02
La peli negra se negó varias veces a subirse a un coche para ir a donde una psicóloga que solo quería ver a su hermana. La directora no le dio muchas opciones y al final tuvo que subirse a la parte trasera de su coche para ir al pueblo.
Onix no se quejó más, no iba a servir de nada, pero Miércoles le lanzaba varias miradas de reojo para ver si estaba bien. La chica llevaba el uniforme negro de la escuela, con una camiseta negra lisa que con el logo de la academia, los pantalones de rayas gris y negro y sus nuevos guantes, aunque ahora llevaba los dedos tapados con ellos.
Onix se ajustó más el pañuelo que tenía como sombrero, le cubría todo el pelo y al llevar también gafas de sol solo se le veían sus labios color carmín. Durante el viaje al pueblo de Jericó, estuvo viendo el paisaje y por orden de su hermana memorizando todo el camino.
—La consulta de la doctora esta en el segundo piso. — habló Weems señalando al edificio con una sonrisa.
Miércoles se bajó del coche junto a su mochila, en donde llevaba a Cosa. Horas antes Miércoles fue a la habitación de su hermana para avisarle de que Cosa estaba como espía por sus padres, por ello le había obligado a ser esclavo de ambas. Onix le había aconsejado que se Cosa fuera con ella a la consulta y así poder escapar más fácilmente, como era costumbre, Miércoles hizo caso a sus sugerencias.
—No debería haber echo un viaje tan largo para traerme aquí directora. — le echó una mirada fugaz tanto a la rubia como a su hermana, quien estaba aún en la parte trasera ignorando la conversación. —Y mucho menos obligar a mi hermana a venir.
—Por tu expediente diría que intentaras escapar, estoy aquí para impedirlo. — habló Weems con una tranquilidad algo alarmante. — Tu hermana está aquí como incentivo, sé que no te irás sin ella.
—Pues buena suerte.
Con eso Miércoles cerró la puerta del copiloto y se fue a su consulta con la doctora. Onix miró como se alejaba y le echó una mirada a la directora, quien había sacado el móvil para entretenerse mientras. Onix miraba a la ventanilla, levantó la mirada minutos después a la segunda planta cuando vio a su hermana bajar por una tubería, fue entonces cuando su plan se puso en marcha.
—Perdone directora. — Onix se acercó al asiento del piloto y Weems la miró asombrada. Aún no había escuchado a la peli negra hablar. — Necesito ir al baño.
—Si, claro, puedes entrar en la consulta también. Creo que es el único lugar en donde hay baños.
La chica le agradeció mientras se ajustaba más el pañuelo negro de su cabeza y salió por la puerta. Comprobó que Weems no mirara en su dirección para luego correr por donde se había ido su hermana. Encontró a Miércoles esperándola en la entrada de una cafetería y entraron juntas, vieron al chico que estaba tras la barra y se pusieron delante suya.
—¡Oh! ¡Dios! ¡Que susto!— ninguna de las dos reaccionaron a su repentino susto, era lo que solían provocar en las personas cuando las veían. —¿Vais por ahí asustando a todo el mundo?
—Es más un hobbie. —contestó Miércoles mientras el humo de la cafetera que tenían delante se disipaba.
—Estudiáis en Nunca Más. — miró los logos de las chicas mientras lo decía, pero no había que ser muy listo para darse cuenta de que estudiaban allí por su aspecto terrorífico. — Os han cambiado el uniforme.
Onix puso los ojos el blanco, no se podía creer que un chico cualquiera les estuviera hablando diciendo cosas que estaban a la vista. La peli negra lo vio como a un chico inútil y dependiente al ver la cara de cachorro que llevaba, se parecía a un chihuahua.
—Un cuádruple con hielo y un té negro. — ordenó Miércoles con el asentimiento de su hermana. No solía pedir nada en cafeterías desconocidas, pero había salido de la academia sin tomar el desayuno, por lo que necesitaba algo que ingerir. — Es una emergencia.
—Si, bueno yo...
—Son cuadro vasos de café y calentar agua con una bolsita.
—Si, ya sé como se preparan, pero si no os habéis dado cuenta. — señaló la cafetera que seguía echando humo. —La cafetera está rota, y el agua no se calienta bien el el microondas. Tenéis de termo si queréis.
Onix bufó por el atrevimiento a hablarles de esa manera, entendía que era un adolescente al igual que ellas, pero en este caso eran unas clientas y no le estaba gustando la confianza repentina que había optado el chico chihuahua para hablarles. Miércoles habló malamente sobre las personas que bebían del termo, por ello Onix fijó su vista en el hombre que estaba escuchando todo.
—Nix, toma. —su hermana le tendió un pequeño cuaderno, al fijar su vista en el contenido pudo ver que estaba todo en italiano. Una de las lenguas que mejor dominaba Onix. —Si arreglamos la maquina él nos hará nuestro pedido.
Onix se acercó entonces por detrás de la barra y se puso en medio de los dos para poder mirar mejor la maquina. Empezó a leer las instrucciones por debajo de sus gafas de sol y miró al chico al notar su mirada insistente.
—¿Ocurre algo?
Si, algo ocurría. Tyler nunca había experimentado el sentimiento de la curiosidad y el entusiasmo al mismo tiempo, en parte porque no se esperaba que la voz de la chica fuera tan dulce y suave, por el otro lado nunca había tenido la atención de una chica tan hermosa como Onix. Aún llevando todas esas capas de ropa que solo dejaban ver sus labios, se podía ver a la distancia que ella era una mujer hermosa.
—No, claro que no. —carraspeo. — Me sorprende que sepas italiano.
—Sé más de veinte idiomas. — murmuró la chica mientras seguía leyendo. — Nunca me conformo con poco.
Levantó la vista y aún con su cara seria le dijo al chico lo que iba a necesitar para arreglarla. Con ello se puso manos a la obra junto a su hermana y en menos de dos minutos la maquina funcionaba con normalidad. Gracias al trato que hizo Miércoles sus pedidos estuvieron listos al segundo y con una buena propina Onix se fue a una mesa mientras Miércoles intentaba sobornar al chico para poder irse de allí con él.
—Supongo que no ha ido bien. — habló Onix mientras bebía de su té, ahora templado.
—No, no acepta sobornos. — Miércoles se sentó en frente de su hermana mirando por el ventanal que tenían al lado. — Solo pude conseguir que nos llevara en su coche después de su turno. Dentro de una hora.
Onix no pudo evitar soltar un bufido para luego seguir bebiendo de su té en total silencio. Era algo que las dos hermanas acostumbraban a hacer, estar en silencio en su compañía, y es que no necesitaban de palabras si querían comunicarse.
Miércoles conocía el lenguaje corporal de Onix, aunque ella nunca hiciera ningún movimiento extraño o que se note, su hermana los podía ver y comprender.
En cambio, Onix conocía las miradas de Miércoles. Podía parecer que su mirada siempre era la misma, al igual que su expresión seria, pero la verdad es que solo su hermana podía ver lo que ella transmitía. Y de esta manera las dos se comunicaban sin necesidad de palabras.
Onix no se había quitado ninguna capa de ropa de las que llevaba encima, tampoco lo hizo cuando tres adolescentes la miraron con repulsión desde el otro lado del ventanal. La peli negra pudo ver como se aproximaban a la puerta y tuvo que ocultar una sonrisa de satisfacción bebiendo su té.
—¿Qué hacen unas frikis de Nunca Más en libertad? — Miércoles alzó la vista hacia ellos, al estar de espaldas a la puerta no pudo verles venir, pero su hermana si, ella no había apartado la vista de la ventana.
—Está es nuestra mesa.
—¿Por qué vais vestidos como fanáticos religiosos? — preguntó su hermana sin la más mínima intención de ofender, más bien tenía curiosidad.
Onix no pudo aguantar una pequeña risa mientras miraba las caras que se les había puesto a los tres chicos. Estos notaron a la chica, era a por quien habían venido en un principio y prestaron toda su atención a ella.
—¿De que te ríes tú, fenómeno? —preguntó uno de los chicos.
—De vosotros. — soltó otra risa. — Con esos trajes parecéis más fenómenos que nosotras.
—Somos peregrinos friki. — soltó uno de los chicos, el más flaco.
—Es lo mismo que fanático religioso. — contestó Miércoles mientras Onix se encogía de hombros.
—Trabajamos en mundo peregrino.
El chico de tez morena le enseñó un cartel a su hermana, Onix siguió bebiendo de su té cuando vio que la conversación no le estaba aportando nada útil, igualmente sabía que lo iba a recordar todo por ello intentó no escuchar la mayoría de la conversación.
De repente el chico que los había atendido anteriormente apareció intentando defender a las dos hermanas, fue entonces que Onix recogió toda la información y pudo entender por donde venía el enfado repentino del chico de tez oscura.
—Que ridículos sois.
Todos los presentes miraron ahora a Onix, quien había acabado por fin su té y prestaba su total atención a los chicos peregrinos que tenía en frente. Miércoles apartó la vista de su hermana y se levantó, solo hicieron falta unas palabras para que empezara una pelea.
Onix vio todo desde su asiento, pero se tuvo que levantar a darle un puñetazo al chico obeso que volvía para golpear a su hermana. Tuvo que girarse sobre sus pies con rapidez al notar otra figura acercarse a ella y le dio una patada en la cara al chico de piel oscura. Cuando todos estuvieron en el suelo Onix volvió a sentarse mientras se retocaba su pintalabios y después su pañuelo, no se había movido nada de su sitio, pero mejor prevenir.
—¿Donde...? — el chico, que ahora sabía Onix que se llamaba Tyler por su chapa, se acercó a donde ella. — ¿Donde habéis aprendido Kung Fu?
—Nuestro tío nos enseñó. — sacó un pequeño espejo de mano de su bolsillo y se miró para ver si algo de su pintalabios estaba corrido. — Pasó cinco años en un monasterio tibetano.
—¿Era monje?
—Prisionero. — está vez fue Miércoles quien habló. Ella seguía de pie mirando a los chicos que estaban en el suelo. — Es la única arte marcial que conozco, mi hermana sabe la mayoría.
—Espera. — frenó él alzando una mano con los ojos abiertos. — Onix le miró sin ninguna emoción pasando por su rostro. — ¿Sois hermanas?
—Lamentablemente. — dijeron las dos al mismo tiempo mientras volvían a apartar la mirada.
No era cierto. Probablemente Onix era la única persona que podía ver los lados más oscuros y vulnerables de Miércoles, era la única persona que le permitía tocarla o hablarle más de la cuenta. Miércoles amaba a su hermana con todo su frío corazón, pero nunca iba a llegar a admitirlo en voz alta.
Onix también la amaba, pero ella no tenía miedo de demostrarlo. Solo sonreía o estaba feliz cuando Miércoles estaba a su lado, también era una de las pocas personas que podía tocarla sin vomitar y le encantaba la confianza que tenía su hermana con ella.
Las dos sabían que se amaban la una a la otra, Miércoles solo la tocaba a ella y era la única que tenía permitido tocarla. Sin mencionar que Miércoles era la única que recibía tantas palabras de Onix, y es que ella siempre había sido una chica callada. Cuando no hablas y tu mirada es dura, la gente lo teme más.
—Papá.
Las dos hermanas giraron la vista a la puerta, en donde estaba entrando un Sheriff. El hombre miraba a los chicos en el suelo con una confusión y un asombro bastante claros.
—Tyler. ¿Que ha pasado?
—Estaban molestando a unas clientas y les han puesto en su sitio.
El Sheriff pasó la vista de Onix a Miércoles, la peli negra no le gustó la mirada que les había lanzado, por lo que se levantó de su asiento y se colocó frente a su hermana.
—¿Estás dos han derribado a dos chicos? ¿Les has ayudado?
Aunque Miércoles midiera menos de un metro sesenta, Onix aportaba con orgullo su metro setenta fuera a donde fuera. Pero en los ojos de la mayoría solo eran unos fenómenos que no tenían un sitio en su sociedad, por ello nadie los veía como una amenaza.
—Vaya, lo siento mucho Sheriff. — la directora Weems apareció por la puerta de la cafetería mirando a las dos hermanas con reproche. — Se me han escapado. Vamos Addams.
—Espere. — el Sheriff les paró el paso cuando ya estaban junto a la directora. Onix no dudo en mirarle mal bajo sus gafas de sol. — ¿Sois Addams? ¿Su padre es Gomez Addams?
—¿Necesita un dibujo para entenderlo mejor?— se burló Onix al ver las preguntas tan tontas que estaba soltando el hombre.
—Buscamos a su padre por asesinato. — el hombre optó por ignorar el comentario de la chica.
Ninguna de las hermanas se sorprendió al escuchar tales acusaciones, pero las dos esbozaron una sonrisa de satisfacción al mismo tiempo, provocando un ligero escalofrío en el Sheriff.
—De tal palo tal astilla. —murmuró el hombre por el escándalo que había montado con los chicos que seguían en el suelo. — Pienso vigilaros de cerca.
—¿Es una amenaza?
La directora Weems no dejó que el Sheriff respondiera a la pregunta tan brusca y amenazante que soltó Onix, en cambio las empujó a las dos para que se fueran afuera de la cafetería. Weems las llevó al coche y las estuvo regañando con su voz tranquila todo el camino, a lo que Onix solo optó por ignorar.
Miércoles estaba sentada en el balcón de su ático tocando con gran maestría su violonchelo negro. Onix respiraba y tocaba con los ojos cerrados el violín a la misma velocidad que su hermana, al fin y al cabo era la misma canción.
Onix disfrutaba de la noche fresca y tranquila que se había quedado y demostraba su amor a la noche estando en un pijama de tirantes y pantalones cortos negro, sin los guantes. Onix amaba tocar el violín, aunque sabía tocar la mayoría de los instrumentos, el violín le hacía sentir algo más reconfortante que los demás.
Empezó una parte más rápida y Miércoles paró un segundo al perder el ritmo, pero Onix se sabía todas las partituras de memoria, por lo que siguió tocando a mayor velocidad y minutos después su hermana se unió al encontrar el de nuevo el ritmo correcto.
En la oscuridad Onix se podía liberar y lo estaba demostrando con todo su esplendor en su vestimenta, en como se movía su cuerpo, en la sonrisa de su cara y en como tocaba el violín. Ella sabía todos los oídos que las estaban escuchando, lo podía sentir. La partitura terminó con unos segundos de solo del violín y con ello Onix se giró hacía su hermana.
—¿Te sientes mejor?
—No.
Onix no quiso indagar más e hizo una reverencia a Cosa cuando este le aplaudió en lengua de signos, que consistía en agitar la mano. Se rió suavemente pero cortó su risa y la dejó en una simple sonrisa cuando notó a la pequeña loba rubia entrar.
—¿Cómo has podido meter este enorme violín por la ventana?
Onix miró entonces la ventana por la que tuvo que entrar casi a gatas, y es que era muy pequeña.
—Me han echado una mano. —Cosa saludó, provocando una mueca de asco en Enid.
—Vale...¿Y el resto del cuerpo?
— Es uno de los grandes misterios de la familia Addams. — habló Onix mientras chocaba un dedo con Cosa.
Enid entonces miró a Onix, había pasado varias veces por la habitación de ellas pero nunca la había visto tan libre como ahora. Onix sabía que era una persona distinta a las noches, por ello no se preocupó cuando los ojos de Enid bajaron a sus antebrazos siguiendo hasta la palma expuesta de sus manos, después bajaron a sus muslos y piernas terminando en los oscuros ojos y el brillante pelo de Onix.
—Wow.
—Sí, lo sé, horrible. — Onix se encogió de hombros sabiendo lo que la mayoría pensaba de ella. Estando en sitios tan oscuros salía su verdadero ser, algo que en los colegios de simples mortales era algo monstruoso.
—No, no, decía wow de wow. — miró con un brillo de admiración a Onix, algo que ella notó y no pudo evitar una sonrisa. — Eres hermosa.
Onix bajó la mirada cuando notó un calor en sus mejillas, algo que por el día nunca mostraba ella. Como ya dije, a las noches, Onix era una persona más libre y abierta algo que alegraba de más a su hermana menor.
Las dos hermanas giraron la vista al escuchar los aullidos de los hombres lobos, y miraron a Enid caminar como si nada. ¿No debería hacer lo mismo?
—¿Por qué no aullas? — Onix se acercó a su hermana y le dio un zape en la nuca por la pregunta tan entrometida y personal que había soltado.
Miércoles giró su cabeza con una amenaza clara en sus ojos, pero Onix no se dejaba intimidar y menos por su hermana, quien la seguía viendo como una niña pequeña a quien cuidar. Enid por su parte, al ver la interacción de las hermanas soltó una carcajada, pero respondió:
—No puedo. — sacó sus garras coloridas. — Esto es lo único que puedo hacer. Mi madre dice que a algunos les cuesta más, pero he ido al mejor licanólogo.
—Lica ¿que? — murmuró Onix totalmente confundida al escuchar esa palabra por primera vez. Enid volvió a reír, nunca iba a imaginar que Onix la haría reír tantas veces seguidas, menos viendo lo cerrada y seria que era su hermana.
Onix empezó a recoger su violín con ayuda de Cosa, quien le acercó el estuche de su instrumento y recogía las partituras. La chica recogía con gran cuidado mientras su hermana hablaba con Enid de los inexistentes problemas que ella veía en ser una loba solitaria, no unirse a la manada familiar y además no encontrar a su pareja destinada.
—Espera, frena. — cortó a las chicas mientras miraba a Enid. —¿Entonces, es cierto lo de las parejas de los hombres lobos? ¿Que están destinadas y todo ese rollo? —Enid asintió confundida por la repentina muestra de entusiasmo de la peli negra. — ¡Ja! Yo sabía que los fanfics que leía no eran cosa de la imaginación.
—¿Es siempre así? — murmuró la pregunta Enid hacía Miércoles mientras seguía mirando como Onix hablaba con felicidad sobre los hombres lobo a Cosa. —Pensé que era... más Addams.
—Es así solo en la oscuridad. — contestó ella sin querer dar más detalles, sabía que era un tema delicado para su hermana.
Onix siguió a lo suyo hasta que escuchó unos sollozos. Levantó la vista y vio que Enid estaba con la cabeza gacha y llorando, se acercó a ella y miró a su hermana con confusión, ella solo se encogió de hombros.
—¿Por qué lloras? — su hermana preguntó lo que ella no se atrevía, se colocó entre las dos chicas mirando al horizonte.
—¡Por qué estoy triste! ¿Es que tú nunca lloras?
Miércoles entonces contó la historia de la única vez que lloró. Onix se la sabía de memoria, pero escuchó con atención como relataba que sacó a pasear a su escorpión Nero con ocho años y que lo atropellaron. Onix les tenía un cariño inimaginable a cualquier tipo de animal y cuando se entero del maltrato y de lo que le hicieron a su hermana, su versión menor de diez años les amenazó de muerte, fue tanto su miedo que no les volvió a ver por el pueblo.
—Tú secreto está a salvo conmigo. — habló Enid mirando a Miércoles, pero luego pasó su vista a Onix. — El tuyo también.
Onix sonrió cuando vio la admiración que mostraban los ojos de Enid al pasar la vista por su cuerpo, era algo que solo había visto en los ojos de Miércoles. La oscuridad y la belleza del mal y la muerte fusionados en una sola persona.
—¡Ala! ¿Tienes un tatuaje?— Enid entonces tocó el tatuaje que tenía a la vista entre el hombro y el codo. Era un gato negro sobre una luna creciente y abajo de él había un nombre. — ¿Quién es Zila?
—Es mi gata. — contestó ella con una sonrisa de orgullo, no le importó demasiado que Enid le estuviera tocando el contorno del tatuaje, algo que le extrañó a ambas hermanas. — Zila significa sombra, la encontré abandonada en un callejón hace siete años.
—Por ahí andará. — habló ahora Miércoles mientras apoyaba sus codos en la barandilla de piedra.
—¿La has traído? — preguntó Enid felizmente.
—Si, pero suele ir a su aire. — se encogió de hombros. — Solo viene cuando necesita que le dé de comer.
Enid y ella tuvieron entonces una larga charla sobre animales, mientras Miércoles escuchaba atenta. Después Onix se pasó a enseñarle los demás tatuajes que tenía en honor a sus mayores logros, en su mayoría sus mascotas. Tenía una serpiente rodeando su muslo derecho; Kaela, después le enseñó sus preciadas pirañas tatuadas en la parte superior de la espalda, sus favoritas; Troy, Linesa y Gyar. Siguió con el Doberman y el Border Collie, después una mariposa, las dos abejas y por último el nombre de sus hermanos tatuados cada uno entre los dedos corazón y anular. Onix solía bromear diciendo que depende de que dedo sacara también lo sacaba uno de sus hermanos.
Mientras Miércoles hacía por su cuenta la parte del plan para escapar, Onix estaba aburrida leyendo en su habitación. Ya eran casi las cuatro de la mañana, pero ella era un búho nocturno y no se podía dormir por las noches, por ello que las clases sean por el día era un infierno para Onix, quien siempre dormía por el día y se pasaba las noches estudiando o en el bosque.
—¿No duermes?
Algo que compartía con su compañera de cuarto, la vampiresa Yoko, era que dormían a las mismas horas. Eso de que los vampiros no dormían era un mito, solo necesitan descansar de vez en cuando y suele ser por el día, ya que les molesta la luz del sol.
—Soy una chica nocturna. —contestó simple Onix mientras cerraba su libro y lo volvía a poner en sus sitio. —Hoy es la feria esa ¿no? — Yoko asintió. — Tendré que ir.
Tampoco tenía muchas opciones, la asistencia era obligatoria y con su hermana insistiendo en que cumplirían el plan allí mismo no tenía opciones de quedarse en la habitación. Aún siendo de noche, y sabiendo todas las miradas que traería, Onix se vistió con unos pantalones vaqueros negros junto a un top también negro conjuntando su outfit con unas botas militares oscuras y sus guantes sin dedos.
Se colocó un gorro de lana negro y metió allí todo su pelo, después optó por llevar lentillas de color marrón y salió de su habitación para ir junto a Yoko a la feria.
La vampira no preguntó nada de su extraña forma de vestirse o prepararse, en la primera noche había visto todo lo que ocultaba la chica cuando la oscuridad estaba encima de ella. No lo dijo en voz alta, pero le pareció algo maravilloso, digno de un museo de arte, desde entonces las chicas tenían más confianza.
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