Prólogo
Advertencias: Descripciones explícitas de violencia.
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Fumiko nunca conoció a su padre, pero por los relatos de su madre lo asociaba a un hombre fuerte, que incluso contaba con una habilidad similar a la suya, pero un día simplemente desapareció sin decir adiós. Pasaron por cosas abrumadoras, y solo podían aferrarse la una a la otra rogando vivir otro día, quizás eso formó al monstruo insaciable que era ahora.
A sus tiernos diez años se mudó a las afueras de la ciudad, “No puedes confiar en nadie, ellos son malas personas, especialmente los hombres” decía su madre mientras acariciaba los cabellos albinos de su hija “El mundo puede ser horrible”.
Fumiko Kento era por mucho una niña reprimida, pues sentía que le debía cierta estabilidad a su madre por todo su esfuerzo. Solo años después entendería que no era correcto llorar en voz baja hundiendo su cara entre las almohadas para no causarle penas a la mujer.
No aplicó el examen de ingreso a la universidad, y su madre la apoyó. En el fondo la mujer sospechaba que lo mejor era que su propia hija no destacara, pues era bien sabido que las personas con habilidades sobrenaturales están atadas a una tristeza enorme.
El departamento de poderes sobrenaturales de Japón contactó a la menor ofreciéndole un programa de apoyo para su condición apenas cumplió la mayoría de edad, pero los rechazó, siempre fue arrogante pero nunca tanto como esa vez.
Días después en la madrugada derribaron su puerta algunos desconocidos buscando a la menor.
Salieron por la puerta trasera, descalzas y agitadas. La mayor apretaba la mano de su hija hasta que fue derribada por una bala que atravesó su cráneo partiéndolo a la mitad. Fumiko cayó, pero no porque estuviera herida. Dejó de sentir fuerzas en su piernas cuando fue tomada por un tipo de traje y cabellos negros.
—Buenas noches señorita, soy Wilhem Grimm —la arrastró sin consideración, solo se detuvo cuando bajó la mirada a las rodillas raspadas de la joven—. Estoy siendo mal educado, necesito que me acompañe, le explicaré la situación cuando estemos en el búnker.
Las gruesas lágrimas impedían que viera con claridad, pero tenía la seguridad de que ese hombre poseía una habilidad especial, de otro modo no emanaría tanto egocentrismo. Las esporas comenzaron a despegarse de la piel de Fumiko, estaba usando su habilidad solo porque no tenía el control total de ella.
El menor de los Grimm la soltó mientras uno de sus subordinados le estiraba una máscara antigases. La albina de ojos rubí trató de ponerse de pie, pero tan pronto como lo consiguió, el hombre de ojos azules le dió un golpe en la nuca logrando desmayarla, y así desactivando su habilidad.
Despertó atada en una celda de cristal, desorientada notó que apenas vestía una bata blanca. Comenzó a gritar y retorcerse para pedir ayuda, y cuando vió una silueta dentro de la habitación tiró de sus ataduras con más fuerza—. ¡Por favor! ¡Ayúdame!.
Un hombre mayor de bigote le sonrió de manera extraña—. Lamento la rudeza de mi amigo, no es muy amable últimamente, el trabajo no tiene totalmente abatidos —mostró una bandeja con comida, y la deslizó por una rejilla de la celda—. Responderé tus dudas, así que no te contengas, niña.
La albina apretó los dientes furiosa—. ¡¿Dónde está mi madre?!.
—Muerta, pero no te preocupes pues le dimos santa sepultura, soy un hombre de fé —dijo con los ojos entrecerrados—. Bueno, te reclutamos porque necesitamos tu habilidad para dormir a Yokohama y robar las habilidades de otros usuarios…
—¡Mientes! ¡Mi madre no está muerta! —se negaba a creerlo, pero ella misma recordaba la imagen de su cráneo destrozado—. ¡Dejame ir! ¡No diré nada!.
El mayor arqueó las cejas curioso—. ¿Por qué haría eso?, te buscamos porque queremos usar tu habilidad, evidentemente no te dejaré ir porque sospecho que la familia de strigoii estará interesada en tí.
La de cabello largo dejó de escuchar aquello y dejó de tirar de las cadenas, solo pudo susurrar algo antes de caer al suelo frío resignada a ser usada, no podía escapar, no podía respirar, no podía vivir en un mundo tan horrible.
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Cada día durante dos semanas fue usada en un laboratorio, solo para medir el alcance de su habilidad, hasta que el doctor descubrió que lo mejor era guardar grandes cantidades de sus esporas del sueño para regarlas desde el cielo por toda Yokohama.
Para el mayor de los Grimm fue emocionante decirle que “En su sangre residía la resistencia” y que era mejor hacerla sangrar para liberar las proteínas alteradas que formaban los somníferos.
Casi como un cadáver rígido se resistía a cumplir sus órdenes, pero de una u otra forma siempre hacía lo que querían.
Fumiko solo era otra pieza en los engranes.
Perdió la noción del tiempo mientras la ataban a un extractor dentro de un avión que sería la causa de la caída de Yokohama. Sólo podía girar la cabeza de vez en cuando para evitar ver al otro Grimm, Jacob.
—Podemos dejarte ir cuando termine nuestra misión, pero esa será en dos años ¿Suena bien? —era tan arrogante como la luz que se filtraba por la puerta—. No me gusta herir a las mujeres, es curioso que golpeara a una antes de subir aquí. Pero prometo no lastimar tu cuerpo de no ser necesario.
Quiso decir algo cuando escuchó los disparos en el pasillo, pero Jacob se adelantó y la dejó sola otra vez. Casi veinte minutos después apareció una mujer de cabellos negros y ojos verdes, estaba mal herida y la sangre que emanaba goteaba hasta el suelo. Fumiko sonrió, quizás al fin podría morir en paz.
—Esos tipos estaban locos —la extraña giró buscando algo con que cubrir su desnudez, alcanzó una manta sucia que terminó en la cabeza de Fumiko—. No te muevas, te soltaré —y así lo hizo—. ¿Cómo te llamas, niña?.
—Fumiko —su voz no era nada humana, la garganta le dolía y estaba bloqueada por un gran nudo.
—Los hombres ya decidieron mucho por tí, si quieres salir puedes hacerlo con la frente en alto —dijo indiferente a su sufrimiento.
Las palmas de Fumiko tocaron el suelo y se rompió en mil pedazos—. ¡Mamá murió! ¡No tengo a nadie! —imitando a un niño, se aferró a su pierna desesperada.
La desconocida la miró con desaprobación—. Las cicatrices nos recuerdan que nuestro pasado fue real. Te dejaremos ir sin represalias, y si aún quieres algo a que aferrarte, te doy la bienvenida a la Port Mafia donde todas las alimañas nos hacemos compañía —se soltó de su agarre bruscamente—. Que curioso poder tienes, niña.
—¿Quién eres? —preguntó la de ojos rojos.
La otra mujer le dió una sonrisa a medias, con sus manos sostenía un pesado informe que le fue robado a la división de poderes sobrenaturales—. Soy Jane Austen, espero que no lo olvides, Fumiko Kento portadora de la “Resistencia”.
—Quiero ir a la Port Mafia…
Al fin público el fanfic que estaba esperando de Akutagawa. La protagonista tiene relación con el fic de Dazai que terminé hace poco, pero cuenta una historia diferente, está vez tratando de tomar una ambientación más cómica y de acción.
Por cierto, la apariencia de la OC tiene total relación con la trama y climax de la historia, no me lo saqué así nada más porque es extravagante.
-Honey.
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