𝘍𝘰𝘶𝘳
Imposible. Simplemente imposible. Ya llevaba más de cinco intentos para lograr consiliar el sueño, pero todo le era imposible.
Una persona estaba en su mente, se había apoderado de ella. Se había instalado ahí y ninguna fuerza mayor era capaz de sacarla. Esa persona era Viktor.
Cada vez que cerraba los ojos, las imágenes del chico aparecían como un eco incesante; sus gestos, su voz, sus ojos, lo perseguían sin tregua.
Desde aquella plática, sus sentimientos se empezaron a hacer un remolino, dejándolo confundido, mareado. Estaba con Mel, todo iba bien, pero para él ya no era lo mismo, hace meses que no era lo mismo. Cada que algo estaba fuera de lugar en su relación con la mujer, iba corriendo a donde Viktor, era su escape de aquella realidad que poco a poco lo estaba empezando a cansar. Harto de aquel círculo algo tóxico que se estaba empezando a formar entre él y la Medarda.
Su mirada estaba pérdida en el techo, la luz de la Luna era la única iluminación que había en aquella habitación. Su cabeza se giro a ver a la Medarda que dormía plácidamente dándole la espalda, luego la volvió a posicionar en el techo y dio un suspiro. No quería estar ahí, no se sentía cómodo.
Se levantó a la de la cama y decidió irse.
¿A dónde?
Al único lugar donde se sentía seguro.
No le importó para nada salir en pijama, solo quería irse, desaparecer, esfumarse. Quería solo un rato de tranquilidad. Y sabía perfectamente donde ir.
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Con un poco de cautela logró infiltrarse en la Academia, no quería que los guardias del lugar lo vieran y lo hecharan a patadas de ahí.
Llegó al laboratorio en el que normalmente trabaja, buscando con la mirada algo, o más bien a alguien, pero no había ningún rastro.
Cerró con cuidado la puerta y se fue de ahí. Si Viktor no estaba en el laboratorio, estaría en su habitación, por lo que no dudó ni dos veces en ir para allá.
Cuando llegó tocó levemente la puerta, esperando a que ella se abriera y le dejara ver a la única persona capaz de calmar sus pensamientos.
Viktor por su parte estaba tranquilamente leyendo un libro, había aprendido a lidiar con su insomnio. Si no podía dormir, mejor que aprovechara el tiempo para calmar su mente. Su mente es su mayor enemigo, siempre jugándole malas pasadas, pero ha aprendido a lidiar con ella. Lo que daría para no sentir emociones que lo único que hacen es amargarlo.
Su burbuja fue interrumpida por el leve golpeteo en la puerta. Era raro, ¿quién tocaría su puerta a las dos de la mañana?
No le dio tanta importancia, tal vez había sido otra cosa que había sonado por fuera, pero una vez más se volvió a escuchar.
Extrañado, se levantó de su asiento y se dirigió hacia la puerta. Pidiendo que no sea ningún tipo de broma porque de buen humor no estaba.
Abrió un poco la puerta y a pesar de que afuera no había ningún tipo de luz, la leve iluminación de su habitación le hizo darse cuenta de quién era.
— ¿Jayce? — Preguntó sorprendido. De todas las personas que esperaba que fueran, Jayce era la última de su lista. — ¿Qué... Qué estás haciendo aquí? Es muy tarde. — Abrió la puerta de par en par.
— Lo sé, yo... Solo quiero despejarme un rato y... Venir a buscarte fue la única idea coherente que se pasó por mi cabeza. — Viktor estaba algo sorprendido.
Todavía no podía procesar del todo porque estaba ahí. Algo dentro de él le decía que muy probablemente es que Mel lo había echado y, como siempre, Jayce solo lo estaba buscando para que lo reconfortara. Confirmándole, una vez más, que estaba preso en aquel círculo maldito el cual lo consumía más y más. Pero se había vuelto adicto a eso, pues cada que Mel fracasaba, Viktor se volvia la opción perfecta, disfrutando al máximo la compañía de Jayce que lo hacía salir siempre de su monótona rutina
Salió de su corto trance y encaró una ceja, mientras que en sus labios una pequeña sonrisa burlista se formó.
— ¿Mel te echó de su casa? — Preguntó con algo de burla en su voz.
— No, no. Yo me fui. Ella no sabe que estoy aquí. — Oh.
Por primera vez lo estaba eligiendo a él sobre ella. Jayce quería estar con él para... Pasar el rato, aunque sea un poco muy tarde para hacerlo. No pudo evitar sentirse contento.
Viktor lo invitó a pasar y Jayce con gusto entró.
— Perdona el desorden. No estoy acostumbrado a recibir visitas. — "¿Qué desorden?" Pensó Jayce en sus adentros. Aquel cuarto se veía tan pulcro que el único "desorden" (sí se podía catalogar así) eran unos cuantos papeles en la mesita de noche con una taza de café encima.
— No te preocupes, mi habitación está mil veces peor. — Y mentira no es.
El moreno sentó en el borde de la cama de Viktor, admirando el pequeño espacio.
— Aquí... Todo parece tan sereno... — Habló Jayce más para sí mismo que para Viktor.
El zaunita se sentó a su lado observandolo de reojo.
— ¿Eso buscabas? ¿Tranquilidad? — Jayce asintió levemente.
— Siento que... Me estoy ahogando. Me siento tan confundido, estresado. — Viktor no respondió de inmediato, estaba tratando de leer lo que su rostro le estaba tratando de transmitir.
— ¿Y por qué? — Preguntó.
— Ni yo lo sé... — Era cierto, ni él sabía porque.
Todo era tan extraño. No entendía por qué no podía sacarse de la cabeza al chico que tenía justo al frente, no entendía por qué a veces lo veía a él en vez de su novia. Eran solo compañeros, socios, mejores amigos... ¿¡Por qué se sentía así por él!?
Mientras que en sus adentros disputaba una lucha mental la mano de su compañero se posó suavemente sobre su hombro.
— Estás... Tenso, cansado, te estás exigiendo demasiado. — Habló Viktor con aquella suavidad que lograban calmar los nervios de su cuerpo, que lo volvían vulnerable ante él.
El tacto de Viktor y su hermosa voz lograron que Jayce se desmoronara por completo. Antes de darse cuenta, su cuerpo cedió, y recostó su cabeza en la piernas de Viktor.
El científico se tensó por un momento, estaba sorprendido no se esperaba para nada aquello, pero no haría nada para apartalo. Pudo sentir como sus mejillas se teñían levemente de rosa. Llevó una de sus manos con un leve nerviosismo a su cabeza para acariciarlo suavemente. No estaba acostumbrado a dar afecto físico, pero tener a Jayce, a su amado Jayce, así con él, era parte sus pequeñas fantasías.
El piltillo cerró sus ojos disfrutando de las caricias de Viktor.
— Eres tan cálido, Viktor. — Murmuró. — Me haces sentir... Tan ligero. — Viktor tragó saliva. No estaba acostumbrado a nada de lo que estaba pasando, ni mucho menos a momentos así de íntimos con él.
Esos leves toques llevaron a Jayce de regreso a su niñez, cuando se acostaba en el regazo de su madre y ella con sumo cariño lo mimaba. Se sentía bien, se sentía en casa.
¿Por qué? ¿Por qué sentía paz aquí, en sus brazos? ¿No debería ser Mel quien lo hiciera sentir así?
Porque con Viktor todo era diferente. Lo hacía sentir querido, no porque se lo dijiera, si no porque se lo demostraba, le demostraba lo mucho que lo apreciaba. A diferencia de Mel, ella decía que lo quería, pero no lo demostraba. Y en este mundo, valen más las acciones que las palabras.
Cuando el nombre de la Medarda resonó en su cabeza, de inmediato lo hizo volver a la realidad y darse cuenta de la situación que estaba con Viktor de inmediato se sintió asustado.
"Esto no está bien". Pensó el moreno y de manera rápida se levantó.
Viktor se quedó confundido por la forma en la que Jayce había roto el momento.
— Me tengo que ir. — Dijo Jayce sin dirigirle la mirada a Viktor. No quería ver esos ojos ámbar que lo único que hacían eran hacerlo sentir miles de sensaciones que jamás pensó que sentiría
— Jayce... — Le llamó Viktor para evitar que se fuera. Esa voz, sonaba tan amorosa y a la vez tan quebrada que lo único que hizo fue estrujarle el corazón.
— Nos vemos mañana. — Se paró de la cama, se dirigió a la puerta y se fue de ahí. Dejando atrás a un Viktor completamente ilusionado y herido.
Le había dolido esa forma de reaccionar, el como no le dirigió la mirada para por lo menos despedirse.
"¿Qué pensabas qué iba a pasar?" Se recriminó Viktor en sus adentros.
Era más que evidente que algo así pasaría, siempre pasaba lo mismo. Jayce nunca se quedaba, siempre venía, lo ilusionaba sin ni siquiera darse cuenta y luego se largaba otra vez con ella.
¿Por qué pensó que estaba vez sería diferente?
Viktor se dejó caer suavemente en su cama y sintió como unas cuantas lágrimas comenzaban a salir manchando levemente la almohada.
¿Cómo pasó de sentirse en las nubes al hoyo más profundo en tan poco tiempo?
Todo lo que le hacía sentir Jayce era tan mágico y a la vez tan desgarrador, que lo único que estaba logrando era matarlo. Jayce Talis lo estaba matando y no se daba cuenta.
Esa noche Viktor cayó dormido, luego de estar en vela llorando por el vacío que le habían dejado en su corazón.
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Al día siguiente Viktor no se despertó de buen humor, sus ojos estaban algo hinchados y sus ojeras estaban más marcadas que antes. Todos sus movimientos parecían estar en piloto automático. Su cuerpo estaba ahí, su mente en otro sitio.
Salió de su habitación y fue camino al laboratorio.
Cuando llegó vio la puerta que estaba abierta, Jayce había llegado primero. Camino con cuidado y nada más cruzar el umbral del laboratorio entonces la vio. La concejal Mel Medarda. Por un momento, quiso dar media vuelta y regresar a su habitación para no volver a salir de ahí nunca más, pero sus pies se quedaron clavados en el suelo al notar la escena frente a él.
Jayce, con una sonrisa que miles de veces Viktor había imaginado dirigida solo para él, entregaba un ramo de rosas a la mujer. Mel, por supuesto, estaba encantada, su risa resonando como un eco doloroso que solo le provocaba más grietas a su ya roto corazón.
Por unos instantes, Viktor sintió como el vacío en su pecho se hacía cada vez más y más grande, pero su mirada se enfocó en Jayce. Había algo en sus gestos, algo extraño, particular, su sonrisa estaba ahí, sí, pero había un brillo ausente en sus ojos, como sí se estuviera esforzando en mantener esa fachada.
El moreno se acercó más a Mel, colocando una mano en su cintura mientras ella lo abrazaba. Su cuerpo se movía como sí hubiera enseñado cada uno de sus movimientos, en un acto para no perderse a sí mismo.
"Viktor es solo mi compañero, mi socio. Ella es el amor de mi vida, esto es lo que está bien". Jayce repetía esas palabras en su mente una y otra vez como una mantra mientras entregaba las flores. Sin embargo, su mente seguía traicionandolo, llevándolo de regreso a esas manos delgadas y frías; a aquellos ojos donde se sentía que se perdía, a aquellos momentos tan especiales que últimamente habían estado compartiendo juntos, culminando en el escenario de anoche donde pudo jurar que volvió a sentir el tacto de Viktor acariciandolo con suavidad.
"No, no puedes permitirte esto". Pensó con firmeza. "Solo estás confundido. Mel, es quién me completa... Así es como deber ser..." Jayce giró su rostro topándose a Viktor al fondo del laboratorio. La expresión del zaunita era indescifrable, su rostro sereno, pero sus ojos, esos hermosos ojos ámbar que lo hacían sentir miles de sensaciones, no necesitaban palabras para reflejar que era lo que estaba sintiendo su dueño. Jayce desvío la mirada de inmediato posándola nuevamente en la chica que tenía al frente. Ahora sentía que la culpa se lo estaba comiendo vivo.
Viktor, no dijo ni hizo nada. Solo apretó el bastón con su mano con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos del esfuerzo. La escena que tenía al frente era solo otra confirmación más de su cruel realidad que ya se sabía de memoria: Jayce siempre regresaría a Mel. No importa cuantas veces buscara refugio en él, no importa cuantas veces tuvieran momentos maravillosos a solas, no importa cuantas veces Jayce le hiciera sentir que tenían una oportunidad. Siempre sería así.
El zaunita dio media vuelta con el corazón apretado y salió de ahí. Sus pasos y el golpeteo del bastón resonaban por los pasillos algo vacíos, pero su mente estaba demasiado nublada para procesarlo.
En el laboratorio, Jayce intentaba mantener su sonrisa mientras Mel le agradecía el lindo detalle que tuvo con ella, ajena al remolino de emociones que estaba viviendo su pareja. Una vez más la imagen de Viktor se filtró en su mente, y está vez, no pudo evitar que en su cabeza resonaran las siguientes palabras:
"𝗧𝗲 𝗻𝗲𝗰𝗲𝘀𝗶𝘁𝗼 𝗺𝗮́𝘀 𝗱𝗲 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗼𝘆 𝗱𝗶𝘀𝗽𝘂𝗲𝘀𝘁𝗼 𝗮 𝗮𝗱𝗺𝗶𝘁𝗶𝗿"
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