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𝓦𝓮

Entonces el chico reptil giro el rostro, solo para encontrarlo a él.

Primero se descolocó, porque si de por sí ya había sido raro encontrárselo una vez en el pasado ahora lo era el doble ¿Qué hacia un chico como él allí?

El mar empezaba a agitarse sin aviso previo, algunas olas rompían contra unas pocas rocas pequeñas cerca de la orilla. Su agua chispeante dejaba caer miles de gotas sobre su cuerpo doblado y hondamente triste. La criatura ladeo la cabeza, curiosa. El viento corría de un lado a otro sin parar y se enfriaba al contacto con el océano. El sol caía perezosamente y sus rayos se filtraban por las nubes deshilachadas, pero ni eso lo detuvo de derramar sus penas. Sus cabellos rubios hondeando en el aire, sus mejillas rojas por el dolor y el Astro Rey que acariciaba su cabeza tiernamente.

Pico parpadeo un par de veces, como si se negara a creer lo que estaba viendo ahora. La imagen que se había hecho horas atrás con el príncipe, quedaba opacada por la que ahora contemplaba ante sus ojos. Era de una belleza fuera de este mundo, inimaginable.

Sin darse cuenta, dio un par de pasos hacia él sin malas intenciones. Sin embargo, el ruido de la basura y hojas secas que había allí hicieron que sus pasos resonaran y que el ojiazul volteara a verlo. Pico elevo ambas cejas en señal de sorpresa, pero el otro ni se movió.

Por los rayos brillantes que caían sobre ambos, no pudo descifrar su expresión al momento. Sin embargo, achicó los ojos y entonces pudo notar, no sin pena, lo que su mirada inspiraba.

De terror puro, de arrepentimiento inmediato. Era como si se hubiera agachado debajo de su cama y un monstruo se hubiese pasado a saludarlo ... Técnicamente, así era.

Pico, cansado del silencio y un poco abrumado por su primer contacto humano, habló.

Hola – Susurro en voz casi inaudible. Se mantuvo a varios pies lejos – No te voy a hacer daño – Dijo, a pesar de que sabía que esas no eran las palabras correctas que debía de utilizar si quería la confianza del hombre ¿¨No te voy a hacer daño¨? ¿Ósea que puedes hacerlo, pero no quieres por algún retorcido motivo que no conozco?

El hojiblanco noto como los músculos de sus brazos se tensaban en su delgada camisa, así mismo sus piernas y espalda se erguían en lo que parecía ser una pose a la defensiva. Levanto ambas manos, maldiciéndose en su interior por haber nacido con esas condenadas garras.

No, en serio. No te voy a hacer nada. No quiero lastimarte.

El ojiazul inclino la cabeza un poco, entreabriendo los labios como si quisiera decir algo. Pico noto un sudor frio recorrerle la espalda.

En serio, es lo último que quisiera hacerte ... A ti.

Senpai, todavía cuidadoso, se medió escondió detrás de la gran roca con rapidez. Al notar que el hombre reptil frente suyo no hacía nada, se animó a levantar la vista hacia él.

Al principio, y desde lejos, creyó que se trataba de algún vándalo con un disfraz de reptil muy bien trabajado. Y muy pronto se dio cuenta de que no era así. Aún peor, cuando camino hasta él el corazón quería salírsele del pecho. Reconoció sus horrendos ojos, aquellas dos lucecitas blanquecinas que lo atormentaban día tras días y a los que tanto le temía. Su cerebro le sugirió que huyera, pero no lo hizo.

Al conocer a su dueño y escuchar su voz por primera vez, por algún motivo dejo de sentir miedo. Sintió más bien ... Curiosidad. Como si fuera un niño pequeño y aquel monstruo que lo acechaba entre las sombras se transformaba en una pila de ropa y juguetes al encender la luz. Darle un rostro al miedo había reducido su intensidad.

Pero aun así no dejaba de estar a la defensiva.

Susurro un ¨ ¿Qué eres? ¨ demasiado bajo, hasta para él. El mar dejo de agitarse, más no el viento. Pico se detuvo a un metro de él. Todos sus instintos le pedían que corriese, pero no lo hizo. Una especie de trance lo mantenía sujeto a esa roca y atado a las circunstancias.

El tiempo se detuvo, el viento dejo de soplar.

Uh – Inicio Pico, empezando a notar la cercanía entre sus cuerpos. Menos de metro para tocar a Adonis – Me llamo Pico, hola ¿Cómo te llamas tú?

Se sentía torpe y enorme, quizá había vendido su precaria libertad por un par de ojos azules y una cara bonita.

No lo entendía.

¿Pico? – Repitió el chico - ¿Tú nombre es ... Pico?

Uh, sí. Así es. 

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