos cuantos asintieron—Yo digo que lo echemos al bosque con alguna maldición para que nunca regrese a pelear la corona.
—¿Y si mejor lo matamos?
—Es un niño—negó el líder—No podemos matar a un niño, me gusta más tu idea—señaló a su compañero—Vamos—lo tomó de la muñeca, jalándolo con fuerza hacia otro lado, dejando a sus padres atrás.
Minho había dejado de llorar, su mente se había ido hacia otro lado. La imagen de sus padres era algo que no iba a olvidar nunca.
Así como nunca olvidaría que era el culpable de sus muertes.
Todo oscureció de nuevo, su cuerpo se sentía débil y su pecho dolía, como si estuviera experimentando ese mismo miedo y dolor sin dejarlo respirar correctamente.
Estaba claro para él, ahora tenía una imagen clara de los asesinos de sus padres; los reyes de Windhall eran unos asesinos. Minho no recordaba las razones por las que los asesinaron, pero ahora que lo sabía, tenía claro lo que debía hacer.
Todo lo que vio y escuchó no lo olvidaría, estaba decidido a recuperar lo que alguna vez fue suyo porque él era el heredero, él era el príncipe legítimo de Windhall.
☾ ⋆・゚:⋆・゚: 𝘣𝘭𝘶𝘦 𝘳𝘰𝘴𝘦𝘴 : ⋆*・゚: .⋆
En algún punto, Jisung soltó bruscamente la mano de Minho sin darse cuenta para romper el vínculo en el que estaba sumergido, sintiéndose incapaz de seguir dentro de sus recuerdos después de ver a la madre de Minho morir. Abrió los ojos y se encontró con Seungmin sentado frente a Minho, viéndolo atentamente.
—¿Qué fue todo eso?—preguntó Jisung, demasiado ansioso y con lágrimas mojando sus mejillas.
—Los recuerdos de Minho—respondió Seungmin con simpleza.
—¿Por qué también los vi yo?
—Supuse que también querrías saber—se encogió de hombros—Algo me dijo que también necesitabas saberlo. Ahora entiendo por qué.
Jisung caminó alrededor de la habitación, sintiendo su cuerpo temblar, un horrible nudo en su garganta haciéndose presente.
—E-Eso no puede ser—se negó—¡No puede ser cierto!
—Silencio—Seungmin lo detuvo—¿Vas a decirle eso a Minho? ¿Que todo lo que vivió fue una mentira?
Siguió llorando sin tener una respuesta.
—Mis papás...
—Los Lee eran los reyes de Windhall hasta que tus padres los asesinaran para tomar el poder. Minho es el heredero legítimo.
—Eso quiere decir... Quiere decir que...
—Que ni tú, ni tus padres tienen el derecho de tener el poder de este pueblo.
Sin poder mantenerse en pie, Jisung se sentó y encogió sus piernas hacia su pecho sin procesar esa información. ¿Con qué cara iba a ver ahora a Minho? Toda su vida había sido una mentira también, una horrible sentimiento apareció al pensar en sus padres, ¿cómo fueron capaces de tales cosas? Su corazón se rompió, Minho era solo un niño cuando tuvo que vivir ese aterrador momento.
—Sé que todavía escondes quién eres, tuviste que habérselo dicho desde el principio—siguió hablando Seungmin, viendo como Minho aún tenía los ojos cerrados, apretando sus manos en puños—Aún así, no voy a decir nada tampoco, esos no son asuntos míos.
—Va a odiarme, va a odiarme mucho—sollozó, sintiendo escalofríos en su piel—Mis papás son unos monstruos, ¿cómo pudieron?
—Lo que ellos hicieron no es tu responsabilidad, eras un niño también, no lo sabías tampoco.
Jisung iba a decir algo, pero escuchó el suave llanto de Minho, avisándoles que todo había terminado. Se puso de pie rápidamente y se posicionó a su lado, tomando su mano nuevamente, intentando lucir tranquilo para no preocuparlo.
Al estar consciente de nuevo, lo primero que vio fue a Seungmin, siendo presionado por un vacío en su pecho gracias al amargo sentimiento que sus recuerdos le causaron. Vio a su alrededor y se encontró con Jisung, identificando sus ojos cristalinos que le aseguraban que había estado llorando.
Minho apartó la mirada y sin decir una palabra, salió de la habitación, dejándolos atrás.
—Él quiere vengarse—comentó Seungmin al estar a solas con Jisung—Pude sentirlo aunque dijo que no, y no lo culpo, ha vivido alejado de su propio hogar, lleno de dolor y rencor.
Jisung revolvió su cabello, frustrado y con una fuerte opresión en el pecho que no lo dejaba hablar con claridad. Respiró hondo y exhaló, terminando de limpiar las lágrimas de su rostro. No podía imaginar el dolor por el que Minho estaba pasando, de seguro nunca lo entendería.
—Debo ir con él, no puedo dejarlo solo ahora.
—Fue hacia el río, búscalo ahí, estamos muy cerca.
Jisung asintió y salió hacia el pasillo a paso rápido, abrió la puerta principal y salió apresurado, tratando de averiguar hacia qué lugar debía ir.
—¡Ve por la derecha!—indicó Seungmin. Jisung obedeció, tomando ese sendero—¡Recuerda lo de Changbin!
No obtuvo respuesta del pelinegro, pero no dejó de verlo hasta que desapareció de su campo de visión. Suspiró mientras negaba con la cabeza, apoyándose en el marco de la puerta.
—Estaré aquí si me necesitan—dijo en voz alta, aunque sabía que ya nadie estaba escuchándolo.
Luego de unos segundos, la casa desapareció en su totalidad junto a él.
Agitado y con la respiración pesada, Jisung se detuvo por fin al encontrar a Minho, sentado casi a la orilla del río en donde claramente se reflejaba la luz de la luna, dándole al agua un brillo muy peculiar y tranquilizante. Notó que tenía la cabeza agachada y las piernas pegadas a su pecho, de seguro estaba llorando.
—Minho...—su voz salió más suave de lo que le hubiera gustado, pero todavía no sabía lo que debía decirle estando es su posición.
—Mis padres eran los reyes de Windhall—empezó a hablar, recostándose sobre sus rodillas mientras abrazaba sus piernas—Yo debería de estar viviendo tranquilamente en ese castillo, no ellos... Pero aún así, no puedo recuperarlo.
Jisung se sentó a su lado, imitando su posición, ahora ambos viéndose.
—Entonces eres el rey de Windhall—de por sí, siendo el "heredero", se sentía extraño haber descubierto esa parte de su historia de la que no tenía idea, porque eso significaba que él no tenía ningún tipo de poder ni el derecho de tener el título de príncipe—Es en verdad... Sorprendente que lo seas.
—¿De qué sirve serlo?—cerró los ojos, negándose a derramar más lágrimas. No quería seguir lamentándose, estaba demasiado cansado para hacerlo—Me habría conformado con tener a mis padres, no debieron asesinarlos.
Jisung extendió su mano hacia Minho, acariciando su cabello sin dejar de mirarlo, pero Minho cambió su posición, alejándose de su toque. No podía expresar lo que estaba sintiendo en su interior, quería hacer algo al respecto, pero cada vez que lo pensaba, se daba cuenta de que realmente estaba solo en eso; ¿cómo podría pelear su lugar? Debía de encontrar una manera de hacerlo, merecía tenerlo después de todo lo que le pasó.
—Lamento no haberte dicho nada sobre eso—se disculpó luego de unos segundos en silencio, jugueteando vagamente con las pequeñas hojas en el suelo—No me gusta hablar de como fui echado por todos después de haberme culpado por la muerte de mis padres. Además, ahora, siendo el monstruo que soy, está más que claro que cualquiera creería que fue así.
Jisung mordió su labio inferior en un intento de reprimir las ganas de llorar por la culpa que tenía dentro de él, apartando la mirada para que Minho no lo notara, sin embargo, sus intentos no fueron suficientes. Minho logró darse cuenta de las pequeñas y brillantes lágrimas que mojaron sus mejillas. Suspiró suavemente y se acercó a él, atreviéndose a acunar su rostro con ambas manos para limpiar sus mejillas con los pulgares.
—No quiero que llores por eso—pidió con voz dulce, acercándose lo suficiente para dejar un pequeño beso en su mejilla—Regresemos a la mansión, debe ser muy tarde ya.
Antes de que se alejara, Jisung se aferró a él en un abrazo, recostándose en su pecho sin dejar de llorar, deseando que las cosas fueran diferentes, deseando obtener el perdón algún día por sus mentiras y por ser hijo de las personas que arruinaron su vida para siempre, Minho había sufrido lo suficiente como para tener que lidiar con algo más, y esta vez, será completamente su culpa, su culpa por no haber tenido el valor a tiempo de decirle lo que estaba ocultando.
Alguien como Minho no merecía tanto dolor, alguien que fue señalado casi toda su vida como un monstruo por la ambición de otros no merecía sufrir.
—¿Puedo quedarme contigo esta noche? —preguntó en voz baja, alejándose un poco para mirarlo a los ojos sin dejar de rodearlo con sus brazos.
Minho sonrió, sonrió de la misma manera en la que lo hacía cuando algo le gustaba.
—Siempre haces la misma pregunta—con sus nudillos acarició su rostro, ahora un poco más aliviado al verlo sonreír también—Y siempre te digo que si puedes quedarte.
—Pero me mandas a la otra habitación—dijo casi en un susurro, apenado de escucharse a sí mismo, ahora un poco arrepentido de haberlo dicho—Yo hablo quedarme contigo... Dormir contigo—sintió sus mejillas calentarse al mismo tiempo que sus dedos se cerraron en la camisa del mayor gracias a su nerviosismo.
Cada vez que se quedaba en la mansión, Jisung siempre dormía en la habitación que Minho tenía para él. El gesto fue lindo, el hecho de que se haya tomado el tiempo para arreglarla y acomodarla para él fue conmovedor, sin embargo, muchas de esas veces pensó en simplemente escabullirse en su habitación y dormir juntos, más nunca se atrevió a pedírselo por miedo a una negativa.
Hasta ahora.
—¿Dormir conmigo?... ¿En la misma cama?
Jisung asintió varias veces, creyendo que tal vez su propuesta había sido demasiado atrevida o incluso, fuera de lugar.
—Está bien si no quieres—rió apenado, desviando la mirada—La habitación que me diste está perfecta.
—No... Puedes quedarte conmigo, en la mía—asintió, sonriendo a medias.
Minho también lo quería, estaba claro que también estaba emocionado y nervioso con la idea, pero tenía un problema con eso, uno tan insignificante que podría parecer tonto, pero para él no lo era, principalmente porque era una de sus mayores inseguridades: la máscara.
Podía dejársela mientras dormía, pero sería demasiado incómodo para él. Quitársela era la mejor opción, para dormir siempre lo hacía, pero porque siempre estaba solo, y ahora que Jisung iba a quedarse no estaba muy seguro sobre cuál decisión tomar o qué excusa decir para dejársela puesta.
En muchas ocasiones, Jisung se mostró curioso ante su rostro descubierto, pero nunca lo presionó, estaba totalmente agradecido por eso.
Suspiró, pensando en eso durante todo el camino de regreso a la mansión. El cosquilleo en sus manos entrelazadas era único, causaba calidez en su cuerpo entero al mismo tiempo que una sensación llena de emoción, lo hacía sentir bien. ¿En qué momento dejó que sus sentimientos llegaran tan lejos? En definitiva, no pudo controlarlos desde el primer momento en el que Jisung le mostró empatía y amabilidad, hablándole tan naturalmente sin fijarse en cómo lucía, sin alejarse a pesar de que en varias ocasiones le hizo saber que era un monstruo. Simplemente dejó que todo fluyera.
—¿Crees que Félix esté dormido ya?—preguntó Jisung después de un rato.
Minho salió de su burbuja de pensamientos, apenas dándose cuenta de que estaban frente a los portones de la mansión.
—De seguro que si—sonrió, recordando que Félix le había dicho que los esperaría—Iré a revisar por si acaso.
Al entrar a la mansión todo se encontraba a oscuras, confirmando que Félix no estaba esperándolos. Minho se dirigió directamente hacia su habitación con Jisung tras él, debatiéndose sobre si tocar la puerta o abrir solo para revisar.
—Yo creo que deberías dejarlo dormir—murmuró Jisung al verlo dudar.
—Solo quiero asegurarme de que sigue aquí... No me gusta pensar en lo contrario, pero después de que vinieran los soldados, ya no creo que sea muy seguro aquí.
Jisung asintió, comprendiendo sus razones. Minho abrió solo un poco la puerta sin ser ruidoso, asomándose solo para asegurarse. Sus ojos se detuvieron en Félix profundamente dormido, pero también vio que a su lado estaba Hyunjin, abrazándolo por la cintura.
En lugar de sentirse molesto, la presencia de Hyunjin lo hizo sentir aliviado porque eso significaba que Félix no estuvo solo durante todo ese tiempo, y además, se mantuvo dentro de la mansión.
—Está con Hyunjin—dijo cuando cerró la puerta con cuidado, dándose la vuelta hacia el pelinegro.
—¿En serio? ¿Están durmiendo juntos?
Minho asintió.
Jisung iba a decir algo al respecto, sin embargo, cayó rápidamente en cuenta de que él estaba en la misma situación. No sabía qué tipo de relación tenía Félix con Hyunjin, pero al igual que él, podía estar casi seguro de que estaban en la misma situación, involucrando sentimientos por alguien más sabiendo que no debían hacerlo.
—Por hoy dejaré que Hyunjin esté aquí, solo espero que Félix no se haya sentido muy asustado, me preocupaba que estuviera mucho tiempo solo.
—Eres muy dulce, ¿lo sabías? Te preocupas demasiado por tu amigo, eso es lindo.
Minho lo miró por unos segundos y una sonrisa tímida se dibujó en sus labios.
—Temo perderlo a él también—confesó. A sus adentros, siempre sus sentimientos fueron más grandes de lo que aparentaba; ni siquiera Félix estaba consciente de lo mucho que significaba para él porque no se lo demostraba y tampoco se lo decía—Vamos, no quiero despertarlo.
Jisung asintió en silencio, guardando para sí mismo esos pequeños detalles. Lejos de sentir algún tipo de molestia o celos, su corazón se sintió cálido por su honestidad, y más allá de eso, la confianza que tuvo para decírselo.
Minho abrió la puerta de su habitación e inmediatamente el nerviosismo se apoderó de él, pudo sentir que el silencio cada vez se volvía más tenso y el ambiente se tornaba diferente. Juntó sus manos sin saber muy bien qué debía decirle al chico con el que pasaría la noche porque claro, nunca se imaginó en una situación así, por lo tanto, algo que podía llegar a ser normal, para él era algo totalmente desconocido.
—¿Puedes prestarme algo de ropa? —Jisung rompió el silencio que había empezado a sofocarlo también.
—Uhm... Si, claro—su voz salió más baja de lo que pensó, haciéndolo sentir avergonzado—Buscaré algo para ti... ¿O prefieres algo del armario de Félix?
—Lo que encuentres aquí está bien.
Minho asintió, dirigiéndose hacia su armario en busca de algo que pudiera quedarle, aunque realmente dudaba encontrar algo a su medida. Mientras tanto, Jisung se detuvo frente al espejo de la habitación, frunciendo levemente el ceño al verlo totalmente cubierto con una sábana. Claro que dedujo la razón, recordando nuevamente lo que había visto en sus recuerdos; Minho escondía la cicatriz de ese día.
—Minho—lo llamó, obteniendo su atención—¿Puedo ver tu rostro?
La pregunta lo tensó, más no lo sorprendió, en algún momento, Jisung iba a pedírselo directamente, y ese momento era ahora. No estaba listo, todavía temía que Jisung dijera algo sobre su rostro y, a decir verdad, no estaba listo para escuchar un mal comentario de su parte.
—No lo sé—murmuró, girándose hacia él, presionando la ropa que encontró contra su pecho—No querrás verme de nuevo.
Jisung sintió tristeza por sus palabras. Con pasos lentos se acercó a él, elevando un poco la mirada hasta conectarla con la suya, percibiendo la preocupación en estos.
—Sé que esa cicatriz te hace mucho daño—con su mano alcanzó su mejilla descubierta, acariciándola. Minho cerró los ojos, a gusto con el toque en su piel—No me importa como te veas, Minho, me importa la persona que eres, ¿es que no lo ves? —Minho agachó la mirada sin saber cómo responder—¿Alguna vez te dije algo sobre eso? Nunca he creído que seas un monstruo.
—Lo sé—asintió, dándole la razón porque era totalmente cierto, en cada ocasión, Jisung le dijo que no le tenía miedo, que no se escondiera—Es solo que nunca lo hice antes...—suspiró sonoramente, otra vez viéndolo—Está bien, entonces, puedo mostrarte mi rostro.
Jisung sonrió cortamente, rodeando el cuello de Minho con ambos brazos para acercarse lo suficiente para darle un beso. Automáticamente, las manos de Minho se cerraron en su cintura, siguiéndole el beso con lentitud sin detenerse a pensar en otra cosa que no fuera la sensación de sus labios contra los suyos, distrayéndolo por completo de cualquier preocupación. Y es por eso que, no se dio cuenta en qué momento, las manos de Jisung subieron a la parte trasera de su cabeza hasta el nudo de su máscara. Jisung no tuvo mucho problema con desatarlo, por lo que luego de poco tiempo, fue capaz de soltarlo por completo.
Minho se alejó un poco para tomar un poco de aire y detuvo su mirada en los labios contrarios, delineó el labio inferior de Jisung con su pulgar con delicadeza y volvió a besarlo, ignorando por completo lo demás. Jisung sonrió cortamente en medio del beso, sintiéndose tan agitado como ansioso, sintiendo un cosquilleo en su estómago al igual que en su pecho. Poco a poco, Jisung deslizó la máscara fuera de su rostro y la dejó a un lado, dejándolo por fin descubierto.
Jisung rompió el beso, abrió los ojos con lentitud y automáticamente se posaron sobre la cicatriz en su rostro. Era muy visible, empezaba desde su frente y terminaba en su mejilla, casi llegando al mentón. Entendía que Minho se sintiera avergonzado, su rostro había sido marcado de por vida, pero para Jisung, eso era lo de menos, no podía dejarse llevar por lo que sus ojos estaban viendo, porque al fin y al cabo, seguía creyendo que Minho era maravilloso.
Un poco avergonzado y con un nudo en la garganta, Minho apartó la mirada, sintiéndose demasiado expuesto ante Jisung quien no dejaba de verlo en silencio. Quiso huir y esconderse, volver a cubrirse, pero su respiración se cortó por un momento cuando vio a Jisung sonreír ampliamente y tomó su rostro con ambas manos para acercarse nuevamente a besarlo, pero esta vez con más fuerzas, casi con urgencia.
Por claras razones, Minho se sorprendió a tal punto que su cuerpo vibró con emoción. De la misma manera respondió el beso, demostrándole también lo mucho que le gustaba besarlo así. Jisung jadeó satisfecho cuando Minho lo cargó, rodeando con sus piernas su cuerpo para sujetarse mejor sin romper el beso. Su respiración se tornó agitada, no siéndole suficiente.
—Me gustas mucho, Jisung—confesó Minho entre besos y en un susurro, caminando con Jisung entre sus brazos hasta recostarlo sobre el colchón de su cama.
Jisung, quien se encontraba inmerso en las sensaciones que su cuerpo estaba experimentando, tomó esa confesión y la guardó en su corazón para siempre, prometiéndose a sí mismo nunca olvidarlo.
Otra jadeó se escapó de sus labios, casi como un gemido al sentir el cuerpo de Minho sobre el suyo, aumentando el calor de la habitación, juntándose sus respiraciones en lo que parecía ser un beso desordenado y lleno de pasión. Minho se acomodó a cada lado del cuerpo de Jisung, rompiendo el beso de vez cuando para tomar un poco de aire.
Jisung podía sentir la urgencia en Minho y en sí mismo, así que metió las manos bajo su ropa, acariciando con la yema de sus dedos cada parte que se le permitiera. Minho sintió su piel erizarse.
Un poco desconcertado, Minho se alejó completamente, pensando hasta donde lo estaba llevando todo eso.
—¿Qué pasó?—preguntó Jisung, extrañado por su alejamiento repentino.
—Nada...—negó con la cabeza, avergonzado por su comportamiento—No quiero... No quiero que te sientas incómodo conmigo.
Jisung sonrió enternecido y se sentó sobre la cama, atrayéndolo para luego posicionarse lentamente sobre él. Puso una pierna a cada lado del cuerpo de Minho, inclinándose hacia él.
—También me gustas, Minho—susurró, dejando cortos y dulces besos alrededor de todo su rostro.
Ciertamente, Minho se sintió conmovido y una parte de él sintió alivio total. Que Jisung estuviera besando su rostro sin ningún tipo de quejas lo hizo sentir casi con ganas de llorar, lo hizo sentir especial, mucho tiempo creyó que no podría experimentar ese tipo de contacto con alguien, simplemente en su mundo no cabía esa posibilidad.
Ahora podía sentirse tranquilo.
Jisung sonrió cuando Minho también sonrió, acercándose a besarlo en los labios.
Minho nunca iba a cansarse, y Jisung definitivamente quería mucho más de él.
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