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𝒙𝒙𝒙𝒊𝒗. 𝒕𝒉𝒆 𝒇𝒍𝒊𝒈𝒉𝒕 𝒐𝒇 𝒕𝒉𝒆 𝒇𝒂𝒕 𝒍𝒂𝒅𝒚; 𝒑𝒂𝒓𝒕 𝒕𝒉𝒓𝒆𝒆

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CAPÍTULO TREINTA
Y TRES
❝LA CITA Y EL CUADRO
DE LA SEÑORA
GORDA RASGADO❞
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     ―¿ES MUCHO? ―preguntó dando una vuelta sobre su lugar mostrando su atuendo.

     Estaba descalza sólo con medias en la mitad de la habitación.

     La verdad es que si me parecía demasiado, aunque a mi parecer la ocasión lo ameritaba. Me había vestido con una pollera escocesa roja y negra, no era corta, pero si decente; digamos que llegaba a mitad de muslo. La verdad Luc me prohibía mucho que use esta falda junto con cualquier ropa non-magi. Pero ¡vamos! a quien le importaba como se veía lo que me ponía. Era hermosa y valía la pena el usarla. Un buso blanco iba en la parte superior y pronto me calce mis borcegos de cuero negro, estaban un poco desgastados por el uso, es decir la parte delantera estaba de un negro grisáceo. Tenían un poco de taco cosa que siempre traía este tipo de calzado y tambien agregué unas medias negras en mis piernas pra no pasar frío.

     ―¿No tendrás frío? ―interrogó Hermione mirando mi atuendo.

     ―Puede ser, pero estaré bien. ¿Tú que crees? ¿está bien? ¡estoy taaan emocionada!

     Hermione me miró con sus ojos como queriendome atravesar. La verdad me dio un poquito de miedo sentía que leía mi alma, sus ojos castaños me estaban acribillando.

     ―Creo que tú te estás apresurando. Eres mi amiga y creo que tu sabes que esto no es lo que quieres en el fondo, podría serlo pero siento que cada vez que te veo a los ojos, dicen otra cosa.

     Entrecerre los ojos.

     Claro que esto no era cierto. Cedric era como un bálsamo, sentía que el me ayudaba, sentía que era un apoyo y que además de mi amigo podía ser algo más, algo aún más cercano. Sus ojos eran encandilantes y te llamaban, además de que siempre que estaba con el, las palmas me sudaban y mi corazon prácticamente huía de mi pecho. Eso no era mentira, que podía seguir sintiendo ese revoloteo por otra persona, podía serlo. No necesariamente me mentía.

(...) 

   HARRY SENTÍA su corazón estallar en llamas abrasadoras mientras veía a Lizza atravesar junto a otros estudiantes la puerta del gran comedor, su corazón palpitaba tanto, tanto que temía que huyera, casi igual a que si un asesino lo hubiera perseguido y el fuera partícipe de esa situación descabellada.

     Veía sus cabellos brillantemente rojizos y sedosos bailar al rededor de sus facciones delicadas. Sus labios estaban rojos como si el nerviosismo la hubiera atacado y sus mejillas estaban con un tinte melocotón; y sus ojos brillaban con ese atisbo de picardía e ingenio que la caracterizaba.

     «¿Le gustaba?»

     «Claro que sí» pero no sabía si ella lo consideraba siquiera su amigo, pues el no era Hermione, ni tampoco Ron. No podía decirle algo inteligente para que se impresione o ser gracioso y ocurrente como Ron. Sólo era un chico con mala suerte en la vida ¿podía ser peor?

     Bueno la verdad era que sí, por que sabía de las intenciones de la mayoría del alumnado o de los que se hablaba. Los murmullos sobre ella siendo amiga del chico mayor mermaban y ese día se había enterado de su cita, justo en el momento en que se despertó y hablaron de cosas triviales con Ron, la realidad era que el quería dejar ir esos sentimientos.

     ―Te traeremos un montón de golosinas de Honeydukes. ―le dijo Hermione, compadeciéndose de él. Viendo su mirada perdida.

     Cuando ella se acercó se sentó junto a ellos sonriendo.

     ―¿De qué hablamos? ―preguntó.

     ―De como le traeremos montones de dulces a Harry. ―respondió Ron quien ya había hecho las pases con Hermione, luego de mucho drama.

     Aunque les pareciera extraño, el pellirojo contaba con la habilidad de saber que le sucedía en ese momento a su mejor amigo.

     ―Sí, montones ―dijo admitió ella dándole una mirada. ―Traeré muchísimos, tantos que te vas a hartar.

     ―No se preocupen por mí ―dijo Harry con una voz que procuró que le saliera despreocupada ―Ya nos veremos en el banquete. Diviertanse.

     Para ese tiempo Harry se había casi resignado a no poder ir al pueblo.

     Los acompañó hasta el vestíbulo, donde Filch, el conserje, de pie en el lado interior de la puerta, señalaba los nombres en una lista, examinando detenida y recelosamente cada rostro y asegurándose de que nadie salía sin permiso. La verdad es que no soportaba el hecho de haber guardado esas esperanzas.

     ―¿Te quedas aquí, Potter? ―gritó Malfoy, que estaba en la cola, junto a Crabbe y a Goyle ―¿No te atreves a cruzarte con los dementores?

     Harry no le hizo caso y volvió solo por las escaleras de mármol, los pasillos estaban vacíos y llegó a la torre de Gryffindor.

     ―¿Contraseña? ―dijo la señora gorda despertándose sobresaltada. ―Fortuna maior. ―contestó Harry con desgana.

     El retrato le dejó paso y entró en la sala común. Estaba repleta de chicos de primero y de segundo, todos hablando, también se envontraron unos cuantos alumnos mayores que obviamente habían visitado Hogsmeade tantas veces que ya no les interesaba.

(...)

     LIZZA POR SU PARTE acomodaba un pequeño mechón pellirojo en su alocada cabellera que se movía por las brisas, el clima frío heló sus brazos, que aún estando con un abrigo arriba de su buso entraba en ella.

     Ella vio al chico de cabellera castaña esperándola haciendo una mueca adorable con su boca. Sus ojos revoloteaban buscándola con la mirada. Ella prestó atención, vio que estaba casual con una bufanda de su casa. Era tan increíblemente lindo, dios. Denle aire que sentía que iba a tener un paro. Sus rodillas se sentían sensibles como si se fuera a caer. Su mirada de color mar profundo miraba al chico apreciando. Cedric por su parte estaba nervioso, el jamás había sido de esos chicos que estaban inseguros o algo así, pero parecía que Lizza había tocado un nervio muy dentro suyo, por que la verdad las palmas le sudaban. El sabía que ella gustaba de otro pero sabía que podía hacer que ella se fijara en el. Cuando encontró una insistente mirada, el busco nuevamente esos ojos y allí la vio, y punto ahí lo decidió, ella sería su novia, no había vuelta atrás.

     Eso iba a ser un hecho.

     Ambos se encontraron y pronto ya en el transporte se empezaron a acercar al pueblo. El ya lo había visto pero Lizza estaba tan emocionada que sus ojos estaban brillantes de emoción, respladecian, el sentía que podía observar un mar revuelto observandola fijamente a los ojos. La verdad es que quería recorrer todo junto al chico huffelpuff.

     ―Sabes, eres un soplo de aire fresco.

     Lizza sacando su vista del paisaje lo miro con los ojos entre cerrados.

     ―Eso se lo dices a todas tus admiradoras. Estoy casi segura. ―respondió bromeando.

     ―No. Lo digo enserio y nunca estuve con alguien como tú, qui-quiero decir nu-nca salí en una salida con alguien como tu. ―el chico había tartamudeado tanto a pesar de ser alguien seguro y fuerte, Lizza sintió un súbito placer culposo por provocar esa reacción.

     ―Huum, Cedric es una ci-ta, ci-ta. Y me siento muy feliz de que sea con alguien como tu, digo salir en una salida contigo. ―dijo diciendo casi lo mismo que chico de cabellera marrón muy claro.

     El transporte paró de repente y ambos se sonrieron.

     ―¿Dónde vamos primero? ―pregunto la pelliroja.

     Más tarde luego de haber ido casi todos los lugares; habían recorrido la tienda de bromas zonko, Honeydukes y luego fueron por una cerveza de calabaza en las tres escobas. Ahora, estaban en camino a la casa de los gritos. Allí ambos se quedaron apreciando el lugar. Era extraño. Desde afuera el lugar parecía que se caía, estaba en pésimo estado.

     ―Y, ¿esta abandonada?

     ―Sí, ¿tienes frío? ―preguntó mirando como ella temblaba ligeramente. Su respiración salía con un vapor blanco.

     ―Ven aquí. ―el abrió los brazos y en ese momento ella sintió el reconfortante calor que le producían esos brazos.

     Ambos estaban concentrados en la sensación de tener un subidón en su temperatura olvidando por un momento que otros estudiantes pasaban por ese mismo lugar. Especialmente unos Slytherings que apoyaban a su muy buen amigo rubio platinado.

     Ella lo abrazó deslizando sus brazos desde sus hombros hasta su cintura, es decir no podía estar de puntita de pie todo el abrazo. Inhalo el olor característico del muchacho. Cedric dejó de abrazarla y ella sacó sus manos de sus hombros anchos. Él por su parte en ese momento miro hacia sus labios pensando en lo rojos que estaban, eran besables y soñaba besarlos hasta el olvido en la noche. Lizza sólo pudo ver sin ningún disimulo el mismo lugar que el observaba.

     Y sin más el comprobando donde estaba su mirada, tomo su mejilla acariciandola con ternura infinita. Ambos acercaron sus labios al principio inseguros, pero luego tomando confianza y pronto sin tener conciencia el beso subió la temperatura, pasando de un tímido roce a algo un poco más caliente. Cedric besaba con ahínco sus labios hasta que ella mordió sus labios con una pícara intención. El sonrió entre ese beso por lo último, le regreso el mordisco suavemente. Allí el beso se puso menos dulce, se tornó aún más apasionado, teniendo lenguas de por medio. Y el en el momento en que sintió que bajaba sus manos hacía su espalda baja, se dijo basta. Todavía no era su novia y hacer eso, en ese momento frente a los estudiantes que pasaban de vez en cuando no le parecía, el era el mayor y por lo tanto iba a hacer lo correcto. Quería que ella fuera su novia tomarla de la mano, estudiar juntos y que no se hable de ella todo el tiempo, quería que este con el.

     Ambos se separaron cuando Cedric le habló al oído.

     ―Liz, no podemos hacer esto frente a todo el mundo. Vamos.

     Ella asintió y escondió su cabeza entre su abrigada campera.

     ―Lo sé, pero creo que no podía no hacerlo.

     Cedric sonrió de oreja a oreja, siendo el chico más feliz en ese momento. El miraba como no había nadie, el paisaje blanco a sus alrededor los envolvía. Y, pensaba en como le gustaría guardar ese instante para siempre.

     Los dos felices se quedaron un minuto así, hasta que el castaño rompiendo el silencio dijo ―¿quieres salir de nuevo conmigo Lizza?.

     ―Sí. ―respondio la pelliroja totalmente sonrojada.

     Luego ambos por fin charlaron sobre por qué su última parada tenía ese nombre sin notar que las personas que los habían visto ya había ido con ese chisme a por su amigo. Y aún más importante sin notar la mirada enojada de unos ojos grises pertenecientes a un perro negro.

(...)

     MÁS TARDE LIZZA se encontro con sus amigos en la puerta de las tres escobas, ya que ella junto a Cedric habían dictaminado a que hora irían con sus amigos, pues el castaño no quería monopolizarla en su primera salida (según lo que el había dicho).

     Ron y Hermione la encontraron animada y sonrojada. Ambos pensaron en algo parecido de lo que podría haber sucedido; luego ya dentro pidieron una cerveza de calabaza (la segunda de lizza) y estuvieron en el lugar entre risas hasta que una hora pasó y como era hora de volver los tres se dirigieron al castillo.

     Ya había anochecido, Ron y Hermione, más Lizza acababan de hacer su aparición en la sala común, todos con la cara enrojecida por el frío viento y con pinta de habérselo pasado mejor que en toda su vida.

     Todos le dieron los dulces que habían comprado especialmente para el. Desde esas plumas dulces a caramelos riquísimos y otros un tanto extraños.

    —Gracias —dijo Harry, tomando un paquete de pequeños y negros diablillos de pimienta— ¿Cómo es Hogsmeade? ¿Dónde han ido?

     Todos empezaron a explicarse. A donde fueron que había y etc. Y, si prácticamente fueron a todos los sitios posibles. A Dervish y Banges, la tienda de artículos de brujería, a la tienda de artículos de broma de Zonko, a Las Tres Escobas, para tomarse unas cervezas de mantequilla caliente con espuma, y a otros muchos sitios. Claro, sin que Lizza colorada pedía que no comentaran nada o la interrogaran sobre su cita luego de ser interrogada, pero Hermione y Ron la miraban con una mirada pícara.

     —¡La oficina de correos, Harry! ¡Unas doscientas lechuzas, todas descansando en anaqueles, todas con claves de colores que indican la velocidad de cada una! Honeydukes tiene un nuevo caramelo: daban muestras gratis. Aquí tienes un poco, mira.

     —Nos ha parecido ver un ogro. En Las Tres Escobas hay todo tipo de gente...

     —Ojalá te hubiéramos traído cerveza de mantequilla. Realmente te reconforta. Y a Lizza le encantaron se tomo dos... realmente le gustaron.

     —¿Y tú que has hecho? —le preguntó  Lizza —¿Has trabajado?

     —¿Adelantaste deberes? —siguió Hermione.

     —No —respondió Harry mirándolas —Lupin me invitó a un té en su despacho. Y entró Snape...

     Lizza pensó en aquello y le pareció muy raro todo el tema de una poción, más que nada por la argumentación del por qué la tomaba «¿era por salud?» «sí, eso había dicho».

    —¿Y Lupin se la bebió? —exclamó—. ¿Está loco?

     Hermione miró la hora.

     —Será mejor que vayamos bajando El banquete empezará dentro de cinco minutos Pasaron por el retrato entre la multitud, todavía hablando de Snape.

    —Pero si él..., ya saben... —Hermione bajó la voz, mirando a su alrededor con cautela—. Si intentara envenenar a Lupin, no lo haría delante de Harry.

     —Sí, quizá tengas razón —dijo Harry mientras llegaban al vestíbulo y lo cruzaban para entrar en el Gran Comedor.

     Lo habían decorado con cientos de calabazas con velas dentro, una bandada de murciélagos vivos que revoloteaban y muchas serpentinas de color naranja brillante que caían del techo como culebras de río. La comida fue deliciosa. Todos comieron muchísimo y eso que habían comido muchos dulces.

     Harry a quien Lizza miraba de reojo, no paraba de mirar a la mesa de los profesores. Ella pensó en que probablemente pensaba en lo extraño que era que el profesor Lupin confíe en Snape, pero Lizza sabía que a pesar de la mala actitud hacía los Gryffindors era un hombre talentoso.

     El banquete terminó con una actuación de los fantasmas de Hogwarts. Saltaron de los muros y de las mesas para llevar a cabo un pequeño vuelo en formación.

     Nick Casi Decapitado, el fantasma de Gryffindor; cosechó un gran éxito con una representación de su propia desastrosa decapitación. Todo había sido más que mágico (aún teniendo en cuenta que efectivamente era un institución magica). Nada empeño lo bien que la habían pasado. Ni siquiera el comentario de Draco al pasar junto a él. 

    —¡Los dementores te envían recuerdos, Potter!.

     Lizza aún no entendía por qué su amigo era tan mal portado con todos sus amigos. Rodó los ojos con fastidio ella siempre prefirió que se metan con ella en vez de que lastimen a los que quiere.

     Harry, Ron, Hermione y ella siguieron al resto de los de su casa por el camino de la torre de Gryffindor, pero cuando llegaron al corredor al final del cual estaba el retrato de la señora gorda, lo encontraron atestado de alumnos.

     —¿Por qué no entran? —preguntó Ron intrigado.

     —Algo paso —dijo la pelliroja tratando de ver.

     —Dejenme pasar; por favor —dijo la voz de Percy el hermano de Ron. Se esforzaba por abrirse paso a través de la multitud, dándose importancia —. ¿Qué es lo que ocurre? No es posible que nadie se acuerde de la contraseña. Dejenme pasar, soy el Premio Anual.

     La multitud guardó silencio entonces, empezando por los de delante. Fue como si un aire frío se extendiera por el corredor.

     Oyeron que Percy decía con una voz repentinamente aguda:

     —Que alguien vaya a buscar al profesor Dumbledore, rápido.

     Las cabezas se volvieron. Los de atrás se ponían de puntillas. —¿Qué sucede? —preguntó Ginny, que acababa de llegar.

     Al cabo de un instante hizo su aparición el profesor Dumbledore, dirigiéndose velozmente hacia el retrato. Los alumnos de Gryffindor se apretujaban para dejarle paso y Lizza; Ron, Hermione y Harry se acercaron un poco para ver qué sucedía. No hay que aclarar que eran unos chusmas.

     —¡Anda, mi madr...! —exclamó Hermione.

     —¡Por los dioses! —dijo la pelliroja cogiéndose al brazo de Harry.

     La señora gorda había desaparecido del retrato, que había sido rajado tan ferozmente que algunas tiras del lienzo habían caído al suelo. Faltaban varios trozos grandes. Dumbledore dirigió una rápida mirada al retrato estropeado y se volvió. Con ojos entristecidos vio a los profesores McGonagall, Lupin y Snape, que se acercaban a toda prisa. La situación gritaba a que alguien era el responsable de ello.

     —Hay que encontrarla —dijo Dumbledore. —Por favor; profesora McGonagall, dígale enseguida al señor Filch que busque a la señora gorda portodos los cuadros del castillo.

    —¡Que apilados van!¹ —dijo una voz socarrona.

     Era Peeves, que revoloteaba por encima de la multitud y estaba encantado, como cada vez que veía a los demás preocupados por algún problema.

    —¿Qué quieres decir, Peeves? —le preguntó Dumbledore tranquilamente.

     La sonrisa de Peeves desapareció. No se atrevía a burlarse de Dumbledore.

     Adoptó una voz empalagosa que no era mejor que su risa.

     —Le da vergüenza, señor director. No quiere que la vean. Es un desastre de mujer. La vi correr por el paisaje, hacia el cuarto piso, señor; esquivando los árboles y gritando algo terrible —dijo con alegría. —Pobrecita —añadió sin convicción.

    —¿Dijo quién lo ha hecho? —preguntó Dumbledore en voz baja.

     —Sí, señor director —dijo Peeves, con pinta de estar meciendo una bomba en sus brazos. —Se enfadó con ella porque no le permitió entrar, ¿sabe? — Peeves dio una vuelta de campana y dirigió Dumbledore una sonrisa por entre sus propias piernas—. Ese Sirius Black tiene un genio insoportable.


    

     »Holus: plisss no me maten, tengan en cuenta que Lizza es una adolescente y va a hacer cosas de su edad como enamorarse fuerte y rápido ajajaj. Comentenme si se imaginaban que iba a pasar esto.

     ¹Busque esta frase (apañados vais) y no la encontré así que solo puse la que me pareció correcta según la situación. Si alguien la sabe díganme wey.

     ²Gracias por votar, comentar y todo. I love iu♡♡♡. Por cierto no subí antes un capitulo porque recién empecé mi profesorado y hace poquito terminé todos mis turnos con el médico. Tengan me paciencia.

     ³ es la segunda vez que lo publico xd, soy inconformista.
    

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