Creo que también deberíamos hablar sobre su ciudad.

La que estaba amurallada por enormes hileras de concreto y fierros retorcidos. La que a veces da miedo.

Ninguno de sus habitantes había podido dar con la respuesta a la pregunta, la pregunta sobre la muralla y su existencia en primer lugar.

Era gente común, que sentía, que amaba y lloraba al igual que los humanos. Las innumerables diferencias que los mantenían alejados no eran obstáculo para convivir en armonía. Si tan solo pudieran, si tan solo ellos se dejaran querer.

La respuesta vino hace un mes, puede que un poco más. La respuesta a la muralla y porque los mantenía prisioneros, junto a su domo de cristal grueso.

Eran la peste, escoria y monstruos. Eso eran, y no había otro modo que desaparecerlos a todos de una vez antes de que se rebelaran en su contra.

Porque ¿A quién se le ocurre un día irse a dormir siendo dueño de un pedazo de tierra, y despertar y descubrir que un fulano es el soberano legal y legítimo? Todo porque quiso existir. Todo porque así quiso nacer. Literalmente por eso.

Y si ya había pasado una vez, volvería a pasar. Por eso tenían que deshacerse del chico y su familia. Y también de los demás, porque eso de andar matando gente para que no te quiten lo que es tuyo como que muy buena impresión no deja.

Eso era lo que tenía preocupado al de orbes blancos. Cada día que avanzaba más por el apestoso túnel oscuro podía escuchar el tañido de un reloj que se quedaba sin cuerda. Una cuerda que se ataría al cuello de su amado y lo ejecutaría. Y él no quería eso, era demasiado bello para morir.

El túnel era, pues, su salida de emergencia. No podías evacuar a toda una ciudad en menos de un mes sin levantar sospechas. Los pocos que se salvarían serían sus amigos y él, ni siquiera sus padres (Oh, como los odia. A ellos si merecen dispararles y hacer como que nunca existieron). No era cruel, hasta tenía pensado contárselo a algún fulano para que escapara de la ciudad-bomba luego de que ellos se fueran.

Mientras pensaba en esas cosas, en túneles infinitos, disparos y bombas, gente extraña y en él, también pensaba en el de orbes azules. En lo lindo que era y en lo mucho que le gustaba, por más que quiso que fuese de otro modo. Que hubiese sido otra persona.