
OO8︰El camión de helados。
—Pero, ¿qué demonios...? — la pelirroja empresaria se despertó en su propia cama, dentro de su cuarto y con su pijama puesto—. ¡JEOOOOOON!
La pelirroja, a tropezones, salió de su cama y completamente furiosa caminó hacia la sala.
—¿Quién se piensa qué es? Si yo digo que duermo en ese sillón es que duermo...
—Jajajajajaja— ecos de risa entraban por el pasillo, Hyunjin apuró aún más su paso—. Jajajajaja— las risas se hacían cercanas.
—¿Qué están haciendo? — en cuanto entró en la sala, vio a Jungeun y a Heejin sentadas en el sofá cama mirando antiguos dibujos animados. Al parecer, era algo que las dos estaban disfrutando al máximo. Mientras la bailarina devoraba su desayuno, la pequeña jugaba con uno de los tantos almohadones que tenía a su alrededor cubriéndola.
Cuando escuchó la voz de la pelirroja, Heejin volteó a verla, por supuesto que vino el famoso mirar, torcer, entreabrir la boca y después las palabras.
—Yo... ella... el correcaminos— no sabía para dónde señalar, si hacia Jungeun, hacia el televisor o hacia ella misma. Desesperada gesticulaba sin encontrar la forma de explicarle a la pelirroja qué estaba pasando.
—Yo llegué y me puse a mirar la tele, Heejin despertó después— explicó Jungeun, ayudando a la pequeña.
Heejin asintió a la versión de Jungeun.
—Eso— agregó, está vez segura.
Hyunjin caminó hasta la cocina en busca de su café diario.
—Pues será mejor que te olvides de la televisión por el momento porque quiero hablar contigo, no te vas a escapar más de mí, Jeon. ¿Me oyes? Jeon... — insistía—. ¡Dios! ¿Por qué es tan difícil? — volvió a la sala en busca de la pequeña. No pensaba posponer la charla, lamentablemente no contaba con el correcaminos.
La pelirroja chocó su pie contra el piso indignada. ¿Por qué todo era más importante para la otra chica que ella? ¿Por qué Heejin no se fijaba en ella como ahora estaba fijándose en como ese estúpido coyote era aplastado una vez más por una enorme roca? Esto se tenía que acabar de inmediato.
Hyunjin caminó con paso firme, rodeando el sillón y se puso frente al televisor, ambas televidentes torcieron sus cuerpos para poder mirar entre los agujeros que Hyunjin dejaba libre, lo que le dio más rabia a la empresaria y después de un nuevo pisotón en el piso, se dio vuelta dándole la espalda a las otras y apagó el televisor
—¡OUCH! — algo le había pegado en la cabeza y se dio cuenta que era un almohadón cuando el objeto cayo al lado de sus pies—. ¿QUIÉN FUE? — aunque se dio vuelta con la idea de sacarle a tirones la culpable, lo supo de inmediato porque la pequeña miraba a Jungeun con el ceño fruncido y su cara se había puesto de la misma forma que la tenía segundos antes de irse contra Jimin.
—Fue Heejin— Jungeun señalaba injustamente a la tatuadora.
La pequeña miró el dedo acusador de Jungeun y en cuanto se dio cuenta de que la señalaba a ella, miró a Hyunjin y empezó a agitar su cabeza, negando la acusación.
—No... yo... yo... no fui— lo negaba con énfasis.
Hyunjin la iba a calmar, pero la divirtió la idea de jugar un poco con ella, después de todo, la pequeña la había desobedecido.
—¿Heejin? Explícame por qué me tiraste un almohadón— le exigió, levantando su ceja.
Heejin seguía agitando su cabeza hasta que la ceja levantada de Hyunjin la frenó. La pequeña enfocó su mirada en esa parte del cuerpo de la pelirroja.
—¿Cómo haces eso? — le preguntó sin suprimir una sonrisa.
La cara de Hyunjin se relajó y cambio su estado.
—No, no, no —Hyunjin no entendía a qué se negaba Heejin—. Hazlo de nuevo —pidió la pequeña, poniéndose de rodillas en la cama.
— ¿Qué quieres que haga? —nunca fue tan difícil entender a alguien.
—Eso que haces con tu ceja —le dijo, señalando.
Sin querer, la pelirroja lo hizo.
— ¡Eso! —festejó Heejin, poniéndose de rodillas en la cama—. ¿La ves, Jungeun? ¿La ves? —la pequeña quería que todo el mundo le prestara atención al truco de la empresaria.
—Siempre lo ha hecho —con poco entusiasmo, Jungeun opinaba. Nada la pone de peor humor que le apaguen sus dibujos animados—. En la secundaria hasta Facebook tenía esa ceja, era más popular que muchos alumnos —siguió mientras Heejin se entretenía mirando los gestos de Hyunjin—. Al único que lo he escuchado quejarse fue a su novio, Xion.
Hyunjin se limitó a mirar a Jungeun por arruinar el momento y se alegró de haberle apagado los dibujos. Heejin ya no sonreía, había vuelto a sentarse en el sofá y ahora miraba hacia abajo mientras jugaba con sus almohadones.
— ¿Qué pasa contigo, Kim? —el apellido de Jungeun que Hyunjin utilizaba para recordarle que la estaba haciendo enfadar salió a la luz—. ¿Te cruzaste en la salida con la pelirroja que pasó la noche con Jinsoul o qué? —insistió.
Jungeun la miró sin susto. Sí era cierto, en cuanto llegó al departamento se chocó con la pelirroja saliendo del mismo, tuvo que aguantar todo lo que podía para no ir a golpearle la puerta a la pelinegra y empezar una nueva batalla, no le quedó de otra que refugiarse en los dibujitos, y al menos estaba Heejin durmiendo y le hacía compañía. Pero eso no quiere decir que a la bailarina le gustaba que se lo refregaran en la cara.
—Te enojas porque digo la verdad —le recalcó a su amiga—. Además, a Heejin... ¿y Heejin? —la pequeña ya no estaba en el sofá cama.
— ¿Otra vez? ¡Dios! Juro que le falta la bombita de humo y sería un perfecto ninja —comentó Hyunjin, mirando para todos lados y tratando de encontrar a la chica en cuestión.
— ¡BUENOS DÍAS A TODAS! —Jinsoul se levantaba de buen humor—. Kim Lip, Hyunjin, asumo que la rarita está escondida en algún lugar planeando la forma de robar alguna de nuestras personalidades para después sacarnos nuestros rostros y vivir nuestra vida —exageró, haciendo que las otras dos rodaran los ojos.
— ¿Y estás bolsas? —claro, todavía estaba ese pequeño detalle. Hyunjin giró a verlas a medida que se acordaba de como Heejin era la responsable de estas.
—Pertenecen a Jeon—le dijo Hyunjin mientras veía como Jinsoul se acercaba a las bolsas negras.
— ¿Qué carajo es esto? ¿Un auto a control remoto? ¿Una PlayStation? ¿Juegos de mesa? ¿Qué mierda, Hyunjin? La rarita robó una juguetería y trajo el botín a casa —miró a la pelirroja—. Hay que hacer algo, nos piensa echar la culpa a nosotras, estoy segura —no será mucho.
—No seas idiota, Jinsoul. Tanto sexo con desconocidas te está arruinando —de paso la pelirroja aprovechaba—. Cuando se digne a aparecer le preguntamos —le dijo con calma.
— ¿Y cómo vas a hacer eso? ¿Tienes una galera para sacarla desde adentro? Si es más difícil de encontrar que un puto conejo, Jinnie—opinó—. Además, si no está en su rarisillón—
— ¿En su qué? —la empresaria no había entendido.
—En su rarisillón, el sillón de la rarita —explico y siguió—. Si no está durmiendo ahí es porque... —unos silenciosos, pero que no pasaron desapercibidos, pasos la frenaron.
— ¿Qué haces? —preguntó Hyunjin que ya había visto a una vestida Heejin aparecer.
La pequeña caminaba hacia sus bolsas con toda cautela y pasando lo más lejos posible de Jinsoul.
—Jajaja —rio Jungeun maliciosamente—. Te esquiva a ti, Jindori —se burló de su novia de a ratos.
—No es cierto —nadie esquiva a Jung Jinsoul a no ser que eso sea lo que ella busque—. Nos esquiva a todas, esquiva a todo el mundo, por eso es rarita —les aclaró.
Hyunjin no seguía la conversación. Por el contrario, seguía mirando como de forma silenciosa para pasar desapercibida, Heejin empezaba a agarrar bolsas y cajas para salir por la puerta.
—A mí no me esquiva —le dijo Jungeun en tono de pelea. Era tanta la fricción que había entre Jinsoul y Jungeun que cualquier tema era tema de discusión.
Durante varios minutos, la pareja de sexo casual repasaron varios puntos que poco le interesaban a Hyunjin, la pelirroja seguía enfocada en Heejin. La pequeña, tal cual lo había hecho la noche anterior, había subido y bajado varias veces con bolsas y botiquines en su brazo. Hyunjin solo se limitó a mirarla hasta que se dispuso a agarrar la última bolsa que quedaba, no pensaba dejar ir a Heejin así como si nada.
Heejin se frenó en seco cuando la vio y la distancia a la que estaban. Empezó a balancearse en sus talones con nervios y miraba a cualquier lado menos a Hyunjin.
—Quiero que me digas que estás haciendo —le exigió la pelirroja, agarrando en sus manos la última bolsa que quedaba.
Heejin se enfocó en la cara de la pelirroja e hizo todos sus movimientos.
—Eh... yo... yo... me... yo me voy —soltó finalmente.
— ¿A dónde? —si tenía que sacarle palabra por palabra con preguntas lo iba a hacer.
La cabeza de la pequeña pasó de un lado a otro para quedarse en su posición torcida habitual.
—A un lugar —contestó.
Hyunjin no pudo evitar que su ceja se levantara por la respuesta de Heejin y tampoco pudo evitar las ganas de querer comerse a besos a la pequeña, las cuales eran sospechosamente cada vez mayores. La chica que tenía enfrente sonrió ante el gesto de la empresaria, no solo sonrió sino que con sus propias cejas trataba de imitarlo sin éxito alguno, porque cada vez que subía una, la otra la acompañaba.
La empresaria resopló una risa por el intento y agitó su cabeza para concentrarse, no podía dejar que Jeon fuera su debilidad.
— ¡Jeon! Concéntrate —le pidió—. ¿Qué es exactamente ese lugar? —insistió en su búsqueda de información.
Nuevamente en estado raro, Heejin contestaba.
—Es un lugar... un lugar... donde yo... donde vive... —la cara de la pequeña se iluminó—. Voy a ver a mi amiga Ana —le dijo muy segura y orgullosa de su respuesta.
La peor respuesta que le podían dar a Hyunjin era esa.
— ¿Vas a ver a tu amiga Ana? —era una pregunta más para ella que para la otra, pero igual Heejin asintió contenta para pesar de la pelirroja.
Ante la pasividad de la empresaria, Heejin se acercó cautelosamente a ella y muy despacio agarró la bolsa. Cuando Hyunjin sintió el movimiento, reaccionó.
—Momento —la frenó, agarrando ella la bolsa—. Voy contigo —anunció, sorprendiendo a la pequeña.
Heejin dio unos pasos hacia atrás.
— ¿Vas... vas...?
—Sí, voy contigo —le dijo—. Me esperas que me cambio y te ayudo a cargar la bolsa —le dijo sin esperar respuesta.
La pequeña agitaba la cabeza de manera negativa y Hyunjin frenó su caminar.
— ¿No quieres que vaya contigo? —la pregunta le salió triste.
Heejin asintió, contenta.
—No quiero que cargues la bolsa —le dijo—. Eres una dama —comentó obviamente.
Hyunjin la miró penetrantemente.
— ¿No vas a huir mientras me cambio? —Heejin lo negó—. ¿Me vas a esperar? —Heejin asintió.
— ¿Esperar para qué, Jinnie? ¿A dónde vas? —se ve que Jinsoul y Jungeun habían terminado de discutir porque la pelinegra estaba sentada viendo televisión—. Hoy es domingo, nosotras los domingos tenemos planeado sentarnos en el rarisillón a ver películas —explicó Jinsoul.
—Pues está vez no —se negó Hyunjin —. Me voy con Jeon —anunció, saliendo de la sala.
— ¿Con la rarita? —Jinsoul miró a la pequeña que seguía en el mismo lugar que la dejó Hyunjin.
— ¡YO QUIERO IR! —Jungeun ya estaba lista para empezar su día.
—Tú no vas a ningún lado —la frenó Jinsoul—. Si la pelirroja estúpida aquella quiere aparecer tirada en una zanja bien por ella, pero tú te quedas conmigo —la obligó.
Jungeun resopló fuertemente.
—Cómo si tú pudieras obligarme a algo —le dijo, caminando hasta Heejin para abrazarla fuertemente sin permiso alguno—. Me voy con Heekki y punto —se definió.
—Kim Lip, por favor —la pelinegra se paró de golpe—. Temo por tu vida... ¡por Dios, mira como tiembla solo porque la abrazas! —señaló a Heejin.
Jungeun ya había sentido los temblores de la tatuadora en sus brazos, pero desde que la conoció supo que más abrazos lo iban a arreglar.
—Pero cada vez tiembla menos, ¿cierto, Heekki? —por las dudas, la bailarina se separó un poco para ver el sentir de la pequeña castaña—. Además, quiero aprovechar para que me cuente de Taeyong—cuando Heejin escuchó el nombre del tatuador, sonrió al mismo tiempo que tomaba por inercia un poco de distancia de Jungeun.
Distinta fue la reacción de Jinsoul al escuchar el nombre del tipo ese.
—Voy con ustedes —dijo y salió rápidamente a su habitación.
Una vez que todas estuvieron listas, Hyunjin volvió a agarrar la bolsa que quedaba para cargarla en su hombro con todas las intenciones, pero Heejin se volvió a negar mientras alegaba que ella era una dama y que las damas no cargaban cosas pesadas.
—No estoy hecha de cristal, Jeon —le advirtió—. Puedo cargar cosas —agregó, viendo como la pequeña entraba en pose sin decir palabras.
Heejin procesó las palabras de Hyunjin y caminó a la nevera para sacar la misteriosa caja azul hermética.
—Ten esto —se la dio a la empresaria y después buscó rápidamente en la bolsa que quedaba para sacar un paquete bastante grande que tenía su propia envoltura de regalo—. Y esto —se lo dio a Hyunjin—. Cuídalos bien, son muy importantes —le recordó mientras ella agarraba la bolsa.
Hyunjin la miró extrañada, pero no dijo nada.
—De acuerdo, vamos.
Las tres chicas seguían a la pequeña de camino al garaje del departamento. Mientras Jinsoul iba ideando un plan de escape contra Heejin, Hyunjin seguía con su mirada clavada en la mencionada chica y con su cajita y regalo en sus brazos. En cuanto entraron en la cochera, Hyunjin pudo ver bastantes y variados autos, incluso vio su Mercedes y el Porsche de Jinsoul, la cual le tiró un beso de pasada.
—Oh Dios, lo que faltaba, la rarita tiene su rarimovil —murmuró la pelinegra.
Hyunjin pudo entender el comentario reciente cuando vio que Heejin caminaba hacia un camión de helados blanco con rayas rosas en los costados, una cara feliz pintada en su frente y para colmo un enorme helado se sostenía del techo del vehículo.
— ¡HELADOS! ¡BIEN! —Jungeun corrió para llegar de primera.
—Es en serio, Jinnie, estamos en problemas, así empieza todo. Nos subimos a ese camión y somos mujeres muertas. De acá directo a la sierra eléctrica, nuestras cabezas van a estar en el freezer del cuarto escondido en un abrir y cerrar de ojos.
Hyunjin rodó los ojos y apuró su paso para dejar a Jinsoul hablando sola. Cuando llegó al camión, Heejin ya había dejado la bolsa y ya estaba en el asiento de conductor, la pelirroja no dudó ni dos segundos en subirse a su lado y dirigió su mirada directamente a la pequeña mientras esperaba algún tipo de explicación, pero nada vino.
— ¡HAY HELADO DE VERDAD! ¡MIRA JINNIE, HAY DE DULCE DE LECHE, TU PREFERIDO! —en la parte de atrás, la bailarina revisaba entusiasmada las cosas.
Apenas la pelinegra se subió junto a Hyunjin, porque no pensaba ir entre los helados, la pequeña arrancó.
—PON LA MÚSICA, HEEKKI —insistió Jungeun desde atrás.
Sin dudarlo, la pequeña apretó un pequeño botoncito que estaba en el tablero y la música del camioncito empezó a salir.
—Tiririririririiiii... tiriririririr... tiririririririiiiii...
— ¡DIOS MÍO! ¿QUIÉN ME MANDA A SUBIRME AL RARIMÓVIL? —se quejó Jinsoul.
Media hora más tarde.
Hace media hora que la pequeña estaba manejando como si nada, media hora transcurrió entre las preguntas de Jungeun hacia Heejin sobre Taeyong y media hora transcurrió con Jinsoul quejándose. Sin embargo, no del todo malo había sido el viaje, pues entre tantas preguntas que la bailarina le había hecho a la tatuadora, Hyunjin pudo averiguar que Heejin había estado en Londres porque allí había conocido al chico, supo que el estudio de tatuajes de Nueva York tenía tan solo dos años y otras cosas como que el gusto preferido de helado de Heejin era pistache, a lo que también escuchó el murmullo de Jinsoul cuando dijo: "Típico gusto de un asesino serial".
Justo cuando estaba por preguntar por primera vez cuánto faltaba para llegar, o, en el caso de la pelinegra, por decimocuarta vez, el camioncito dobló en una esquina que empezaba con una pared de ladrillos inmensa que cubría casi toda la calle. Heejin se detuvo a la mitad donde había una pequeña entrada de césped, y, a continuación, una doble puerta de madera. Una enorme cruz colocada sobre una de las puertas les dio una pista a las chicas de donde podían estar.
— ¿Dónde es...? —Hyunjin quiso volver a preguntar, pero Heejin ya se había bajado y empezaba a descargar las bolsas—. Bájate, Jinsoul—empujó a su amiga, pero esta no se movió.
—No, Hyunjin, no me bajo nada. ¿Qué no ves dónde estamos? —señaló hacia afuera—. ¡Es un puto convento, Hyunjin! ¡UN CONVENTO! ¿QUÉ NO VES QUE ASÍ EMPEZÓ AMERICAN HORROR STORY? VAMOS A MORIR, HYUNJIN. A MORIR —Hyunjin rodó los ojos y se dio vuelta, iba a salir por el otro lado hasta que Heejin apareció.
— ¿Puedes... puedes apretar el botoncito de la música por favor? —le pidió amablemente.
La pelirroja la miró sospechosamente, pero le hizo caso.
— ¿Así está b...? —ya no estaba—. Dios mío, juro que la voy a atar con una soga —se quejó mientras bajaba como podía mientras sostenía el regalo y la caja azul.
—TIRIRIRIRIRIIIIIIII... TIRIRIRIRIRII....
La música de los helados sonaba y Heejin abría las ventanas laterales del camión. Dentro del mismo, Jungeun, que se había puesto un gorrito blanco, estaba lista para trabajar.
— ¡Jeon! —la pelirroja ya se había cansado. Buscó a la pequeña que estaba a un lado lejos del camión con todas las bolsas negras detrás—. ¿Cuándo carajos me vas a decir qué estamos haciendo acá? Porque déjame decirte algo, para nada me agrada que...
Las puertas se abrieron y una marea de niños y niñas de varias edades salían coreando el nombre de la pequeña. Varias monjitas salían con ellos procurando que fueran despacio.
Hyunjin no supo ni cómo ni cuándo, pero los niños la habían empujado y alejado de Heejin. La pequeña estaba en medio de todos ellos saludándolos y entregándoles cómo podía los juguetes. Buscó el apoyo de sus amigas para que la ayudaran, pero Jungeun estaba muy entusiasmada jugando a la heladera mientras que Jinsoul se había bajado finalmente del camión y ahora, muy alejada de los niños, miraba todo con atención.
Hyunjin, entonces, hizo lo que también sabía hacer. Con sus dos cosas en los brazos, se dedicó a mirar la sonriente cara de Heejin, una cara que, de alguna manera, estaba llenando el pecho de Hyunjin con orgullo y paz.
Estaba tan ocupada mirando a Heejin que no notó como una de las monjas se ponía a su lado.
—Viene aquí por los niños desde que dejó este lugar —le dijo la monja a una distraída Hyunjin.
La pelirroja salió de su encanto y miró a la mujer.
— ¿Disculpe? —no estaba segura de haber escuchado lo que le había dicho.
—Heejin—insistió la mujer, señalando a la pequeña que ahora correteaba a un par de chicos—. Viene aquí con regalos y helados, y otras cosas, desde que se fue de aquí cuando ya era mayor de edad —comentó.
La pelirroja frunció el ceño, procesando la información. La mujer mayor le vio la cara de confundida y decidió encarar de otra forma.
—Buen día, yo soy la hermana Ana —le extendió la mano que Hyunjin no dudo en tomar—. Y como no puedes dejar de mirarla con cara de bobita asumo que eres su novia —le dijo sinceramente—. Lo que me da mucha alegría porque es la primera vez que trae a alguien con ella, quiero decir, ya es difícil tratar que ella se acepte y perdone a sí misma, que me alegra que tenga a alguien —explicó.
Hyunjin no daba crédito a lo que estaba escuchando, no quiere decir que no le gustaba como sonaba.
—No soy la novia —corrigió—. Soy, somos sus compañeras de piso —le aclaró por las dudas.
La hermana extendió un poco más su sonrisa.
—No sabes que alegre me pone escuchar eso, quiere decir que le está haciendo caso a su psicóloga; mi hermana Jane y yo estábamos de acuerdo en que lo hiciera cuando Heejin nos contó... —la cara de confusión de Hyunjin la hizo frenar—. Disculpe, quizás no debería decirle estás cosas.
—No, por favor, sígame contando —si no obtenía la información que quería de Heejin, lo iba a ser de cualquier otra persona.
—Bueno, yo...
— ¡ANA! —no pudo seguir porque tenía colgada a la pequeña de su cuello.
—Heejin, cariño —la saludó con igual efusividad—. Ya te estábamos extrañando —le dijo, acariciando la mejilla de la tatuadora—. Y veo que trajiste buena compañía —señaló a Hyunjin—. Y muy linda, por cierto —codeó a la pequeña, quien inmediatamente agachó su cabeza sonrojada, pero no dejo de asentir.
—No la veo —la pequeña volvía a hablar y está vez buscaba entre la multitud de chicos—. ¿Dónde está? —volvió a preguntar sin mirar a la hermana.
—Heejin... —la monja llamó la atención de la tatuadora—. Lleva una semana sin salir de su cama, el domingo creímos que la vendrían a ver pero...
— ¿Otra vez no vinieron a verla? —preguntó la pequeña resignada. A su lado, Hyunjin seguía la conversación mientras trataba de captar algo.
La hermanita solo agitó su cabeza, negando.
—No ha querido inyectarse tampoco, tenemos miedo de que... —no pudo terminar de hablar porque Heejin ya corría dentro del convento.
Hyunjin y la hermana se miraron y la monja le señaló a la pelirroja que la acompañara.
Mientras tanto.
Alejada del grupo mayor de los niños, Jinsoul estaba apoyada en una de las paredes del convento mientras fumaba un cigarrillo.
Una niña de unos aparentes seis años, de piel blanca y cabellos rojizos pasó rápidamente frente a ella con demasiados juguetes en sus brazos. La pelinegra calculó que llevaba más peso de lo que podía porque corría a paso lento mientras un niño la seguía desde atrás.
— ¡OYE! DEVUELVE ESOS JUGUETES —la frenó el niño.
— ¿Y POR QUÉ TENGO QUE HACERLO SI YO LOS VI Y AGARRÉ PRIMERO? —se defendió la niña. Jinsoul seguía la conversación de cerca y estaba dispuesta a tener que enfrentar al pequeño si molestaba a la niña.
—PERO YO LOS QUIERO —el niño se le acercó, agitando su puño y la pelinegra tiró el cigarrillo por si acaso.
Al contrario de lo que Jinsoul creía, la pequeña no se acobardó.
—Pues tal vez también quieras esto. ¡Pum! —la pequeña había pateado la entrepierna del chico. Asustado y adolorido, el nene salió corriendo mientras agarraba sus partes—. ¡Y SI ME ACUSAS LA PRÓXIMA VA A LA CABEZA! —lo amenazó la niña.
— ¡Oye, niña! —Jinsoul había pensado que tendría que defender a la pequeña, pero al parecer era al revés.
La niña, que ahora estaba en el piso jugando con un autito a control remoto, la miró.
— ¿Qué quiere? —preguntó amargada porque la seguían molestando.
Jinsoul se cruzó de brazos ante la forma de contestar de la niña.
— ¿No te enseñaron que hay que respetar a los mayores? —preguntó.
— ¿Y a usted no le enseñaron que ya está muy vieja para usar zapatos de colores? —contestó la pequeña en referencia a las converses azules que tenía puesta la pelinegra.
Jinsoul se le acercó a la niña.
— ¿Qué dijiste? —preguntó furiosa.
—Encima de vieja, sorda —volvió a contestar la pequeña que seguía jugando con el autito.
La pelinegra la miró por un segundo y...
— ¡HIJA MÍA! —se le abalanzó a la niña de tal forma que la pequeña quedó pataleando entre sus brazos—. ¡KIM LIP, MIRA LO QUE ENCONTRÉ! ES MI HIJA NO RECONOCIDA, TE DIJE QUE ALGÚN DÍA NO ME IBA A ACORDAR ALGO DE TANTAS BORRACHERAS QUE HE TENIDO —con la niña en brazos, Jinsoul caminó en busca de la bailarina.
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