La bofetada que he recibido me ha dejado en blanco. No puedo creer que los chismes corran como si de viento se tratasen. Estoy sumamente cansado de tener que mentir a cada segundo porque siento como si todo en mi vida fuera una completa mentira bien elaborada de la cual no podré salir intacto. Me cuesta demasiado trabajo encontrar a la persona que ha estado contándole a mi madre sobre cada una de las cosas que hago en la universidad. Definitivamente es uno de mis amigos porque no hay otra persona que tenga hasta mis horarios y tiempos de traslado.

—¿Crees que soy estúpida, Minho? — preguntó mi madre tras entornar los ojos —No importa si sea hoy, mañana o dentro de un mes, siempre me enteraré de las cosas que haces. ¿No lo has entendido, pequeño bastardo?

—Madre, yo...

Otra bofetada me fue dada por mi madre. Estoy cien por ciento seguro de que ambas mejillas se encuentran rojas como un tomate.

—¿Qué he hecho mal? — dramatizó tras dejarse caer en el sillón. Colocó su palma de la mano sobre su frente y suspiró con pesadez tras cerrar los ojos durante unos segundos y al abrirlos, dirigió nuevamente su fría y penetrante mirada hacia a mí y continuó hablando tono áspero—: Tienes prohibido volver a encontrarte con ese asqueroso becado porque de lo contrario haré que lo expulsen y pierda la oportunidad de volver a estudiar aquí o en el extranjero. ¿Lo entiendes, hijo? — asentí con la cabeza a modo de respuesta —. Lo hago por tu bien, querido. Sabes perfectamente que quiero lo mejor para ti y ambos sabemos que salir con un becado pobretón es como si estuvieras declarando que serás un perdedor el resto de tu vida.

La inmensa necesidad de preguntarle sobre la persona que le ha estado diciendo todo lo que hago no me deja en paz, pero debo de hacerla a un lado porque no tengo el valor para enfrentarme a mi madre porque a pesar de que es un completo asco nuestra relación, no puedo arruinar lo poco que queda de nosotros porque estaría completamente solo y perdido en este gran mundo lleno de mentiras y más mentiras.

Acudo a tener amistades tóxicas porque es lo único que me hace sentir vivo porque después de todo, no tengo siquiera el derecho para elegir lo que realmente quiero porque de eso se encarga mi madre.

—Tendré que llamar a mi amiga— anunció —Debo de presentarte a su hija adinerada antes de que sea demasiado tarde y ese asqueroso homosexual te arrastre a un agujero oscuro sin salida.

—Me alejaré de él, pero por favor, no llames a tu amiga, madre.

—Lee Minho, será mejor que te calles porque no tengo la paciencia para soportar una palabra más de tu parte— me señaló con su dedo índice e hizo nuevamente una mueca de asco. —No sé qué está mal contigo, ¿debería de enviarte con un doctor para que te cure esa enfermedad?

—Madre, no es una gripe— solté tras rodar los ojos. Oh, no. Mala idea.

La mujer abrió la boca como pez tras escuchar mis palabras.

—¡Park! — gritó. El hombre de mediana edad entró rápidamente a la sala de estar y tras hacer una reverencia, preguntó—: ¿Sucede algo, señora Lee?

—Lleva a Minho al sótano. Tendré que dejarle en claro algunas cosas— me miró con frialdad y un gran toque de odio.

—Señora Lee, ¿está segura?

—¡Llévalo ahora mismo!

⎡🥼⎦

Mi madre había hablado con el director para dejarle en claro que no podría asistir su querido hijo Lee Minho puesto que había contraído una enfermedad que posiblemente sería incurable. El director escuchó con paciencia las palabras que soltó la mujer y le aseguró de que las tareas y trabajos serían enviados con alguno de mis amigos adinerados para evitar que la Señora Lee tuviera roce con los becados dado que los odia.

El doctor que había traído mi madre se quedó perplejo tras escuchar las razones de mi madre al pedirle una lobotomía con el fin de que la parte de homosexualidad que había aparecido en mí desapareciera por completo para poder ser feliz.

El hombre simplemente se encogió de hombros y dijo—: "Déjelo tener sexo con algunas chicas y se curará".

Mi madre gustosamente aceptó su gran y patético consejo, así que, llamó a un par de prostitutas para acordar una cita en donde estuvieran involucradas alrededor de siete chicas que me hará "estallar" de placer, esto con el fin de alejarme de mi asqueroso amor —según mi madre— por los penes.

He estado una maldita semana encadenado en el sótano de la elegante mansión que se encuentra lo suficiente alejada de otras mansiones con el fin de mantener la privacidad hasta el cielo. Estoy cansado tanto mental como físicamente y no sé qué hacer; sinceramente, lo único que quiero es desaparecer para siempre porque nada de lo que hago es considerado correcto para mi madre y ya no sé qué otro movimiento hacer con la intención de acercarme a ella poco a poco hasta agradarle por completo.

Mi madre se encargó de dejarme muy en claro su gran enojo y frustración que ha sentido cuando se enteró de que su único heredero había sido visto en un aula mientras era besado con pasión por otro hombre y lo peor es que es un becado. Por más que intento recordar aquella vez, no puedo visualizar a algún posible sospechoso que haya estado presente y es tan difícil pensar con claridad ahora mismo.

Los golpes que me ha dado mi madre no han desaparecido por completo, los hematomas ahora son de color violeta y algunos rasguños están más vivos que otros. Mi cuerpo es un completo desastre gracias a esa loca mujer que tengo como mi madre. Ella se aseguró de dejar intacto mi rostro porque considera que es lo único bueno que tengo en mi vida.

De pronto, la luz se encendió y entró el señor Park. —Joven amo, su madre me ha ordenado que lo libere.

—Como sea— murmuré.

El hombre me soltó de las gruesas cadenas que me habían mantenido de pie durante una maldita semana en el sótano; mis muñecas se encuentran rojas y las marcas no desaparecerán en poco tiempo, así que, tendré que usar manga larga durante una semana. O quizá dos.

Park me ayudó a subir hasta mi habitación y tras asegurase de que estaba bien, se fue y entré en un profundo sueño que me ayudó a olvidar lo sucedido gracias a un chismoso.

⎡🥼⎦

—Me contó el director que estabas enfermo. Me dijo que tenías una enfermedad incurable o algo así— dijo Seungmin tan pronto me vio entrar al aula —¿Es cáncer?

—No, no es cáncer.

—¿Sida?

—¡No!

—¿Entonces qué es?

—Nada grave— suspiré.

—¿Seguro? — asentí a modo de respuesta —Minho, ¿estás bien?

—Mejor que nunca— mentí.

Tengo que cuidar cada una de mis palabras, acciones y todo lo que haga porque hay alguien detrás de mí todo el tiempo y tiene como objetivo decirle todo a mi madre.

La campana sonó indicando el final de las clases después de seis horas seguidas. Me siento demasiado cansado y lo único que quiero hacer es volver a casa para dormir. Lo que debo hacer, es mantenerme al tanto de las personas que se acercan a mí o me rodean porque cualquiera puede ser el chismoso y cuando lo encuentre le haré pagar por lo que me hicieron gracias a su gran boca.

—Chicos, ¿por qué no van a mi casa y jugamos? — Han apareció en la entrada junto a Jeongin. Seungmin se giró hacia ellos y tras asentir dijo—: ¡Yo estoy dentro! ¿Qué dices, Minho?

—Paso— murmuré —Tengo otras cosas que hacer.

—¿No quieres pasar tiempo con tus amigos, Minho? Acaso, ¿nos has olvidado gracias a un becado?

—Han, no es momento de hacer bromas tontas— habló Jeongin.

—¿Qué hay de malo con mis bromas?

—Vamos a tu casa, Han— habló Seungmin —Estoy ansioso por ganarte.

—Nos veremos pronto, Minho— Han me sonrió y sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo.

Después de unos minutos, Kim llegó y cuando me iba a subir a la camioneta, mi mirada se encontró con la del pelirosa y este sonrió abiertamente hacia mí y curiosamente me sentí recargado de energías con tan solo verle desde lejos. Cuando comenzó a caminar hacia mí, me subí a la camioneta y cerré la puerta.

—Vamos a casa— le pedí a Kim.

Miré por el retrovisor al pelirosa y me sentí terrible dado que se quedó parado en medio del estacionamiento con la mirada fija en la camioneta. Definitivamente, soy un completo imbécil, pero tengo que hacerlo porque no quiero que mi madre le haga daño.

—Joven amo, creo que lo mejor será que hable con él— dijo Kim después de unos minutos de completo silencio.

—¿Debería? — me encontré con la mirada del chofer a través del retrovisor.

—Claro que sí. Él no sabe lo que está sucediendo con usted y será muy tarde cuando quiera dejárselo en claro.

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[✐━] Capítulo publicado: diciembre 31, 2020.

[✐━] Capítulo corregido: junio 24, 2022.