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꙳✧ 𝟎𝟕⌇the leaky cauldron.

     capítulo siete. el caldero chorreante.

     LUC SE ENCONTRABA DELANTE MÍO. Su espalda se veía grande y demasiado alta. Estrechaba su mano mirando al hombre con algo de extrañeza, ya que al parecer no lo esperaba y supongo que por esa razón me olvido aquí detrás. Yo me acerqué y tomé el dobladillo del tapado de mi padre. Tenía algo de vergüenza pero quería saber quien era, porque parecía una situación inesperada según mi padre o al menos desde mi perspectiva.

     —Oh, ven Lizza. El es Cornelius Fudge el ministro de magia, quien amablemente me ha conseguido un puesto en el ministerio.

     El hombre río nagando. —Nada de eso, para nosotros es un honor tenerlo con nosotros. —De pronto parece que se dio cuenta de mi y me sonrió con una especie de mueca falsa —Tu debes ser Celine, la hija de Aretha. Espero que Hogwarts sea de tu agrado.

      —Seguro lo será, tengo mucha curiosidad por un lugar tan reconocido y también sé que es el mejor lugar para aprender magia —dije sonriendo. Por qué si la tenía. Después de todo mi madre había asistido allí. Me gustaría saber algo más de su vida y puede que en Hogwarts tenga mis respuestas.

     —Si es entendible, sólo recuerda tener cuidado. Un mago tenebroso escapó de Azkaban y es muy peligroso.

     Abrí los ojos como platos. Nadie absolutamente nadie había salido jamás, jamas de Azkaban. Impresionante. Aunque no sé porqué me advierte, no es como si el saliera detrás de unos arbustos a por mi o algo así.

     —¿De verdad? —pregunté atónita ante la nueva información.

     —Sí, nuestras fuentes lo confirmaron, por supuesto magos normales no salen de allí, pero sabemos que él es un gran seguidor de quien tu sabes y las artes oscuras que maneja no son normales —dijo el con un temple serio. Su expresión hacia notar que el tema no era de su agrado y ahora que veo al de tez blanquecina como porcelana tampoco le era. No quería decirme, en eso concluí.

     —Wow. —solté.

     De acuerdo no era el mejor para decir estupideces, pero no controlaba mi boca.

     —Lizza... —advirtió mi padre y luego se aclaró la garganta para que el ambiente dejara esa incomodidad pesada y dijo: —igualmente los dementores harán el trabajo y dentro de poco Sirius Black estará nuevamente en Azkaban. No hay de que preocuparse —luego se dirigió concretamente a mi, me miró específicamente —, y Howarts es segura. Dumbledore lo mantendra a raya. No te crees preocupaciones que no te conciernen.

     En realidad lo único que pensaba por el momento era en el nombre Sirius, era un lindo nombre y si fuera por mi se lo pondría a mi hijo «si en algún momento tengo uno pensé, no sería una prioridad en mi vida o eso creo». Ese nombre me traía buenos recuerdos. Hizo que de pronto solo con su mención recordara cuando mi madre aún me acompañaba y me señalaba las estrellas contándome historias sobre todas las que ella conocía. Sonreí inconscientemente ante ello. Y tampoco era cualquier estrella sino que era la más brillante de Canis Maior.

     Cornelius Fudge asintió a lo dicho y se dirigió a mi padre.

     —Deberíamos ponernos al corriente. —menciona el ministro serio.

     —Sí, debemos. —afirmó mi padre.

     —¡Tom! —Fudge llamó la atención de un hombre —Traenos algo de beber, a mi un té; y al señor Millefeuill y a Celine... —al no saber que pediríamos, él miro a mi padre quien asintió:

     —Solo un te para mi. Lizza, ¿Tú quieres algo? —me pregunto.

     —No, estoy bien.

     Había escuchado de unos helados con fama de ser ricos por aquí y no quería llenarme con un té y galletas. En cuanto a los libros hablan de que el Callejón Diagon es el lugar ideal, lugar donde iría próximamente y también donde venden esos helados que dije, todos estaban ubicados juntos en el Caldero Chorreante y son increíblemente antiguos.

    Probablemente esté lugar en donde estoy ahora, que no está tan lleno de magos, pero si con bastantes extraños magos (quiero decir que eran extravagantes de alguna manera), haya existido desde principios de la década del mil quinientos, es decir demasiado tiempo. Lo sé increíble y es incluso más antiguo que la propia Charing Cross (calle muggle como dicen por estos lares), la cual es una calle de gran importancia en Londres non-magique.

     Me miró con extrañeza porque normalmente yo no rechazaba la comida nunca. Yo sólo me encogí de hombros despreocupada al respecto, no tenía un plan malvado detrás, ni tampoco me sentía mal.

     —Voy al baño. —declaré demasiado precipitada. Quería ir y de paso ver si podía escuchar algo a la vuelta. Esperaba que si.

     El enarco una ceja expectante, pero de todos modos dijo: —de acuerdo no tardes, debemos comprar tus materiales —luego con gesto contrarío, propio de una persona preocupada quien hace minutos sospechaba de mi persona soltó —¡Oh Merlín!... debes postularte en las optativas que quieres seguir ¿Cómo pude olvidarme? —hizo un gesto llevando su mano a la cabeza. —Lo mencionaban en la carta... —dijo quejumbroso de haberse olvidado.

     Al parecer esto era relativamente común en esta familia de dos. Solté una risita y él me miró de mala manera.  Aveces era como un niño.

     —Lo pensaré, ya vuelvo padre —y ahí me escapé rápido porque todavía no lo había llamado así, hasta ahora. Esta relación padre-hija no siempre fue así.

     Realmente si tenía que ir al baño pero también tenía que saber que más ocultaban, aún no me decían algo y toda esta situación tenia algo extraño. ¿No es raro que el ministro de magia nos venga a recibir? Yo pienso que sí. Si sé que mi padre tiene sus conexiones, pero a pesar de ello yo nunca participo o participe en estas reuniones por muy de paso y no avisadas que lleguen a ser.

     Fui rápidamente al mencionado baño y al terminar mis necesidades me fije mi reflejo en el espejo ¡Oh me salió una rima! Estaba relativamente bien; con mi remera de los Ramones y mi jean azul tiró alto y mis zapatillas blancas. Mi padre siempre trato de convencerme sobre mi vestimenta demasiado próxima a los non-magic, pero nunca cambiaría de opinión sobre ello y para él es todo un misterio como consigo toda mi ropa y artículos non-magique. Aveces me vigila para saber como lo hago. Ja, nunca lo diría. Es un misterio que nunca jamás revelaría. Mi cabello pelirrojo se extendía hasta mi cintura y mis ojos plata resplandecían, estaba muy feliz ese día por fin llegué un paso más cerca de Hogwarts.

     Al llegar cerca del lugar donde estaba mi padre y el ministro me quedé agazapada contra una pared del pasillo  cercano donde ellos estaban charlando  y pude escuchar:

     —Harry Potter estuvo aquí antes del once de septiembre. El hizo un brote de magia sin quererlo e inflo a su tía, pude encontrarlo rápidamente aquí en el caldero chorreante y advertimos a Tom que mantenga un ojo bien abierto y lo vigilo en su estadía, lo importante es que no ocurrió nada malo. Él y Lizza son los que en más peligro están. Es mejor que ambos estén vigilados y no salgan solos si es necesario. Albus Dumbledore supongo que hará algo en Hogwarts, pero con los dementores todo será más seguro.

     —Sí, Cornelius. Es por su seguridad que decidí que estaría mejor en Hogwarts. Francia está bien, pero no sabemos que planea Sirius Black. Es un peligro para toda la comunidad mágica. No quiero decirlo, pero estoy preocupado. —Se escucho un suspiro desanimado —... estos días fueron difíciles y sobre esos seres advierto que no es la mejor elección.

     Decidí interrumpir la charla. Ya había recopilado lo que necesitaba de información y necesitaba mis materiales para hoy. De por sí ya llego tarde a Hogwarts, solo tres días pero tarde al fin y al cabo. Gracias a Morgana que en Beauxbâtons empezábamos una semana antes que en Hogwarts por lo que tengo algo de tiempo.

     Pensé en todo esto y llegué a la conclusión de que esta situación descabellada era porque Siriusin, si me referí a un fugitivo asesino así y punto. Decidió escapar y perseguir a una niña inocente (bueno no tanto) y a Harry Potter. No tenia ni idea de la razón pero debe haber una. Ja.

     —Pa, ¿no debemos irnos? casi es mediodía. —interrumpí lo que estaba por decir el ministro con la cara roja. Supongo que la advertencia sobre los dementores no fue de su agrado.

     —¡Lizza! —exclamó exaltado —¿Desde cuándo estás ahí? —preguntó.

     —Desde recién —dije actuando confundida por su pregunta.

    —Bien. —contestó. Luego presto mayor atención al ministro quien en ese momento daba un sorbo a su té tratando de dejar ese otro tema de lado —Señor... lo dejó disfrutando su desayuno. Ya me avisará si hay noticias sobre este asunto. Lizza, vámonos —me dijo algo fuerte. Habían empezado a llegar más magos y las murmuraciones por nuestro alrededor se habían incrementado.

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