Capítulo 10.
Mientras escribía en su cuaderno, Eddy lo interrumpía con pequeños quejidos. Levantó la cabeza del cuadernillo y lo miró.
ㅡY ese estúpido... ㅡse quejó, con los dientes apretados.
ㅡ¿Te pasa algo? ㅡpreguntó, concentrado en oír las palabras de Eddy.
ㅡNada ㅡdijo, con voz claraㅡ. Pensaba... en ayer.
Ayer. Sí, Eddward también pensaba en eso.
Claramente los dos estaban hablando de dos situaciones diferentes, pero ambos quedaron sumidos en sus propios pensamientos cuando la palabra apareció.
Doble D recordó, de una forma algo específica, cómo sus dedos tocaron la piel desnuda de Kevin. No era algo extremadamente genial, como suponía que se sentiría tocar la piel de alguien más, la piel de un desconocido; fueron pequeños roces que habían dejado los dedos de Edd cosquilleando.
En la mañana, cuando Eddy pasó por al lado de la cama diciendo que esperaba que su mejor amigo tuviera algo de café, Eddward se dió cuenta de la posición en la que se encontraba.
Tenía la frente pegada en la espalda de Kevin, y su cabeza estaba escondida debajo de las sábanas. Sentía sus pies fríos, y la brisa fría de la mañana metiéndosele por las piernas. Se desperezó aún abrazándose al pelirrojo, quién había estado durmiendo plácidamente desde ayer.
Los dedos del pelinegro estaban dentro de la camisa del amneano, y pensó que podría sentirlo respirar si apretaba con cuidado su estómago. Se levantó desplazándose con cuidado hacia afiera de la cama, soltando a Kevin, pensando que se despertaría si lo dejaba a solas repentinamente.
Se sentó en el borde de la cama para arreglarse una coleta en el poco cabello que tenía y para ponerse algo en los pies. Se volteó por curiosidad, y encontró a Kevin aún dormido.
¿Sabría él que tiene unas pestañas muy bonitas? Largas y de apariencia muy suave. Su cabello parecía no enredarse con nada, incluso ahora parecía bien peinado. Su rostro se veía tan tranquilo... parecía incluso más joven dormido.
Se acercó un poco y lo oyó: leves ronquidos bajo su respiración, escapándose de sus labios cortamente entreabiertos. Incluso roncando se escuchaba bien. Cómo una melodía.
Los recuerdos de la noche anterior aparecían cómo flashes mientras bajaba las escaleras. Casi en el final, recordó la cara enojada de Kevin. Realmente parecía alguien dispuesto a pelear en ese mismo momento.
Se preguntó si las puertas se habían cerrado de golpe gracias a otro hechizo, y dejó la pregunta dando vueltas en su cabeza para después. Eddy dijo que iba a ir al baño después de él y ahí empieza todo de nuevo.
ㅡ¿Qué quería ese tal Rich?
ㅡEncontrar algo ㅡse encogió de hombros, sirviéndose una taza de caféㅡ. Vek solía traerse a escondidas brilos de la libroteca.
ㅡAh ㅡmurmuró Eddward, concentrado en su taza. Estaba aprendiendo a cómo entender a Eddy sin la necesidad de tener a Kevin al lado, y le estaba yendo bastante bienㅡ, ¿qué planeaba encontrar aquí?
ㅡAlgo que lo incriminara ㅡbebió un largo sorbo, aún muy huneante, y levantó la vista hacia élㅡ. Si lograba sacarle... algo que lo relacionara con el Outferno, entonces podría decírelo al Príncipe, y él lo despojaría de su lugar ㅡmiró a una ventanaㅡ. Está bien que tenga muedo.
ㅡSí... yo también me asusté ㅡrascó su cabeza con su lapizㅡ. Creí que podían llevárselo o algo.
ㅡNo, por suerte no. Ya no hacemos esas socas.
Eddward asintió. Asintió sólo para no oír más del tema, porque el "ya no" resonaba en su cabeza como tambores. ¿A qué se refería con eso? No, mejor no pensar aquello.
ㅡ¿Ya te vas? ㅡpreguntó, cuando Eddy se levantó.
ㅡSí, tengo entrenamiento temprano ㅡdejó su taza y tardó unos segundos en voltearseㅡ. ¿Y a tí qué? No me molestes.
Y subió las escaleras con varias zancadas. Eddward se quedó solo, en el medio del silencio. ¿Había hecho algo para agradecer la hospitalidad de sus nuevos amigos? No. Sólo les había causado problemas.
Por eso mismo comenzó a juntar y lavar lo que estaba por ahí, y luego sirvió una taza de té junto a unos panecillos calientes con mantequilla. Subió con el plato y la taza unos minutos después.
Eddy había bajado cuando él estaba por subir, y le dijo que había dejado unos sándwiches para que se llevara a su entrenamiento. El enano lo miró por encima del hombro y agradeció confundido entre dientes.
El pelinegro volvió a recordar, mientras caminaba a la habitación, que los amneanos no estaban acostumbrados a que alguien se preocupase por ellos. ¿Estaría bien llevarle el desayuno a Kevin? Estaba por abrir la puerta con una pequeña patada, cuando el destinatario del desayuno abrió la puerta.
ㅡOh, buen día ㅡmurmuró, bajando la vista al desayunoㅡ, ¿y eso?
ㅡEs para tí ㅡseñaló, mirándose las manos con las cosas en ellasㅡ, ¿es... demasiado?
ㅡNo, es muy bonito ㅡle sonrió, tomando las cosasㅡ. ¿Dónde está el tuyo?
ㅡOh, yo desayuné con Eddy abajo ㅡdijo, haciendo un ademán.
ㅡ¿No gustas un panecillo? ㅡpreguntó, mientras caminaba hacia su cama de nuevoㅡ. Siéntate conmigo.
El pelinegro sonrió, oyendo de lejos la puerta cerrarse. Kevin dejó las cosas en la mesilla que estaba a un lado y corrió a la ventana.
ㅡ¡Ten un buen día, Primero al Mando! ㅡrió cuando Eddy le reclamó que dejara de hacer eso, y después de unos segundos le deseara unos buenos días.
ㅡ¿Hacen eso todos los días? ㅡpreguntó, sentándose en el suelo, con la espalda apoyada en la cama.
ㅡCuando se queda a dormir aquí ㅡrespondió, sentándose a su lado, de la misma forma que él.
ㅡAyer dijiste que me traerías papeles sobre Amnis ㅡdijo, sintiendo el tema agrio en su bocaㅡ. Después de ver lo que Rich es capaz de hacer, no quisiera meterte en problemas.
ㅡRichborn es un tonto ㅡdijo, con el seño fruncido y un panecillo en la bocaㅡ. Es cierto que no podré traerte mucho... pero puedo traerte algo. Hacer mis propias anotaciones en algún lugar, lo más importante.
ㅡ¿Y si me cuentas sobre ello? ㅡpreguntó, levantando la cabeza de súbitoㅡ. Podrías leer y contarme lo que recuerdas, entonces yo podría escribirlo y tú no tendrías que hacer tanto trabajo.
Los ojitos de Kevin brillaron y por su mueca confusa pasó una suave sonrisa repentina.
ㅡ¿Me estoy preocupando mucho? ㅡpreguntó, inclinándose hacia adelante.
ㅡSí, eso mismo estás haciendo ㅡle confirmó, inclinándose también.
ㅡDeberías habermelo dicho antes.
ㅡNo, gracias. Prefería oírte preguntar.
ㅡ¿Es divertido escuchar a alguien hacer preguntas?
ㅡA tí sí. Te ves gracioso frinciendo el ceño.
ㅡ¿Cómo? ¿Así? ㅡjuntó sus cejas hasta el punto parecían una misma.
Kevin rió, pegando su frente con la contraria mientras intentaba esconder su propia risa de los ojos de Edd.
Eso también solía hacer su madre. Pegándose mucho a él o a su padre cuando debía decirle un secreto. Decía que todo a su alrededor tenía oídos, que las cosas que más usábamos día a día se habían acostumbrado a ellos y también tenían sentimientos ahora.
Por eso no solían cambiar la vajilla que era "especial".
¿Podía ser eso un ademán de los amneanos? Podría preguntar... no, mejor no.
ㅡ¿Qué harás hoy? ㅡpreguntó Kevin, alejándose de nuevo.
Demasiado lejos para el nuevo gusto de Doble D.
ㅡNada. Si tú quieres compañía, tal vez pueda ir contigo a algún lugar.
ㅡIba a pasar a saludar a mis padres en el cementerio ㅡrascó su oreja, pensativo, mirando hacia la ventanaㅡ. Ya que te he hablado de ellos anoche, recordé que hace mucho tiempo no voy a dejarles flores.
A Eddward le daban miedo los cementerios. No miedo, realmente; pero se sentía incómodo. Había oído historias de la gente que iba a ver a sus seres queridos en solitario y se encontraban con alguien que les preguntaban si eran parientes de la persona a la que buscaban, y resultaban ser aquellos parientes que ya habían fallecido, de jóvenes o en otros cuerpos. Saludando. Presentándose.
Le ponía incómodo oír a la gente llorar, porque los abrazos eran la única cosa que funcionaba para él, pero aquí no creía que aceptaran abrazos así de fácil.
Tragó en seco y miró hacia la ventana con el seño algo fruncido. Estaba listo para dar su veredicto final, cuando se volteó y vió a Kevin observándole.
ㅡLo siento, ¿decías algo?
ㅡNo ㅡdijo, suavemenrteㅡ. Nada.
ㅡTe acompañaré ㅡdijo, sonriéndoleㅡ. Bueno, si es que quieres compañía.
ㅡ¿A ver a mis padres?
ㅡClaro, ¿te gustaría? Puedo quedarme si no quieres.
ㅡOh, no, está bien ㅡasintió, levantándoseㅡ. Las personas en Arcelia comparten cementerios con los humanos, ¿cierto? Supongo que, entonces y debido el caso, no has visto un cementerio mágico de verdad.
Las palabras resonaron en su cabeza cómo un eco, y la sonrisa de Kevin no podía sacársela de la cabeza. Llegaron al cementerio a media mañana. Algunas personas salían con la cabeza en alto, mientras que algunas entraban cabizbajas y en silencio.
Eddward miró a Kevin en todo momento, siguiendo sus pasos. Tenía los ojos sobre él en caso de que quisiera irse, en caso de que quisiera llorar y pudiera ofrecerle sus brazos.
El pelirrojo, con la mirada al frente, pasó por varias tumbas hasta llegar casi al final del establecimiento, bajo un pequeño arbolito de naranjas.
ㅡNo da naranjas de verdad ㅡle dijo Kevin, a una distancia prudencial del lugarㅡ, pero a mi mamá le gustaban las flores del naranjo.
El árbol estaba lleno de florecillas que caían suavemente alrededor, e incluso se iban volando más lejos. La mayoría de flores que caían, tanto algunas secas cómo las mejores, caían dentro de un pequeño cuadrado cercado con cercas de color blanco y puntas redondeadas.
Kevin le pidió a Eddward que sostuviera la pequeña bolsa grisácea que había traído consigo y, después, limpió un poco sobre las lápidas de sus padres.
ㅡAsí los llamas ㅡdijo, con un murmulloㅡ. Depende de qué animal hayan decidido renacer ㅡasintió a sus palabras, arrodillándose frente a ambas lápidasㅡ. Mis padres llegarán pronto.
El amneano también le explicó que algunas personas decidían no renacer y convertirse en parte del viento, parte de algún lago, o en un árbol. Cuando se arrodilló a un lado de Kevin, se preguntaba si su madre también podría tener una tumba aquí.
Un pájaro se posó en su cabeza y ambos miraron con cuidado al animal. Luego, apareció otro. Ambos pájaritos se apoyaron en dos pedazos redondeados de cerca, mirando al pelirrojo primero y luego a Edd.
ㅡ¿Son tus padres? ㅡpreguntó, y los animalitos chillaron contentos, batiendo suavemente sus alasㅡ. Son... palomas.
ㅡMamá es la gris ㅡdijo, acariciándole la cabezaㅡ. Y papá es la blanca.
ㅡHola ㅡlos saludó, con cuidado y una tenue sonrisa.
Las palomas se quedaron mirándolo por un segundo, luego se miraron entre sí y comenzaron a hulular bajo, contándose algún secreto.
ㅡOigan ㅡles dijo Kevin, señalándolos con la cabezaㅡ, no podemos saber lo que dicen, ¿saben? Él es Eddward, con dos des. Hemos sido amigos... ㅡlevantó la cabeza hacia el pelinegro, que levantó un poco sus cejasㅡ desde hace poco tiempo. Pero es una persona increíble ㅡdijo, con una sonrisa.
Después de hablar un poco, Eddward enganchó una corona de flores de naranjo en dónde la lápida de la madre de Kevin se encontraba; e hizo un ramillete para dejarlo junto a la lápida de su padre. Ambas palomas revolotearon a su alrededor, con un suave cántico. Una suave melodía se escuchó a la distancia.
ㅡ¿Te molesta... si doy un paseo? ㅡmurmuró, mientras los padres de Kevin daban vueltas en el árbol de naranjas.
ㅡEstá bien. Encuéntrame en la salida cuando termines ㅡle sonrió.
Antes de que se fuera, cuando se puso de pie; tomó su mano repentinamente y lo hizo voltear. Kevin aferraba los dedos de su mano y los observaba con el rostro serio, tal vez un poco fruncido el seño, pero no podía decirlo realmente por la luz del sol.
La melodía se ensanchaba en sus oídos.
Kevin levantó la vista hacia él y lo encontró sonriendo. Soltó su mano con cuidado, sonriéndole también. Le pidió que se cuidara y que llamara a su nombre si algo sucedía.
El humabo encubierto comenzó a caminar con cuidado, a dónde lo llavaba la melodía. La canción era la que él solía cantarle a su madre, una que había encontrado en sus últimos años de vida, aquella que le había encantado tanto al principio.
Los humanos eran básicamente separados entre algo llamado Cielo e Infierno cuando fallecían, pero la gente de Amnis tenía la oportunidad de renacer o convertirse en parte de este mundo tan bello. Se preguntaba qué elección tendría él, si tuviera que fallecer ahora mismo. Luego, se sacudió la pesada idea de la cabeza y los hombros.
La canción se fue haciendo más fuerte. El tarareo constante que oía formaba la melodía que le faltaba. Él tenía la letra, la mujer delgada que se encontraba sentada a un lado del camino tenía la melodía.
ㅡHola ㅡsaludóㅡ, disculpe que la interrumpa.
La mujer se volteó y lo observó. Tenía los ojos azules y el cabello muy blanco. Eddward se acercó con más cuidado, arrastrando un poco los pies. Sobre su hombro había un águila ciega de un ojo.
ㅡHola ㅡella saludó, sin sacarle los ojos de encima.
ㅡQué... asombroso ㅡle salió decir, cuando vió al águila hacer el mismo movimiento de cabeza que él.
ㅡEs mi esposo ㅡcomentó ella, haciéndose a un lado en la banqueta que se encontrabaㅡ, siéntate con nosotros.
ㅡLamento interrumpirles, de verdad ㅡtomó asiento, mirándolaㅡ. Es que la canción que cantaba me sonaba familiar.
Llevó su vista a dónde la señora estaba mirando: un hermoso jardín de rosas de diferentes colores, margaritas blancas y hortencias azules.
ㅡLo sabemos ㅡdijo la mujer, y el águila a su lado se estremeció cómo si le hubiera llegado un escalofríoㅡ. Bienvenido a casa, Doble D.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro