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𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝘀𝗲𝘀𝗲𝗻𝘁𝗮 𝘆 𝘀𝗲𝗶𝘀. 𝗘𝘅𝘁𝗿𝗮.

Un año después.


Se detuvo al llegar leyendo el nombre impreso en el mármol. "Kim NamJoon, Amado hijo, hermano, amigo, esposo y padre".

Esnifó, secando con el dorso de su mano unas lágrimas que rodaron por su mejilla, tomó con la misma la falda de su largo vestido veraniego subiéndolo un poco, se arrodilló en el suelo de verde césped y depositó el ramo de flores en los jarrones pequeños tirando los que se veían viejos y marchitos.

—Te extraño todos los días —musitó, admirando el epitafio y la foto en el remarco dejando las manos sobre su regazo— Nami también te extraña mucho, sacó muy buenas calificaciones en su primer año de primaria —sonrió, recordando la carita de su bebé al traerles sus notas— ya tiene seis años y está hermosa.

Inhaló aire nuevo cerrando los ojos por un momento. Visitar a NamJoon era su relajante terapia. Young-nam solía acompañarla la mayoría de las veces, pero ese día en especial prefirió ir al sola.

Observó su reloj de muñeca, se le estaba haciendo algo tarde y en cualquier momento se darían cuenta de su escape a pesar que tenía una certera cuartada. Se tomó el tiempo de visitar otra tumba no tan cercana, de dejarle una flor así no fuera su obligación. Dejar ir el rencor y perdonar es lo mejor para sentirse uno en paz.

Era tiempo de volver.

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Ingresó al lugar aparcando el auto en el estacionamiento, vio a Sejin en compañía de Ga-yeon muy cerca de la entrada. El hombre trotó para abrirle la puerta y por su expresión nerviosa dedujo que ya se habían dado cuenta. La joven la calmó negando ese hecho, solo había nervios porque el pelinegro no dejaba de preguntar por ella. Sus nervios también estaban alterados.

Era un día muy especial y caótico para todos. Caminó con rapidez en compañía de la chica por el enorme jardín de flores y pasto verde perfectamente cortado. Una fuente enorme de granito se imponía frente a la gran edificación de arquitectura georgiana, despidiendo agua de la boca de unos ángeles.

Subieron escaleras hacia el primer piso donde se encontraba su habitación. Ya tenía unos treinta minutos de retraso.

—¡Hye! —Solhyun chilló, lanzándose a abrazarla— te tardaste mucho, JungKook ha estado preguntando por ti, le tuve que decir a Yoonie dónde fuiste y él le ha estado poniendo excusas.

—Tienes que empezar a prepárarte ya —acotó, su madre, entrando por la puerta de la habitación junto a su nieta.

—Ya sé, no me regañen, ya estoy aquí —se despojó de su calzado y su bolso, fue hasta el rincón para desnudarse quedando en ropa interior. Tomaría un rápido baño antes de que le hicieran el maquillaje y peinado.

Su teléfono celular comenzó a sonar de vuelta causando un silencio total, un suspiro ahogado se logró oír a través del ruido de la llamada.

—Ve a bañarte omma, yo atiendo a appa —Hye besó la mejilla de su hija metiéndose al cuarto de baño rápidamente y la menor se dispuso a tomar la máquina— appa, soy yo... no, omma se está preparando... qué dijimos, las mujeres tardan en arreglarse... —bufó, rodando los ojos— omma dice que dejes de llamarla que si sigues así te dejará plantado —sonrió divertida, por las expresiones de las mujeres allí dentro y el regaño bajito de su abuela— está bien, le diré... yo también a ti.

Cortó y miró a su abuela, le avisó que iría junto a su padre a entretenerlo. La desesperación del pelinegro lograba poner nerviosos a los demás.

En compañía de Ga-yeon cruzaron al otro lado de la casa dónde JungKook se encontraba preparándose también. Tocó la puerta siendo atendida por la amable sonrisa de HoSeok, se dejó cargar luego de que esté saludará con un beso cariñoso a la joven. Ellos llevaban unos cuantos meses de relación.

—¿Y appa?

—En el balcón —respondió con rostro serio— está muy nervioso, Yoongi y JiMin quieren darle de beber vodka para calmar sus nervios.

Young-nam rio un poco, se acercaron hasta el lugar donde pudo ver a su padre a medio vestir. Pantalones negros y camisa blanca arremangado en los codos, sin abotonar en el pecho, su cabello azabache corto estaba alborotado y dedujo que era por las veces que se había peinado en un mero acto de nerviosismo como siempre hacia.

—Oh, miren quién llegó —la niña adoptó mejillas sonrojadas cuando SeokJin se acercó a ella. Se dejó alzar en sus brazos recibiendo un sonoro beso en su mejilla— estas hermosa, mi Nami-yah.

La pequeña sonrió nerviosa, tenía un ligero crush con ese hombre a pesar de que él estaba en una relación con una hermosa mujer. Saludó a los demás hombres, sus tíos, abuelo y amigos de su padre y familia. Su appa apenas le sonrió, se notaba nervioso. Cruzó miradas con Beomgyu, el chico estaba mucho más alto y apuesto a sus catorce años. Ella también había crecido, pero aún seguía siendo la pequeña de todos.

—Appa, ¿te sientes bien?

SeokJin la dejó en el piso, ella se acercó a su padre sentándose en las piernas de este. JungKook la abrazó a su pecho dejándole sentir su corazón acelerado.

—Si, estoy bien nena, solo estoy algo nervioso, es todo —murmuró cabizbajo, su padre a veces se quedaba perdido en un viaje astral donde su rostro era de completa tristeza. Su appa bonito había pasado por mucho y junto a Beomgyu y Bam hacían de todo por verlo sonreír.

El celular de pelinegro sonó acallando las voces de los demás. JungKook se levantó dejando a su hija con cuidado en la silla donde estaba sentado. Atendió sin siquiera mirar la pantalla.

Puedes dejar de llamarme, ya llevas más de cuarenta llamadas perdidas y cientos de mensajes.

—Lo haría si no ignoraras a tu futuro esposo —su voz le traía demasiada calma. Era su remedio. Un remedio que hacía latir su corazón de nuevo.

Cariño —cerró sus ojos intentando respirar tranquilamente— nada malo va pasar, yo estoy aquí, los niños están aquí, no nos iremos a ningún lado —evitó dejar escapar las lágrimas que se formaron en sus ojos— tú eres nuestro lugar seguro, nosotros lo somos para ti. Nada malo va pasar. Ya no.

Hacia un par de meses comenzó a tomar terapia, la muerte de su padre había sido tan debastador que pensó jamás recuperarse. Tenía pesadillas recurrentes y algunos ataques de pánico. Pero la compañía y apoyo de su prometida había sido crucial, la de sus hijos y amigos también. De a poco, todo mejoraba.

—Lo sé —murmuró, sintiendo su voz algo rota.

JungKook, te amo, pero necesito que me dejes preparar tranquila, no será fácil cuando debo casarme con uno de los hombres más sexys del mundo según la revista People.

Rio divertido, aún seguía siendo la burla de su prometida cuando supo que él se encontraba en aquella lista junto a rostros muy famosos siendo uno de los representativos de su país junto a varios idols más.

—Te casarás con el hombre más sexy del mundo, pero yo me casaré con la única mujer de mi vida, la mami más hermosa, la más sexy y caliente, que hace que me...

¡Yah! Cállate y ve a prepararte sino te dejaré plantado.

JungKook rio aún susurrándole palabras subidas de tono, Hye-min le cortó con su rostro más que colorado sintiendo vergüenza a pesar de que era costumbre entre ellos ser atrevidos.

De repente, sintió calma en su ser y podría seguir.


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La música estaba a un nivel cómodo, las luces de colores refulgían por todo el salón mientras los invitados bailaban. Luego de la ceremonia en la iglesia y el civil, pasaron al salón donde se degustaría un banquete especial. Quisieron hacer una boda al estilo occidental, ya que las bodas coreanas duraban muy corto tiempo.

Sin embargo, si hicieron la ceremonia tradicional coreana pyebaek, dónde la novia y el novio se colocaba el traje tradicional llamado hanbok y solo participan los miembros de la familia. En este caso los padres de Hye-min y en el caso de JungKook, YangMi, su madrastra.

JungKook observaba a su esposa bailando acompañada de su hermano mayor y sus hijos. Tenía un vestido color marfil corte sirena ceñido a su cuerpo, tenía pequeñas perlas regadas estratégicamente sobre la tela. Admiraba que aún tuviera los tacones puestos, su cabello rubio caía sobre su espalda en ondulaciones que hacían verla más hermosa.

El solo recuerdo de haber visto a Hye-min en su vestido de novia caminando hacia él del brazo de su padre le hizo sonreír. Porque aquellos nervios que lo tenían a punto de explotar desaparecieron cuando sus ojos se encontraron en la iglesia. Y el mundo entero cuando de la mano recitaban las típicas palabras que jurarían su unión eterna.

El beso fue corto pero único. Un beso lleno de amor, cargado de sentimientos indescriptibles que les recordaba que habían nacido para estar juntos a pesar de los obstáculos. Un beso que los había llevado a su mundo donde solo ambos existían. Se sonrieron al separarse sin alejarse un centímetro sus cuerpos ni dejar de sentirse. Los aplausos y vitoreos alrededor de repente se hacían ruidosos haciéndoles volver a la realidad.

—Señor Jeon, me permite esta pieza por favor.

Volvió a observarla, su sonrisa perfecta en su rostro maquillado en algo natural y sobrio, su piel blanca reluciendo en aquel vestido y su cabello rubio. De repente, se sintió alguien inferior, se sintió desmerecedor de aquel título del hombre más sexy cuando su esposa lo era todo para él. Estaba terriblemente enamorado y aunque causará un poco de temor, no le importaba si era ella.

La pista se vio vacía cuando caminaron hasta el centro, Hye-min sonreía como nunca antes, él solo la imitaba porque sentía que ella era su reflejo, su felicidad era la suya y aunque sonará tonto, era como si fueran uno solo.

Love me tender de Elvis Presley sonó, la melodía tan lenta y suave hizo que se movieran aferrados el uno al otro. Sus ojos se miraban fijos, se sonreían diciéndose muchas cosas sin la necesidad de palabras, diciéndose lo que esa canción, la sentían y la bailaban como si hubiera sido escrita para ellos.

De nuevo, como en la ceremonia, todo el alrededor había desaparecido siendo ambos los únicos presentes en esa pista de baile. Los únicos en su mundo de ensueños y amor. El pelinegro rozó su nariz con la de su esposa mientras apretaba su agarre en la cintura femenina y ella jugaba con los cabellos de la nuca de su esposo. Ambos en su sublime eternidad.


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Horas más tarde, JungKook decidió raptar a la novia en medio de otro baile. A duras penas permitió que ella se despidiera de los invitados. Subieron al último piso de aquel lugar donde se quedaban y realizó la fiesta. Una enorme suite en el piso cuatro los esperaba para su primera noche de casados. El piso sería solamente para ellos dos hasta la mañana siguiente en que tomarían un vuelo hacia su luna de miel en las islas paradisíacas Whitsunday en Australia.

Hicieron la típica entrada de la novia en brazos del novio entre risas. La habitación estaba decorada con velas blancas aromáticas encendidas estratégicamente colocadas, el ambiente olía a vainilla, pétalos de flores blancas regadas por la enorme cama matrimonial y el piso. Había una mesa de cristal con bocados dulces como frutas y un fondue de chocolate.

Hye-min se había tomado un tiempo en ir al baño antes de regresar a la habitación con su esposo, no pudo ir durante la fiesta porque no quería perderse un minuto de ella. Asomó la cabeza viendo al pelinegro quitarse la corbata y dejarla a un costado.

—Podrías voltearte por favor —la voz tímida de su esposa le hizo sonreír. Chasqueó la lengua y a duras penas volteó dirigiéndose a la mesa de lo comestible, sirvió dos copas con la bebida espumante escuchando la puerta abrirse— ya puedes mirar.

Sonrió divertido, negando no entendiendo a qué se debió ese pedido. Tosió atragantándose con el líquido cuando vio a su esposa frente a él. Hye-min llevaba un body blanco de encaje semi transparente dejando muy pero muy poco a la imaginación, sus oscuros ojos la escanearon de arriba abajo lentamente, deteniéndose en los senos, no pudiendo evitar relamerse los labios al verlos tan apretados y grandes en aquella tela finísima.

La observó por un instante en una postura algo sumisa, lo cual le encantaba y le extrañaba. Se acercó a ella con lentitud, colocó una de sus manos sobre la cintura de esta y el simple roce de aquella tela y el calor manando de aquel cuerpo le causó estremecimiento. Hye-min sintió ese pequeño temblor y llevó sus manos al cuello de su esposo, acarició lentamente su nuca acercando sus labios a los de él.

—Voy a dejar que hagas lo que quieras —ronroneó, con una sonrisa pícara en sus labios acolchonados brillantes por el gloss rosa— mejor dicho, quiero me hagas lo que tú quieras.

—Estas jugando con fuego, Hye.

—¿Y si quiero quemarme?

JungKook no evitó reírse por lo bajo y de inmediato apresó la boca de Hye-min en la suya en un beso tan sucio y desesperado que la respiración de ambos se alteró en segundos. La estampó contra la pared con sumo cuidado, su mano derecha sostuvo el rostro de ella mientras la izquierda ascendía entre los muslos internos llegando a rozar su intimidad.

—Estas mojada, cariño —Hye-min jadeó ante la voz ronca y sensual del pelinegro causando una punzada ahí abajo— quiero que te arrodilles frente a mí.

Ella frunció el ceño aún con sus manos en la nuca de su esposo, JungKook dejó un beso fugaz en los labios de su mujer y caminó con parsimonia y lentitud hasta el centro de la habitación.

—Sabés qué, cambie de parecer —dijo de brazos cruzados y con su rostro lleno de inocencia muy diferente de su apariencia sensual. JungKook rio por lo bajo negando.

—Hye —reprochó él, poniendo su rostro serio. Ella negó con aire arrogante y caminó pasando por su lado, tomó una fresa bañándola en chocolate y lo llevó a su boca de forma lenta todo bajo la atenta mirada de su esposo— Hye.

—Tú te arrodillaras frente a mí —dijo sorprendiendo al pelinegro. Ella se acercó a él desabotonando la camisa y dejando el torso masculino expuesto, bajó su boca dejando besos húmedos en las clavículas, en los pectorales haciendo que se le ericen la tetillas, en los cuadritos de sus abdominales hasta detenerse bajo su ombligo sintiendo los músculos tensos de allí.

La tenía de rodillas frente a él pero estaba tan lleno de placer e hipnotizado que se dejó hacer.

—Amor —el pelinegro le respondió con un ruidito salido de la garganta— yo quiero hacerte algunas cosas y tú disfrutaras de ello —agregó de pie colocando su dedo índice en su pecho y empujándolo hasta caer con su espalda en la cama.

Hye-min caminó hasta la mesa de vuelta y tomó otra fresa embadurnada de chocolate, volvió de puntillas y gateo sobre él hasta tomar asiento en la entrepierna del pelinegro, sintiendo lo duro de su bulto bajo sus pantalones de vestir, la rubia se movió sobre él muy lento con la intención de molestarlo mientras veía lo desesperante de su rostro.

Llevó aquella fruta a su boca chupando el chocolate mordiendo de forma insinuante dejó caer a propósito un poco sobre el abdomen bajo del pelinegro.

—Ups —dijo y se atrevió a lamer esa zona subiendo hasta morder y succionar la piel bronceada del cuello del hombre.

—Hye-min, me estás volviendo loco —gimoteó apretando las sábanas entre sus manos. Ella volvió a moverse sobre su bulto mientras mordía la fruta de nuevo y antes de que él siguiera quejándose, le tomó el rostro y unió sus bocas haciéndole sentir de su lengua el sabor de chocolate y la fresa.

JungKook la tomó fuerte de la cintura y fingió embestidas queriéndose arrancar toda la ropa y enterrarse en su mujer. Hye-min sostuvo el rostro de su esposo con una mano mientras la otra bajaba en caricias por su pecho, abdomen, deteniéndose en su pantalón el cual desabrochó con la intención de meter su mano dentro sintiendo aquel músculo caliente y palpitante en su palma. Sonrió entre medio del beso cuando el excitante gemido del pelinegro se perdió en su boca.

Sonrió divertida viendo los ojos brillantes llenos de lujuria del hombre cuando se separó, su nuez de Adán subir y bajar al tragar saliva. Decidió quitarle la parte inferior de su ropa y lo obligó a tomar asiento a orillas de la cama para luego arrodillarse frente a él entre medio de sus piernas abiertas. Los ojos de JungKook no podían dejar de ver los movimientos que su esposa hacia, no podía contenerse al ver lo atrevida que era, le encantaba que ella tomará la iniciativa.

Le encantaba la forma en que lo tocaba y lo acariciaba, la forma en que ella comenzó a besar su miembro acompañando de caricias suaves a sus muslos tensos, el vaivén de la cabeza mientras veía como le hacía un oral que lo tenía aguantándose desde hace un rato. Llevó una de sus manos al cabello rizado armando una coleta con la intención de poder ver su rostro y la acción tan sensual que hacía con la boca.

Gimió despacio y mordió su labio inferior al sentir presión en su vientre bajo, comenzó a mover sus caderas también al sus oídos captar el ronroneó de su esposa, cerró sus ojos disfrutando de aquello y cuando pensó dejarse llevar por su gran orgasmo, ella se detuvo tomando distancia con una sonrisa pícara en sus labios.

No le gustó nada. Y no dudo en hacérselo saber cuándo la tomó bruscamente de los brazos obligándola a sentarse sobre él a horcajadas y de un solo tirón rompió aquella fina tela de encaje dejándola completamente desnuda.

—Te dije que no jugaras con fuego, Park Hye-min —gruñó anclando una de sus manos a la nuca de ella y su otro brazo la rodeó apretando su trasero con fuerza. La besó con pasión y dureza, metiendo su lengua y golpeando la de la rubia. Balanceó el cuerpo de su esposa en un movimiento ascendente que ayudo a penetrarla de una estocada, JungKook fue quien sonrió en medio del beso cuando escuchó el gemido agudo de su mujer— muévete —ordenó con autoridad volviendo a gruñir sobre la boca de la rubia dándole una palmada fuerte en su trasero.

La orden fue acatada al instante porque los dos comenzaron a moverse en una danza de placer que a ambos hacia gemir y jadear por aire, el pelinegro no perdía tiempo en decirle palabras sucias al odio de su mujer, quería hacerle sentir su amor, hacerla sentir sexy y sensual, hacerla sentir lo perfecta que era para él.

Se levantó con ella rodeándole la cintura con sus piernas, con mucho cuidado de no salirse de aquella cavidad húmeda y caliente que arropaba su dura y dolorosa erección, la recostó sobre la cama llena de pétalos de rosas blancas, la embistió con más rudeza escuchando los gemidos agudos y deleitándose con el rostro desfigurado de placer de su esposa. Sus movimientos comenzaron a hacerse más lentos, de repente sus manos solo la acariciaban al igual que sus labios besaban los de ella en un beso tan dulce y suave que la estremeció.

Abrió sus ojos mirando a su esposo, su rostro húmedo por la transpiración que ella intento secar con sus manos. Peinó aquel cabello azabache hacia atrás dejando sus ojos y frente a la vista. Se miraron fijamente, se sonreían mientras los dos disfrutaban de aquellas lentas caricias. JungKook comenzó a ser mucho más delicado y Hye-min besó cada rincón de aquel rostro masculino.

A pesar de que disfrutaban esa lentitud y profundidad con la cual le hacía el amor a su esposa, no pudo contenerse cuando sintió presión en su vientre bajo al igual que ella. Los dos moviendo sus caderas para darse más acceso el uno al otro, para unirse, para sentirse, besándose con lentitud y pasión. Ambos llegando a la vez a un orgasmo demasiado intenso que los dejó atontados por un momento.

—Te amo, Park Hye-min, te amo —jadeó él por aire uniendo su frente con la de ella.

—Te amo, Jeon JungKook, te amo —respondió ella acariciando el cuello de este y besando su nariz.

Un beso fue el broche para cerrar el trato de aquellas palabras y el juramento ante Dios qué horas antes habían hecho. Un beso que llevo a otro y que llevo a qué la noche se volviera interminable para ambos mientras se amaban intensamente en cada rincón de aquella habitación.

La boda y la noche de bodas no podían faltar. Les dije que sería emocionante. 🤭

Espero les haya gustado. En serio muchas gracias.

Cuando termine todo haré un agradecimiento porque esta historia empezó gracias a unas hermosas personitas que no solo considero amigas sino hermanas. 🤧😭✋

Les avisó que faltan otros 3 extras mas. Así que no quiten la historia de su biblioteca todavía. Gracias de nuevo.

💜💜💜

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