twenty four
-Por cierto, ¿qué hiciste con el auto de Jaehyun? -preguntó Rosé mientras acariciaba uno de los brazos de Jisoo.
Las chicas yacían sobre la alfombra de la casa de la menor. Se habían quedado ahí luego de alargar su conversación por un rato más, lo que había terminado en unos besos que las condujeron a acomodarse sobre aquella confortable tela para tener mayor libertad de espacio.
Jisoo se encontraba con la cabeza descansando sobre las piernas de Rosé, quien estaba sentada a los pies del sillón mientras rozaba cariñosamente la yema de sus dedos a lo largo del brazo contrario. Al escuchar la pregunta, la menor alzó un poco su cabeza para alcanzar a mirar el rostro de la mayor y contestar.
-Hablé con uno de sus amigos para que viniera a recogerlo y se lo llevara a la escuela.
Rosé asintió y se quedó mirando a la nada después, aún sin dejar de acariciar a la chica sobre sus piernas.
-No puedes evitarlo para siempre. En algún momento volverán a verse.
-Eso lo sé, pero estoy tan molesta e incluso asustada, que no sé qué otra cosa hacer más que huir de él -comentó mientras jugaba con las puntas del cabello de Rosé-. Siento que si lo tengo de frente podría hacer eso mismo, huir, o golpear su cabeza con un libro, lo que surja primero.
La rubia rió al escuchar lo último, tomando su mano para entrelazarla con la de ella y mantenerlas unidas junto con suave vaivén.
De repente se habían quedado en un cómodo silencio, ambas sumidas en sus propios pensamientos por un momento.
Solo habían pasado aproximadamente dos horas y media desde que la mayor había aparecido por ahí, tiempo en el cual todo parecía irse ordenando de a poco. Sus palabras, sus sentimientos, sus acciones.
Les gustaba estar descubriendo la compañía de la otra desde una nueva perspectiva, una que iba más allá de lo amistoso.
Sus miradas se encontraron simultáneamente por unos segundos, provocando un sentimiento de necesidad por la cercanía de la otra, por lo que Rosé se inclinó lo suficiente para tomar un beso de los labios de la menor, quien aceptó gustosa e incluso se impulsó levemente con sus codos para alzarse y facilitarle aquello.
El roce de sus alientos y el sabor de sus labios en conjunto fueron abruptamente interrumpidos por la alarma del auto de Rosé, la cual empezó a sonar junto con un motor partiendo a toda velocidad después de causar un estruendo que las sobresaltó al instante.
Jisoo se separó y se levantó rápido, ayudando a la contraria a ponerse de pie también para después caminar con premura hacia la entrada principal, abriendo la puerta y saliendo a buscar qué estaba pasando.
Al estar fuera, la mayor abrió sus ojos con sorpresa, mientras que la pelimorado se llevó una mano a cubrir su boca con susto.
El motivo de aquel escándalo era gracias al gran hueco que se ubicaba sobre el vidrio del parabrisas de su auto, causado por una enorme piedra que había conseguido destruirlo casi por completo.
No conforme con eso, pudo notar que cada una de las cuatro llantas del mismo se encontraban pinchadas por distintos objetos corto punzantes incrustados sobre ellas.
Y para rematar aún más la desgracia, lo último en lo que pudo fijarse fue en la leyenda con tinta roja que se extendía sobre lo ancho del capó, que en letra bastante legible decía lo siguiente:
Zorra
Att. JH
Rosé empezó a contar mentalmente, apretando sus puños a los lados de su cuerpo para contener su enojo y lo que este podría causar. Su pecho subía y bajaba con irregularidad luego de ver a quién pertenecía la violenta escena.
Jisoo bajó del porche de su casa y alcanzó a Rosé frente al auto, observando todo con mayor detalle al llegar e igual de sorprendida que ella.
Al parecer, el amigo que llevó el auto de Jaehyun había hablado con él y le había dicho que Jisoo se encontraba en su casa, por lo que su plan inicial constaba en escaparse de la escuela e ir a buscarla, pero al ver el previamente conocido auto de la rubia afuera, la necesidad de venganza pudo más con él y consiguió fácilmente todo lo necesario para destruirlo.
-Y huyó como el cobarde que es -dijo Rosé después de inhalar profundamente-. Mira el lado bueno, pudo ser peor.
-¿Qué puede ser peor que esto?
-Pudo ser mi cara -comentó con gracia en un intento de esconder su molestia ante la menor.
Jisoo soltó una pequeña risa nerviosa y miró con preocupación a la mayor, acercándose más a ella para aferrarse a su brazo derecho en un abrazo. Rosé solamente inclinó su cabeza para apoyarla en la contraria y siguió observando el desastre en el que habían convertido su auto.
-Debí suponer que algo así pasaría. No por nada estuvo buscándome con tanto desespero -volvió a decir-. Ya está, ya descargó su furia contra mí, que se joda y desaparezca.
-No es tan fácil como piensas -susurró Jisoo a su lado-. Ya se fue contra ti, pero probablemente ahora lo haga contra mí.
Rosé frunció el ceño y se separó de la menor, haciendo que esta soltara su brazo para mirarla de frente.
-¿Por qué lo dices?
-Es obvio. Yo prácticamente terminé con él por ti. Contra ti ya tomó represalias, pero contra mí aún no ha hecho nada más que intimidarme con sus desquiciadas acciones -explicó.
La mayor negó con su cabeza e inevitablemente dejó notar un poco su molestia.
-Si ese idiota te toca un solo cabello o hace algo que te afecte, vamos a tener serios problemas.
Jisoo no dijo nada al respecto, solo rogó mentalmente que eso que creía no fuera a pasar en realidad. No quería meter en más líos a Rosé, pues temía que esto fuera a alejarla sin antes haber iniciado nada.
Luego de un rato, ambas entraron de nuevo a la casa.
Jisoo fue hacia la cocina para preparar algo de comer, mientras que Rosé se quedó en la sala con unas llamadas pendientes a la aseguradora de su auto.
De alguna manera y algún día, Jaehyun se las iba a pagar.
[...]
Habían pasado cuatro días exactos en los que Jennie y Lisa no habían vuelto a tener contacto entre ellas.
La menor optó por ni siquiera tratar de insistir, pues sentía que ya se había dejado lo suficientemente expuesta ante su maestra y no valía la pena intentar buscarla si iba a ignorarla o posiblemente tratarla con hostilidad.
No se habían cruzado por los pasillos, no se habían visto fuera de la escuela, ni al entrar ni al salir, y evidentemente tampoco se habían hablado por mensaje. Prácticamente habían desaparecido la una para la otra en cuestión de casi una semana.
Lo que no podría evitar sería la clase de refuerzo a la que debía asistir sí o sí ese día para no perder la asignatura, lo que la llevaría a estar en el mismo espacio que su maestra.
Por su parte, Jennie había utilizado ese tiempo para reflexionar más retrospectivamente la situación. Necesitaba hacerlo, necesitaba esos días para, tal vez, reconsiderar la decisión que le había hecho saber a Lisa que tomaría.
Realmente no quería lastimar los sentimientos ajenos, pero era la primera vez en mucho tiempo que dejaba que la opinión de alguien más se mantuviera mucho tiempo en su mente con el fin de intentar mejorar algo de sí misma.
Las palabras de Rosé le resonaban en cada momento, la habían hecho meditar minuciosamente sus acciones aunque no quisiera admitirlo. No quería ceder ante la rubia, pero debía aceptar que algo de razonamiento existía.
Sus intenciones con Lisa se habían vuelto un poco confusas ahora, pues no estaba tan segura de si aceptar seguir el rollo de su jueguito experimental o dejarlo y poner límites de ahora en adelante.
Sí, la menor se lo había pedido, con eso dejándole claro que no buscaba más que encuentros sexuales con ella para lograr conocerse un poco mejor en el ámbito sexual. Entendía eso y no consideraba que estuviera mal quererlo, pero lo que creaba conflicto en sí misma era el hecho de ser ella quien la ayudara, y no precisamente porque no quisiera hacerlo, sino más bien porque empezaba a sentirse moralmente culpable de estar a cargo de la sexualidad recién despierta de una adolescente.
Empezaba a creer que no era la indicada para llevar tal responsabilidad, por más que la chica se lo hubiese pedido directamente. Pensaba que debía dejar eso en manos de alguien de su misma edad; que ambos estuvieran en la misma situación, con las mismas dudas y la poca experiencia.
Pero por otro lado, no podía evitar pensar que eso sería estar exponiéndola a muy malas experiencias, y aunque ese se supone que fuera el curso natural de las cosas para encontrar su propio camino, no le importaría actuar ligeramente egoísta si del bien de la menor se trataba.
Lejos de todo eso, el tema del apego emocional que al parecer había desarrollado hacia su compañía le preocupaba un poco, ya que no había podido detenerse antes a analizar la situación de Lisa con respecto al cariño o atención que no recibía de parte de sus padres, lo cual la convertía en un blanco fácil de susceptibilidad.
Inevitablemente eso también generaba un poco de remordimiento a sus acciones, pues recordaba el momento en que la vio pidiéndole que no se alejara y ella de todas maneras lo hizo. Pero en realidad, consideraba que era necesario hacerlo en ese momento y no se arrepentía en absoluto.
Para Jennie tampoco fue precisamente fácil dejar de ver y hablar con Lisa de la noche a la mañana, también se había acostumbrado a su compañía, pero debido a los recientes acontecimientos era la vía más accesible a entender mejor sus pensamientos.
Aunque, ciertamente veía más cercana la posibilidad de aceptar aquella propuesta.
La taza de café que sostenía entre sus manos mantenía la calidez de las mismas en esa fría mañana, mientras su mirada se mantenía atenta a cada uno de los alumnos que se encontraban realizando la actividad que ella había indicado hace unos minutos.
Todo parecía estar en orden y la clase siguiente transcurrió con normalidad. El silencio ayudaba de gran manera a calmar un poco las ansias que sentía por la próxima hora, la cual estaría siendo en la que la menor se presentaría a su salón.
Despidió a los alumnos que iban terminando sus actividades mientras cada vez se acercaba más el momento, por lo que terminó su segunda taza de café del día y la colocó vacía a un lado de su escritorio, alejando el impulso de ir a por otra.
El timbre para cambio de clases sonó, haciendo que los chicos presentes empezaran a guardar sus cosas en sus respectivas mochilas con la intención de salir en grupos del aula.
-No se olviden de terminar la actividad en casa, la presentarán en la próxima clase y no acepto excusas -ordenó en voz alta para asegurarse de que todos pudieran escucharla.
Todos respondieron afirmativamente y en poco tiempo dejaron el salón vacío, el cual empezó a llenarse nuevamente con los alumnos de la otra sección.
Esperó pacientemente sobre su silla a que todos se ubicaran en sus respectivos lugares, jugando a morder la punta de las varillas de sus lentes mientras miraba con una pierna cruzada sobre la otra hacia la puerta, descartando los rostros que entraban y no eran el de la chica que ya debía estar ahí.
El salón parecía estar casi completo, pero la castaña aún no aparecía por aquella puerta, por lo que esperó unos cuantos minutos más hasta que supuso que había huido de su clase y no se presentaría.
Se levantó de su silla, dejando los lentes sobre el escritorio y caminando hacia la puerta, en donde tuvo la intención de cerrarla al ver que nadie más llegaría, además de que el tiempo límite para entrar tarde a su clase había pasado.
Quien llegara en los próximos minutos se quedaría fuera toda la hora.
La puerta estuvo a punto de tocar su contraparte para ser cerrada definitivamente, hasta que una castaña lo impidió empujándola descuidadamente y provocando que volviera abrirse. Su cuerpo se impulsó hacia el frente al hacer aquello, logrando trastabillar ante la entrada y que su peso cayera sobre el único soporte que tuvo al frente... la señorita Kim.
Como acto reflejo, sus manos se apresuraron a colocarse sobre su cintura para sostenerla y evitar que cayera. Sus rostros se encontraron demasiado cercanos por unos segundos, a lo que la señorita Kim reaccionó de inmediato y apartó a Lisa, aún con las manos en su cintura, para estabilizarla sobre el suelo.
Las pequeñas risas y susurros se hicieron presentes, expandiéndose rápidamente por casi todos en el salón.
Jennie apretó su mandíbula al alejarse de la chica, bajando su rostro antes de cerrar la puerta finalmente. Lisa apretó sus ojos y empezó a caminar por el frente de sus compañeros para llegar hasta su pupitre, sintiendo la vergüenza e incomodidad de las miradas sobre ella.
-Para la próxima, evite llegar a estas horas o al menos intente andar como una persona civilizada, Manoban -sugirió con seriedad la mayor, regresando hasta su escritorio.
-Sí, señorita Kim, lo lamento -respondió con un tono bajo y la cabeza gacha.
Genial, su plan de evitar hasta el más mínimo contacto con su maestra en esa clase había fallado desde el minuto uno.
No solo bastaba con haber fallado en eso, sino que además, había hecho el ridículo frente a sus compañeros, casi besaba el piso y la señorita Kim la había reprendido de manera fría ante todos.
-Ahora que estamos completos -miró a la menor-, supongo que puedo empezar con mi clase. Todos, por favor, en la página setenta y ocho de su libro.
Los alumnos guardaron silencio y sacaron sus libros ordenadamente como se les había pedido, buscando aquella página.
La señorita Kim tomó sus lentes de nuevo y se los colocó, levantando su rostro para mirar a todos sus alumnos y tratar de elegir a uno al azar para comenzar con la lectura.
-Seungkwan, ponte de pie y empieza a leer el primer párrafo -indicó, mirando en su dirección-. Los demás, manténgase atentos a la lectura.
El chico se levantó de su lugar y tomó el libro entre sus manos, comenzando a leer en voz alta el contenido de aquel párrafo ante la atenta mirada de la señorita Kim.
-La variación diacrónica estudia la dimensión temporal que permite comparar la variedad de la lengua desde el punto de vista cronológico.
Estudia el cambio lingüístico a lo largo de distintos períodos de tiempo, lo que permite comprender mejor las obras escritas durante él y el contexto histórico-cultural en general. Además, estos estudios diacrónicos permiten entender mejor el funcionamiento del sistema lingüístico, a partir de la identificación de zonas especialmente dinámicas y aspectos más conservadores de cada lengua -finalizó, haciendo una reverencia antes de volver a sentarse.
-Gracias -dijo Jennie, levantando de nuevo su mirada hacia los demás-. Siguiente, Lalisa. De pie para leer el segundo párrafo.
Al escuchar su nombre, la mencionada se apresuró más que antes a continuar buscando el libro en su mochila, revolviendo los demás y dejando caer algunos cuadernos al suelo por la prisa. No podía encontrarlo desde que su compañero había empezado a leer, por lo que evidentemente supuso que no lo llevaba consigo y dejó de buscar.
Apenada, miró a su maestra, quien ya la estaba observando de vuelta con una ceja enarcada y una mano en su cintura.
-Olvidé mi libro en el casillero -se excusó con vergüenza hacia la mujer.
-Llegas tarde y ni siquiera vienes preparada para mi clase... perfecto -dijo con molestia-. Pasa al frente, por favor.
Lisa se la quedó mirando con un ligero temor en sus ojos, intentando pedirle con ello que no la hiciera hacer eso. Ya suficiente vergüenza había pasado hace tan pocos minutos.
Pero al final no tuvo más opción que obedecer y acercarse al frente del salón, parándose justo al lado de la señorita Kim y esperando alguna otra indicación de su parte.
La mayor se cruzó de brazos y empezó a caminar por detrás de Lisa, haciendo sonar sus tacones sobre el suelo y provocando que la tensión en el lugar aumentara.
Todos se habían quedado en un sepulcral silencio, expectantes a cualquier cosa que sucediera en los próximos instantes.
Jennie detuvo su andar al estar al lado de la castaña nuevo, quedándose ahí con la mirada puesta al frente.
-Mira el reloj y dime qué hora es -ordenó a la chica, señalando el objeto.
Lisa giró levemente su cabeza en dirección al reloj del salón, identificando la hora en él por medio de sus agujas. Se giró de nuevo, esta vez para encarar a su maestra, quien seguía a su lado, e inhalar profundamente antes de contestar.
-Diez con quince minutos -musitó en respuesta.
La señorita Kim asintió lentamente mientras la veía a los ojos con una expresión totalmente seria.
-Correcto -sonrió falsamente-. Ahora dime, ¿cuánto tiempo falta para que la clase acabe?
-Una hora con cuarenta y cinco minutos -volvió a responder, empezando a fastidiarse por las preguntas tan tontas, a su parecer, que la mayor le estaba haciendo.
-Muy bien -palmeó su hombro, quitando su mirada de la contraria para volverla al frente-. Pide prestado el libro de alguno de tus compañeros y tráelo contigo.
Lisa volteó a verla de nuevo, intentando denotar advertencia en su mirada y negando sutilmente con su cabeza hacia la mayor, quien solamente hizo un gesto que indicaba que se apresurara.
Apretó los puños con nerviosismo a los lados de su cuerpo antes de acercarse a la persona que tenía más cerca, la primera de la fila para ser exactos, en donde se agachó un poco para hablarle en voz muy baja.
-¿Puedes prestarme tu libro... por favor? -dijo con los ojos entrecerrados, sintiendo la mirada de todos sobre ella.
La chica a la que se lo había pedido asintió y le tendió el libro sin decir nada, temiendo haber sido la elegida para aquello, pues la situación no se veía ir para bien.
-Vas a ocupar esa hora con cuarenta y cinco minutos para leer sin parar, y en voz alta, absolutamente todo lo que puedas de este libro mientras tus compañeros y yo te escuchamos atentamente -declaró con firmeza.
La castaña colocó una expresión seria en su rostro al escuchar la indicación, tragando con dificultad antes de levantar el libro en sus manos y mirar la página en la que se encontraba abierto. Su vergüenza y molestia solo le dejaban ver una cantidad infinita de letras sin sentido, separadas en bloques como párrafos.
No podía creer que eso estuviese pasando. Necesitaba que alguien la abofeteara si eso se trataba de un mal sueño.
La señorita Kim regresó a la silla tras su escritorio, sentándose en ella y girando su cuerpo en dirección a la menor sin dejar de mirarla en ningún momento, esperando que comenzara con la lectura.
Lisa carraspeó antes de iniciar con el segundo párrafo de aquella lectura, leyendo en voz alta como se le había pedido y estando en el foco de atención de todos en el lugar.
El incesante tictac del reloj había logrado grabarse en su cabeza a través de sus oídos, gracias al intenso silencio que se había formado desde que pasó al frente.
En los primeros diez minutos de lectura había logrado terminar lo que creyó ser una eterna página, pues había demasiado texto y ejemplos. Mientras tanto, unos cuantos continuaban mirándola desde sus asientos, escuchando cada cosa que iba leyendo, y otros tantos que seguían la lectura en sus propios libros sin necesidad de observarla.
Lisa agradecía mentalmente con todas sus fuerzas a esos últimos.
Los minutos siguieron pasando y ahora se habían convertido en veinte. Sus brazos empezaban a entumecerse por sostener el libro tanto tiempo en la misma posición sobre el aire, pero intentaba ignorar esto con cada palabra que pronunciaba.
Lo que no pudo ignorar es la resequedad que se fue formando en su garganta, más el cansancio en sus piernas por haberse mantenido estática de pie por ahora treinta y cinco minutos.
Había avanzado cinco páginas a este punto, todas ellas con casi la misma cantidad de texto y ejemplos que las anteriores.
Ciertos alumnos habían comenzado a bostezar con aburrimiento, otros ya ni siquiera estaban prestando atención a la chica, arriesgándose a ser reñidos por la señorita Kim, pero sin ponerle extremo cuidado, ya que pensaban que aquello estaba siendo un poco exagerado e innecesario que ellos estuviesen pagando el castigo de Lisa.
Mientras tanto, la señorita Kim se había mantenido con su atención puesta sobre la chica que empezaba a removerse incómoda sobre su lugar, escuchando su voz debilitarse cada vez más debido al sobre esfuerzo que estaba realizando con ello.
En una hora, la página setenta y ocho había pasado a ser la ochenta y nueve, la cual ya estaba lo suficientemente lejos de los temas que se encontraban estudiando actualmente.
Al pasar la siguiente hoja con su mano soltó una fuerte exhalación.
Había comenzado a elevar de manera alterna sus piernas para mitigar levemente el entumecimiento en ellas. Jennie notó este accionar y sonrió ladinamente con burla.
Realmente no planeaba sancionarla el día de hoy, pero desde que la castaña había puesto un pie en el salón había logrado molestarla, y simplemente sintió que debía cobrar ese enojo y el de la mentira sobre su acercamiento a ella a la vez.
Se encontraba yendo por los ochenta minutos, y ahora todos se veían un poco desesperados por la inactividad y porque la hora de salida estuviera próxima a cumplirse.
Lisa sentía la necesidad de tomarse un litro entero de agua para refrescar su garganta que empezaba a arder poco a poco, más la urgencia de sentarse pronto aunque sea en el suelo y así poder descansar sus piernas.
La señorita Kim recostó su espalda sobre el respaldo de la silla, viendo por unos segundos el reloj en su muñeca para después cruzarse de brazos y observar a todos sus alumnos con una media sonrisa de superioridad.
No tenía el valor de pedir que aquel tormento acabara, sabía que solamente conseguiría avergonzarse más al hacerlo y ser rechazada, pero al encontrarse leyendo temas que no comprendía en absoluto, su frustración se fue haciendo cada vez más presente y aquello se volvió diez veces más tedioso. Sentía su visión agotada y el dolor en sus brazos únicamente aumentaba.
Aunque no lograba sentirlo así, los minutos fueron avanzando y todos ahí no podían ver el momento en que aquel timbre de salida resonara por el salón. La menor sólo continuaba leyendo con dificultad, deseando que la tierra la tragara y no la volviese a escupir nunca más.
Ni siquiera se atrevía a levantar su mirada del objeto que tenía entre manos, no quería estar genuinamente consciente de la vergüenza que estaba pasando, así que simplemente se mantuvo con la cabeza gacha todo el tiempo, llevando consigo también un ligero dolor de cuello debido a esto.
Aquel castigo había dejado de ser meramente moral y se había convertido en uno físico.
Cien minutos exactos se cumplían cuando la página noventa y seis fue despejada para avanzar hacia la siguiente.
Lisa sólo rogaba que esos cinco minutos restantes fueran los más rápidos que podría experimentar en su vida.
Continuó la lectura con cierto recelo, tratando de soportar solo un poco más la presión que sentía al tener la mirada juzgadora de su maestra detrás. No era necesario comprobarlo para saber que era así, y eso conseguía irritarla mucho.
De todas formas, llegó a la conclusión de que no pretendía mostrarse derrotada ante la señorita Kim, eso sería estar dándole el gusto y probándole que no era capaz de superar sus ridículas sanciones.
Finalmente, y a lo que pareció ser una eternidad para ella, no recordaba haber sentido tanto alivio antes de escuchar el tan esperado timbre sonar, indicando que aquella tortura había acabado por fin. Dejó caer sus brazos con pesadez y el libro en sus manos quedó colgante de ellas.
La mayoría de sus compañeros se levantaron de sus pupitres sin esperar ni un segundo más, pasando como una manada a su lado para salir de aquel salón, mientras Lisa seguía ahí parada sintiendo sus piernas adormecidas, lo cual le impedía moverse inmediatamente.
Su mente estaba en blanco, solamente existía el ligero pensamiento de que eso había sobrepasado los límites y que lo que había hecho ni siquiera había sido para tanto como para merecer ese castigo.
Devolvió el libro a la chica que se lo había tomado cuando esta pasó a su lado, dándole una mirada lastimera y retirándose en cuanto lo tuvo en sus manos.
Finalmente logró coordinar sus sentidos para moverse del lugar en el que se encontraba, levantando su cabeza para fijarse en el camino hacia su pupitre, pero se quejó audiblemente cuando una punzada de dolor se ubicó a lo largo de su nunca y laterales.
Esa acción provocó que la señorita Kim fijara de nuevo su atención en ella, dejando del lado lo que se encontraba haciendo. Con una mirada distante la observó por unos cuantos segundos, notando que su rostro se había contraído por el dolor que al parecer estaba padeciendo.
A pesar de todo, Lisa evitó conectar su mirada con la de la maestra, por lo que caminó rápido a recoger sus cosas y traer su mochila para darse la vuelta y salir de ahí lo más pronto posible.
-¿A dónde crees que vas? -habló Jennie al notar sus intenciones-. No recuerdo haberte dicho que podías irte.
La castaña se detuvo justo antes de salir por la puerta, apretando uno de los lados de su mochila entre su mano. Levantó su rostro y se dio la vuelta lentamente para encarar a la mayor.
-Ya fue suficiente, ¿no? -le respondió con condescendencia y los ojos entrecerrados.
-No realmente -la miró junto con sus brazos cruzados-. Aún se me ocurren algunas otras actividades correctivas que podrías hacer para aprender la lección.
-No, gracias. Usted y sus lecciones pueden joderse mucho, yo debo irme a la siguiente clase -defendió, dándose la vuelta nuevamente para retirarse y azotando la puerta con frustración al hacerlo.
La señorita Kim rió con desgano, decidiendo no mortificar más a la menor y dejándola ir a pesar de aquella ofensiva respuesta.
Tomó su bolso y también salió del salón después de dejar todo en orden.
En el pasillo que conducía hacia el salón de profesores notó cómo el flujo de estudiantes iba disminuyendo cuando cada uno de ellos entraba a las distintas aulas correspondientes, pero su atención se fijó sobre la silueta de dos chicas al inicio de las escaleras.
Sus pasos se ralentizaron a medida que se acercaba, pues había notado que se trataba de Lisa y Doyeon quienes se encontraban ahí.
Ya se podía hacer una idea de lo que hacía la menor por ahí, por lo que ni siquiera le pareció extraño.
Lo que sí le pareció extraño fue ver cómo la chica pelinegra más alta tomó el rostro de Lisa entre su mano derecha y se acercó a ella para dejar un beso sobre su mejilla, provocando que frunciera su ceño y ladeara su cabeza con confusión.
Lisa nunca había mencionado que fuese así de cercana a la mayor de las dos, pero intentaba no tomarle tanta importancia para no martirizar su mente con aquello.
La expresión en su rostro no parecía ser la más alegre, pero al recibir aquel beso sonrió ligeramente a la chica que se lo había otorgado, para después asentir ante las palabras que por obvias razones no podía escuchar, pero que suponía que la misma le había dicho.
Después de esto, Doyeon había subido por las escaleras hacia su sección, mientras que Lisa había retrocedido una muy pequeña distancia sobre el pasillo para dirigirse hacia el salón que tenía al frente, es decir, el de su siguiente clase.
Antes de ingresar, la castaña notó coincidentemente la presencia de su maestra en el pasillo a unos cuantos metros de su lugar, a lo cual simplemente la vio por unos segundos con notable desprecio y apartó su mirada enseguida para entrar al salón.
Alguna de las dos debía ceder en algún momento, pero ninguna pensaba hacerlo pronto.
Eso lo convertía en un problema más grande; pero tal vez no tan grande como el que podrían llegar a tener encima en un futuro.
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