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Cap 5

El contry sonrió de manera astuta mientras observaba a Paraguay, quien, aún pálido y tembloroso, trataba de mantener la compostura. Su mirada fría se posó en el joven guaraní, notando la incomodidad que sus palabras habían causado.

—"Nada se desperdicia en mi tierra", repitió el contry, sus ojos brillando con codicia. "Este tipo de... belleza... tiene un propósito mucho más grande que este trabajo. No puedo permitir que se desperdicie aquí entre las piedras y el sudor."

I.Español, que había estado observando en silencio, levantó una ceja, impresionado por las palabras del contry, pero también consciente de la tensión que se había generado. No podía negar que, en el fondo, ambos sabían que Paraguay tenía un valor mucho mayor que el que se le otorgaba en los duros trabajos de la colonia. La inocencia y belleza del joven eran recursos que no podían dejar pasar.

Paraguay, sintiendo el peso de las miradas de los hombres, intentó mirar al suelo para evitar que los demás pudieran ver las lágrimas que aún luchaban por salir. Pero la angustia lo sobrepasaba, y, sin poder contenerse, dejó escapar un sollozo débil. No quería mostrar debilidad, pero la situación lo superaba.

Guaraní, que había estado observando en silencio desde su posición, sintió una punzada de dolor al ver a su hijo de esa manera. Sus ojos se llenaron de rabia, y, sin poder contenerse más, dio un paso adelante, gritando con toda la furia que una madre puede tener al ver el sufrimiento de su hijo:

—"¡No! ¡Ndaipóri mba'eve oñembotyhẽ! (¡No! ¡No hay nada que puedan rompernos!)"

I.Español y el contry la miraron con sorpresa. En un impulso, Guaraní levantó una roca que había estado cerca, golpeando al guardia más cercano con toda su fuerza. El hombre cayó al suelo, inconsciente, mientras los demás guardias reaccionaban rápidamente.

—"¡Ñande ru! (¡Basta!)" —gritó Guaraní, mirando a los opresores con ojos ardientes de furia. "¡Ñande py'a! (¡Mi corazón no será doblegado!)"

El contry y los guardias se apresuraron a rodear a Guaraní, sujetándola con violencia, mientras I.Español observaba la escena con calma. Había algo en el comportamiento de Guaraní que lo intrigaba, una fuerza indomable que no podía dejar de admirar.

—"¡Llévenlos a las celdas!", ordenó el contry con voz autoritaria, mientras señalaba a los prisioneros. "Nada de esta belleza debe ser desperdiciado. No solo aquí, en las tierras donde pertenecen, sino... en otros lugares. Mis planes para ustedes aún no han terminado."

Los guardias, sin dudar, comenzaron a arrastrar a Guaraní y Paraguay hacia las celdas. El contry se quedó mirando por la ventana de la torre, observando cómo se llevaban a los prisioneros. La luz del atardecer iluminaba sus rostros, y el brillo en sus ojos denotaba que su interés en Paraguay no era meramente por su trabajo, sino por algo mucho más oscuro.

—"Es una lástima que estén despccio"

El contry siguió mirando por la ventana, sus ojos fijos en Paraguay y Guaraní, mientras los guardias los arrastraban hacia las celdas. La escena lo fascinaba, pero también lo inquietaba. Podía ver en Paraguay algo que otros no lograban ver: no solo la belleza de su juventud, sino una especie de pureza que lo hacía valioso de una forma que no podía ser ignorada.

—"Es una lástima que estén desperdiciando estas joyas en las rocas", murmuró para sí mismo, como si estuviera pensando en voz alta. "Tal vez... tal vez hay otro destino para este joven. Algo mucho más... lucrativo."

Se giró lentamente, mirando a I.Español, que observaba la situación con una ligera sonrisa en sus labios, aunque con una mirada calculadora en los ojos.

—"Este joven...", dijo el contry, refiriéndose a Paraguay, "tiene el tipo de belleza que no se debe desperdiciar. Podría servir en otros lugares... de manera mucho más... placentera para mí y mis hombres." Su tono se hizo más oscuro y sinuoso. "Podría ser muy útil... no solo como trabajador."

I.Español asintió lentamente, aunque sus ojos mostraban un ligero brillo de desdén. No le gustaba la forma en que el contry hablaba de Paraguay, pero sabía que, en el fondo, el poder estaba en la belleza y la juventud. Sin embargo, la forma en que el contry deseaba usar a Paraguay le daba un leve malestar.

—"No estamos aquí para decidir esos destinos ahora", respondió I.Español. "Lo que importa es que esa belleza, esa inocencia, puede ser... beneficiosa, si se sabe aprovechar. Pero también debemos tener cuidado. No es momento para tomar decisiones apresuradas."

El contry sonrió, pero su expresión estaba llena de ambición y deseo.

—"Nada se desperdicia en mi tierra", repitió, su voz grave y segura. "Nada. Este joven es una joya, y las joyas como estas no deben quedar en las sombras. Veremos qué utilidad puede tener."

Mientras tanto, en las celdas, Guaraní y Paraguay estaban siendo arrastrados por los guardias, que los empujaban con rudeza. Guaraní luchaba con todas sus fuerzas, pero sabía que enfrentarse directamente a los guardias solo podría empeorar las cosas. Con cada paso que daban hacia las celdas, el dolor y la angustia crecían dentro de ella. Miraba a su hijo, quien caminaba a su lado, con el rostro lleno de dolor y agotamiento.

Paraguay, a pesar de todo, trataba de mantener la calma, pero el miedo se reflejaba en sus ojos. No podía dejar de pensar en las palabras del hombre, y temía por lo que le esperaba. Algo en su interior le decía que su destino ya estaba sellado, y no sabía cómo enfrentarlo. El peso de las rocas que había tenido que cargar aún le dolía en los hombros, pero lo que más le afectaba era la idea de lo que Guaraní había hecho por él, y cómo eso los había puesto en peligro.

Guaraní, al ver el dolor en el rostro de su hijo, no pudo evitar sentirse culpable, aunque sabía que no había otra opción. Ella había hecho lo necesario para protegerlo, pero ahora parecía que los dos estaban condenados a un destino aún más oscuro.

A medida que los llevaban hacia las celdas, el contry los observaba desde la ventana, con una sonrisa sutil en su rostro. Se giró lentamente hacia I.Español una vez más.

—"Es fascinante", dijo en voz baja, como si estuviera hablando consigo mismo. "La belleza de la juventud, la pureza... esos son los tesoros más valiosos. Pero en mi tierra, no se dejan escapar. Ya verás, I.Español, ya verás..." Dijo para salir por la puerta con una sonrisa, y dejando a I.Español con una cara sería por las palabras.

El eco de sus palabras llenó la habitación, y su mirada se desvió hacia Paraguay y Guaraní, con la esperanza de que, de alguna manera, las circunstancias cambiarían a su favor.

Mientras tanto, Guaraní y Paraguay llegaban a la celda, siendo empujados dentro con dureza. La puerta de hierro se cerró tras ellos, resonando en la fría oscuridad. La joven madre abrazó a su hijo con fuerza, sin poder evitar que las lágrimas comenzaran a correr por su rostro. Sabía que sus palabras de lucha y resistencia habían sido en vano. El futuro era incierto, y la oscuridad de la opresión parecía consumirlos.

Paraguay, con el rostro empapado en lágrimas, se aferró a ella con fuerza, buscando consuelo en su abrazo. No decía nada. El miedo lo había dejado sin palabras. Pero Guaraní, aunque dolida por ver a su hijo así, sabía que debía mantener la esperanza.

"Ñande ru, jey oúta. (Nuestro padre, esto no ha terminado)." Con estas palabras, trató de infundirle a Paraguay algo de fortaleza.


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