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𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝘁𝗿𝗲𝗶𝗻𝘁𝗮 𝘆 𝘀𝗶𝗲𝘁𝗲.

Cinco años después.


Su mirada oscura y perdida se mantenía fija en el techo blanco, hacia minutos atrás había despertado, pero no tenía ganas de levantarse, ese día en particular sin saber el porqué. Volteó su rostro hacia su derecha encontrándose con su acompañante, está le daba la espalda durmiendo plácidamente con su cabello regado por la almohada.

Suspiró sobando su frente y ojos con las yemas de sus dedos, se levantó con lentitud colocando sus pies descalzos en el suelo con sus manos sobre sus rodillas. Hoy tendría un día muy ajetreado, no solo en la oficina sino en el día entero. Se colocó las pantuflas  a punto de pararse, pero unos brazos anclándose alrededor de su cuello lo detuvo resoplando por lo bajo.

—Bueno días, cariño —le susurró la mujer besando la piel expuesta de su cuello a través de su camisa pijama— quédate cinco minutos más.

—No puedo —sentenció quitando las manos femeninas de su cuerpo. Se levantó caminando en dirección al baño.

—¡JungKook! No puedes hacerme esto otra vez, ¡Soy tu esposa! —vociferó saliendo de la cama para correr hacia él y abrazarlo.

Él solo la miró sin expresión alguna, sus brazos lapsos a los costados de su cuerpo cansado como siempre.

—Sana —reprochó quitando las manos de su cuello— ya lo hemos hablado una y mil veces no tengo tiempo para tus caprichos —volteó intentando entrar al cuarto de baño.

—Si piensas que ella va volver, que lástima por ti —murmuró entre dientes apretados, con veneno y lágrimas asomando sus ojos. Había sido un golpe bajo y era la segunda vez que hacía un comentario de esos en años— ella está felizmente casada ahora, te olvidó muy rápido querido, deberías haberte olvidado tú también de esa maldita.

JungKook miró a Sana sin expresión o emoción alguna en su rostro, sin embargo, su interior ardía en una ira abismal contenida, quería desaparecer a esa despreciable mujer frente suyo y porque no, a él mismo también.

—Hoy no creo llegar temprano —dijo con voz neutra retomando su camino— no quiero que me esperes despierta —agregó antes de cerrar la puerta detrás suyo dejando a su esposa insatisfecha y mal humorada.

Se despojó de a poco de su pijama, entró a la ducha dejando que el agua tibia corra por su rostro y cuerpo, otro día más que lograba levantarse y seguir adelante. Un día más con la misma rutina desde hace tres años luego de haber regresado del servicio militar obligatorio, el cual había cumplido con honores elevando el ego de los que habían apostado por él. Pero, para si mismo solo fue una tarea que había realizado sin tanta emoción y ningún regocijo propio.

Jeon JungKook a sus casi treinta años se había convertido en uno de los empresarios mas influyentes y poderosos de Corea del Sur y de toda Asia, había llevado a la cima a la multinacional Jang-nam heredada de su abuelo. Logró expandir el negocio a lugares recónditos siendo un completo éxito. Todo un orgullo. Aunque para él distaba de aquello. La única razón por la cual seguía trabajando duro era porque quería mantener la memoria de su abuelo y madre, aún intactos.

Kim SeokJin era su mano derecha, se había convertido en su socio teniendo la otra mayoría de acciones. Era el único con el cual tenía una cercana amistad, si es que podría llamarlo así, se había alejado tanto de todo el mundo que no le sorprendió las habladurías de los demás.

Para el mundo exterior aquel pelinegro de gran poder no pasaba desapercibido por nadie, sobre todo para las mujeres que se le insinuaban a diario a pesar de haber contraído matrimonio con Sana Minatozaki.


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Su mirada seguía clavada sobre la fina madera de su escritorio, entre sus dedos una pluma estilográfica lista para firmar papeles. Era algo normal en él perderse en pensamientos sin sentido, en viajes que él solo sabía cómo ahondar en ellos sin caer en la locura.

La enorme puerta de madera fue golpeada dos veces, un "adelante" en modo automático salió de sus labios dando paso a su joven secretario y detrás de él a Kim SeokJin.

—Buenos días, señor Jeon, aquí tiene el reporte del personal de cocina, recursos humanos aún está en negociaciones para contratar al chef que pidió —expresó el chico extendiendo una enorme carpeta azul— aquí tiene el itinerario informativo para las instalaciones del nuevo hotel en la Isla Jeju —dejó otra carpeta mucho más fina de color marrón— y la reunión general es a las diez de la mañana. Ya se le ha avisado a todos los socios.

—Muchas gracias, puedes retirarte —contestó apático sin apartar la vista de aquellos papeles. El muchacho hizo una corta reverencia y salió cerrando la puerta detrás. Un suspiró se escuchó en el despacho junto al ruido del bolígrafo moviéndose a través de las hojas.

—Necesitas un trago y unas vacaciones, sobre todo unas vacaciones —opinó SeokJin cruzando sus piernas una vez tomó asiento frente al pelinegro.

—Si esa es tu forma de querer deshacerte de mi, simplemente puedes lárgate por donde viniste.

Sus respuestas siempre dejaban un sabor amargo a cualquiera que se cruzará con él. Tan crudo y sin afecto. Seokjin ya se había acostumbrado a él, sabía cómo manejarlo y como sobrellevarlo, había vivido el cambio drástico de actitud del pelinegro, donde había pasado de alguien tan alegre y tan vivo a alguien amargado y sin vida.

Antes de que pudiera agregar algo más, la puerta fue golpeada otra vez, sin siquiera esperar respuesta una mujer más que conocida ingresó a la oficina con una sonrisa encantadora en sus labios color rojo con sus tacos siendo silenciados por la alfombra gris.

—Buenos días —saludó Moon Sonmi deteniéndose en medio de la habitación.

SeokJin suspiró haciendo una leve inclinación como saludo, esa mujer no era para nada de su agrado. JungKook ni siquiera emitió palabra o levantó sus ojos de las carpetas para corresponder el saludo.

—Te espero en la sala de juntas —murmuró el castaño, poniéndose de pie y arreglando la solapa de su saco. Pasó por al lado de la mujer a quien apenas despidió y salió cerrando la puerta detrás dejando a esos dos solos.

La morena dejó su bolso de diseñador sobre una de las sillas, rodeó el escritorio colocándose detrás del pelinegro atreviéndose a masajear sus hombros tensos y besar detrás de su oreja de forma sugestiva.

—¿Qué haces? —quitó dichas manos volteando con su asiento a enfrentarla, Sonmi tomó asiento en los muslos masculinos con la intención de besarle, pero él aparto el rostro de inmediato.

—Estas muy arisco —ronroneó sujetando la barbilla de él entre sus finos dedos haciendo que la mirase, sonrió divertida al ver que sus insinuaciones apenas daban efecto— solo venía a visitarte y a comentarte que tu padre volvió de su viaje de Europa —se colocó de pie, sus manos se posaron sobre la cinta de cuero de su gabardina del mismo material color verde militar.

—Podrías haber dejado un mensaje en secretaría, no tengo tiempo para perder —descansó su espalda sobre el asiento aún con su atención en la mujer.

—Haré que tú tiempo valga la pena, cariño —desató la cinta abriendo su abrigo dejando que la pesada prenda cayera al suelo dejándole ver el atrevido y sensual body negro de encaje, una botas bucaneras abrazaban sus piernas por encima de las rodillas.

La escaneó de pie a cabeza, un peligroso juego que no sabía en qué momento había comenzado, pero tampoco se negaba ya que había encontrado en el sexo sin compromiso la salida momentánea a sus problemas.

Eso y el trabajo desmedido sin descanso. Aún estuviera casado, poco le importaba hacer esas cosas si solo lo mantenían ocupado, lejos de los miles de pensamientos intrusos que lo atormentaban.


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Cerró la puerta detrás una vez ingresó a su penthouse en el piso veinte de uno los edificios Yang-Jeon. Su empresa también se había expandido en el área de los inmuebles.

Se descalzo y dejó su bolso a un costado, percibió el aroma de la cena, música baja y murmullos de voces a lo lejos. Su humor no era muy bueno luego de una reunión que había durado más de tres horas, dónde no había conseguido las soluciones que él quiso y había pedido.

Caminó desabotonando los botones de las mangas de su camisa blanca, dobló la tela hasta los codos dejando sus tatuajes en el brazo derecho a la vista; deshizo el nudo de su corbata negra y los primeros dos botones del cuello sintiendo un poco de alivio, suspiró recostando su cuerpo en el marco de la entrada del living cruzándose de brazos mientras observaba la imagen más adelante.

Sana conversaba alegre y sonriente sentada en el sillón mientras frente a ella se encontraba su madrastra YangMi y su padre, el ex presidente Jeon Jung-suk, en sus manos un par de copas de champagne acompañaban el momento.

Jagiya, que bueno que hayas llegado —chilló la mujer levantándose y trotando para recibir a su esposo. Sana besó los labios de JungKook de forma dulce, gesto que él no correspondió, en su lugar le dedicó una mirada de advertencia y un pedido de explicación— ahm, tu padre y YangMi vinieron de sorpresa —fue todo lo que expresó.

—Hijo mío, que alegría verte —Jung-suk abrazó con efusividad al pelinegro acto que tampoco correspondió— podrías cambiar tu cara y fingir que te alegras por nosotros —musitó a solo centímetros de su rostro.

—Me alegra, abeoji, conténtate con que te permito entrar a mi casa —respondió tan crudo que dejó callado a más de uno. Se dirigió hacia su madrastra a quien saludó con un agradable y corto abrazo. En el pasado y en un momento crucial esa mujer lo había ayudado mucho, era de las pocas personas de su estimación— me gustaría saber cuál es la razón de su visita.

—Tu padre te extrañaba —murmuró YangMi con una leve sonrisa en sus labios y algo de tristeza en sus ojos mirando al pelinegro con atención. Este bufó en una risita.

—Muy bien, me avisan cuando la cena esté lista —comenzó a alejarse con intenciones de encerrarse en su oficina.

—¡JungKook! —paró en seco dándoles aún la espalda, inclusive así dejaba a todos en completo silencio ante su imponente figura— hice un tiempo para venir a verlos y tú me recibes así, insolente —espeto. YangMi y Sana se miraron por unos segundos. El ambiente se había vuelto tenso de un minuto a otro.

JungKook volteó lentamente sobre sus talones descubriendo su semblante oscuro, sus ojos destilaban fuego, Jung-suk tragó saliva con su rostro aún altivo.

—¿Quiere discutir, abeoji? —su voz profunda y baja hizo estremecer a sus invitados, ladeó su cabeza mirando fijamente a su padre de forma tan penetrante que calaba hasta en los huesos. Nadie emitió palabra alguna y él comenzó a alejarse de nuevo— me avisan cuando la cena esté lista.

No era nada extraño que la relación padre-hijo que esos dos tenían siempre había sido explosiva, pero en los últimos años se fue convirtiendo en algo peor. JungKook se había encargado de hacerle saber a su propio padre la vergüenza que tenía el portar su apellido, dónde cada oportunidad que Jung-suk tuviera para reclamarle a su primogénito, este tuviera el doble de reclamos que dejaban al mayor fuera de sitio.

Se había encargado de hacerle saber a su propio padre lo infeliz y miserable que era y que de la misma forma lo haría sentir a él.

La puerta del despacho fue golpeada suavemente, una de las sirvientas entró dubitativa al interior, el pelinegro se encontraba tecleando muy concentrado en su computadora portátil.

—Ehm, jóven Jeon, lo esperan en la mesa.

—No balbucees, no me gusta que balbuceen —su mirada penetrante hizo estremecer del miedo a la chica en su lugar— habla más alto cuando te dirijas hacia mí, puedes retirarte.

La muchacha salió con extrema rapidez, a ningún trabajador le gustaba mucho hablarle o siquiera mirarle, casi todos le temían, no era alguien de buen trato, era muy diferente de como lo mostraban en los medios. Su atractivo y presencia podían derribar a cualquiera, pero en persona era muy diferente.

Llegó caminando con parsimonia hasta el enorme comedor, encontró a Sana, YangMi y su padre en silencio, los tres muy serios, el último con el teléfono en su oído. Se detuvo al lado de su madrastra observando en silencio. Jung-suk asintió y luego se despidió cortando la llamada, volteó a mirarles, su rostro tenía un tinte de tristeza.

—Kim WooKyun falleció hace unas horas.

25/05/23:
Nunca lo había mencionado, pero desde el capítulo 37 comienza la segunda parte de esta historia. Y si se dan cuenta cambió, incluso, el banner. (Hecho por mi soulmate _Park_JJ)

En mi país 😎🇦🇷🧉 es feriado, Día de la patria. Así que 🤙🏻🤙🏻🤙🏻

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