𝟬𝟬𝟰. 𝗧𝗛𝗘 𝗗𝗜𝗦𝗔𝗣𝗣𝗘𝗔𝗥𝗔𝗡𝗖𝗘 𝗢𝗙 𝗖𝗛𝗔𝗥𝗟𝗜𝗘
𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐂𝐔𝐀𝐓𝐑𝐎
𝐋𝐀 𝐃𝐄𝐒𝐀𝐏𝐀𝐑𝐈𝐂𝐈Ó𝐍 𝐃𝐄 𝐂𝐇𝐀𝐑𝐋𝐈𝐄
—EY, ¡¿HAS VISTO A Charlie?! —Sydney asomó la cabeza en la habitación de Steve, una mirada de pánico apareció en su cara mientras escaneaba su habitación desordenada. Olía como si algo hubiera muerto allí.
Él levantó la cabeza de la almohada y gimió.
—¿Quién coño es Charlie?
No le hizo caso y empezó a mover las cosas del suelo, buscando a su nueva mascota. Pero cuando movió una camiseta tirada y encontró un paquete de condones abierto en el suelo, chilló.
—¡¿Qué?! —se incorporó, con los ojos muy abiertos, en busca de algún peligro.
Señaló el suelo y se estremeció de asco.
—Eso es asqueroso, ¡limpia tu puta habitación, tú, guarro!
Cuando se dio cuenta de que nada venía a matarlos, cogió la almohada que tenía detrás y se la lanzó con dureza a su hermana.
—¿Puedes ir a buscar a Charlie a otra parte?
Ella esquivó el objeto y le lanzó una mirada fulminante antes de levantar la mano para enseñarle el dedo del medio.
—¡Quizá si empezaras a limpiar lo que ensucias, no tendríamos este problema!
—Sí, sí, ¡ahora fuera!
Puso los ojos en blanco y volvió a salir hecha una furia, corriendo al cuarto de baño y abriendo de un tirón la cortina de la ducha para seguir buscando a Charlie. Cuando la encontró vacía, suspiró y fue a comprobar de nuevo la sala de estar.
Mientras miraba debajo del sofá, Steve entró en la habitación completamente vestido y con las gafas de sol posadas en la punta de la nariz. La miró extrañado cuando salió de detrás del sofá.
—¿Qué haces, perdedora?
Sydney le ignoró, levantándose y pasando junto a él.
—Pareces estúpido con esas gafas de sol, son demasiado pequeñas para tu enorme cabezón.
—Oye, mocosa —le revolvió el pelo y sonrió satisfecho cuando ella le apartó la mano de un manotazo—. Ese cerebro que tienes es demasiado pequeño para tu enorme cabezón.
—¿Quién es la que sacó casi todo sobresalientes en todas sus clases el año pasado? —se puso de brazos cruzados, dando golpecitos con el pie mientras esperaba su respuesta. Pero cuando se quedó callado, ella igualó su sonrisa anterior—. Así es, esta bicho raro de cerebro pequeño.
—¿Quién te dio esa confianza? Es insoportable.
Sydney le dio una palmadita en el hombro.
—Sólo admite que te sientes amenazado e inferior a tu hermana de trece años.
—¿Quieres que te lleve a clase? —Ahora fue el turno de Sydney de quedarse callada—. Sí, eso pensé. Ahora, ¡mete el culo en el coche!
—¡Señor, sí, señor! —hizo el saludo militad de forma burlona y cogió su mochila del suelo antes de salir por la puerta principal y bajar por el camino de entrada hasta el coche. Abrió la puerta y entró. Steve se sentó en el asiento del conductor y tiró su propia mochila en la parte trasera sin ningún cuidado. Llevó la mano a la guantera, sacó un mixtape y lo introdujo en la ranura de la radio del coche. Pulsó el botón de reproducción y la primera canción que apareció fue Eye of the Tiger, que había salido hacía dos años.
Se llevó las manos a los oídos mientras la música le atronaba los tímpanos, gritando por encima de la estridente canción:
—¡BÁJALA!
Steve la miró mientras conducían por la calle, moviendo la cabeza al ritmo de la canción.
—¿QUÉ?
—¡HE DICHO QUE LA BAJES, GILIPOLLAS!
—¡LO SIENTO, NO TE OIGO!
Sydney pudo ver su sonrisa, dándose cuenta de que en realidad sí la oía y estaba decidiendo ignorarla. Se echó hacia atrás en el asiento, mirando furiosa por la ventanilla mientras su pie repiqueteaba sutilmente al ritmo de la música.
Poco después, empezó a cantar en voz baja, y una pequeña sonrisa se dibujó en su boca cuando Steve empezó a cantar de forma desafinada. Sydney puso los ojos en blanco, pero se unió, cantando a pleno pulmón mientras su mano colgaba de la ventanilla abierta.
Pero otra canción empezó a dominarla, un familiar coche azul pasó junto a ellos y el conductor sonrió a Steve, enviando un rápido guiño a Sydney, que puso los ojos en blanco. Pero cuando esta hizo contacto visual con Max, compartieron miradas molestas por sus hermanos que intentaban poner su música por encima de la del otro.
Sydney miró hacia atrás y gritó al ver que un coche se dirigía hacia ellos, a punto de chocar contra el de Billy. Pero justo cuando estaba a punto de embestirlo, el Chevrolet se desvió hacia el carril que tenían delante y aceleró.
Billy levantó el dedo del medio por la ventanilla del coche y Steve golpeó el volante con las manos. Max asomó la cabeza por su lado del coche y envió a Sydney una mirada de disculpa.
«Ugh, menudo gilipollas engreído.»
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—OH DIOS MÍO, lo siento mucho por mi hermano.
Sydney se encogió de hombros, riéndose.
—Nunca había visto a mi hermano tan cabreado, fue un poco gracioso.
—Supongo que ambos son imbéciles, pero sin duda te gané —Max resopló, patinando a su lado mientras se dirigían al instituto. Los pasillos estaban engalanados con decoraciones de Truco o Trato que hacían aflorar la emoción en Sydney, era su festividad favorita.
—Ugh, ¡me encanta Halloween! —Sydney intentó seguir el ritmo de Max y cuando la pelirroja se dio cuenta de sus esfuerzos, se detuvo y levantó su tabla del suelo. La chica de pelo teñido enlazó sus brazos y comenzaron a recorrer el concurrido pasillo, algunos sorprendidos de verla sin las dos habituales flanqueando sus costados.
—¿Alguna razón en particular por el que te encante Halloween? —alargó el "encante", dándole un codazo en el costado.
Sydney suspiró celestialmente, sonriendo con suavidad.
—¿Qué razón hay para que no te encante? Puedes ponerte como una cuba o disfrazarte de empollón sin que te juzguen. Pura felicidad, eso es lo que me da Halloween.
—Vaya, muy sentimental —Max se rió—, ¿qué tienes planeado hacer?
Ella frunció las cejas.
—Bueno, la mayoría de las veces hago una fiesta en mi casa para el curso ya que Steve está fuera en alguna otra fiesta. Pero, este año, quiero ir a hacer Truco o Trato como Dios manda y tengo a la candidata perfecta con la que hacerlo.
—¿Y quién es?
—¡Tú, por supuesto! —lo dijo como si fuera lo más obvio del mundo, gimiendo cuando Max arrugó la nariz en señal de disgusto—. ¡Vamos, Maxie, sólo una noche y nunca más te pediré que vengas a hacer truco o trato conmigo!
—Iré si prometes no decir nunca más "Maxie" —extendió la mano y Sydney hizo un puchero y, lentamente, se la estrechó—. Entonces, tenemos un trato, Syd.
El ceño de Sydney dio un vuelco y se convirtió en una sonrisa.
—Awwww, ¡tienes un apodo para mí!
—Cállate o te paso por encima con Debbie.
Mientras las dos seguían bromeando, Sydney miró al fondo del pasillo, donde divisó a un grupo de chicos ataviados con disfraces de cazafantasmas. Obviamente, no eran otros que la banda de perdedores y Will. Le dio un codazo a Max en el costado e hizo un gesto hacia el grupo, ambas sin poder ocultar sus risitas mientras el grupo caminaba torpemente por el pasillo. Dustin y Lucas las habían mirado, o sobre todo a Max, y sonreían con la misma torpeza.
Max puso los ojos en blanco y se volvió hacia la taquilla frente a la que estaban. Sydney arrulló, jugando con un mechón de su pelo rosa.
—¡Ay, están coladitos por ti!
—No, no lo están, nos sonrieron a las dos —Max ignoró su sugerente sonrisa y cogió sus libros de la mañana de la taquilla—. Además, son unos perdedores que acosan a la gente. Yo no salgo con bichos raros.
Sydney escondió una sonrisa detrás de su mano y cuando Max la miró, ella la empujó hacia abajo.
—Síp, definitivamente no están muy colados por ti. ¡Ew, chicos!
—Oh, no actúes como si Will no te estuviera mirando.
La de pelo corto se animó, girándose rápidamente para mirar a los 4. Pero cuando Max soltó un resoplido, la golpeó en el hombro.
—Te odio.
—Sí, sí, alguien está enamoradita perdida y no soy yo.
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SYDNEY REVOLVÍA SU taquilla, buscando con rabia el subrayador rosa que había desaparecido de su estuche. Sospechaba que Stacey se lo había robado después de hablar de lo bonito que era el color.
Cuando no lo encontró, Sydney cerró la puerta de su taquilla de un fuerte portazo y se sorprendió al ver a un chico detrás de ella. Will se sobresaltó igualmente por el fuerte ruido y se quedó mirando con los ojos muy abiertos mientras la ira de la pelirosa brillaba a través de su tez roja. Sin duda, si Will llegara a tocar su piel, se quemaría.
Respiró hondo, trató de calmar los erráticos latidos de su corazón y, poco a poco, el enrojecimiento abandonó su piel morena. Su gruñido fue sustituido por una cálida sonrisa mientras recogía su mochila del suelo.
—Oh, hola Will. —Su tono alegre había sido un cambio tan drástico de sus maldiciones que él parpadeó lejos la sorpresa—. Lo siento, no podía encontrar mi subrayador rosa.
Él se irguió más y extendió la mano, el subrayador rosa reposaba en ella con delicadeza. Sydney sonrió, fue a cogerlo y lo observó mientras se fijaba en su nombre escrito en el lateral. Era el suyo.
—¡Oh, Dios mío, lo he buscado por todas partes! ¿Dónde lo has encontrado? —se volvió hacia su taquilla, abriéndola rápidamente, y cogió el estuche de lápices donde residían el resto de sus rotuladores fluorescentes, introduciéndolo rápidamente antes de cerrarlo con la cremallera. Se agachó para guardarlo en la mochila, miró a Will desde su postura agachada y volvió a ponerse de pie con la mochila colgada del hombro.
Él se aclaró la garganta.
—Eh, lo dejaste en Ciencias, en el suelo.
Su mente volvió a lo rápido que había salido de clase, ansiosa por llegar a la cafetería, y suspiró con fastidio.
—Uf, Stacey y Sarah tenían que verme "urgentemente" en el baño, así que puede que me haya precipitado. Resulta que sólo querían decirme que Troy le había pedido salir a Sandy.
Will asintió, obviamente no muy interesado en lo que había pasado en el baño. Sydney rió en voz baja ante su leve incomodidad y cerró su taquilla.
—Bueno, gracias por devolverme mi subrayador, ¿cómo podré pagártelo?
Aunque estaba de broma, Will se animó y soltó una respuesta antes de que pudiera echarse atrás y salir corriendo.
—¿Yendo a pedir dulces conmigo y mis amigos?
Sydney fue pillada por sorpresa por su rápida pronunciación de palabras y estaba un poco insegura de si le había oído correctamente.
—Me encantaría... pero ya voy con Ma─
—Ella también puede venir —la cortó, la confianza apoderándose de sus modales—. Estoy bastante seguro de que Dustin y Lucas ya se lo están pidiendo.
—Bueno, si dice que sí, entonces me aseguraré de estar allí —se mordió el labio inferior y se reajustó la mochila al hombro. Intentaba contener la excitación y los nervios, no quería asustarlo antes de convertirse en su amiga.
Antes de que pudiera marcharse con paso alegre, él la detuvo y ella enarcó una ceja.
—Eh, hemos quedado en el callejón de Maple Street a las siete en punto.
Sydney asintió.
—Ok, hasta luego.
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