Capítulo 7.
ㅡTienes reacciones muy divertidas ㅡle comentó el pelirrojo, aferrando sus piernas a su pecho.
ㅡTodo esto es algo nuevo para mí ㅡle sonrió, mirando las estrellas en el cielo.
La noche había descendido dulcemente, empezando a apagar todo a su alrededor. Las luces que las casas irradiaban brillo de colores amarillos o blancos.
ㅡ¿No tenían de estas cosas en Arcelia?
ㅡNo ㅡse apresuró a decir, mirándoloㅡ, sólo montañas y valles pequeños.
Kevin asintió varias veces, antes de perderse en sus pensamientos. Eddward se quedó viéndolo, sintiendo el viento helado golpearle las mejillas. El pelirrojo se volteó a él.
ㅡUy, ¿me hablabas? ㅡdijo, mostrando una leve molestia en su mueca.
ㅡNo, sólo... estaba mirando a mi alrededor y justo tú me miraste a mí ㅡdijo, poniéndose algo nerviosoㅡ. ¿Estabas pensando?
ㅡSí, yo... a veces tengo muchas dudas.
ㅡ¿Dudas? ¿cómo cuáles?
ㅡSobre mi futuro ㅡrascó su nuca, acercándose un poco más a Eddㅡ. Es que... estoy nervioso ㅡmurmuró, cómo si alguien más pudiera oírle.
Eddward se sentó de la misma forma que él, pegando su hombro con el del amneano. Aguantó la respiración cuando una pequeña y suave ráfaga de viento les pasó por encima, y volvió a respirar cuando se detuvo.
ㅡ¿Estás nervioso por ser un mal Bibliotecario? ㅡpreguntó, con el ceño fruncido.
Kevin asintió, y luego posó su cabeza en el hombro de Edd.
ㅡCuando sea Consejero Real... no podré hacer cosas cómo estas. No podré pensar en otra cosa que no sean todas las opciones de proteger a Amnis que me pida el Príncipe.
Kevin le contó sobre su experiencia con una niña en la escuela secundaria. Él no tenía intenciones de salir con ella, porque no pensaba en esas cosas en ese entonces. La niña estaba enamoradísima de él, o eso parecían decirle sus acciones... y sus amigas.
La niña se encerró a sí misma y a él en un cobertizo pequeño a las afueras de la escuela, y le confesó su amor. Kevin dijo que había llegado demasiado lejos al haberlos encerrado para declarar su amor hacia él, y que no podía corresponderle por el momento.
Dos años pasaron, y mientras Kevin se involucraba un poco más dentro de la biblioteca de Palacio, menos tiempo para salir tenía. Cuando la niña se le declaró por segunda vez, Kevin tuvo que confesarle la verdad.
ㅡ¿Qué le dijiste? ㅡmurmuró Eddward, inclinando un poco su cabeza, para oírlo mejor.
ㅡQue iba a convertirme en Consejero Real en un futuro, por lo cuál no tenía tiempo para las diferentes interacciones sociales que las demás personas tendrían ㅡlevantó su cabeza, frotándose las manosㅡ. La verdad es otra, pero fue lo único probablemente creíble que se me ocurrió decirle.
ㅡTiene sentido ㅡaceptó el humanoㅡ. Considerando las cosas que he oído hasta ahora sobre el Consejero Real del Príncipe, ha de vivir dentro de Palacio, al igual que el gobernante, y no ha de salir mucho.
ㅡEn eso tienes razón ㅡle dijo, con una sonrisa.
Luego de un tiempo en silencio, Eddward tomó valentía: ㅡ¿Cuál fue la razón? ㅡle preguntó.
ㅡ¿Eh?
Ambos voltearon a verse el uno al otro, al mismo tiempo.
ㅡ¿Cuál fue la verdadera razón por la que rechazaste a la chica de tu escuela?
ㅡOh, eso ㅡdijo, y volvió su vista al lago. Se sonrojó mientras pensaba, luego suspiróㅡ. La verdad es que... ella no me gustaba.
El silencio se vió interrumpido con el ruido intermediario de los grillos. Kevin se volteó a ver a su acompañante, creyendo que no lo había oído. El problema que tenía Eddward, era que estaba aguantándose la risa.
ㅡ¡Oye!
ㅡ¡Lo siento! ㅡse empezó a reír, sin poder detenerse cuando lo intentabaㅡ, ¡es muy gracioso!
ㅡ¡No es gracioso! ㅡgolpeó su hombroㅡ, ¡no te burles de mí, por favor!
ㅡ¡Está bien, está bien! ㅡse detuvo, acomodándose.
Se dió la vuelta, dándole la espalda al lago, para mirar mejor a Kevin. El pelirrojo se quedó en su lugar, mirando a sus rodillas, aún muy sonrojado.
ㅡ¿Estás avergonzado?
ㅡUn poco.
ㅡLamento haberme reído. Fue bonito de tu parte no decirle a la chica que no te gustaba, tal vez hubiese sido aún más devastador para ella ㅡse encogió de hombrosㅡ. Realmente no me importaba mucho si ella te gustaba o no, sólo tenía curiosidad.
ㅡ¿Por qué te darían curiosidad esas cosas?
ㅡPensé que dirías otra cosa ㅡse volvió a encoger de hombros, admirando un árbol a la distanciaㅡ. Cómo... que ella era muy fea.
ㅡ¡Qué malvado eres! ㅡgolpeó su pierna suavementeㅡ. Un caballero no puede decir esas cosas, ¡ni siquiera tendría que pensarlas en primer lugar! Qué falta de respeto para la otra persona.
Eddward lo miró, riéndose de nuevo de él.
El viento empezó a hacerse cada vez más fuerte. El pelinegro empezó a sentir un poco de frío, y se lo hizo saber a Kevin mientras se abrazaba a sí mismo y frotaba sus brazos.
ㅡSólo un minuto más ㅡmurmuró, sentándose más cerca suyoㅡ. ¿Puedes esperar un poco más?
ㅡPor supuesto, pero ¿qué es lo que quieres? Ya es... bastante tarde, creo ㅡmiró a su alrededor. Algunas de las luces de las casas ya estaban apagadas, y otras se habían desvanecido a un color mucho más tenúe.
ㅡLas linternillas ㅡmurmuróㅡ. Si hablas muy fuerte, las asustarás.
Doble D lo miró, pensando que no estaba hablando enserio. Pero, cuando abrió la boca para decir algo, un pequeño insecto se pegó en su mano. Con el nerviosismo de quitárselo de encima, casi se pierde la pequeña luz que salía de la mitad de su cuerpo.
Kevin le sonrió, alejando al pequeño insecto con su dedo.
Linternillas, les había llamado. Ese nombre que sólo le ponen los niños pequeños a las cosas que no conocen. Las linternillas de las que el amneano hablaba, eran luciérnagas.
Descendían por el sauce llorón en una esquina del lago, o salían de espacios escondidos debajo de las rocas. Las luciérnagas danzaban sobre el lago, haciendo que hubiese el doble de luces que podía contar. Se puso de pie con cuidado, acercándose a los pequeños insectos que sobrevolaban su cabeza y alrededor de su cuerpo.
Sintió las manos de Kevin en su espalda, empujándolo lentamente.
ㅡVamos al agua ㅡmurmuró.
ㅡ¿Estás loco? ¿Cómo vamos a entrar sin molestarlas?
ㅡCréeme, nos hará bien a los dos ㅡle sonrió, aún empujándolo.
Siguió sus instrucciones, y se quitó los zapatos en el borde, junto con él. El pelirrojo le comentó que la gente no venía a estas horas al lago, o que incluso ni siquiera aparecían cerca del lugar.
Cuando tuvieron el agua hasta la cintura, Kevin tomó las manos de Eddward y lo obligó a acercarse un poco a él.
ㅡTe haré un hechizo, ¿está bien?
Las cosas dejaron de impresionarlo cuando lo vió cocinar. Kevin se reía, la mañana previa a este momento, porque Eddward se movía muy lentamente para hacer los panecillos. Entonces, el pelirrojo movió sus manos y recitó un par de versos, hasta que todo en la cocina empezó a moverse por su cuenta.
ㅡ¿Para qué? ㅡpreguntó.
Aunque, claro, que las cosas dejasen de impresionarlo, no significaba que aún perdiera el miedo de verlas o saberlas.
ㅡPara ayudarte ㅡle dió un suave apretón en ambas manosㅡ. No te preocupes, ¿sí? Soy bueno haciendo hechizos. Sólo no sueltes mis manos.
Eddward aceptó.
El amneano movió sus hombros y cerró los ojos, mirando hacia abajo, Eddward le siguió los pasos. El pelirrojo tomó aire, lo soltó, y luego volvió a retenerlo.
Sus palabras habían sido; "he visto y revisto, lo que en el corazón se lleva escondido; aún así, no he podido entenderlo, un hombre herido y pensativo, lleva un sueño escondido; qué la luz de vida natural, de al dolor un lugar".
Eddward frunció el ceño, aún con los ojos cerrados. Poco a poco, después de recitar aquellos versos, el humano encubierto empezó a sentir movimientos a su derecha. Con algo de miedo, abrió sus ojos, levantando la vista hacia Kevin primero.
El pelirrojo dejó de mirar el movimiento, y posó sus ojos en él: ㅡ¿La ves? ㅡpreguntó, rozando la mitad de sus manos contra el agua.
ㅡ¿Q-Qué cosa? ㅡpreguntó, casi en un susurro, sin abrir mucho la boca.
Las lágrimas salían de sus ojos sin razón. No quería llorar, y no lo necesitaba, pero simplemente salían de sus ojos cómo si estos fueran dos pequeñas cascadas.
ㅡA la mujer ㅡle dijo, y volteó al movimiento de nuevo.
Doble D se volteó al mismo lugar, observando a las luciérnagas formar el cuerpo indefinido de una persona. Poco a poco fue tomando más forma: pudo notar su cabello, sus manos, sus ojos.
Su sonrisa.
Era su madre.
ㅡ¿Puedes oírla? ㅡen el medio del silencio, escuchó la voz de Kevinㅡ. Concéntrate en tus recuerdos.
Los recuerdos de su madre, claro. El suave murmullo de las olas hacían que frunciera los labios, aquella clave que le hacía entender a su madre que no entendía lo que estaba pasando a su alrededor o que necesitaba ayuda.
El murmullo de las olas, poco a poco, fueron cobrando un sonido familiar. Lejano... pero la oía casi a la perfección. El pelirrojo se quedó observando a la mujer, para luego mirar a Eddward. El humano apretaba sus manos con algo de fuerza, mientras seguía con la vista en la mujer.
ㅡNo me sueltes ㅡle recordó, apretando sus manos con la misma intensidadㅡ. Por favor, no me sueltes.
Su madre... ¡estaba ahí! ¡le estaba hablando! Le dijo que estaba orgullosa de ver lo que había logrado, de haberlo visto crecer. Dijo que había visto cómo se volvió loco intentando encontrar su propio camino, que eso la puso triste, pero que estaba feliz de que finalmente lo haya encontrado.
ㅡNo me lo has dejado fácil ㅡdijo, negando suavementeㅡ, he tenido que pelear mucho contra mí mismo desde que no estás.
Ella le dijo que estaba bien, que no había nada que él no fuese capaz de hacer si tenía la valentía suficiente. Le recordó aquella vez que subió a la casa del árbol de uno de sus amigos, y se lanzó pensando que podría volar con unas alas fabricadas por él mismo. Tuvieron que ponerle un yeso en su brazo derecho, pero aún con ese obstáculo puesto, no dejó de armar planillas y más planes para volver a intentarlo; repitiéndose que siempre podría mejorar.
Eddward se rió al recuerdo, entre el mar de lágrimas que estaba hecho. No sabía que decir o qué preguntar. Su madre le confesó que todo era real, que los amneanos siempre terminan siendo una parte del mundo escondido cuando fallecen, aunque estén lejos; y que ella se encuentra en el alma de una "pequeña linternilla", ya que siempre habían sido sus favoritas.
ㅡ¿Eras la luciérnaga que estaba en mi mano? ㅡpreguntó, y sonrió cuando ella asintió lentamenteㅡ. Oh, de haberlo sabido, no tendría tanto miedo...
Ella volvió a repetirle que estaba bien, que no estaba enojada. Le dijo que todo era real, que el lugar en el que se encontraba era real, y que ella realmente estaba ahí ahora mismo, aunque nadie podía verle con tanta claridad cómo él.
ㅡ¿Tú no la oyes? ¿No la ves? ㅡle preguntó a Kevin, volteando levemente a verlo.
ㅡNo, no puedo. Son tus recuerdos, no los míos ㅡle explicó, negando.
Eddward devolvió la vista a su madre.
ㅡ¿Lo estoy haciendo bien? ㅡella inclinó su cabeza a un ladoㅡ. Lo que estoy haciendo, ¿lo estoy haciendo bien?
Ella asintió y Eddward sintió que podía volver a respirar. Quiso separar una de sus manos de las manos de Kevin, pero el amneano se lo impidió con un ligero empujoncito y un apretón. Sus nervios lo estaban asustando, y aquel pensamiento de volver a perder a su madre para siempre se había instalado en sí mismo cómo una enfermedad mortal.
Kevin notó su vacilación y sus impulsos: ㅡNo me sueltes.
ㅡDéjame tomar su mano. Sólo una vez.
ㅡNo. Ella desaparecerá si me sueltas.
ㅡNo lo hará, seguirá aquí.
ㅡDoble D, te lo ruego... no me sueltes...
Su madre volteó la vista a Kevin, y luego volvió a mirarlo. Le preguntó de dónde había sacado él aquel sobrenombre, y Edd le confesó que fue él mismo quién dejó que el amneano lo llamase de esa forma. La mujer puso sus manos sobre su pecho, y sonrió con melancolía.
ㅡTú me llamabas así ㅡle dijoㅡ, adorabas llamarme así.
La mujer negó suavemente, acercándose a pesar de las advertencias de Kevin, y rozó su mano contra la mejilla de su hijo. Secó sus lágrimas al ritmo sin melodía de su canción favorita. Una canción que a Edd hacía reír cuando era pequeño, y que cantaba antes de sus exámenes importantes en la escuela, porque le daba suerte.
Sintió el dolor del brillo de las luciérnagas en su piel y sus ojos. Kevin soltó su mano cuando creyó que había sido suficiente, y Edd llegó a rozar la mano de su madre antes de que ella se despidiera con un "te amo, estoy tan orgullosa de tí".
Cuando las luces se disiparon y volvieron a jugar entre los árboles y el aire, Eddward levantó su mano disponible y se frotó los ojos contra el puño de su camisa. El pelirrojo quiso soltar ambas manos, pero el pelinegro sostuvo su mano derecha con fuerza, sin querer dejarlo escapar.
ㅡLo siento, pensé que sería...
ㅡNo importa ㅡmurmuró, y se acercó para abrazarloㅡ. Muchas gracias. No sé por qué haces esto por mí, pero te lo agradezco de verdad.
ㅡ¿Te sientes bien? ㅡle preguntó, mientras acariciaba su espalda con suavidadㅡ, ¿te sientes mejor?
ㅡSí, estoy perfecto ㅡrió, separándose de él y volviendo la vista al lugar dónde había estado su madreㅡ. Moría de ganas de verla otra vez. Desearía que la hubieses escuchado tú también.
ㅡLo intenté, pero era un recuerdo muy fuerte ㅡle sonrió, palmeándole el brazoㅡ, ¿vamos a casa? Temo que te resfríes si seguimos de pie en el agua.
ㅡSí... es un buen plan...
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