𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝘁𝗿𝗲𝗶𝗻𝘁𝗮 𝘆 𝘀𝗲𝗶𝘀.
❝Empiezo a imaginar un mundo donde no nos colisionamos. Me está enfermando, pero nos curaremos y el Sol saldrá.
Te amaré de cualquier manera, puede resultar muy dulce, puede resultar muy amargo.❞
━It'll be okay - Shawn Mendez.
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Entró al despacho de su padre azotando la puerta detrás, durante el viaje había leído un poco el diario de su madre. Allí se había enterado del año donde su padre había comenzado su recorrido por la política por el puesto de presidente. Las peleas constantes, las amenazas hacia su madre de que le quitaría la tenencia de su hijo. El plan de escape que ella había organizado junto a JungKook de niño. Muchas cosas que no se atrevió a seguir leyendo porque le dolía decepcionarse cada vez más.
—¿Cuánto tiempo más ibas a esconderme que me alejaste de mis abuelos a propósito? —su padre lo miro con ojos dubitativos, inquisidores, JungKook no sabía descifrar las emociones en el rostro del hombre— sabías que mis abuelos maternos querían llevarme con ellos porque mi madre así lo dispuso, sabías lo de la herencia y aún así jamás permitiste que ellos se acercaran a mi, ¿por qué?
El señor Jung-suk se levantó de la silla giratoria de cuero negro con parsimonia y semblante neutro.
—Eres mi hijo, soy tu padre, a mí me perteneces —habló causando la risa en el pelinegro.
—No te pertenezco no soy un objeto, solamente soy tu hijo, pero eso no te daba el derecho de alejarme de las personas que me amaban, mis abuelos me querían —dijo con un nudo en su garganta, su padre bufó divertido.
—También te amo hijo —respondió con algo que al pelinegro le sonó como sarcasmo.
—No —negó con la cabeza y sus ojos se colmaron de lagrimas— si me amarás, jamás me hubieras tratado como siempre lo has hecho.
—Que quiera enseñarte disciplina para que el día de mañana seas un hombre de bien no significa que no te ame, lo hago —volteó rodeando el escritorio acercándose a él— a mi manera, pero lo hago.
—No me mientas porque ya no te creo.
—JungKook —su tono sonaba algo desesperado— querían separarme de ti, querían arrebatarte de mis brazos, tus abuelos siempre han querido separarme de tu madre, le llenaron la cabeza con estupideces y por culpa de ellos tu madre murió y tú casi lo haces también —el señor Jeon tenía un brillo extraño en sus ojos cuando sujetó el rostro de su hijo para unir sus frentes— no iba permitir que me separen de ti, no iba permitir que me quitarán un pedazo de tu madre.
JungKook tomó con sus manos las de su padre alejándolas de su rostro, tragó saliva dejando salir las lágrimas. No le creía absolutamente nada. No quería creerle nada.
—Ya no me importa, solo quiero irme —dijo esnifando y secando sus lágrimas con el dorso de su mano— me quedaré en otro lado, en unos días me iré a Busan y no sé cuándo regresaré.
—¡JungKook! —gritó el nombre de su hijo con algo de desesperación viéndolo alejarse. Sabía que esto iba ocurrir tarde o temprano, no debió confiarse.
Observó su alrededor con aire ausente, la melodía de préludes N6 en B menor de Frédéric Chopin sonaba por todo el despacho vacío y gracias a la tenue luz prendida de la lámpara de su escritorio en contraste con la oscuridad de la noche mostrada a través de los vidrios de los ventanales, le otorgó al ambiente un tinte de extraña oscuridad. Jamás permitiría que él se alejara de sus brazos. Jamás permitiría que alejaran a su niño.
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—¿Estás seguro de lo que harás, Kook?
—Estoy más que seguro, Hye —respiraba con dificultad en lo que seguía guardando sus pertenencias en una maleta grande, no quería tener que ver más con aquel hombre— más tarde iré tengo algo en mente de lo que quiero hablarte.
No quería comentarle por teléfono la propuesta de invitarla a ir con él a Busan para organizar los papeles de la herencia entre otras cosas. Algo así como unas vacaciones lejos del drama.
Una vez cerró la valija, tomó la manija de este haciéndolo rodar por el suelo, bajó las escaleras con rapidez aún hablando por teléfono con la castaña. Buscó un par de libros y cosas de su interés en la habitación donde funcionaba la biblioteca, llegando al Hall de entrada envío un mensaje a su guardaespaldas para que esté preparado con el auto encendido.
—Okey, te espero entonces.
—Hye —escuchó el mmm en respuesta del otro lado— sonara algo extraño pero… —no sabía porqué de repente se sentía avergonzado— extraño dormir a tu lado, te amo bonita.
Hye-min rio de forma imperceptible del otro lado.
—Apúrate entonces, sino dormiré sola sin ti.
JungKook rio sintiendo su corazón latir como loco, cortó la llamada poniéndose efusivamente feliz, sentía un cálido calor en su pecho al pensar que dormiría y amanecería con ella entre sus brazos todos los días de ahora en adelante, volteó sonriendo como nunca más seguro de sus planes.
Su sonrisa desvaneciéndose de inmediato al encontrar el semblante serio e intimidante de su padre parado al pie de la escalera con sus manos escondidas detrás de su espalda.
—¿Ya te irás, hijo?
Tragó saliva, asintió observando su valija y haciendo un conteo para no olvidarse nada cuando cayó en cuenta de que había olvidado su mochila en el suelo de su habitación.
—Pensé que podríamos cenar juntos antes de que te vayas —comentó Jung-suk de forma tranquila— está noche vendrán unos invitados muy especiales.
—Abeoji, lo siento, pero me están esperando —se disculpó en una leve inclinación intentando subir a las escaleras.
—No has entendido, JungKook —habló con voz más firme— no te estoy pidiendo tu permiso, te estoy contando que vendrán invitados muy importantes y tú debes estar presente, el señor Kao Minatozaki vendrá junto a su hija —caminó con parsimonia mostrando un semblante sonriente— he estado viendo que visitas mucho a Park Hye-min, han estado muy unidos últimamente.
El señor Jung-suk miró a su hijo esperando respuesta, el pelinegro tragó saliva sintiendo un miedo repentino, un mal presentimiento golpeando en las paredes de su estómago, como si aquellas mariposas aleteando se hubieran convertido en furiosas hormigas asesinas.
—Si, somos muy cercanos —dijo mirando al suelo nervioso, suspiró más seguro y añadió mirándolo a los ojos— en realidad, Hye-min y yo estamos en pareja y estoy pensando en irme a vivir con ella.
Confesó sintiéndose orgulloso de por fin admitir por dentro y por fuera sus sentimientos y sobre todo delante de su padre.
—Me alegro que al fin quieras sentar cabeza, mi Guk-ah, pero me temo que lo haces con la persona equivocada.
El chico enarcó una ceja mirando la sonrisa maliciosa en la comisura de los labios de su padre, estaba demasiado tranquilo para la discusión que habían tenido hace una hora atrás y eso lo hacía alertar.
—Pensábamos comentarlo en la cena, pero —vaciló acercándose a su hijo, mirándolo fijamente con la frente en alto— creo que sería una oportunidad sin igual expandirnos no solo como familia en Corea sino en otros terrenos —el pelinegro sintiendo aquel mal presentimiento crecer en su interior respiraba con algo de dificultad— hemos decidido que Sana y tú podrían ser excepcionales como pareja.
JungKook miró fijamente a su padre buscando la mentira o la broma en aquel semblante sin encontrarlo, aún así no pudo evitar reírsele en su cara. Está vez no permitiría que su padre le arruine sus decisiones. Está vez defendería su relación con Hye-min y todo lo que de ahora en adelante se le generará.
—Appa, siento reírme —cubrió con una mano su boca cesando su risa— perdón, Hye me está esperando tengo que irme —pasó por su lado subiendo el primer escalón de la escalera de reluciente mármol.
—¡JungKook! —llamó su padre en voz alta, el susodicho volteándose sumamente cansado— no has entendido —Jung-suk miró con ojos imperturbables a su hijo— tú harás lo que te ordene o me veré en la penosa obligación de tomar una drástica decisión.
—¿Qué harás? ¿desheredarme? —se burló sonriendo— recuerda que tengo el dinero patrimonio de mi madre suficiente para subsistir y no tener que depender de ti nunca más —sintiéndose más poderoso se acercó hasta estar a solo centímetros del rostro de su padre— dudo que tú hagas algo que arruine la hermosa imagen que das al mundo de la familia Jeon.
Finalizó volteando sobre sus talones subiendo algunos escalones.
—Sabes que en estos días la inseguridad en las calles está terrible, sería penoso que algo le pase a nuestra querida Hye-min —aquellas palabras detuvieron al chico en seco— o a la familia Park —JungKook tragó saliva duramente volteando a ver el rostro de su progenitor— la gente del bando contrario ha estado muy violenta —hablaba como si fuera algo sin importancia— sería una lastima que una bala, una golpiza o peor —una sonrisa oscura pintó el rostro del señor Jeon y añadió— una iracunda banda de hombres abuse de una muchachita tan hermosa como lo es Park Hye-min.
Aquello último helo la sangre del chico, sus ojos desorbitados de sus cuencas oculares, su interior gritándole peligro, sintiendo que algo peor iba pasar. La risa del señor Jung-suk le causó escalofríos, los vellos de su cuerpo erizándose del terror infundado por aquellas palabras y la actitud tan determinante.
—Estas loco —su voz tembló preso del pánico, su cuerpo también.
—¿Crees que no lo haré? ¿no me conoces acaso?, si lo pude hacer con tu madre lo puedo hacer con esa mocosa —golpeó levemente su hombro— piensa bien lo que harás, no queremos que le pase algo a Hye-min o su familia.
JungKook no podía moverse, una fuerza extraña y apabullante lo mantenía con sus pies atornillados al suelo, tampoco podía hablar, su garganta estaba seca y cerrada, aún así era consciente en su mente y en su interior estaba gritando del pánico y la rabia.
—No me importa que hagas, quiero que te alejes de esa chica y su familia, porque sino… la vida da muchas vueltas hijo, nunca se sabe que cosas puedan pasar.
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Hye-min escuchó el ruido de la cerradura eléctrica abrirse sabiendo que JungKook había llegado. Apagó la estufa dejando casi lista la comida, salió de la cocina a pasos apurados encontrando a su chico todavía en la entrada. Se lanzó con un gritito eufórico al cuello de este rodeándole con sus brazos. JungKook tardó unos segundos en corresponderle, terminó rodeándola más fuerte contra su cuerpo, escondió su rostro en la cuenca del cuello femenino olfateando su perfume, sintiendo lo cálido de su piel, sus manos apretando algunas curvas en un intento de no olvidarse. Quería llorar. Acarició el cabello de Hye-min y su rostro cuando se separaron de aquel abrazo, ella sonreía como nunca antes.
—Entra que está haciendo frío y está a punto de llover, estoy cocinando pasta —comentó sujetando la mano para que entrara a la estancia, pero él la detuvo sin siquiera moverse de su lugar.
—Hye-min, debemos hablar —dijo él con una voz tan baja y gutural causando que ella se tensara en su lugar y soltará lentamente la mano para enfrentarlo cara a cara.
—¿Pasa algo, cariño? —preguntó, sosteniendo entre sus manos el rostro sin emoción de su chico con intenciones de besarlo, pero la acción de él retirando su tacto con lo que se le hizo rechazo, le hizo sentir un vuelco horrible en su estómago y no fue mucho lo que le hizo sentir el ambiente tensarse— JungKook.
Tragó saliva conteniendo las lágrimas, adoptando un rostro neutro y una pose despreocupada en su enorme y adolorido cuerpo.
—Lo estuve pensando mucho de regreso aquí —evitaba mirarle a los ojos— pero creo que sería mejor para ambos que cada uno siga su camino por separado —confesó sin un atisbo de emoción, Hye-min quien tenía sus brazos cruzados conteniéndose a ella misma rio por lo bajo poniéndose completamente seria al instante.
—¿De que estás… —tragó siendo muy difícil hablar a causa del nudo en su garganta— es broma, ¿no?
El pelinegro jugaba moviendo su mandíbula de lado a lado en un intento por mantener su rostro indiferente, negó lento sin mirarla aún. Sus ojos se mantenían sobre la alfombra gris de la entrada.
—Eres un maldito imbécil —exclamó Hye-min alejándose, sus manos cubrieron su frente intentando que la ira no la domine, bufó enfrentando de nuevo al chico buscando su mirada— dime ¿Por qué? Si hace unas horas nosotros…
—Conseguí lo que quería de ti, Hye, unas cuantas folladas para saber que se sentía y ya lo conseguí —se encogió de hombros intentando sonar lo más seguro posible, pero por dentro se sentía la peor mierda del mundo— lo siento, pensé que sería diferente contigo, me equivoqué, me aburrí y ya no quiero seguir —un silencio profundo los arrolló por unos minutos, él aún no se animaba a levantar la cabeza, no quería verle, por lo que aprovechó el momento antes de arrepentirse— me tengo que ir.
—Mientes, tú… —una lágrima enorme rodó por la mejilla de Hye-min seguida de otras más, está vez JungKook si la miró a la cara y no supo más que seguir con su jugada.
—Por favor, Hye —usó una voz sarcástica— deja de ser tan ingenua, creés qué sentaría cabeza, qué querría casarme y esas idioteces —la ira en su interior ayudaba a ser más cruel con la persona equivocada— ahora tengo un poder ilimitado, puedo conseguir lo que me plazca y tú… tú solo me estorbas.
Fue lo último que escupió para salir de inmediato de allí, caminó a pasos muy rápidos hasta llegar al ascensor, apretó con más fuerza de la debida los botones, sentía el ardor en medio de la garganta y en sus ojos. Cada palabra dicha a la castaña por sus labios lo golpeaban incesantes en su cabeza, como si estuvieran moliéndolo a golpes. Subió dentro del elevador respirando con dificultad, un sollozo triste salió de su boca obligándose a cubrirlo con las manos.
¿Qué hice?
Se obligó a si mismo a calmarse, a ser fuerte y no mirar atrás, pero el dolor que sentía hasta lo sentía en todo el cuerpo. Salió un tanto recompuesto teniendo en mente largarse para siempre de Seúl. Trotó los pocos metros hasta salir al exterior del edificio, caminó con paso rápido saliendo del complejo de edificios sin siquiera despedirse de los guardias. No llamó para que vinieran a recogerlo, quería estar solo bajo esa finita lluvia. La noche pronosticaba también frío.
Pero no contaba con que Hye-min corría hacia él sin importarle estar mojándose, se aferró a su brazo haciéndole detener en su lugar cuando lo alcanzó unas calles más abajo, aún así él no volteó, ni la miró, intentó no hacerlo y desistir de su decisión.
—¿Por qué haces esto? ¡Dime! —las lagrimas hicieron acto de presencia, la miró de reojo y le partió el alma verla de esa manera, pero la voz de su padre en su cabeza no le deja márgenes de error. Se zafó bruscamente del agarre de la chica.
—¿Qué parte de que no quiero saber de ti no entiendes, Hye-min? —bramó casi rozándole la nariz— solo fuiste un polvo más, conseguí de ti lo que quería. Ya está. Olvídate.
—Tú dijiste que me…
—Mentí, mentí para conseguir lo que quería. Mentí porque sabía que estabas enamorada de mí, mentí sobre mis sentimientos y mentí todo el tiempo y tú eres una idiota por haberme creído.
Y el corazón de ella comenzó a quebrarse haciéndole sentir dolor en su pecho. Su cuerpo tembló del frío y la rabia. JungKook sintiendo la necesidad de llorar también comenzó a alejarse obligándose a si mismo a no mirar atrás, porque seguramente se doblegaría e iría abrazarla y besarla hasta quitarle toda dolencia.
La lluvia para ese momento comenzó a ser un diluvio. Hye-min se dejó caer de rodillas al suelo mojado totalmente destrozada apretando su pecho por culpa de su respiración, largó un grito ensordecedor que JungKook escuchó metros más adelante quebrando su corazón, obligándolo a correr lo más rápido que pudiera lejos de allí, de la única mujer que ahora estaba seguro, ha amado en su vida.
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Caminaba sin prisa debajo del diluvio, el viaje a su casa había sido lento y tortuoso, sus piernas habían cedido en algún momento cuando ya no pudo correr más lejos y se dejó caer en la pared de un callejón sucio y vacío liberando todo el llanto contenido. Para ese momento, estaba totalmente empapado de pies a cabeza chorreando agua, hasta sus huesos estaban tiesos del frío, pero poco le importaba.
Entró a la casa que se encontraba a oscuras, con ayuda del barandal negro de metal subió aquellas escaleras de mármol que parecían interminables. Abrió la puerta de su habitación adentrándose en su interior, su mirada seguía perdida, desde que la dejó allí se encontraba perdido, en un limbo interminable llamado infierno. Observo a su alrededor saliendo de su viaje astral, pestañeando rápidamente por el ardor que sus ojos tenían culpa de las lágrimas acumuladas.
Un click y el demonio desatándose en él emergió en un grito desahuciado rompiendo todo a su paso, lanzando cosas que se rompían y quebraban haciéndose añicos como su alma y corazón. El estallido de vidrios quebrarse fue lo último que se escuchó en la estancia cuando se dejó caer abatido y cansado de rodillas al suelo de madera, llevó sus manos a su pecho que ardía, lloraba como un pequeño niño desamparado, temblaba de forma terrible asustándolo sentir ese sentimiento de amar así.
Miró sus manos temblorosas cuando las aparto de su pecho, empapadas de sangre por culpa del golpe que había proferido al espejo, su mirada yendo a los pedazos rotos en el suelo, pedazos que mostraban en diferentes formas deformes su rostro desconsolado, sus ojos rojos e hinchados, su cabello despeinado mojado goteando. Viéndose débil.
Y en ese momento, todo murió, todo en su interior se apagó de forma ecuánime que ahora solo era un ente, porque su alma se había ido con ella.
—Nos vemos cuando el destino tenga ganas de juntarnos, mientras cuídate y se feliz.
Fin.
No mentira, no me maten. Me costo escribir este capítulo porque lo hice casi llorando.
Todavía falta mucho para que esto termine y no saben cuánto se los agradezco por darle una oportunidad a esta historia.
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