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Cap 3

El alba despuntaba con su habitual indiferencia, iluminando las celdas donde Guaraní y Paraguay dormían, exhaustos. El sonido metálico de una llave girando en la cerradura los despertó abruptamente. Los guardias entraron con pasos pesados, gritando órdenes.

—"¡Levántense, salvajes! Es hora de ganarse el pan."

Guaraní ayudó a Paraguay a levantarse. Aunque las cadenas limitaban sus movimientos, su mirada seguía siendo firme. Al tocar el hombro de su hijo, le susurró con suavidad:

—"Paraguay, eñembo'y. Ajevýta ñane mbarakaja rembiasakue ha'e yvateve ñane espíritu."
("Paraguay, levántate. Nuestro sufrimiento solo eleva nuestro espíritu.")

Los llevaron a un campo de trabajo donde otros prisioneros guaraníes se esforzaban bajo el sol abrasador. El trabajo era brutal: cargar herramientas pesadas, cortar maderas y excavar la tierra. Las cadenas en sus tobillos y muñecas dificultaban cada tarea.

Paraguay, todavía débil por sus heridas, se esforzaba por mantenerse firme. Un guardia le entregó un hacha, un arma tosca y pesada. Intentó usarla, pero su inexperiencia y el cansancio lo traicionaron. Un mal movimiento hizo que la hoja se deslizara, cortándole profundamente la palma de la mano.

El grito desgarrador de Paraguay resonó en el aire, y la sangre comenzó a manchar la herramienta y el suelo. Guaraní, que estaba trabajando en otro extremo del campo, levantó la cabeza al instante.

—"¡Paraguay!"

Dejó caer su carga y corrió hacia donde estaba su hijo. Su corazón latía con fuerza, el miedo mezclándose con la rabia. Pero lo que vio al llegar fue peor de lo que había imaginado. Un guardia español, furioso por el error de Paraguay, lo sujetaba del cabello y lo golpeaba brutalmente con el mango de su arma, dejando marcas en su rostro y torso.

—"¡Aprende a trabajar, bastardo inútil!"

Paraguay, llorando de dolor, murmuró entre sollozos:

—"Che sy, py'ajerá."
("Madre, duele.")

Guaraní, al ver a su hijo maltratado, sintió una furia que no podía contener.

—"Epoity chupe ko'águi. Ani rembota che ra'y peve!"
("¡Suéltalo ahora! ¡No vuelvas a tocar a mi hijo!")

Con un movimiento rápido, Guaraní tomó al guardia por el cuello y, con una fuerza inesperada, lo golpeó contra el suelo. El hombre quedó inconsciente, su arma rodando lejos de su alcance.

Paraguay, cubierto de sangre y lágrimas, miró a su madre con una mezcla de alivio y terror. Pero antes de que Guaraní pudiera abrazarlo, otros guardias se dieron cuenta del alboroto. Corrieron hacia ellos con sus armas desenfundadas.

—"¡Deténganla! ¡Esta salvaje nos ha atacado!"

Guaraní no se resistió mientras la sujetaban, sus ojos seguían fijos en Paraguay, buscando asegurarse de que estaba vivo.

—"Paraguay, eñeha'ãreko. Ñande ru ha ñande yvy añónte oipysyrõ ñande."
("Paraguay, resiste. Solo nuestros ancestros y nuestra tierra nos protegerán.")

Los dos fueron arrastrados al interior del campamento (o castillo) y llevados ante el encargado principal, el I.Español. Este hombre de mirada fría y arrogante observó la escena con calma, como si disfrutara el espectáculo.

—"Sueltenlos" ordenó a los guardias, y luego miró a los prisioneros.

Guaraní y Paraguay fueron empujados al suelo frente a él. El I.Español se levantó lentamente de su asiento y caminó hacia ellos. Estudió a Guaraní, cuyos ojos aún ardían con rabia, y luego a Paraguay, debilitado pero desafiante.

Guaraní, sin miedo, levantó la voz en su lengua.

—"Ore ndaikatúi oremosẽ ore teko ha ore yvy-gui. Pejo'avy. Ko'águi peẽrã oikuaava'erã maña araka'eve ndoiporiahuverekóiva peteĩ tekove."
("Nunca podrán quitarnos nuestra esencia ni nuestra tierra. Están equivocados. Deberán aprender que la avaricia nunca perdona a una vida.")

El silencio se hizo más pesado en la sala. Los guardias esperaban ansiosos la respuesta del I.Español, mientras Paraguay miraba al suelo, sus manos temblando por el dolor y la ira contenida.

El I.Español sonrió levemente, pero su respuesta aún no se ha revelado, como si el destino estuviera decidiendo cuál será el siguiente paso en esta amarga lucha por la libertad.

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