
𝗖𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼 𝘃𝗲𝗶𝗻𝘁𝗲 - 𝗫𝗫
Dahlia no pudo dormir en toda la noche. Solo podía pensar en llegar a Hawkins y ver a sus amigos y a su novia otra vez. Su madre y Murray la acompañaron al vuelo, deseándole buena suerte. El vuelo fue largo, de unas siete horas. La rubia tuvo la oportunidad de dormir por fin en ese tramo. Nadie fue a recogerla cuando llegó por fin al pueblo, pues no había avisado a nadie de que iría a Hawkins.
Lia sabía sobre la nueva ubicación de la casa de Max, así que no tuvo problema en encontrar el sitio. Lo que le sorprendió fue ver un par de coches policiales por la zona. Tal vez había habido un robo. No quiso pensar en eso, solo estaba emocionada por ver a Max.
Al llegar al sitio, pudo ver a su novia rodeada del resto del grupo en una desgastada mesa de madera. Parecían estar hablando de un tema importante, así que Lia pensó que sería buena idea sorprenderlos. Con sus poderes, se hizo invisible y se acercó lentamente a ellos sin hacer ningún ruido.
Su corazón latía con emoción mientras observaba a sus amigos. Max parecía preocupada y Dustin gesticulaba alterado. Steve y Robin estaban enfrascados en una discusión acalorada, y Nancy estaba sentada con una expresión pensativa. Era extraño verlos a todos juntos de nuevo, pero Dahlia se sentía feliz de estar allí.
Decidió esperar el momento adecuado para revelar su presencia. Mientras escuchaba fragmentos de la conversación, entendió que estaban hablando sobre una nueva amenaza en Hawkins. Eso definitivamente la asustó. No quería pasar por lo mismo que el año pasado, no otra vez
Finalmente, cuando el grupo parecía llegar a una conclusión, Dahlia decidió hacer su aparición. Con un suave susurro, hizo que su voz resonara en el oído de la pelirroja.
—Hola, Maxie —dijo con ternura, materializándose lentamente a su lado.
Los ojos de Mayfield se abrieron de par en par y la sorpresa se apoderó de su rostro.
—Lia, ¿Eres tú? —preguntó, sin poder creer lo que veía.
El resto del grupo se volteó rápidamente hacia Dahlia, mostrando una mezcla de sorpresa y alegría en sus rostros.
—¡Has venido en el momento perfecto! —exclamó Dustin con felicidad.
Dahlia solo le regaló una sonrisa y volvió a dirigirse a su novia. Esta parecía sorprendida y a la vez preocupada, pero trató de esconder la emoción negativa lo mejor que pudo.
—No sabía que vendrías —dijo ofreciéndole un sitio a su lado.
—Esa es la idea de una sorpresa —rió la rubia plantando un beso en los labios de su novia—. Me alegro mucho de veros a todos, chicos.
La inocente sonrisa de Dahlia Byers casi hizo olvidar al grupo en la situación en la que se encontraban. Casi.
—Y nosotros de verte a ti, pero ahora mismo hay un tema muy importante que tratar —Henderson no vacilaba en sus palabras.
La feliz mueca de Dahlia se desvaneció tan pronto como le contaron sobre la nueva amenaza a la que se enfrentaban. Sintió cómo el peso de la preocupación se posaba sobre sus hombros. No podía evitar recordar lo que había enfrentado el año anterior, las criaturas aterradoras que acechaban en los rincones oscuros de Hawkins y cómo habían puesto en peligro la vida de todos.
La adolescente había planeado toda la semana para hacer actividades con su novia y sus amigos, pero parecía que nada de eso iba a pasar, al menos no en un futuro cercano.
—¿Me estáis diciendo que la cosa que mató a Fred y a Chrissy es del mundo del revés?
—Es lo más plausible.
Lia se removió en su lugar con incomodidad al si quiera pensar en ese lugar. Desde aquellos eventos con esa dimensión simplemente nombrarlo le ponía los pelos de punta.
—Nuestra teoría es que lanzó un ataque de maldición, o un hechizo —explicó Dustin—. No sé si actúa por ordenes del azotamentes o simplemente disfruta matando a chicos. No lo sabemos
—Pero si sabemos que esto es distinto. —dijo Max, aferrándose a la mano de su pareja por debajo de la mesa—. Es algo nuevo.
—No tiene ningún sentido —dijo Nancy sacudiendo la cabeza.
—Solo es una teoría —recalcó Dustin.
—No. Fred, Chrissy. No me cuadra. ¿Por qué ellos?
—Estarían en el lugar equivocado —sugirió Lia.
—Los dos fueron al partido —dijo Dustin.
—Y al parque de caravanas —siguió Max.
—Es justo donde estamos —dijo Steve pausadamente—. A lo mejor no deberíamos estar aquí.
—En este sitio ocurre algo. Noté a Fred muy raro en cuanto llegamos.
—¿Raro en plan qué? —preguntó Robin, inquieta.
—Asustado, nervioso, disgustado.
Henderson pareció recordar algo importante. Miro a la pelirroja rápidamente.
—Max dice que Chrissy estaba disgustada.
—Ya pero aquí no —contestó ella—. Estaba llorando en el lavabo del instituto.
—Los asesinos en serie acosan a la victima antes de atacar, ¿No? —dijo Robin. Lia se estaba mordisqueando el labio inferior por los nervios—. Puede que Fred y Chrissy vieran a Vecman.
—Vecna —corrigió Dustin.
—No se vosotros pero si yo viera un monstruo hechicero chiflado se lo mencionaría a alguien.
—Puede que lo hiciera —dijo Mayfield—. Chrissy estuvo en el despacho de la señorita Kelly. Si ves un monstruo no acudirías a la policía, no te creería. Pero puede que acudas a tu...
—Loquero.
Max asintió. Todos se pusieron en marcha hacia el coche de Steve de nuevo. Nancy, sin embargo, se desvió del coche. Steve se dio cuenta de eso y la detuvo.
—¡Eh! Nance, ¡Nance!, ¿A donde vas? —la nombrada se detuvo y se giró para mirarlo.
—Es que primero quiero comprobar una cosa.
—¿Algo que quieras compartir con los demás? —preguntó Dustin.
—No quiero haceros perder el tiempo. Doy palos de ciego.
—Ya, vale. ¿Te has vuelto loca? —dijo Steve— ¿Te vas sola con el tal Vecna ahí suelto? Tienes, alguien tiene que... —no terminó la frase.
Nancy lo miró esperando a que continuara. Steve se dio la vuelta y le lanzó las llaves del coche a Robin, que tenía un gesto exasperado.
—Toma me voy con Nance. Vosotros id y preguntar a la loquera
—No te conviene que yo conduzca tu coche.
—¿Por qué?
—No tengo carné —dijo Robin mientras gesticulaba con las manos.
—¿Por qué no tienes carné? —preguntó Steve más confundido que antes.
—Porque soy pobre.
Lia se tuvo que tapar la boca para ocultar una risa por la forma en la que Robin había dicho aquello
—Conduzco yo —dijo Max
—No, no. —se negó—. Tú no. Cualquiera menos tú —dijo mientras le señalaba. Max lo miró incrédula y rodó los ojos.
Dustin miró a Steve y alzó sus manos. El mayor rápidamente rechazó la idea.
—Ni de coña.
—Venga ya —se quejó el rizado.
Steve miró a Lia con un poco de esperanza, tenía casi edad para conducir y tal vez Jonathan le había enseñado a hacerlo.
—A mí ni me mires, nunca he tocado un volante —dijo está alzando sus manos al aire.
Robin parecía haber tenido suficiente con la discusión de Steve y sus niños. Tomó un Walkie-Talkie de la mochila de Dustin y le dio las llaves a su dueño.
—Es una tontería. Las señoritas iremos juntas —dijo poniéndose al lado de Nancy, quien observaba todo con algo de diversión—. A menos que creas que necesitamos tu protección.
Steve hizo una mueca avergonzada y Robin sonrió al ver que le había picado un poco lo que dijo. Wheleer sonrió levemente y se despidió de él.
—¡Tened cuidado!
—¿Te vas a quedar ahí mirando? —preguntó Dustin con una sonrisa burlona.
—Cállate y sube al coche —dijo abriendo la puerta. Dustin fue a sentarse en el copiloto cuando Steve le habló— Límpiate los zapatos —el chico lo hizo, solo que en el interior del coche—. Antes de entrar, no dentro.
Lia se sentó junto a Max en los asientos pasajeros. Fue a darle la mano, pero esta vez la pelirroja no parecía muy contenta ni con ganas de mostrar afecto. Tenía la nuca apoyada en el asiento y miraba al techo. Dahlia suspiró hondo y puso su mano sobre su abdomen sintiéndose frustrada. Esas no eran las vacaciones de primavera que se había imaginado.
—Siempre soy el canguro —exclamó metiendo la llave—. Siempre soy el puñetero canguro.
[...]
Max se bajó del coche y caminó hasta la modesta casa. Tocó el timbre dos veces hasta que la señorita Kelly le abrió y ambas entraron.
—Vale, está dentro —dijo Steve viendo la cabellera de Mayfield desaparecer por la puerta.
—Me faltan las clavículas no los ojos —Vaciló el rizado antes de cambiar de tema—. Oye, ¿Vamos a hablar del tema?
—Perdona, ¿de que tema? —preguntó Steve confundido
—Del ataque de locura temporal de antes. Cuando casi te echas en brazos de Nance.
Lia no pudo evitar soltar una pequeña carcajada ante su comentario.
—Vale para empezar, eso no es lo que ha pasado, ¿Y tú de qué te ríes? —preguntó mirando por el retrovisor.
—Lo han visto todos, habían un montón de testigos. ¿Verdad, Lia?
—Sí, es justo lo que ha pasado —afirmó con seguridad—. Ha sido muy gracioso.
—¿Insinuáis que todavía siento algo por Nance?
—No, no lo insinuamos. Lo afirmamos. Y como está relacionado con tu negativa a salir con Robin esa es la explicación más lógica.
—No es la única —a Byers solo se le ocurría otra posibilidad, una que su radar gay le decía—. Y en cuanto a Nance, solo quería proteger a una amiga. Una amiga, Henderson. ¿vale?
—Vale —contestaron ambos adolescentes irónicamente.
—No quiero encontrarla mañana con los ojos fuera de las cuencas por la culpa de esa Vecna
—Te has puesto rojo como un tomate —acusó Dustin riéndose a carcajadas.
—No es verdad y no sigas. Te pegaré un puñetazo que te volveré a dejar sin dientes —amenazó Harrington.
—Eh, te has pasado —se quejó Dustin.
—¿No ha molado? Lo siento.
—Tranquilo.
Aunque aquella conversación le sacó a Dahlia un par de sonrisas, la preocupación que tenía en su interior no desparecía. Eso fue algo que tanto Dustin como Steve pudieron notar.
—¿Y a ti que te pasa? —preguntó el mayor, mirándola por el retrovisor.
—Nada —sacudió su cabeza—. Es solo que tenía preparado algo más romántico para Max, no una persecución de Vecna.
Trató de decirlo en un tono divertido, pero la tristeza en su voz era evidente.
—Oye, estoy seguro de que lo solucionaremos —intentó tranquilizar Harrington—. Además, ya hemos pasado por esto antes. Tú y Max tendréis vuestro momento.
La rubia le dio una pequeña sonrisa, deseando por que fuera verdad. Dirigió su vista a la ventana del coche que daba a la casa de la señorita Kelly. Fue entonces cuando vio a Max salir corriendo. Entró en el vehículo a toda velocidad, sin dar tiempo a preguntas.
—Arranca —demandó Mayfield con el ceño fruncido.
—¿Qué te ha dicho?
—¡Steve, arranca! —insistió, sintiendo como su irritabildiad crecía.
[...]
—Max —dijo Lia, caminando un poco más rápido para alcanzar a su pareja.
La nombrada no se giró para mirarla ni le hizo mucho caso. Dustin y Steve estaban detrás de ella, siguiéndola de cerca. Max los estaba llevando al despacho de Kelly, porque sabía que encontraría los archivos de Chrissy. Y quizás los de Fred también.
—Maxie —dijo Lia otra vez, agarrando su mano para detenerla.
Max soltó un suspiro de frustración y se giró bruscamente hacia ella. Su tono era agitado y su gesto reflejaba molestia mientras lanzaba sus brazos al aire en un gesto de frustración.
—¿Qué, Lia?, ¿Qué? —preguntó secamente.
Dahlia dio un paso atrás, sorprendida por su tono. Un tono que nunca había escuchado en ella. Steve y Dustin se detuvieron también, confusos de por qué se habían parado.
—¿Qué te pasa? —preguntó Lia, frunciendo un poco el ceño.
—No me pasa nada —dijo Max seca—. Vamos.
Aunque la pelirroja afirmaba no tener problemas, Lia podía sentir que algo no estaba bien. No tenía la menor pista sobre qué podría ser la causa de esa actitud distante y cortante. Si bien era cierto que últimamente las llamadas entre ellas eran menos frecuentes y Byers se había esforzado más en mantener viva la relación que Mayfield, no esperaba esta reacción tan fría por parte de Max.
La preocupación se agolpaba en el pecho de Dahlia mientras trataba de comprender lo que estaba sucediendo. ¿Sería el estrés por lo ocurrido con Vecna lo que la estaba afectando de esa manera? Aunque entendía que ese era un tema que las afectaba a ambas, no comprendía por qué Mayfield mostraba tanta brusquedad en ese momento.
Max siguió caminando. Tenía un gesto molesto, casi frustrado o enfadado. Lia vio como se alejaba, sintiendo alfo de dolor en su pecho. Dustin y Steve estaban más confundidos que antes, pero no dijeron nada y siguieron caminando.
—Dustin, ¿Me recibes?
La voz de Robin había perturbado el sonido de los pasos y las respiraciones agitadas de los adolescentes. No detuvieron el paso. Dustin sacó su Walkie para reSponder.
—Sí, te recibo.
—Pues Nancy es una genio —dijo Robin—. Las primeras víctimas de Vecna se remontan al 1959. Ha dado en la diana.
—Vale, me parece que se os va la olla, pero ahora no puedo hablar —dijo el rizado cansado.
—Espera, ¿Qué hacéis? —preguntó Robin claramente confusa.
—Allanar el colegio para conseguir unos archivos confidenciales y muy personales.
—¿Puedes repetirlo?
—Que vengáis aquí cagando leches.
Cuando llegaron al despacho de Kelly Max metió la llave y desbloqueó la puerta con rapidez. Entró al despacho con Lia pisándole los talones. Apuntó con su linterna hacia unos archivadores y caminó rápidamente hasta ahí.
—Es como estar en el watergate —dijo Dustin, mirando alrededor del despacho.
Mayfield abrió el primer cajón del archivador. Dahlia estaba detrás de ella para alumbrarle con la linterna.
—Hawkinsgate —volvió a decir Dustin.
—Espera un momento, ¿A uno de esos no los pillaron? —preguntó Steve.
Ni Max ni Lia entendían nada de lo que Dustin decía. La pelirroja estuvo mirando los archivos. Se detuvo cuando leyó el nombre de Chrissy en uno de ellos. Pero se sorprendió más cuando vio que tenía razón. Fred también veía a Kelly.
—Joder —exclamó sorprendida.
—¿Lo has encontrado? —preguntó el rizado.
—Sí, y no solo el archivo de Chrissy —dijo sacando el archivo de la mencionada—. Fred también veía a la señorita Kelly.
Henderson y Harrington compartieron una mirada de sorpresa. Un desagradable escalofrío corrió por sus cuerpos.
Max se sentó rápidamente en el escritorio. Le pidió a Dustin y a Steve que alumbrasen todo lo posible. Lia se había colocado detrás de su pareja para poder ver la información del documento confidencial. Lo abrió y comenzaron a leer.
Trauma previo. Pesadillas. Migrañas.
Mayfield frunció el ceño mientras sus ojos recorrían las palabras impresas en el papel. La preocupación se dibujó en su rostro a medida que avanzaba en la lectura.
—¿Tienes el archivo de Fred? —le preguntó Max a Steve, quien le entregó el documento de inmediato.
Apartó a un lado el de Chrissy y colocó el de Fred para poder comparar lo que estaba escrito. Max no podía dar crédito a lo que estaba leyendo. No podía ser cierto. Tenía que ser un error.
Hemorragias nasales. Pesadillas constantes.
Max sintió cómo el corazón le latía con fuerza en el pecho. Todo parecía encajar de manera alarmante con su propia experiencia. El trauma, las pesadillas, las migrañas y ahora, incluso las hemorragias nasales. Era como si el archivo de Fred y Chrissy describieran exactamente lo que ella estaba viviendo.
Dahlia, al notar la reacción de Max, se llenó de preocupación. No podía ignorar su angustia y necesitaba entender qué estaba sucediendo.
—Max, ¿Qué pasa? —preguntó Dustin.
—Maxie —llamó Lia, poniendo su mano en la pecosa mejilla de su novia.
Sin embargo, las voces parecían lejanas y apenas llegaban a los oídos de la pelirroja. Max apenas percibió el tacto de la mano de Lia ni escuchó su llamado preocupado. Giró la cabeza, sintiendo como si alguien ajeno la estuviera observando fijamente.
—Max.
Esa voz no sonaba como la suave y amable voz de Lia, o la voz grave y también amable de Steve. Tampoco la de Dustin. La voz era oscura, rasposa y horrible.
Max se levantó casi de forma inconsciente, sintiendo una urgencia interna que no podía ignorar ni dejar pasar desapercibida. Abandonó el despacho de Kelly, como si estuviera guiada por una fuerza invisible. De repente, percibió el sonido rítmico del tictac de un reloj de péndulo resonando en el aire. Miró a su alrededor, buscando el origen de aquel espeluznante sonido. Dio un pequeño salto al escuchar cómo se intensificaba, indicando que se acercaba cada vez más. El sonido parecía venir de un punto cercano.
Max giró la esquina del pasillo y se encontró con la visión de un reloj antiguo incrustado en la pared al final del corredor. Sus ojos se quedaron fijos en él durante unos segundos, sintiendo una extraña conexión. Luego, sin vacilar, caminó directamente hacia el reloj, como si fuera atraída por una fuerza inexplicable.
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