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𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝗰𝘂𝗮𝘁𝗿𝗼.

Con un poco más de esfuerzo elevó aquella barra con veinte kilos en cada disco a los extremos, haciendo el levanté número setenta en peso muerto, luego dejándola caer al suelo causando un ruido fuerte cuando vio a su padre ingresar con aire sereno y pensativo por la puerta.

El mayor tomó asiento en la banca dónde se podía realizar peso libre con otra barra diferente, suspiró con la mirada en el suelo como si fuera lo más interesante en ese momento. Vestía una camisa blanca y pantalones beige de vestir, casual para estar entre casa.

—Dime qué debo hacer contigo, JungKook, porque ya no tengo paciencia para tus jugarretas —puntualizo sin mirarlo. El pelinegro secando la transpiración de su cuello y frente con una pequeña toalla blanca lo miraba sin entender.

Desde hace días no se metía en problemas, estaba concentrado en los deportes y estudios. Pero aquel tono de advertencia con que le hablaba su padre le advertía que no estaba aún exento de nada.

Jung-suk lanzó un par de papeles a los pies del chico, quien al percatarse de lo que se trataba las sostuvo en sus manos rápidamente. Fotos, fotos de él completamente ebrio y desenfrenado, bebiendo de una botella hasta el fondo, otra dónde se restregaba sobre una mujer, otra foto besándose con otra diferente, más dónde bebía sin control, fotos mostrando sus más bajos y oscuros demonios, o solo una parte de ellos.

—Sabes lo que he tenido que hacer para que no las publicarán —habló con tono aún calmado, seguía con la mirada en el suelo, respirando con lentitud— he tenido que mover contactos, comprar gente, periodistas —suspiró.

Abeoji —llamó el chico, recibiendo al instante un fulminante cachetazo de su padre, sintiendo dolor no solo en su mejilla sino también en su pecho. Volteó a ver a su padre, este lo miraba sin un ápice de emoción.

—No me interesa si bebes hasta la inconsciencia o si te follas a unas cuantas en una noche, por lo menos ten la decencia de que no te vean —murmuró amenazante— ¡Ni eso sabes hacer, inútil! Escúchame muy bien, mocoso, por cada error que cometas habrá un castigo.

JungKook aún seguía perdido en sus caóticos pensamientos manteniéndose inmóvil y callado, respirando con dificultad, la ira invadiéndole el cuerpo entero.

—Ve a bañarte y ponte presentable, está noche vendrán unos amigos a cenar, por lo menos sé un hombre y deja de avergonzarme —finalizó para marcharse.

JungKook se dejó caer al suelo totalmente dolorido, sintiendo sus manos temblar, sus ojos arder por las lágrimas. Las palabras de su padre le carcomían la mente y  pensamientos intentando explicarse él mismo el porque de su comportamiento errático. Y toda la culpa la tenía ese hombre que jamás supo darle siquiera un poco de amor, solo moverlo como una tonta marioneta a su debido antojo.

Más que claro —aunque Jeon Jung-suk lo negara— que lo culpaba de la muerte de su madre, siendo él muy pequeño para siquiera recordarlo.

Secó con algo de brusquedad las pocas lágrimas que cayeron por su rostro, inspiró nuevo aire hasta llenar sus pulmones contando hasta diez para no cometer un delito. Debía seguir sobreviviendo hasta encontrar una solución a sus problemas.

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El timbre retumbó en la residencia Jeon avisando que las visitas habían llegado, JungKook se encontraba en la biblioteca leyendo un libro en silencio, intentando evitar lo más posible aquella gente que de seguro no eran más que otros políticos queriendo enseñarle cómo vivir su vida y que hacer con ella.

—Joven JungKook —llamó la ama de llaves— lo están esperando —agregó, volviendo a cerrar la puerta.

El pelinegro depositó a un lado dicho libro, levantándose del sillón donde cómodamente estaba sentado, arregló la camisa blanca que llevaba puesta revisando que ningún tatuaje se viera, pues aquello era una deshonra y nadie sabía de ellos salvó las mujeres con las que se había liado, sus amigos y su padre.

Salió del despacho caminando con su parsimonioso andar altivo comenzando a escuchar a lo lejos las voces de la gran mayoría de los invitados, preparándose mentalmente para una de las cenas más aburridas de su vida. Tomándole por sorpresa cuando se encontró a varias personalidades conocidas.

—Jamás en mi vida me alegre tanto de verte —murmuró hacia a su amigo, JiMin quien lo miró con una pequeña sonrisa— Buenas noches a todos.

Saludó a los restantes invitados con una reverencia, coincidiendo por unos instantes con los ojos almendrados de Park Hye-min ubicada a un lado de su madre y padre, enfundada en un vestido negro elegante y corto dejando sus piernas expuestas junto a sus tacones del mismo color que el vestido.

Luego, se encontraba la familia Kim, tanto el señor Kim WooKyun junto a su esposa y sus dos hijos, Kim NamJoon y Kim HyunWoo.

Por lo visto, se trataba de esas cenas dónde los amigos de la política se juntaban de vez en cuando, para aliviar tensiones y mantener amigos y aliados. Mientras más sean y más estén a favor de las necesidades del principal mandatario, mejor.

Luego de los cordiales saludos, tomaron asiento en la enorme mesa abundante de comida. JungKook tomó asiento al lado de JiMin, al lado de este sus padres, frente a ellos se encontraba Hye-min y NamJoon, la perfecta vista para el pelinegro. Los señores Kim junto a sus hijos, YangMi, su madrastra y su padre en la punta siendo el anfitrión de tan amena cena.

—Quiero agradecerles el que hayan venido a acompañarnos está noche —Jung-suk dió las gracias de forma tan alegre y armoniosa.

  <<Cualquiera pensaría que es un padre amoroso>>, pensó JungKook, llevando la copa de vino tinto a sus labios. Nada más lejos que la triste realidad. Pero como ya conocía aquellas actitudes falsas  aburriéndole lo mismo de siempre, prefirió mantener su atención en otra cosa.

Toda la velada pendiente de los dos personajes enfrente suyo, puesto que parecían tener una grata conversación dónde las risas y miraditas cómplices no faltaron. Aunque le importaba poco lo que hicieran de sus vidas, todavía se quería cobrar lo de la noche pasada a la castaña, el haber sido interrumpido en medio de su ejercicio sexual.

—¿Qué les parece si pasamos al salón por un café? —propuso YangMi con una sonrisa afable.

Los adultos comenzaron a levantarse manteniendo una agradable conversación mientras se dirigían a uno de los tantos salones en la residencia Jeon.

—Dime en qué estás pensando, Kook —inquirió JiMin deteniendo el andar de su menor colocándose enfrente— no has dejado de mirar a mi hermana y a Kim durante toda la cena, apenas me has hecho caso.

JungKook enarcó una ceja soltando una risita divertida.

—Park, tranquilo, luego tendré tiempo para ti, dulzura —le guiñó un ojo divertido, JiMin puso los ojos en blanco conociendo mas que bien a su amigo— solo me da curiosidad esos dos, nada más.

—A veces pienso que te gusta mi hermana —murmuró como para si mismo, causando que el otro se indignara y sintiera escalofríos.

—¡Iugh! Tu hermana no me gusta, JiMin —hizo una mueca de asco— solo me gusta molestarla.

Finalizó caminando decidido hacia ellos quienes hablaban muy animadamente en uno de los ventanales que daba hacia el jardín viendo la perfecta oportunidad de molestarlos.

—Si desean una habitación les puedo mostrar una de invitados dónde la cama es lo suficientemente grande y cómoda —se burló barriendo con la mirada de arriba abajo al chico moreno— aunque dudo que Kim sepa lo que es diversión.

—Eres un idiota, ¿lo sabías? —expresó la castaña más que molesta a punto de golpearlo, siendo detenida por el muchacho a su lado con impasible tranquilidad.

—No te preocupes Jeon, créeme que me divierto mucho más que tú, sin tener que meterme en problemas cada dos minutos y ser auxiliado por mi padre, quien debe estar limpiando los desastres.

El jadeo de sorpresa que salió de la boca de Hye-min más su risita irónica hizo que JungKook la fulminara con la mirada. A punto de rebatir el comentario anterior con palabras sumamente venenosas, se vio interrumpido cuando su madrastra llamó a los más jóvenes a qué se unieran con ellos al salón, pues el señor Jeon tenía algo que anunciar.

Cada miembro tomó puesto con sus respectivas familias, los Jeon quedando en la punta, la familia Kim a la derecha y los Park a la izquierda. JungKook se encontraba de pie detrás del sillón donde su padre se encontraba sentado junto a su esposa, tenía la visión perfecta de la castaña, quien ni siquiera le prestaba la más mínima atención.

Esperaron a que la servidumbre sirvieran a todos lo que cada uno bebería, expectantes ante la proclamación dejando con cierta ansiedad el ambiente.

—Bien, quería comunicarles a los más jovenes que hemos estado pensando junto a Myung-Back —comenzó Jung-suk con una sonrisa amable mirando al señor Park— creemos que nuestros hijos son el futuro del país, que la próxima generación debe demostrar no solo a su pueblo, sino al mundo entero que Corea del Sur es uno de los países más importantes del mundo.

Todos escuchaban atentamente en silencio. Prosiguió echando una rápida mirada hacia atrás donde se encontraba parado su primogénito.

—Hemos decido que nuestros hijos ayuden en los eventos de caridad. Tomen más responsabilidad —habló el señor Park.

—Hemos decidido —siguió el señor Kim— que todos ustedes participarán en beneficencias para demostrar que somos familias normales y corrientes como cualquier ciudadano.

El pelinegro ahogó una risa, JiMin igual, Hye-min al igual que NamJoon escuchaban atentos e interesados ante el tema.

—Así que hemos concluido, claro está, fuera de sus horarios de estudios y actividades, que durante un par de meses irán todos los días a trabajar como servicio social.

—¡¿QUÉ?! —chillaron negados  JungKook y JiMin.

—Abeoji.

—Cállate, JungKook —susurró gutural, haciendo tensar en su lugar a su hijo.

—JungKook, no te preocupes, no es gran cosa, es simplemente para demostrar un poco de confianza al pueblo, a las familias, que sepan que todos somos iguales —comentó el señor Kim con cierta amabilidad.

Ninguno habló, solo se miraron cómplices sabiendo que ninguno de los dos quería hacer tales tareas. No era de ellos ser bondadosos o serviciales, la generosidad no se les daba muy bien. Salvó con quienes les convenían.  Para ambos sonaba más a un castigo que a una acción meramente filantrópica como la querían hacer escuchar y ver.

—Por eso, junto a mi amigo WooKyun, hemos decidido que JiMin y NamJoon hagan los servicios en una escuela primaria mientras que Hye-min y JungKook vayan juntos al orfanato de niños.

—¡¿QUÉ?! —esta vez no solo el pelinegro se negó, sino que también la castaña quien  saltó cuál resorte del sillón al oír eso.

—Hye-min, querida, siéntate por favor —pidió en un ruego bajo su madre jalandola del brazo. La chica obedeció cruzándose de brazos totalmente indignada por la situación.

—Solo espero que está vez no me decepciones, porque lo lamentaras —amenazó en un susurro al oído de su hijo cuando se levantó de su asiento pasando por su lado.

JungKook solo suspiró fuerte, soportando las ganas de maldecirle o contrariarle.

—Bueno, creo que ahora me daré a la labor del altruismo —se burló el joven Park riendo por lo bajo— cambia la cara, Kook, vele el lado positivo.

—¿Qué tiene de positivo? —refunfuñó con una ceja levantada.

—Tendrás a Hye-min disponible para molestarla el tiempo que quieras —planteó JiMin, alejándose.

JungKook sonrió divertido ante las ideas que pasaban por su cabeza concretando así, su diversión. Observó a la chica en cuestión caminar hacia el pasillo solitario que daba a la biblioteca y despacho de su padre, viendo la oportunidad de comenzar con su plan.

La sujetó del brazo acorralándola contra la pared, sus rostros muy cerca el uno del otro. A pesar de que ella era unos centímetros más baja, gracias a los tacones, no debía hacer mucho esfuerzo en levantar su rostro hacia él.

JungKook inhaló el particular perfume dulce femenino, uno que le gustó causando que llevase su nariz hasta la piel del cuello de Hye-min quien se tenso ante la cercanía masculina causando su corazón latir como loco.

—¿Q-qué haces, Jeon? —tartamudeo, tragando saliva, evitando mirarlo a los ojos.

—Nada, solo algo que me apetecía hacer —llevó una mano al cuello de ella, su pulgar acariciando muy lentamente la mejilla sonrojada de la chica— algo que tengo ganas de hacer.

La cercanía entre ambos se iba acortando pudiendo sentir el aliento cálido de cada uno rozar las pieles de sus rostros, causando un ambiente con chispas de fuego, el pelinegro acercándose cada vez más, rozando su pulgar en el labio inferior de ella.

—Hasta para eso eres lento, Jeon.

—No soy de dejar con las ganas a nadie, soy de gustos variados, hermosa —aun seguían muy cerca— si quieres iré más rápido, eso sí, una vez que empiece no me voy a detener hasta llegar o hacerte llegar —ronroneo.

—Que tal si te pudres —lo empujó, saliendo ella por un costado— eres desagradable.

—No finjas que no me deseas, lo dos sabemos que lo haces desde la primaria. —expuso divertido con intenciones de provocarla.

—Claro, si es lo que quieres creer, allá tú —le restó importancia, alejándose. JungKook riendo por lo bajo al hacerla sentir incómoda.

Algo le decía que esos servicios de caridad le darían días de satisfacción, más que nada haciéndole pagar a Hye-min por su rechazo.

No sé cómo la voy llevando, pero hasta ahora siento va ahí, no soy buena haciendo teorías y demás, pero en cada capítulo, iré dejando detallitos que a largo plazo tomarán importancia.

No olviden comentar y votar. Tomen mucha agüita!!
Beso

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