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🌠;;𝘾𝙖𝙥𝙞𝙩𝙪𝙡𝙤 27

Tem. 2; Cap. 3

Bueno, dejemos los momentos tiernos para más tarde. Ahora, volvamos a " El mesón de Tiana ", alias el restaurante de los padres de Darien.

Ya habría abierto las puertas y todos quedaron fascinados por la elegancia pero comodidad del local. Fue fabricado en un ambiente familiar, y aún se conserva esa cualidad.

─ ¡ Bienvenidos al Mesón de Tiana ! ─ Expresaba con entusiasmo el castaño hacia sus amigos, quienes no tardaron en reírse.

─ Wow, debo admitirlo, el lugar se ve mucho mejor que hace cinco años. ─ Decía el joven de ojos violetas, mirando el lugar con sumo detalle.

─ Me alegra que lo reconozcas. ─ Hablaba el castaño hacia el mayor, dirigiendo sus ojos hacia la felina que miraba todo con una sonrisa, logrando sonrojarse por verla y desviar su mirada.

─ La semidiosa había soltado un ligero silvido, colocando sus manos en su cintura. ─ Es genial que nos invitarás a comer aquí. Deberíamos hacerlo más seguido, ¿ No crees ?

─ ¿ Eh ? ─ En ese momento reaccionó por lo que dijo Zira, ahora viéndose un Darien algo sonrojado y apenado por mirar a la chica león. ─ ¡ S - Si ! Tienes razón, Zira. Sería una buena idea je je...

─ ¿ Te encuentras bien, amigo ? ─ Le hablaba Octopes a Hopper, colocando una mano en su hombro.

─ Si, estoy bien. No te preocupes. ─ Ya estaba más calmado, viendo que su amigo sonreía y alzaba una de sus cejas.

─ ¡ Darien, Darien ! ─ Lo llamaba la chica de sus sueños, viendo que se acercaba a él para tomarlo de las manos mientras ella sonreía a más no poder con ese brillo característico en sus anaranjados ojos. ─ ¡ En serio me encanta este lugar !

─ E - Eh... S - Sí, a mi también... ─ Hablaba entre tartamudeos al estar nervioso por estar tan cerca de esa chica que sin darse cuenta, lo había enamorado locamente. Tanto así que ese amor se incrementó apestar de la distancia.

─ Am... ─ La felina de 19 años al darse cuenta que sostenía las manos del castaño su rubor no había tardado en aparecer en su rostro y en cierta parte de sus orejitas de leona. Estaba algo apenada. ─ B - Bueno je... y - yo...

─ ¡ No sabía que tenían un piano aquí ! ─ Exclama con entusiasmo el joven Facilier desde el pequeño escenario del restaurante donde suele tocar la banda del local. Eso había llamado la atención del hijo de la pareja que era dueña del lugar.

─ Eh sí. ¡ Pero no pienses que... ! ─ Había callado de inmediato al ver que el moreno se sentaba en la silla frente al instrumento. Entendía sus intenciones. ─ ¡ Leo, deja eso !

Gritaba enojado corriendo hacia la ubicación del contrario, dejando a una felina sonrojada y avergonzada. Había cubierto su rostro con las palmas de sus manos.

Una dulce risa se escapó de los labios del mayor de cabello morado al ver a su amiga así, haciendo que ella lo viera confusa.

─ ¿ Sucede algo ? ─ Cuestionaba ella había el escritor.

─ No, nada malo. Es que me parece muy gracioso el hecho de que eres demasiado obvia. ─ Ese comentario dicho con desvergüenza de Octopes había echo acalorar mucho más el rostro de la pequeña leona.

Era cierto eso que decía Duncan. Keicy era demasiado evidente con sus emociones al estar cerca de ese chico que ha amado desde hace tiempo, pero al ser muy pequeña no diferenciaba el amor de una simple amistad. Al cumplir la mayoría de edad se fue dando cuenta con ayuda de su mejor amiga que sus sentimientos por Darien eran más fuertes. Ya no lo veía como un simple amigo. Ella lo quería como algo más que eso, un amor que ella espera que al momento de decirle, sea correspondida.

Ziralay estaría sentada en el suelo de ese pequeño escenario habiendo dejado su mochila sobre una mesa de ese restaurante, viendo con una sonrisa divertida como el moreno bromeaba con el castaño que lo regañaba por estar tocando un instrumento privado del local.

─ ¡¡ No es gracioso, Leonard !! ─ Gritaba enfurecido el joven de apellido Hopper hacia el que fue su rival a muerte en su juventud, siendo ahora como un amigo al que sigue sin hacerle caso.

─ Relájate, renacuajo, sabes que me gusta tocar el piano. Quería tocarlo nada más. ─ Decía con un tono desinteresado el chico moreno portador del amuleto vudú, acomodando su sombrero de copa.

─ ¡ No, no, y no ! ─ Se negaba rotundamente el menor mientras movía sus manos rápidamente. ─ Lo vuelvo a repetir, ¡ No quiero que toques ese piano !

─ A su puta madre. ─ Susurró cansada la semidiosa levantándose del suelo, caminando hacia su enojado amigo de ojos cafés. ─ Cálmate. Estamos en una reunión con nuestros amigos, es un momento que queríamos tener hace tiempo, y no puedes desperdiciarlo estando enojado.

─ Ante las palabras de la chica de cabello azul y ojos de un verde jade había logrado hacerle saber que tenía razón. Era una reunión amistosa cómo para estar enojado por una tontería. ─ Creo... Si es verdad, Zira. Lo siento.

─ ¿ Ves ? No era tan difícil. No estés enojado, ese es mi trabajo. ─ Bromeó ella sacándole una breve risa al castaño.

─ Si, está bien. ─ "Además... Tener a cierta amiga felina cerca té hará sentir más alegre" Tomó la palabra el chico de ropa ochentera después de un rato, viendo que el menor se sonrojaba levemente y desviaba su mirada con una pequeña sonrisa.

Zira había volteado a ver a su amigo de ojos violetas, notando que él rodaba los ojos con exasperación. Él al notar la mirada confundida de la demonio había hecho una seña hacia Darien que ahora se encontraba mirando a la felina que hablaba animadamente con Duncan. Ella no entendía todavía, a lo que Leonard terminó suspirando.

─ Después te cuento. ─ Le dijo a ella, cruzando los brazos.

─ En fin. ─ Dijo Zira chocando sus manos una contra la otra, llamando la atención del castaño de gorra color crema. ─ Darien, ¿ No tienes que ir a preparar el almuerzo ?

─ ¡ Oh, cierto ! Je je... ─ Se bajó del escenario por las pequeñas escaleras que tiene a la derecha, entrando por la puerta que llevaba directamente a la cocina.

Zira al verde sóla con Leonard, se había sentado a su lado con una expresión confundida por lo que él le había dicho.

─ ¿ Qué fue eso ? ─ El mayor la miraba de reojo mientras tocaba ligeramente algunas notas de aquel piano ajeno. ─ Me refiero a Darien. ¿ Estás molesto con él o algo ?

─ No exactamente. ─ Respondió, cortante. ─ Darien siempre me niega de que no siente nada por Keicy. Nada más que amistad.

─ ¿ Es por eso ? Sabes lo orgulloso que puede ser. ─ Hablaba ella entendiendo de lo que el contrario hablaba.

─ Sí, lo sé mejor que nadie. ─ Había parado de tocar la melodía en ese instrumento, volteando a ver a su amiga. ─ Pero el debe darse cuenta que si sigue reteniendo esos sentimientos, se hará daño. Y puede que hasta a ella le haga daño.

─ Él es como un hermanito para tí, y comprendo el hecho de que quieras ayudarlo. ─ Colocó su mano izquierda en el hombro de Facilier, haciendo que él suspire. ─ Pero hasta entonces, espera lo mejor.

Las palabras de ella lo había hecho recapacitar, haciendo que asintiera ligera pero notablemente. Su amiga le había dado un amigable golpe en el hombro, haciéndolo sonreír.

─ Tal parece que te has vuelto muy buena dando consejos.

─ No te acostumbres. ─ Volvía a ser la típica chica seria de siempre, lo que le sacó una carcajada al mayor.

•──◤✧◥──•

Había pasado media hora. Darien estaba ocupado haciendo el almuerzo, mientras que Zira y Leo aún estaban en el escenario con el piano. Duncan estaba frustrado al no saber que escribir en esa carta que deseaba darle a la chica que había robado su corazón en la primavera de su vida.

Keicy notaría el estado estresado de su amigo de ojos grises, por lo que se sentaría a su lado y le preguntaría qué le pasaba.

─ Estoy tratando escribirle una carta a Evelyn, pero he tenido un bloqueo creativo desde esta mañana y no logro escribir algo que me convenza. ─ Hablaba con un tono de voz cansado, colocando sus manos en su cabello.

─ Bueno... ¿ Y por qué no tratas de escribir lo que más amas de ella ? ─ Esa sugerencia de la menor había llamado su atención. Podría funcionar, pero necesitaba algo más.

─ Voy a considerarlo. Gracias, Keicy. ─ Vió a la menor sonreír con dulzura por haberlo ayudado en algo al menos.

De manera repentina las puertas de la entrada principal se habían abierto y de ahí pasaron unos jóvenes que no pensaron que pudieran venir a esa reunión. Se trataba de nada más y nada menos que los dos parisinos Fabrizzio O'Malley y Camile Ratatouille.

Ambos se miraban de reojo algo desanimados y la desviaban nuevamente del otro. Duncan y Keicy habían notado y se miraron entre si, dándose cuenta que algo había pasado entre ellos.

─ El felino de 21 años, había acomodado su camisa de mangas recogidas hasta los codos de color verde caribe, acercándose a la mesa en la que se encontraban Duncan y Keicy. ─ Hola, chicos. ¿ Cómo han estado ? Pasamos mucho tiempo sin vernos.

─ Duncan no quería parecer grosero, pero veía en los ojos bicolor del felino que estaba triste, pero de cualquier forma terminó sonriendo. ─ ¡ Sí ! Amigo, ¿ Cómo estás ? Te ves bien.

─ ¡ Ja ! No más que tú. ─ Bromeaba él sacándole una pequeña risa al escritor, hasta posar sus ojos en la felina. ─ ¡ Ma Chérie !

Había expresado de manera alegre, abrazando a la menor con entusiasmo. Ella se sorprendería por eso pero sus risas no tardaron en aparecer, correspondiendo su abrazo.

─ Fabri, han pasado cinco años. Tampoco es que no nos hubiéramos visto en años. ─ Decía la jóven de vestido amarillo con gracia, viendo que su amigo se separaba de ella.

─ ¿ Bromeas ? ¡ Cinco años es demasiado ! Extrañaba mucho a mi persona favorita. ─ Le guiñaba un ojo coqueto pero por puro juego, haciendo que Lion se riera. ─ En serio, Kitty, ¡ Estás hermosa ! ¿ Cómo lo haces ?

─ Je je... Ya basta, me sonrojas. ─ Avisaba ella sintiendo su rostro enrojecerse levemente.

Esos dos desde jóvenes se llevaron de maravilla el día que se conocieron. Sin duda eran muy buenos amigos. Se alejaron de Duncan para sentarse ellos en una mesa para ponerse al corriente.

Duncan rodaría los ojos con una sonrisa, pero sus grises ojos se detuvieron en la roedora de cabello corto y de tono grisáceo. Ella acomodaba su blusa de color rosa pastel y pantalón negro con una expresión de nostalgia. Eso no lo tomaría por desapercibido.

─ ¿ Cami ? ─ La llamaría Octopes, logrando su cometido. La jóven de 20 años lo vería para cambiar su expresión triste por una más alegre, caminando hacia él y sentarse a su lado.

─ Hola, Duncan. ¿ Cómo te encuentras ? ¿ Todo bien ? ─ Preguntaba ella mientras uno de sus dedos jugaba con un brazalete de perlas blancas que tenía en su muñeca izquierda.

─ Estoy bien, gracias. ─ Le respondería confuso, mirándola atentamente que hacia ponerla nerviosa. ─ ¿ Y tú cómo te encuentras ?

─ Am... ─ Desvió sus ojos marrones de él con vergüenza, sintiendo sus ojos algo húmedos. ─ Yo... Bueno, en realidad...

─ Camile, soy yo. Puedes contarme si con eso te ayudo. ─ Le hablaba comprensivo el mayor colocando una de sus manos en el hombro de la roedora, notando que ella lo volvía a ver.

─ Es que...─ No lo soportó más y terminó abrazando al contrario, tratando de callar los sollozos que querían escapar de sus labios. Duncan no sé esperaba esa reacción de su parte, pero entendía que pasaba por un mal momento y terminó abrazando la también. ─ Fabrizzio y yo... ya no nos hablamos desde hace ocho meses.

─ ¿ Qué ? ¿ Y eso a qué se debe ? ─ Preguntaba sorprendido. Hasta donde él sabía, eran mejores amigos, aunque era más que evidente que el pelirrojo sentía algo más por la roedora que una simple amistad.

─ Bueno... ─ Empezó ella, separándose del jóven de cabello morado, apoyando su hombro con nervios. Él entendió al instante y asintió a su silenciosa pregunta. Camile había apoyado su cabeza en el hombro de Duncan, suspirando con tristeza. ─ En realidad, Fabri y yo hemos estado saliendo desde hace tres años. Se me había confesado y yo en ese tiempo también sentía algo más por él.

─ Espera, ¿ Ese gato por fin se te había declarado ? ─ La roedora había volteado a ver al mayor con una expresión de seriedad. Supongo que no era el momento indicado para decir eso. ─ Eh... Mejor dicho, continúa.

─ Ella suspiró resignada, acomodando su cabello un poco más largo que tocaba ya sus hombros. ─ Empezamos a salir como cualquier pareja de enamorados. Parecíamos ser muy felices. Y es que lo éramos.

─ ¿ Y que sucedió ? ─ Esa pregunta había hecho que la menor de cabello grisáceo empezara a sollozar. Duncan al ver eso actuó rápido y abrazó a su amiga a manera de darle seguridad.

─ F - Fue mi culpa... M - Me e - enfocaba más en mis asuntos que en lo nuestro. ─ El mayor al oír eso iba a cuestionar, pero la chica de París se le adelantó. ─ Ya de que dirás, y si es normal que alguien esté concentrado en sus cosas. Pero... Él me veía cuando cocinaba, me decía que parecía que cocinaba por obligación y no porque me gustara.

─ ¿ Y luego... ? ─ Había dejado la pregunta incompleta para que ella siguiera contando su relato.

─ ¿ Qué quieres que te diga ? Nos... dimos un tiempo. ─ Era su manera de decir que dieron por finalizada su relación. Y al parecer era un peso constante para la roedora de ojos cafés, porque aceptemos el hecho de que ella tiene algo de culpa.

─ Un suspiro fue lo que dejó escapar el mayor de collar de caracol, acariciando la cabeza de su amiga. ─ Lo lamento, Cami. Debe doler el hecho de que esa persona a la que amas no te hable o te preste atención.

─ De todas formas siento que lo merezco. ─ Susurra ella arrepentida, volviendo a sentarse de manera derecha en la silla y limpiando esas lágrimas secas que habían quedado en sus mejillas. ─ Él siempre fue tan tierno, amable, y atento conmigo. Y yo nunca supe cómo valorarlo por estar siempre en mis asuntos, concentrada en lo que creí me apasionaba, pero lo hacía porque parecía una obligación. ─ Había cubierto su rostro con sus manos, bajando sus orejas por completo. ─ Debí hacerle caso...

Ella lo último que sintió fue un abrazo de Duncan. Uno de esos abrazos que te reconfortan, que te protegen, que te elevan la autoestima, de los que necesitas para avanzar. Camile había abierto sus ojos por no esperar esa acción, pero sabía perfectamente que necesitaba un abrazo de un amigo más que nada, y que mejor que el joven que estaba con ella. La roedora habría correspondido al abrazo escondiendo su rostro en el pecho del más alto, necesitaba la sensación de protección que le hacía falta con su felino.

─ Es normal cometer errores. Aún si los mismos te carcomen por dentro, o si te dañan tanto el corazón como el alma. ─ Le hablaba sereno a la jóven que resguardaba en sus brazos, acariciando su cabello delicadamente. ─ Lo importante es que reconozcas que te equivocaste y estés dispuesta a arreglarlo. Porque lo único que puede derrumbarte es saber que no hiciste nada al respecto.

Unas sabías palabras era lo que escuchaba del escritor del grupo de amigos que no se arrepentía de haber conocido. Esas palabras era lo que le hacía falta. Ahora sentís que podía arreglarlo todo. Se había separado del contrario, luciendo en su rostro una hermosa sonrisa, una real.

─ Muchas gracias, Duncan.

─ No es nada. Me alegra ayudarte.

─ No, en serio. Gracias. ─ Le había dado un abrazo rápido totalmente agradecida. ─ Realmente necesitaba hablar con alguien sobre esto, y agradezco que fueras tú. Siempre sabes que decir.

─ Sintió que ella se delataba de él, sonriendo a más no poder. Supongo que Camile tenis razón, y él la había ayudado mucho con esas palabras y el haberla escuchado. ─ En ese caso... Estoy para ayudarte en lo que quieras. Si necesitas hablar con alguien sobre algún otro problema, soy tu chico.

─ Te lo agradezco mucho. ─ Expresó ella más calmada, teniendo esa energía que te contagiaba de alegría.

De consiguiente, en su cabeza empezó a tener la imagen de su amada Evelyn con esa característica sonrisa que lo había enamorado. Las palabras fluían en su mente que una expresión de emoción se posó en su rostro.

─ ¡ Eso es ! ─ Expresó de pronto, sorprendiendo a la jóven que estaba a su lado. Él la volteó a ver, mirando su expresión confusa. ─ Oh, je, lo siento. Es que me diste la inspiración que necesitaba.

─ ¿ En serio ?

─ Sí. Gracias, Cami. ─ Habló con una sonrisa que no se borraría de su faz durante un rato.

─ Bueno, de nada. Supongo que con eso estamos a mano. ─ El joven del mar asintió a eso, viendo que su amiga de la ciudad de las luces se levantaba de la silla de esa mesa. ─ En fin, iré con Darien. Quiero ayudarle a cocinar, además, también para prepararme mentalmente para cuando vaya a hablar con Fabrizzio.

─ Descuida. Lo entiendo. Que tengas suerte.

─ Tú igual. ─ Dijo ella para caminar en dirección a la cocina.

Nuevamente se encontraba Duncan, solo con sus ideas, pero está vez si fluían en cordinación con sus expectativas.

Sin dudas, cuando su amada llegue, se llevará una sorpresa con la carta que quiere dedicarle, diciéndole a través de palabras plasmadas en papel lo mucho que la extrañó y lo mucho que la ama.


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