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𝒙𝒙𝒗. ¿𝑲𝒊𝒔𝒔?

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CAPÍTULO VEINTICINCO
SEXIMENTE CANUTO
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LIZZA OBSERVABA AL EXTRAÑO CAN QUE ESTABA FRENTE SUYO. Él la admiraba como si le quisiera decir algo o tuviera algo en su garganta. Bola de pelos no era, por que gato no es. Así que ¿qué le pasaba a Canuto? Esa era la pregunta. ¿Qué le podía llegar a pasar a un perro para que tenga una mirada tan cálida y humana? desde un punto de vista crítico era tan extraño como ver a Ron concentrado.

Lizza trató de inpeccionarlo. Lo llamó y él alegremente se acercó para pasar a posar sus patitas tiernas en ella, según la pelliroja era una cosita muy linda.

—Oh, demonios eres tan tierno.

El perro ladró y luego largó un gruñido hacía la pelliroja que lo miraba con ternura. Ella hubiera querido acariciarlo pero ¿y si la mordía?. El pulgoso parecía gruñón ahora mismo y sí, aunque pareciera extraño ella pensó que Canuto estaba enojado por llamarlo tierno.

—¿Tierno? —preguntó y el volvió a gruñir —¿Tierno, no? —el ladró confirmando la teoría hipotética. A Canuto no le gustaba ser llamado tierno la pregunta era: ¿Habrá un por qué?. Lizza no lo sabía, solo sabía que sí era tierno y punto.

—Con que no te gusta que te llamen tierno —declaró en un tono bromista o pícaro enmarcando una ceja.

El ladró agitando su cola, como diciendo "obvio que no".

—Y ¿cómo te puedo llamar? —se pregunto ella, para que su amigo perruno la escuche—¿Cariñoso? —pregunto nuevamente.

El gruño y pensó "Por favor mínimo un hermoso".

—Oh, con que ese no, ¿lindo perrito?— ladró nuevamente pero sonó bajo y el perro nego nuevamente. Ese se había acercado más, concluyó.

—¡Por Merlín! ¡no lo sé! —exclamo, para luego preguntar —¿querubín?—el perro volvió a gruñir, sip, ese tampoco.

—¿Terco?.

El gruño bastante. Eso era un requete no.

—¿Feo? — pregunto ella ya con poca paciencia, pues no era una virtud que ella poseía.

Sirius Black indignado por que lo hayan llamado tierno y feo se dispuso a irse. Ja el tierno, ja feo, por favor él era sexi, sexi, se-xi, y no sería llamado tierno o feo. En su juventud era todo un galán y no aceptaría menos que un wow y hermoso, aunque en ese momento sea un perro, se indignó igual. Y en caso de que se lo hubieran dicho siendo humano sería un escándalo aun peor el que armaría, pues iría justo en su honor.

—¡Demonios, no te enojes! ¡Ya lo sé! ¡Ya lo sé! ¡Sexi! —dijo exaltada sin pensar demasiado, fue su última opción.

Canuto paró. Esa era la palabra. Se volvió hacía Lizza, para luego con dramatismo acercarse y pasearse entre sus piernas aceptando que ella lo acaricie.

La pelliroja así supo que le gustaba ser descripto como sexi, cosa demasiado peculiar para un perro.

Ella daba caricias mientras sus pensamientos revoloteaban en pensamientos sobre cierto chico con ojos plateados y tormentosos.

Suspiró: ¿Qué haría de ahora en adelante si ella pensaba de más en Draco?

Sirius Black apreció como la pelliroja menor se perdía en su mente, no sabía él por que pero sospecho de un sentimiento en concreto. Amor.



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Draco Malfoy estaba pensando esa mañana que carajos hacer con aquello que brotaba en su interior. Sentía como un tormento estaba libre en él, como la tormenta se iba formando con pesadez, como se arremolinaba, como sus pensamientos envolvian más emociones de las que él estaba preparado para contener. No sabía que hacer con eso, se sentía a punto de estallar. Nadie le dijo que se hacía en esos casos, nadie le mencionó lo que era querer.

El Malfoy menor lo único que quería en su mente y corazón era ser libre. Libre de elegir, libre de amar y libre de accionar. Quería por una vez no fingir, no fingir que no odiaba a su padre. Sabía que lo perdonaba justamente por serlo, pero eso no justificaba las acciones que había hecho en su vida. Se sentía tan preso aveces que no sabía que hacer y en esos momentos era cuando una muchacha lo hacía sentir que no lo era, le hacía sentir lo bello de poder hablar sin reparos, de abrazar y de expresarse.

Su vida era monótona entre deberes y no solo de estudios, si no de lo que se suponía que un sangre pura debía hacer.

Estaba cansado.

El apellido Malfoy acarreaba una gran pesadez y todo recaía en sus hombros. No podía sentir nada. Tampoco apego por alguien que no era de su estatus y menos una chica pelliroja de Gryffindor. Su padre haría cosas tan malas si lo supiera, pero él no se conformaba con amistades vacías o palabras que eran dichas por decir, no. Él por una vez en su vida quería una una relación real. Algo real.

Draco, el rubio con mayor mala fama en Hogwarts estaba confundido y apenado. En su mente las reuniones a medianoche con aquella pelliroja de ensueño lo desvelaron, no pegó un ojo y en consecuencia su pálida tez mostraba ojeras. No se quejaba, sólo pensaba en cómo los ojos plateados de ella mostraban cada cálido rincón que escondía cuando lo veía.

Él pensaba y pensaba que hacer, por que un Slytherin había caído por una Gryffindor. Y poniendolo en peor posición, una caída nunca tuvo tanto placer como la que había tenido hasta el momento.

El caminaba entre pasillos dejando que los estudiantes, los pocos que había, lo observaran al pasar. Draco quería encontrar a esa pelliroja. Aquella chica que dejaba sus estupidas idílicas creencias de superioridad de sangre por el suelo. Ella dejaba que todo fluya sin ningún discernimiento.

La vio y sintió el tan desconocido nerviosismo palpitar. La muchacha estaba ¿acariciando un perro?

 «Okey, eso era raro» 

Siguió su camino y se acercó por detrás. Ella le daba la espalda.

 —Oye pelliroja, ¿qué hacías? — preguntó mirándola.

El rubio observó como saltó en su lugar producto del susto que le generó aquel llamado y dejó su mano quieta en el pelaje del extraño perro que lo miraba con una mirada que podría llegar a dar miedo, pero vamos, él era Draco Malfoy no le temía a un estupido perro que ahora le gruñia, o bueno un poquito.

Lizza lo miro por encima de su hombro y sonrio al verlo. Miro a un lado y al otro y se arrojó encima suyo para abrazarlo. El pudo sentir el aroma a flores en ella. El la rodeó con sus brazos.

—¿Por qué no viniste? —le pregunto en un tono que interpreto como triste.

Quizo desaparecer en ese instante  mataría por poder hacer esto sin revisar si había alguien al rededor o asustarse por si uno de sus amigos lo delataba.

—No quería que sospechen —le respondió mientras bajaba sus manos acariciando su cintura con ternura. No lo hacía con mala intención solo quería estar a su lado.

—Lo sospeché —ella se alejó para posar su mirada en los ojos del rubio y por consiguiente a esas pesadas ojeras. Lo peculiar era que su causante estaba justo en frente, eso pensaba el joven dragón.

—Oh Draco, ¿Qué paso? —se acercó a él y tomó sus mejillas mirando lo enmarcado que estaban esas manchas violáceas. Parecía tonto pero él jamás se descuidada era parte de sus labores y lo hacía sin remedio. Sabía que de incumplir algo lo pagaría caro y Lizza distinguia lo extraño de la situación.

—Nada, nada, solo no pude dormir bien —menciono mirando directamente los  labios de la pelliroja, esos labios rojizos y rellenos que parecían llamarlo con vehemencia en sueños.

Estaban tan malditamente cerca que la respiración de ella chocaba contra la suya. Ella bajó la mirada justo donde él tenía la suya. Pensó en como sería besarla, como seria sentir algo más que solo un abrazo, algo más que una amistad.

¿Tendría los ánimos suficientes para besarla y arriesgarse a lo peor?























¹¿Qué piensan lo hace, no lo hace? la pregunta que todos nos hacemos jajaj.

² Perdonen el tiempo que no actualizo, pero tanta tarea me hace no poder pensar, asique que si no actualizo es por eso.

Besitos y gracias por el apoyo, leídas y las estrellita.

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