━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━

Prólogo.

Desde que salí de Hogwarts sabía que no haría gran cosa con mi vida. De cualquier forma todo el mundo no lo hace.

Hay excepciones, por supuesto.

Solo unas pocas.

Yo era un mal ejemplo, pero si buscan un poco seguro encuentran.

Ahí estaba, en mi humilde hogar, apagando las luces después de una larga primer jornada de trabajo donde mi jefe era la persona más terrible que había conocido jamás. Sin mencionar a la tía abuela Malverta que me recordaba en todas las reuniones familiares el hecho que aún no había conseguido una estabilidad personal como la mayoría de mis hermanas o primas. Todas casadas, con hijos o empleos exitosos. 

Mientras que yo a mis escasos treinta y tantos apenas había aplicado para un empleo digno de medio tiempo en el ministerio.

Y pensar que mi padre no creería que lo lograría.

En definitiva me merezco una copa de vino.
Eso en verdad fue difícil.

Aunque no creo que vaya a durar tanto, cómo anteriormente dije, mi jefe era un terrible y dudaba demasiado que me fuese a dejar tranquila con tanta exigencia de su parte.

Vaya, si necesito esa copa de vino.

Desde que empecé a vivir sola, todo me parece aterrador, aún incluso con las luces encendidas.

Mamá y Papá se divorciaron hace años, pero ella se volvió a casar y papá prefirió gastar su poco dinero y juventud que le quedaban en viajar por el mundo. Apenas volvía de Italia cuando me ofreció la casa de mi infancia para mí sola. Lo que me callo de lujo después de vivir tantos años en el zotano de Charlie, la pareja de mamá. 

Ellos también se alegraron. 

Así que si, el número 13 de Grammauld Place solo para esta chica.

¡Que más da, tomemos ese vino!

Bajo de las escaleras con rapidez para dirigirme a la cocina mientras el frufru de mi vata de seda se escucha por toda la casa. Como si fuese la mujer más elegante de todo el barrio.

Sin embargo, aún con la oscuridad y mi varita queriendo dar luz, escucho un sonido extraño por la ventana. Estaba segura que ese sonido no provenía de mi vata. Ni siquiera creo que haya sido el gato de los vecinos Muggles.

Cuando me asomé hacia la calle, pude ver una sombra de un animal, probablemente un perro rondando por la basura o persiguiendo a otro. Entonces cuando estoy a punto de dejarlo ir. La ventana explota enfrente mío y la pesada figura de un sujeto, me acecha.

—¡AAAAAHHH! —grito solo por pura inercia y el sujeto se levanta del suelo con mucha dificultad —¡AAAAAHHH!

—¡AAAAAHHH! —grita el también.

Aún con la luces apagadas voy directo a la cocina y agarro lo primero que veo. Un sartén puede ser de mucha ayuda.

—¡Intruso, intruso! ¡Alejate de mi desdichado!

—¡Aguarda, Aguarda! 

La persona escapa de mi con torpeza mientras tiro golpes a mi suerte para tratar de ahuyentarlo. Y cuando creo que estoy a punto de darle, saca su varita, en un movimiento termino expulsada hacia el otro lado de la habitación con una cinta en la boca y las manos atadas.

Que idiota, porque no lo pensé primero.

—Esta bien, te voy a soltar solo si me dices quien eres y que haces en mi casa —dijo la persona, una voz varonil.

Yo frunzo en ceño y espero a que me quite la cinta.

—¿Tu quien eres? ¿Tu que haces en mi casa? —pregunte enojada.

Las luces siguen apagadas, por lo que no puedo verle el rostro pero es muy probable que me hará daño.

—Esta es mi casa.

—Claro que no, chiflado —aun más estúpida por llamarle chiflado a una persona que me tiene atada —. Número 13 de Grammauld Place. Es mi hogar, déjame tranquila ¡Ayuda, Ayuda!

—¿Número trece dijiste?

—¡Si! ¡Por favor no me hagas daño! ¡Soy buena persona lo juro!

—Aaag, con razón la puerta no se habría.

La persona a la cual aún desconozco el rostro, empezó a limpiar la casa con un hechizó y se maldijo a si mismo.

«¿Y ahora como arreglo esto?» habla consigo mismo «Voy a tener que borrarle la memoria, no hay de otra»

Al escuchar eso, un vuelco en mi estómago surgió. Haciéndome sentir ansiosa.

Bien, probablemente era una buena persona. Solo se había confundido de casa como cualquier otra persona cuando está borracha, probablemente estaba borracho. Aunque no lo suficiente como para pensar en borrarme la memoria.

Me muevo exageradamente para desatarme o suplicar por mi memoria. Eso sería tan horrible como incluso ser secuestrada por alguien.

—¡No lo hagas por favor! ¡No sé lo diré a nadie, lo juro!

—Perdoname, pero no puedo dejarlo asi.

—Tranquilo, solo te metiste a mi casa por accidente, no es un delito si es que no levanto cargos. Yo también soy bruja.

—Aguarda ¿Eres de la familia Grey?

—¡Si! ¡Si! Mi padre vive aquí desde hace años y ahora yo herede la casa. Soy su hija.

—Te conozco, eras la vecina rara que siempre se tropezaba en sus escaleras. 

—¡Si! Y yo sabría quien eres si prendes la luz y me dejas libre.

Esto me daba esperanzas de salir con vida. Cualquier persona normal pudo equivocarse y quién era yo para jugarlo. Acababa de decirme un detalle tan vergonzoso que podríamos quedar a mano.

Lo que no entiendo, es como el chico me conocía ¿Era uno de los hijos de la familia Black? Hace mucho que nadie se para ahí, no que yo recuerde.

Pero entonces enciende la luz y por fin lo veo.

—¿Sea Grey?

—¿Sirius Black?

—Un placer.

—¡AH, SIRIUS BLACK!