Pʀᴏ́ʟᴏɢᴏ
En la soledad de aquella penumbra, el silencio poco a poco se torna en un eco distante. Siente como su cuerpo responde ante aquel agudo sonido que entra por su oído, más intenso a cada segundo y retumba en cada rincón de su cráneo, brindando un dolor punzante que se parece desvanecer una vez que se halla sacudiendo su cabeza, mientras sus ojos tratan de darle forma a aquellas figuras amorfas sobre él.
El primer jadeo acompaña su intento de levantarse; sus codos sirven como soporte y apenas puede moverse. Lo que antes eran manchas borrosas ahora toman la forma de una habitación. Él la reconoce, uno de los cuartos aislados del ministerio, apenas iluminado y cuya fuente de luz más cercana viene debajo de la puerta, desde el pasillo.
Busca sentarse cuando un mareo repentino lo invade, viendo a sus hermanos, Secondo y Primo, a un lado suyo, completamente inertes, tendidos boca arriba sobre el frío suelo.
Sus manos tiemblan cuando intenta soportar su peso para arrastrarse hasta la salida; gatea sin hacer demasiado ruido, en un pensamiento paranoico de que alguien puede estar vigilándolos. Recorrió en un vistazo rápido cada esquina, y tan pronto como se aseguró de ello, buscó tomar la manija de la puerta y levantarse como pudiera, apoyándose de ella.
Podía oír algunas pisadas afuera, lejanos. Supo que debían ser los Ghouls dando las rondas, y trató de asimilar cuánto tiempo permaneció ahí.
Tomó ese impulso de adrenalina para girar la perilla y correr en su dirección. Sus pasos resonaron con fuerza y la voz apagada del Papa trataba de hacerse escuchar, pidiendo por ayuda.
—¡HEY...! ¡Us-tedes...! —Emeritus avanzaba pegado a la pared para evitar desplomarse, sintió que caería inconsciente en cualquier momento hasta que sus alaridos llamaron la atención de los Ghouls, quienes regresaron hasta visualizarlo en el pasillo, apenas en pie— ¡AYÚDENME! Ayuda...
No logró distinguir quienes eran aquellos pupilos enmascarados, pero no fue relevante, con el simple hecho de escucharlos preocupados, y ver cómo se apresuraban hacia él para sujetarlo en peso, supo que estaría bien.
— ¡Papa! —una voz lo llamaba incesante, tratando de mantenerlo despierto— ¡¿Qué fue lo que ocurrió?!
—Secondo...y Pri...mo están... —su cuerpo se doblegó ante las náuseas y el aturdimiento, todo parecía dar vueltas— están...
No pudo terminar cuando se dejó caer en los brazos de aquellos seres. Antes de volver a sumirse en la oscuridad, los gritos de auxilio parecían haber traído a más de ellos.
Simplemente cerró sus ojos una vez más, todo parecía haber cesado.
There is a scourge in the guise of sanctity
A perpetrator with a quill
Although it's
Often steeped in well spun mystery
The accuser sends the bill
En el ministerio el silencio absoluto había caído hace unas horas, tiempo después de su breve charla con Nihil y Sister Imperator.
En un cuarto con iluminación rojiza una hermana del clero le probaba trajes a un hombre, preparándolos para ajustarlos a su medida.
Por primera vez desde su iniciación, el Cardenal lucía renovado y aquel sentimiento era reflejado con un brillo energizante en sus ojos y un gesto de genuina alegría en la cara. El arduo trabajo de una vida entera se mostraba cómo uno de los más grandes honores: Sería el encargado de dirigir a la banda.
La agrupación los representaba cómo algo más que simple música, una filosofía de vida lo respaldaba. Y era precisamente aquel pensamiento lo que lograba perturbar sus nervios; La responsabilidad de esparcir la palabra del Señor Oscuro había sido una tarea exclusiva para un único linaje, conocía perfectamente a detalle cómo debían hacerse las cosas, pero, a sabiendas de las enormes dudas del Papa Zero sobre su persona, se vería obligado a dar más que el cien, cualquier error podría ser excusa perfecta para hacerlo a un lado y estaba dispuesto a demostrar su valía.
Buscando despejarse, se encontró admirando la habitación dejando la mirada puesta en una de las vestimentas papales del joven Emeritus III. Con nitidez recordó las veces que él le solicitó para pedir consejos sobre un atuendo u otro, simplemente para ejercer una elección contradictoria a la que ofrecía. Tenía grabada en la mente su <<divina>> sonrisa, gesto que despertaba interés entre más de una hermana del pecado...
Sus pensamientos se interrumpieron cuando una voz cordial le trajo a la realidad: ''Cardenal ¿Se siente cómodo con los ajustes?''. La hermana que lo atendía señalaba algunos pliegues en la tela, justo a los costados de la cadera, donde cuidadosamente había colocado un par de alfileres.
— ¡Por supuesto! ¡Podría jurar que estoy listo para salir al escenario justo ahora! Claro que algunas costuras internas no vendrían mal antes. — La hermana contesto con una leve sonrisa incómoda ante su mal intento de chiste. — Público difícil ¿Eh? Muy bien, si todo ha terminado temo que tengo otros lugares en donde estar — El tono jovial que lo caracterizaba y le había permitido acercarse a Imperator se dio a notar en su sonrisa despreocupada. Bajo un escalón del sitio donde tomaban las medidas y justo antes de tocar el suelo la puerta de la habitación se abrió: ''Cardenal, hay problemas''.
La reacción de Copia no se hizo esperar cuando torpemente trastabillo hacia el espejo, logrando mantener el equilibro a cambio de obtener un par de alfileres clavados en ambos costados ''Mierda... ¡Mierda!" pensó, el leve dolor no era lo único que le preocupaba, habían ordenes claras y si aquel Ghoul hubo entrado sin previo aviso, de algo importante se trataba. La hermana que lo acompañaba se precipitó a ayudarlo pero éste se negó quitando los alfileres.
— Lo siento, pero REALMENTE hay un lugar donde me llaman. Volveré después para... bueno... todo, otra vez. —
Tan pronto salió de la habitación su humor se desplomo, la palabras de su acompañante enmascarado eran claras, le fue narrada la desgracia sucedida y el percance en el pasillo con el menor de los hermanos
—¡¿Qué?! ¡¿Cómo ha pasado?! ¡Vamos! — contestó con urgencia.
Cuando llegaron al hospital pudo evaluar la gravedad del asunto: Los Ghouls más cercanos a III flanqueaban un pasillo resguardando recelosos la habitación 22-l. Primo y Secondo no estaban a la vista.
Todo parecía apuntar a un intento de asesinato.
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