15ও
Cada vez que Jisung aparecía en la mansión, el ambiente cambiaba notoriamente, Félix podía notarlo en Minho, podía notar su entusiasmo por aprender a cocinar, el tiempo que le tomaba limpiar cada parte de su mansión, la manera en la que ya hablaba más que antes y salía de su habitación. En poco tiempo, Minho había cambiado, y todo por Jisung.
Estaba agradecido con él por haber ayudado a su amigo.
—Perdón por no venir antes.
—No—negó Minho varias veces—No debes disculparte por eso, sé que tienes una vida en el pueblo.
Jisung sonrió ante su respuesta, tomando asiento a su lado en el suelo, frente al rosal azul que Minho tanto cuidaba. Las tocó superficialmente, notando pequeñas gotas sobre éstas.
—Las regué yo mismo hace un rato—comentó Minho, emocionado—Es la primera vez que lo hago durante el día.
—Están hermosas, las has cuidado muy bien.
—Por ahora, es lo único que me hace sentir que mamá está conmigo—sonrió cortamente, dejando de lado cualquier vergüenza porque Jisung era alguien especial, alguien en quién confiar—Desde que tengo memoria, ella decía que yo era tan lindo y único como las rosas azules, por eso son mis favoritas—rió cortamente, sintiendo un amargo sentimiento en su pecho—Eso fue antes de que empezaran a llamarme monstruo. Ahora no creo ser tan lindo y único como las rosas azules, pero me gusta pensar que un día lo fui.
—Todavía lo eres—Jisung aseguró, tomando sus manos.
—No es cierto—apenado, apartó la mirada, sintiéndose nervioso por la calidez de las manos de Jisung sobre las suyas.
—¿Me estás llamando mentiroso?—preguntó con falsa indignación.
Minho lo vio de nuevo, negando varias veces con la cabeza, no quería que pensara eso. Jisung rió cortamente y regresó su vista hacia las flores sin soltar las manos de Minho, sobándolas distraídamente.
—De seguro tu mamá no sólo hablaba del exterior.
—Tal vez… Pero no he sido el mejor, sabes—agachó la mirada—He tratado mal a muchos.
Jisung llevó una de sus manos hacia el pecho de Minho y con la otra levantó su rostro, haciendo que lo mirara, acariciando su mejilla de vez en cuando.
—Dentro de ti hay mucho dolor y entiendo eso, imagino que no fue fácil perderlo todo—le sonrió cálidamente—Has sido bueno conmigo, Minho. No dudo en que dentro de ti hay muchas cosas buenas, pero no todos lo merecen.
—Yo solo quiero que me dejen en paz—sintió sus ojos cristalizarse—No quiero seguir siendo el monstruo de este bosque.
—Poco a poco vas a demostrar que no lo eres.
—No sé cómo hacerlo. No sé cómo hacer que mis emociones se mantengan controladas, siempre termino transformándome en lo que soy y será así mientras tenga esta maldición—suspiró, rendido ante su propia inseguridad. Nunca fue fácil y nunca lo será, él estaba destinado a ser lo que era, temía que un día, Jisung viera su peor versión, ese Minho que no tenía ningún tipo de control y que era capaz de matar.
—Eres capaz de hacerlo, ¿es que no te has dado cuenta? Solo mírate, estás conmigo aquí, en tu jardín en plena luz del día, ¿alguna vez creíste que lo lograrías?
Minho no respondió. En sus adentros, claro que sabía la razón por la cuál su vida había empezado a cambiar, pero no tenía la valentía de decírselo, no quería que Jisung se fuera, quería mantenerlo a su lado por mucho más tiempo y si debía guardarse sus sentimientos para que así sea, entonces lo haría sin quejas.
—Eres bueno con las palabras, ¿lo sabías?—sonrió ampliamente, alejando las lágrimas que amenazaban con caer—Ojalá más humanos fueran como tú—acarició su mejilla, tomando por sorpresa al menor—Necesitamos en este reino a personas con corazones como el tuyo, eso sería increíble, ¿lo imaginas? Todas las criaturas mágicas estarían viviendo tranquilamente en el pueblo y no aquí en el bosque.
Jisung sonrió a medias, sintiendo una punzada de culpa en su pecho. Minho apartó la mano, otra vez juntándola con la de Jisung.
—Desearía que todo fuera diferente.
—Yo también—asintió Minho, totalmente de acuerdo—Aún así, no viviría en el pueblo, creo que me habrían echado de todas formas—rió con amargura.
—Vivirías conmigo. Conmigo nadie te diría nada y estarías a salvo.
Minho se sonrojó inevitablemente, sintiendo otra vez su corazón latir nervioso.
Al no obtener más respuesta, Jisung se levantó del suelo, extendiendo sus manos hacia Minho para ayudarlo a ponerse de pie también.
—¿Quieres ayudarme a preparar la comida?
—Si, si quiero—asintió varias veces—Vamos adentro.
Jisung asintió también, caminando hacia la entrada de la mansión siendo seguido por Minho, sin embargo, la voz de Félix a lo lejos llamó su atención, causando que ambos se giraran a verlo.
—¡Minho!—Félix entró corriendo hacia el jardín delantero, dejando el portón de hierro abierto.
—¿Félix?—lo vio acercarse, demasiado agitado y asustado—Pensé que estabas adentro, ¿a dónde fuiste?
—Lo siento—empezó a llorar.
—¿Qué es lo que pasa?—preguntó, viendo a lo lejos como algunas personas pasaron los portones de hierro de la entrada. Frunció el ceño y cerró los puños, ¿por qué estaban entrado así?—Entren, yo me haré cargo.
Jisung obedeció rápidamente, jalando a Félix hacia el interior también al identificar el uniforme del castillo, por ningún motivo debían saber que él estaba ahí.
—Espero que no quieran entrar—susurró Jisung, apenas asomándose por la ventana.
—No creo que Minho los deje—negó el pelinaranja.
—¿Qué hacen aquí? Se supone que solo estarían en los límites del bosque, no deberían estar tan adentro—habló más para sí mismo que para Félix, confirmando totalmente que eran los soldados que su padre había enviado.
—Estaban siguiéndome—mordió su labio inferior, sintiéndose culpable—Salí por la puerta de atrás porque sabía que Minho no iba a estar de acuerdo con que saliera si no era necesario… Y tenía razón, me los encontré en el bosque cuando iba a encontrarme con Sunoo, prometo que no fui hasta el límite, no creí que estuvieran tan cerca—sonó desesperado, otra vez con muchas ganas de llorar.
—Está bien, tranquilo—Jisung acarició su espalda con suavidad, tratando de calmarlo—No fue tu culpa.
Félix asintió cortamente y se apartó de la ventana, escondiéndose entre sus manos.
En el exterior, Minho se detuvo frente a los tres soldados que habían entrado a su jardín, obstaculizándoles el paso. No volvería a dejar que pasaran más allá de lo permitido.
—No pueden estar aquí—Minho habló decidido, notando la superioridad con la que los soldados lo miraban—¿Qué quieren?
—El bosque sigue siendo parte de Windhall, por lo tanto, podemos estar aquí sin problemas—respondió uno de ellos, mostrándose seguro—Estamos buscando a un hada, lo vimos entrar aquí.
—No me importa si es parte de Windhall, este es nuestro hogar.
—Solo queremos al hada, lo vimos cerca del pueblo y ustedes no pueden pasar de esa zona—empezaron a caminar con la intención de buscarlo dentro de la mansión—Ninguno de ustedes, fenómenos, pueden estar cerca del pueblo, la consecuencia es la muerte.
—No van a llevarse a nadie—se negó, evitando que siguieran caminando—Es mejor que se vayan, no me importa lo que ustedes crean, no pueden estar aquí.
Minho trató de mantenerse tranquilo con tal de no comportarse de manera agresiva a pesar del enojo que sentía por la invasión en su hogar, sin embargo, todo el enojo acumulado explotó cuando uno de ellos lo tomó del cuello de la camisa y lo empujó a un lado, haciéndolo caer directamente al suelo de golpe, dándole uno de ellos un par de golpes en el rostro que lo hizo quejarse.
No pudo evitarlo, ¿de qué otra manera iba a hacerlos entender entonces? Al final, siempre terminaban provocándolo, sacando su peor lado.
Olvidando por completo el dolor de la caída y el golpe, Minho se levantó, cegado por el enojo y con total agilidad golpeó por detrás a uno de ellos, haciéndolo caer al instante. Los otros dos lo miraron sorprendidos, dándose cuenta de que ya no parecía verse normal. No querían dejarse llevar por su ahora aterrador aspecto, pero era inevitable no sentirse asustados con solo notar el tamaño de sus dientes, el color de sus ojos y garras, fácilmente podría acabar con ellos, sin embargo, no corrieron.
—Aléjate, monstruo—apuntó uno de ellos con su arma, sintiéndose valiente con esa acción—Tú eres el monstruo que mató a los soldados del castillo, ¿no es así? El que debe morir eres tú, no eres más que un peligro.
—Yo les dije que se fueran—su voz salió demasiado profunda, tanto que erizó la piel de los soldados—Solo debían irse.
Con facilidad, Minho logró arrebatarles sus armas, tirándolas hacia un lado sin dejarles la posibilidad de que las alcanzaran. Con fuerza los empujó, escuchándolos jadear adoloridos; sin control alguno, empezó a golpearlos, esquivando cada golpe que ellos intentaban darle, viendo como poco a poco, se quedaban sin energías.
Sabía que solo ellos tres no podrían con él.
—Nos iremos—dijo un soldado con la voz temblorosa, sintiendo su propia sangre caer en la comisura de su boca—No nos mates.
Al escucharlo suplicar, Minho se detuvo de inmediato, apartándose de ellos. Tan pronto se alejó, los tres corrieron como pudieron fuera del jardín, perdiéndose entre los árboles del bosque.
Su respiración seguía agitada, pero ahora su preocupación se hizo presente. Vio sus manos temblorosas, llenas de sangre y con algunos rasguños. Empezó a sentirse ansioso, regresando en sí mismo, preocupado por la reacción de Jisung al verlo así, casi seguro de que le tendría miedo. Se quejó en voz baja al sentir su piel quemar de nuevo, todas las emociones revolviéndose en su interior.
Sin poder soportar el ardor, Minho corrió hacia el interior de la mansión, encontrándose con Jisung justo al otro lado de la puerta.
Félix quiso decir algo, quiso disculparse con Minho por ponerlo en esa situación, pero no tuvo tiempo para nada de eso cuando ambos lo vieron correr escaleras arriba, escuchándose un portazo que indicaba que Minho se había encerrado en su habitación.
—Yo no quería que esto pasara.
—Está bien, iré con él—dijo Jisung, dirigiéndose a las escaleras hacia su habitación.
Tocó varias veces sin obtener respuesta, suponiendo que Minho no deseaba que nadie se acercara, pero Jisung sabía que mientras más lo siguiera alejando, más difícil sería para él encontrar la calma.
Sabía que podía ayudarlo.
—Min, solo quiero saber cómo estás—dijo a través de la puerta, esperando una respuesta.
Asustado, en el interior de la habitación, Minho sintió un cosquilleo ante la manera en la que lo llamó. No era primera vez, Félix ya lo había llamado así, pero que Jisung lo hiciera se sentía diferente.
Después de unos segundos pensándolo, Minho abrió la puerta y se alejó, dejando que Jisung entrara.
—No sé de qué hablaban, yo no maté a ningún soldado—negó rápidamente cuando el menor cerró la puerta tras él—Yo no hice nada de lo que ellos dicen—estaba desesperado, no quería que Jisung pensara eso.
—Lo sé—dijo sin dudar, viendo sus manos ensangrentadas—Estás herido—cambió de tema, dándole a entender que no hablaría más sobre eso porque sabía que no había hecho nada malo—Déjame ayudarte con eso.
Confundido, Minho asintió lentamente, tomando asiento en la orilla de su cama, viendo cada movimiento de Jisung, caminando de un lado a otro buscando algunas cosas hasta que se detuvo frente a él, agachándose un poco hasta sus manos.
—¿Te duele?—preguntó, limpiando los rastros de sangre de sus nudillos. Minho asintió.
—Querían a Félix… No sé en qué momento se fue, quizás debí prestar más atención.
—No te preocupes por eso, Félix no es un niño—escuchó a Minho sisear mientras terminaba de limpiar sus manos—Además, nadie sabía que los soldados estarían tan cerca, se supone que solo estarían en los límites.
—Aún así…
—No, Minho—soltó sus manos y elevó la mirada hacia la suya—Nadie tiene la culpa de todo lo que está pasando.
—Lamento haber actuado tan agresivo.
Jisung suavizó sus expresiones y suspiró, levantándose y posicionándose sobre el regazo de Minho, a horcajadas.
Minho abrió los ojos en sorpresa por tal atrevimiento, pero no dijo nada al respecto, simplemente llevó sus manos alrededor de su cintura para sostenerlo, sintiendo su respiración demasiado agitada y su corazón latiendo fuertemente. No estaba acostumbrado a ese tipo de acciones, por lo que no sabía cómo debía actuar, haciéndolo sentir torpe.
—Tienes sangre aquí también—murmuró Jisung, enfocando su vista en la pequeña cortada que tenía a un lado de su frente, en la parte descubierta—Ese tipo no tuvo por qué golpearte así, no lo habías lastimado—negó con la cabeza, molesto por la manera en la que los soldados se comportaban, siendo violentos sin motivo alguno—Necesito limpiar la otra parte también—dijo, refiriéndose a la parte de su rostro que ocultaba la máscara.
Minho cerró sus manos en la cintura de Jisung, negando lentamente.
—Puedo hacerlo yo—dijo tímidamente, esperando que Jisung no insistiera en ello.
—Mi intento por ver que escondes no sirvió—rió cortamente—Dejaré que lo hagas entonces, voy a cerrar los ojos.
—¿En este momento?
Jisung asintió con obviedad, entregándole una toalla limpia y húmeda, manteniéndose en la misma posición.
—No haré trampa—aseguró, procediendo a cerrar los ojos frente a él—Esperaré a que estés listo.
Minho dudó unos segundos, pensando en lo arriesgado que sería quitar su máscara y que Jisung abriera los ojos justo en ese momento. Pero confiaría en él.
Tras un largo suspiro, Minho desató el nudo en la parte trasera de su máscara, dejándola deslizarse cortamente por su rostro hasta que se la quitó por completo, dejándola a un lado para empezar a limpiar su rostro, dándose cuenta de que en efecto, tenía un poco de sangre. Eso lo hizo preguntarse qué tan lastimado estaba, no se dio cuenta en qué momento lo lastimaron tanto.
—¿Ya puedo abrir los ojos?—preguntó Jisung, curioso por verlo.
—Todavía no—respondió Minho, apresurándose a ponerse la máscara de nuevo cuando hubo terminado.
Cuando ya la tuvo puesta correctamente, Minho se mantuvo quieto y en silencio, apreciando el rostro de Jisung, admirando sus mejillas y su adorable lunar, deteniéndose en sus finos labios. Minho tenía la suerte de poder decir que había besado a alguien tan lindo como lo era Jisung, podía decir que eran tan suaves como los había imaginado.
Realmente era afortunado.
Preso de sus propios deseos, se acercó lo suficiente a su rostro sin despegar la mirada de sus labios, demasiado inmerso en la necesidad de probarlos otra vez. Estaba tan cerca, tanto que sus respiraciones se mezclaron; inclinó levemente la cabeza hacia un lado, buscando la posición adecuada para que sus labios encajaran, apenas rozándolos con timidez. Sus manos viajaron instintivamente hacia sus mejillas para sostener su rostro y sin pensarlo más, rompió la corta distancia entre los dos, presionando sus labios suavemente contra los de Jisung en un inocente beso que no tenía intenciones de convertirse en algo más que eso.
Jisung cerró ambas manos en un puño ante el contacto inesperado, nervioso y con el corazón agitado.
Minho movió apenas sus labios, logrando que Jisung hiciera lo mismo casi por inercia; aprovechó ese pequeño momento para atrapar su labio inferior entre los suyos, dejando que Jisung tomara el control en ese momento. Bajó sus manos hasta su cintura, rodeándola con ambos brazos para acercarlo más, sintiendo el cálido aire de sus respiraciones agitadas por obtener más del otro.
Jisung rodeó con sus brazos el cuello de Minho, dejándolos descansar sobre sus hombros mientras el beso escalaba cada vez a un nuevo nivel. No podía explicarlo, la manera en la que Minho lo besaba con tanta dedicación y delicadeza, sin ser brusco o descuidado con él, simplemente haciéndolo sentir bien con solo esa acción, como si fuera frágil y tuviera miedo a dañarlo.
Con lentitud y sin muchas ganas de hacerlo, Minho rompió el beso, alejándose solo un poco para poder mirarlo. Sonrió tímidamente, desviando la mirada los brillantes ojos del menor.
—Ahora tienes vergüenza—susurró Jisung sobre sus labios, apenas tocándose.
—Te veías lindo con los ojos cerrados—confesó, sintiendo sus mejillas arder. Se abrazó más a su cuerpo sin intenciones de alejarse, sosteniéndolo con fuerza.
Jisung sonrió enternecido, jugueteando vagamente con los cabellos que caían desordenados en su nuca.
—Entonces por eso me besaste.
Minho iba a responder, a disculparse por haberlo hecho sin preguntar, pero esta vez, Jisung lo interrumpió, dejando un fugaz beso sobre sus labios, sonriendo ampliamente al notarlo sorprendido.
—Está bien si me besas—le dijo, sintiéndose cómodo con la cercanía entre ambos.
Con el corazón agitado, Minho asintió, recostándose sobre su hombro, cerrando los ojos al mismo tiempo que se abrazaba más a su cuerpo, sintiendo suaves caricias en su cabello.
Ciertamente, Minho no se imaginó encontrarse así con alguien, ese tipo de emociones seguían siendo demasiado nuevas para él, creyó que esos sentimientos eran imposibles, pero ahí estaba, con un lindo chico que había cambiado sus días y lo dejaba refugiarse en sus brazos sin quejas. No quería que eso terminara, quería seguir sintiéndose importante y en calma.
Entonces, ¿el amor si era posible para alguien como él? No lo había pensado antes, pero ahora, con Jisung en su vida, parecía ser una posibilidad.
Tal vez era unilateral, pero la oportunidad de sentirse así era más de lo que algún día imaginó tener.
Todo gracias a Jisung.
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—Encontramos al culpable del asesinato de nuestros cinco soldados.
El rey elevó una ceja, atento a lo que sus soldados le estaban diciendo luego de verlos lastimados y con señales de ataque.
—¿Y lo dejaron ir?—preguntó sin dejar de mirarlos—Debieron acabar con él y no huir.
—No huimos sin luchar, su Majestad—intervino uno de ellos, juntando sus manos en el frente—Es más fuerte que nosotros, éramos tres contra él solo.
—Y es por eso que debieron matarlo—habló la reina, totalmente molesta por la incompetencia de sus soldados—De seguro está tramando atacarnos, por eso mató a sus compañeros. ¡Debieron hacer algo al respecto!
—Lo sentimos, su Majestad—los tres se inclinaron, avergonzados y temerosos por las consecuencias—Teníamos miedo de morir.
—¿Por qué son soldados entonces?—preguntó el rey, viéndolos con superioridad desde el trono—Su deber es morir por Windhall y los Reyes si es necesario. No tienen honor, huir de una criatura mágica es ridículo.
Los tres hombres guardaron silencio sin agachar la cabeza, recibiendo el regaño y la humillación frente a los guardias y empleados que estaban ahí.
—No pasará de nuevo—el mayor de los tres dio un paso hacia adelante, manteniéndose firme—Prometo que daremos la vida si es necesario por protegerlos.
—No confío en ellos—murmuró la reina hacia su esposo—Necesitamos personas competentes.
El rey suspiró.
—Lárguense de aquí—hizo un ademán con la mano, señalando la puerta del salón—Ustedes van a guiar a los demás soldados hacia esa mansión y van a matar a esa bestia, y para asegurarme de que van a cumplir con su palabra, irán al frente.
Los tres asistieron, haciendo una reverencia antes de salir, agradeciendo en silencio haber sido perdonados.
—Necesitamos deshacernos de cualquier amenaza—dijo el rey, manteniéndose con un semblante serio cuando estuvieron solos—No sé qué sea esa criatura, pero los rumores de la mansión son ciertos.
—No sabemos qué tipo de criatura es… Escuchaste lo que le hizo a cinco de nuestros soldados, tiene que ser demasiado fuerte para enfrentarlos sin problema.
—No es invencible, estoy seguro que no podrá contra un ejército.
—De seguro él lidera el ataque hacia el castillo—supuso la reina, uniendo los puntos—Al parecer, es la criatura más fuerte del bosque, nadie sabe qué es o si hay más como él. De seguro envió a los cambia formas para buscar información.
—No importa eso, solo sé que estamos en una posición vulnerable si no le ponemos un alto. No voy a perder mi corona por ellos—se negó rotundamente, poniéndose de pie—Me gané esta posición y nadie me la va a quitar—cerró las manos en puño—Fui más fuerte que los Lee, merezco lo que tengo.
La reina asintió de acuerdo, pero en su interior estaba demasiado asustada, creyendo que tal vez estaba pagando por lo que hicieron hace quince años atrás cuando tomaron el poder. Debió suponer que un día pasaría, ¿cómo es que creyeron que serían intocables? Tuvo que anticiparlo, ahora todos estaban en peligro, pero sin duda alguna, pelearía por su corona también.
El Reino de Windhall ahora era suyo y nadie iba a quitarle ese poder.
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Ya mero se viene el drama.
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