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13

Los tres adolescentes terminaron en los asientos traseros mientras la mayor manejaba.

No dejó que ninguno fuera adelante luego de una larga discusión entre los niños, con la excusa de que:

"Mi auto, mis reglas"

Teniendo como discurso que de grandes lo entenderían y el valor económico que tenía ese carro tan costoso que le salió para que uno de ellos lo destruyera.

Obviamente dejó a los Haitani con pucheros mirando por cada ventana y una fémina en medio de ambos también regañada apesar de que no había peleado ni discutido con ambos chicos por ir delante.

—¿Qué? ¿Ya se enojaron mocosos?—se burla la anciana ante el incómodo silencio, mirando por el retrovisor a su nieta tan callada al igual que los dos rubios—Parece que hablo con la pared.

Muy orgullosos ambos hermanos siguieron callados, dejando a la niña incómoda. Piso los pies de los dos Haitani para que no la dejaran sola en eso, claro, solo uno suspiro y se trago el orgullo.

—Nana, ¿qué tal la vida?—empezó la conversación Rindou con la mandíbula tensa.

—Horripilante.

Lo había intentado, tampoco es como si fuera normal hablar con la mayor sin que sacará extraños temas, tan repentinos que incluso Momoka se cuestionaba que realmente estuviera bien.

Pronto llegaron a su primera parada. La peluquería.

Un lugar moderadamente bien por dentro y fuera, completamente escogido al gusto de la anciana que no le molestaba en pagar en absoluto unos cinco mil yenes aproximadamente por cada niño, eso sin contarla a ella y su pequeña nieta que estaban en otra sección para arreglarse las uñas.

Ran con confianza habló y pidió lo que le gustaría hacer en su cabello, por otro lado Rindou lo siguió en silencio para sentarse a un lado del mayor dejando todo en manos de su hermano.

—Es una completa lastima que se quieran teñir, es raro ver gente con cabello rubio tan natural y vibrante—murmuro la mujer apagando su cigarro por obligación de la tienda, mirando unos diseños para sus uñas—Sus ojos igual son joyas. Crecerán bien si son guiados.

—De eso me aseguraré—aseguró la chica sin quitarle la vista a su amigo de trenzas tan libre y familiarizado con el entorno—Salvare a Ran.

—Querida, tienes años para eso, si le das tanta prioridad te acabarás contigo misma. Ya te dije que disfrutes el tiempo con ellos—recomendó volviendo a suspirar cansada, poniendo la mano en la cabeza de la adolescente para girarla—El color rojo se te ve hermoso, resalta tus facciones y se ven bien en tus pálidas manos.

Aceptó sin rechistar todo lo que le sugerían, incluso halagaron las uñas naturales de sus manos. Al terminar vieron que aún no terminaban con los chicos, por lo que la anciana sugerio un tratamiento fácil en el rostro, alegando que era la clave para una piel hermosa a su edad, claro que tampoco se negó.

Es como si un pequeño robot aceptara todo lo que su creador le ofrecía.

La mascarilla facial es fresca con el contacto en la piel, pronto se calentó al ver el cabello suelto y de dos tonos del joven más alto, demostraba seguridad y simpatía, sin rastros de ser alguien sádico o pandillero.

Ya no eran un niño.

Sonrió al verla, podría ser por la mascarilla que usaba lo que le causaba gracia, sin embargo, no dijo nada malo.

—Tenemos que salir—afirmó sin siquiera preguntarles—Mi cabello esta perfecto para que el mundo lo reciba como la nueva maravilla de la tierra.

—Hermano, estas delirando de nuevo—se quejó Rindou ante las sugerencia de deliro del mayor, ya acostumbrado a esos comentarios—Quiero comer.

Momoka no pudo abrir la boca, ver a los dos chicos juntos y con los colores invertidos los hacía ver más como unos gemelos o mellizos, si no fuera la diferencia de un año entre ellos diría que efectivamente son mellizos, aunque sus personalidades eran totalmente diferentes.

Chocaban y aún así eran perfectos peleando a la par.

—Salgan chicos, yo estaré otro rato aquí—habló Nana por ella, con sus ojos cerrados le extendió unos billetes a la Takahashi—Los veré en dos horas.

Le quitaron la tela del rostro y limpiaron el excedente, dejando libres a los adolescentes.

—Vamos por unas crepas Momoka-chan.

—Eso no es comida Rin, iremos por unos yakitori—sentenció Ran jalando de los brazos a los más bajos, quedando en el centro y llamando más la atención.

—No quiero pollo, Ran—volvió a discutir, volteando a ver a la fémina para que le ayudara—Que ella decida.

Una vez más dejaban a Momo contra la pared y espada, ya estaba acostumbrada.

—Iremos al centro comercial, cada quien comprara su comida.

Llegó a la conclusión de que era más sencillo que cada quien eligiera lo que comería, otras veces jugaban piedra, papel o tijera, y otras los obligaba a ir a donde ella quería.

No objetaron.

Entraron al centro comercial y fueron directos al tercer piso donde era el área de comida ahí. Todo un piso con muchos restaurantes de comida corrida en un mismo lugar, también con un área de juegos para niños vigilado, más que nada para que los padres descansarán de sus hijos.

—Miren, esa mesa esta desocupada—señalo él de lentes redondos.

Caminaron apresurados para obtener la mesa con cuatro sillas, conseguir una era difícil con tanta gente alrededor, Ran al ver que otra familia iba a tomarla corrió y se sentó consiguiendo el lugar para los tres.

—Bien hecho, no quiero esperar a que otros desocupen un lugar—suspiro la peli negra retirando su abrigo para ponerlo en el respaldo de su silla—Quiero un plato de miso.

—Te acompaño—se levantó Ran antes de que su hermano lo hiciera, se moría de hambre pero acompañaria a la chica y aprovecharía el momento sólos.

Se formaron juntos en la fila del pequeño restaurante.

—¿La comida de la cárcel era asquerosa?—pregunto curiosa la más pequeña, no queriendo quedarse en silencio con su amigo, teniendo en mente que le dijo que la besaría en su cumple años, pero conociendolo lo haría apenas tuviera la oportunidad.

—Si, una vez me encontré un pelo en mi plato, y no precisamente de la cabeza—se rió como si fuera gracioso en vez de asqueroso.

—Por Dios, no hables más de eso—arrugó la nariz la chica, cubriéndose la boca como si tuviera una arqueada—Eres un cerdo.

—¿Yo? No deberias decir eso, soy muy apuesto para ser comparado con un cerdo.

—No hables libremente de que te encontraste un pelo pubi.. —no logró continuar la palabra, aguanto las ganas de vomitar de nuevo mientras Ran se reía de su anécdota—¡Ew! Se me fueron las ganas de comer.

—Tienes que comer, y si no lo haces te daré como a los bebés.

—¿Exactamente eso como es?

—Pon atención, es fácil, te siento en mis piernas y simuló que la cuchara es un avión que necesita llegar a tú boca—explicó haciendo el movimiento con su mano—Y como premió puedo darte un postre.

Ran nunca fue la persona más disimulada, es directo, pero algunas veces decía esas cosas que sonrojaban a la más baja; con él Haitani ya no se podía saber si la estaba albureando o diciendo sin ningún índice de segunda intención, ella prefería desviar el tema y no responder, sabía que se podría reír detrás de esa cara de inocente.

La conocía, el gusto por los postres con mucha azúcar es su debilidad, mordió su lengua para no soltar que quería ese premio, más específicos el postre, pero temia que hubiera esa maldad de sus palabras aparentemente sin otras intenciones.

—No pienses tanto, solo responde si quieres que te alimente como un bebé—presionó Ran, aprovechando su altura para acercarse y pegar la cabeza ajena con su frente—Aunque... Los bebés tienen un biberón para tomar leche, tengo uno perfecto para tí.

Se mostró el verdadero objetivo de lo que quería llegar.

—Uno, dos...—inició a contar, adviertendo que gritaria o se iría con Rindou.

—Ya me quité—soltó apresurado, alzando sus brazos para dejar de tocarla—Mirame, ya estamos a cincuenta centímetros de distancia.

—A la próxima será un metro si vuelves a insinuar eso, Ran Haitani.

—En ese tiempo ya seremos una pareja listos para casarnos, Momona Takahashi.

—¿Cómo puedes planear esa vida? No has tenido novia, puede que en ese futuro ya no nos hablemos—comentó suspirando, negando al escuchar como se tomaba las cosas a la ligera, recordando en fuego vivo el nombre de la tumba en su cabeza, lo deplorable y depresivo que se veía Rindou sin su hermano, su aburrida vida entregada al cien a su trabajo para quiza no recordarlo—Puede que conozcas una linda modelo extranjera.

Las cejas fruncidas eran notorias. Le había molestado su comentario.

Sabía que podía salvarlo, sin embargo, puede que tomaran rumbos distintos con otras personas, su especialidad era sobre pensar para ver las distintas alternativas de lo que pasaría, lo desarrollo apenas se enteró que su amigo moriría, y aún así pensaba que no era suficiente.

Nunca es suficiente.

—Cuando estaba en primer año de escuela las niñas se me acercaban pensando que era una niña, hablaban tanto que era un fastidio oír sus voces, y cuando les decía que era niño corrían. Pero eso no importa, lo bueno viene después, una niña que parecía que no hablaba llegó a la puerta de mi casa para conocernos, no se alejó, me seguía buscando para jugar y colorear mierdas de princesas.

—¿Mierdas?

—No me interrumpas. El punto es que se volvió mi amiga, nunca me pregunto por qué tenía cabello largo o trenzas, y poco después sabía que sería mi compañera para toda la vida.

El ambiente de su burbuja se volvió cálido, puede que eran sus mejillas o culpa de su corazón latiendo más fuerte que hasta podía escucharlo.

Taquicardia, puede ser.

Abrió la boca, lista para responder a esa historia tan agradable y endulzante para su mente, siendo interrumpida por este.

—Oye, dejame ser tú primer novio, beso, prometido, esposo y todo eso.

Cada día que pasaba se enamoraba más de Ran, las expectativas altas eran su culpa. Parecía el príncipe de los cuentos que leía de niña.

Le gusta ese sentimiento.

—Soy de gustos caros, ya veremos si puedes resistir eso.

—Puedo ser exitoso de grande, dejamelo a mí. Mostraré que puedo ganar dinero y comprarte cosas más caras que tus padres.

—Lo dudo... Pero me gusta la idea—aceptó la respuesta del chico, sonriendo levemente.

—¿Es acaso un reto? Ya veras que pondré un anillo auténtico y con gran valor en tu dedo.

Levanto su cara con seguridad, viéndose más alto ante los ojos de iris grises de la más baja, imitando su gesto a la par.

—No quiero simples palabras vacías. Necesito pruebas de ese amor que pretendes darme y lujo.

—Llegará más antes que tarde, te lo aseguro.

Una promesa grande para alguien tan joven que se acercaba su muerte....

—Andando, por que puede que yo termine siendo completamente independiente y dándome mis propios lujos.

—Es mejor cuando lo recibes de tu pretendiente.

—Quizás...

—Por el momento yo pagaré tu comida, querida.

Ya se que me tarde un buen.

Espero actualizar más seguido.

@𝙰𝚢𝚊𝚖𝚎_𝚑𝚊𝚝𝚊𝚔𝚎🌿











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