「Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ II」𝐹𝑒𝑛𝑖𝑥
El silencio reina como un desasosiego colectivo, todos guardan luto y formalidad por la tragedia que azotó a los líderes que encabezaron a su iglesia, y ya no más.
Palpable es la seriedad durante las actividades que no pudieron suspenderse y debieron llevarse a cabo, podría deberse a un aire de melancolía, preocupación... sabían que las cosas cambiarían a partir de ahora y los métodos que Papa Zero decidiera imponer para buscar al responsable resultaba una pregunta inquietante para más de uno.
¿Se abriría una investigación? ¿Serían sometidos a tortura, acaso? La mano firme de Nihil imponía incluso sobre sus hijos, ¿Qué sería de ellos ahora, que el Papa mayor se encontraba herido por su pérdida?..."Pobre aquel que sea hallado culpable" se murmura en los pasillos "...Ese día incluso nuestro señor oscuro lo habrá abandonado".
El Clero era consciente: cualquiera podía ser responsable, y el único sobreviviente a las garras de la muerte fue el único pilar que se mantuvo en pie después del derrumbe; el único recuerdo del pasado y sobre el cual podría surgir algo nuevo o, en su lugar, ser destruido como todo lo que le había rodeado antes de caer.
Un Papa despierta de su sueño, y distinto a aquella ocasión, no hay vértigo ni sensación que lo atormente, solo el recuerdo de los estragos que aún se resienten como cenizas en su cuerpo. Se halla a sí mismo sentado en la cama, amplia y cómoda entre el sosiego de sus aposentos.
Esa mañana debería ser particularmente distinta, la primera después de días interno y bajo observación, nítido luego de recuerdos confusos, personas rodeándole y palabras que no comprendió, en un estado de consciencia que lo abandonaba por largos periodos en solo un parpadeo. Ya estaba en su hogar, sintiéndose bien y dispuesto a salir para retomar un poco de normalidad.
Está vivo, después de todo. Aún hay muchas cosas por hacer, por terminar.
Piensa en el peligro que atravesó y las posibilidades sobre las que se dejó caer... Había salido bien a pesar de todo.
Su mirada se dirige hacia la entrada donde sabe que dos centinelas procuran su seguridad, una mueca de desdén refleja el sabor amargo que le provoca la vigilancia; siempre se privó de llevar acompañantes, incluso si salía fuera de su rol, prefiriendo disfrutar de la soledad; ahora su padre dio órdenes estrictas y hasta que las agitadas aguas no volvieran a su ritmo natural, hasta la preparación de los alimentos sería verificada.
Sus pies bajaron de la cama buscando las zapatillas, se levantó ajustando su bata para abrir el ropero pensando en tomar su traje, divagó unos segundos para finalmente optar por la túnica. Iba a mostrarse frente a todos luego de un acontecimiento como ese, debía verse presentable.
Acomodaba sus prendas frente al espejo cuando dos golpes en la puerta le solicitaron acceso, tranquilamente le indicó que pasara, ésta se abrió lo suficiente para que uno de sus Ghouls se asomase, viéndole de espaldas a la entrada.
Ellos habían sido encargados por parte de Nihil para cuidar de su hijo menor mientras que junto a Imperator decidían asignar alguien más.
—Buenos días, Papa —sonaba cauteloso, la noche anterior había sido la ceremonia de Emeritus I y II, en la cual III no estuvo presente, muchos comprendieron que debía ser doloroso para él hasta cierto punto y asumieron que hoy también se quedaría en su recámara...al parecer no sería así—. ¿Cómo se encuentra esta mañana?
—Me siento bien, mejor que otros días —respondió sin agradecer las atenciones, su cabeza estaba ocupada en otros asuntos. Tampoco se había tomado la molestia de voltear a verle.
—¿Piensa bajar al comedor? Su padre indicó a las hermanas que le trajeran el desayuno y las comidas si así lo deseaba —le sugirió amablemente.
—No hace falta, Water —hizo una pausa para contemplar su reflejo, la sagradas vestiduras eran un recordatorio de quién era, para él y todos aquellos que lo vieran. Seguía aquí... afrontaría lo que tuviera que venir—. Dile al Cardenal que lo espero en el comedor en 20 minutos, es importante.
El demonio asintió preguntando si necesitaba algo más. Emeritus no lo pensó demasiado, lo único que quería era un informe.
—Es todo, puedes retirarte.
El golpeteo constante producido por un caminar resuena por los pasillos. Las ligeras pisadas de las hermanas no se comparan con los pasos acelerados del Cardenal.
De la tragedia, el ministerio pudo adquirir el misticismo de un ente con vida, capaz de verlo todo sin decir nada, escuchando los susurros de aquí y allá. Sintiendo pena por los hermanos que dejaron de estar allí.
''Papa III lo espera en el comedor en 20 minutos, es imperativo que este allí puntual".
Las palabras del Ghoul habían sido precisas, aunque amables dejaban ver el peso del mensaje casi tanto como si el mismo III se lo hubiera demandado en persona. Apenas habían transcurrido escasos días desde la defunción de los Papas y otros pocos desde el regreso del ahora hijo único de Nihil. Aunque normalmente se esperaría un tiempo prolongado de luto y recuperación, Copia sabía que aquel al que llamaban ''El hijo lascivo'' no se quedaría mucho tiempo postrado en la cama.
Lo conocía desde su llegada y siempre se mostró cómo el más energético de los tres, si tenía que definirlo en una palabra (además de aquella que denota lujuria) sería ''Vigoroso''. No era casualidad todo el éxito logrado, Terzo era un líder nato con cualidades seductoras más allá del entendimiento humano o eso se decía en susurros por los rincones del ministerio. Algunas veces después del oficio de una misa negra, Copia logró escuchar a las hermanas hablar sobre su capacidad de hipnosis, al parecer con un par de frases intercambiadas una de ellas confeso sus peores abstinencias, a lo cual el Papa la reprendió haciéndola parte de sus mejores pecados.
Dicho pensamiento lo obligó a fruncir el entrecejo molesto ¿Y eso a él que le importaba? Esas ideas no ayudaban a dispersar sus dudas, por el contrario creaban muchas más y una parte de su inconsciente sugirió que las maldiciones dadas por el supremo arcángel caído eran verdad pura.
Giro hacia la izquierda, un par de pasos más y se vio en el cuarto que años atrás le fue designado. Entro sin hacer mucho ruido y en la intimidad de esas cuatro paredes dejó escapar un largo suspiro, su cabeza dolía, su cuello lo estaba matando, apenas había podido dar mínimos cuidados a sus ratas; Los días pasados debió verse en la necesidad de encargarse de la misa de los Papas y el resto de actividades del clero. Por fortuna para él, todos conocían el rol a seguir en la iglesia, sin embargo eso no lo hacía menos desgastante. Al parecer la segunda al mando se encontraba muy atenta a la salud del supremo Papa.
Movió la cabeza hacia los lados buscando liberar la tensión acumulada y pasados unos minutos se decidió cambiar. Su elección de ropa fue una sotana roja, después de un baño rápido estaba listo para continuar. . .
Antes de entrar al comedor tomó un profundo respiro, paso el umbral y,para su sorpresa, se encontró con una faceta del Papa Emeritus III que no habíavisto. En sus ojos se divisaba el impacto provocado por la pérdida de sushermanos, por la cercanía a la muerte, sin embargo, no era pena lo que inundabasu mirada, si no furia contenida, inteligente. Su elección de ropas no quedoatrás, había de decirse que no eran las vestimentas lo que enmudecía, el portedel hombre era lo que completaba todo. Sin percatarse frenó en seco,sorprendiéndose a los pocos segundos por su por propia reacción.
—Papa... — quiso hablar pero en su lugar un ademán rápido con las manos señaló su boca, dando a entender las palabras que le faltaban— Yo... ¡Wow! Disculpe mi reacción pero no esperaba verlo tan pronto...
El cardenal dio algunos pasos acercándose mientras que Terzo le seguía con mirada felina.
— ...Se suponía que debería guardar reposo, luce muy entero y no me mal entienda, sería mejor que descanse —sus manos se posicionaron juntas frente a él, un gesto que comúnmente hacía—. Permítame darle mis más sinceras condolencias y ¡No, no! Yo sé, soy consciente de que probablemente no sea la persona con la que desea hablar en éste momento así que me tomaré el atrevimiento de preguntar ¿Qué puede ser tan importante como para solicitar mi presencia? —concluyó al fin.
El otro hombre guardó silencio un par de segundos con la misma severidad en su mirada, se notaba desinteresado por el monólogo de pésame y preocupación que sabía, eran meras formalidades.
—Ha sido puntual, Cardenal —fue su manera de agradecer que viniera.
Indicó con un pequeño ademán que tomara asiento a su lado. El Papa se hallaba en el extremo de la mesa, Copia se acercó torpemente a la silla y él esperó a que su acompañante se pusiera cómodo. Sus ojos se entrecerraron levemente y su entrecejo reflejó lo molesto que le resultó el sonido de las patas de la silla arrastrándose, no dijo nada, solo aguardó hasta que el hombre tomó compostura ya en su lugar dispuesto a escucharlo.
Su intención al jalar la silla de modo tan infantil se debió en parte a que buscaba molestar al hombre que lo acompañaba, darle un motivo para mostrarse más relajado y perder la tensión entre ambos; bueno, era un tonto. Ahora el Papa se miraba más irritado que antes y su postura amenazante no había perdido efecto. La sonrisa cordial que lo estuvo acompañando se desvaneció dando paso a la seriedad. Podría ser conocido por sus ocurrencias, su torpeza y su buen humor, pero eso no demeritaba la otra faceta de su persona, no ante él, quién mejor para conocerse si no uno mismo.
Tercero, por su parte, era consciente de que su expresión involuntaria hablaba por sí misma de lo irritante que le resultaba a veces el domador de ratas, quien se permitió elegir un asiento a los costados, separadoun par de lugares de aquel que le exigía informe completo de la situación. Conlas manos sobre la mesa y los dedos de la diestra tamboreando en la superficiese detuvo a pensar un momento.
Emeritus cerró sus ojos para dejar de taladrarlo de esa forma y regresó al tema principal.
—Le pedí que viniera puesto a que usted es quien se ha mantenido a la cabeza de esta iglesia los últimos días —entrelazó sus manos enguantadas sobre el mármol, cerca de su pecho en una postura autoritaria—. Debido a mi ausencia me he desentendido de los recientes acontecimientos, y eso implica lo sucedido con el linaje —aunque frío, era más óptimo que llamarlos <<familia>>, su voz no demostraba algún sentimentalismo, sin embargo la seriedad no era precisamente indiferente —, comprenderá que desconozco lo que sucedió realmente aquel día, solo episodios de mi memoria se mantienen intactos, y dado a que Imperator se encuentra ausente, espero que usted pueda ponerme al tanto: Dígame qué han averiguado y cómo han procedido.
Probablemente por la manera en que miraba al vació recopilando la información privilegiada, Copia daba el aspecto de estar poniendo en orden sus pensamientos, no tardo más de lo necesario y comenzó:
—Una vez fue llevado al hospital, fui llamado por lahermana Imperator quién me comunicó sobre el fallecimiento de sus hermanos —su mirada se dirigió a la de su acompañante, ningún gesto revelo su usualtorpeza, seriedad absoluta y respetuosa acompañaban sus palabras—. Habló sobrela salud del Papa Zero y se nos hizo saber a todos que debíamos continuar conlas actividades correspondientes. Me ordenó dirigir todo lo relativo a la misapara nuestros difuntos papas, se decidió embalsamarlos con el mejor método parapoder preservarlos y exponer sus cuerpos de manera sagrada —musitó concuidado, posiblemente se encontraba en terreno minado—. En cuanto a lainvestigación, se dejó en manos de Ghouls experimentados elegidos estrictamentepor su padre, ellos han sido los encargados de recabar evidencia y pistas quepudieran señalar a un culpable. A pesar de ser yo el comisionado estos últimosdías, muchos detalles de la investigación no me han sido revelados, se sabe porlos estudios que le hicieron en el hospital, que intentaron asesinarlo con unaalta dosis de tetrodotoxina inyectada. El acto fue ejecutado por más de unapersona, no han encontrado huellas y aún no se señalan responsables.
Froto sus manos entrelazándolas a la altura del mentón para recargar sus codos.
—Eslo único que puedo comunicarle, probablemente la hermana Imperitor sepa másdetalles...—hubo un silencio—. Lamento no poder ser de más utilidad —confesóen un tono melancólico, dejando en evidencia que las disculpas eran más que una simple formalidad.
No perdió detalle en cada palabra. Pensó en que sus chicos eran bastante inteligentes para guardarse ciertos datos con las complicaciones que se presentaban, como lo es desconocer algún tipo de indicio para señalar a un sospechoso. Por el momento, cualquiera podría serlo. Pero su mirada regresó a Copia cuando las palabras que siguieron su silencio volvieron a mostrarse atentas. Si su primer intento de suavizar el ambiente no funcionó, este lo logró.
Tal vez estaba siendo demasiado descortés. Una leve sonrisa relajó su semblante.
—No se disculpe, me ha dicho lo que sabe y es más que suficiente.
La melodiosa voz del Papa vino acompañada de una gratitud sincera. La sonrisa que le dedico hizo que el mismo Cardenal replicara el gesto.
Se reacomodaron en sus asientos cuando las hermanas entraron desde el corredor que conducía a la cocina con una bandeja, llamando la atención de ambos.
El de menor rango miró entrar a tres hermanas con pasos elegantes, una encargada de la comida, otra del agua y otra más de los platos. Inesperadamente colocaron un plato frente a él, aunque, toda la atención se volcó en aquel que coronaba la elegante mesa de mármol.
"Buenos días, su Excelencia" le saludaron, conteniendo el entusiasmo por verlo después de varios días, seguido de una pequeña reverencia tanto para él como para el Cardenal; dejaron frente a ellos el ligero desayuno que habían elegido en cuestión de salud de su Papa, algo de ensalada, huevo y pan junto con algo de jugo para acompañar (En otra ocasión habrían bebido vino). Emeritus tomó delicadamente la mano de aquella que lo atendía y depositó un suave beso como agradecimiento, ella sonrió apenada y de inmediato volvieron sobre sus pasos. En un momento él se había vuelto invisible.
Una conmovedora escena de agradecimiento por parte de Terzo y casi ver a una de ellas cerca de desvanecer, donde se retiraron soltando risitas <<disimuladas >> le resultó incómoda, sólo rodó los ojos y alzo las cejas con un gesto deincredulidad mientras golpeteaba las yemas de sus dedos, cuando algo llamó su atención:
El Papa retiró sus guantes para tomar los cubiertos, revelando las cicatrices que ocultaba debajo de estos, quemaduras que parecían anillos alrededor de sus dedos como castigo por alejarse de su misión como frontman hace poco, creyó entonces que le serían completamente cercenados; algunas más antiguas por su comportamiento.
Las cicatrices que se revelaron ante sus ojos pudieron detener el movimiento, era la primera vez que sentía tan cercano a un Emeritus. Una simple mirada rápida habría bastado pero inevitablemente se quedó observando unos segundos más retirándola justo antes de escuchar su pregunta.
—Esta es la primer comida que compartimos, ¿Cierto? —le preguntó, a pesar de su posición, Tercero sabía el nuevo frontman solía usar el comedor general, junto a los Ghouls y las hermanas.
—¿Eh? ¡Oh! ¡Sí, así es! Aquí es... elegante, pero, si me permite confesar, no hay nada cómo el comedor general, hay algo en el bullicio que resulta acogedor. Si alguna vez necesita enterarse de las noticias basta con agudizar el oído. No creerá de las cosas que me he llegado a enterar hablando con las hermanas, además, algunos de los Ghouls son realmente talentosos: Hubo una vez en la que uno de ellos, armo una batería con ollas de la cocina... — cogió los cubiertos y tomo un pequeño bocado de huevo terminándolo rápidamente para continuar— comenzó a tocar y otro se le unió haciendo música con algunos vasos sucios, uno más trajo una guitarra acústica y pronto todos se vieron bailando regocijados.
Sus palabras mostraban la ilusión de un niño pequeño y por segundos sus ojos brillaron, antes de reparar en donde se encontraba.
—Claro que no lo imagino dando un paseo por allí —admitió mientras tomaba otro bocado dejando caer el silencio ante ellos, tal vez con la esperanza de ya no volver a hablar. Sus interacciones en el pasado fueron limitadas, si su padre lo encontraba raro, muy probablemente el azabache también lo haría.
Pero a éste no le costó imaginarse a los diablillos usando su tiempo libre para divertirse, le resultó gracioso puesto que algunas veces se unió a sus improvisaciones cuando no había un público que los viese. Por cosas así terminó siendo más unido a los músicos que sus hermanos.
Masticaba a la vez que reflexionaba su comentario. Levantó la copa para dar un sorbo antes de responder.
—Aunque no lo crea, no soy tan reservado —le aseguró—, me gusta pasar tiempo con la clerecía menor de vez en cuando —el tono de su voz tenía una pizca de sugerencia, no era secreto que gozaba de otras cosas además de la compañía—, pero es verdad que no visito ese lugar estando ocupado, prefiero disfrutar de la tranquilidad que reside aquí.
Llevó una porción a su boca pero se detuvo antes, contemplando la soledad que los rodeaba. Las sillas vacías que Primo y Secondo solían ocupar le hicieron caer en la realidad: ya no habría quien lo acompañase en esos momentos.
—...El tiempo con mis hermanos era ameno, pero ya no será igual. Las mejores conversaciones surgían en la mesa... —dio un bocado, parecía querer contarle más de esa convivencia, pero no pasó desapercibida la tristeza que le transmitía, trayendo consigo molestia por sentirse así.
No continuó.
Aún habían heridas abiertas.
—...Quizás debería considerar comer en la habitación —dijo para sí mismo.
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