𝗰𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝘁𝗿𝗲𝘀
𝘀𝗿. 𝘆 𝘀𝗿𝘁𝗼. 𝗷𝗲𝗼𝗻
—Segunda parte, aquí estamos —El terapeuta habla. En esa ocasión Jungkook esta sentado en el sofá sin la compañía de su esposo omega—. Solo que está vez vino solo. ¿Por qué volvió?
Jungkook mira al beta, pensando en lo que dirá, boquea y luego se permite hablar—. Ah, pues no estoy seguro —dice—. Déjeme aclararle algo, amo a mi esposo —se explica. Se acomoda en la silla, cruzando sus piernas—. Quiero que sea feliz, quiero cosas buenas para él, pero algunas veces... —murmura, un gruñido abandona su boca y con sus manos demuestra como podría estrangular a su omega.
[...]
Ambos están en la cama. Namjoon esta leyendo un libro y a su lado su esposo ya desea dormir, así que se gira apagando la luz de la lámpara. El alfa suspira y abraza su almohada.
—Cariño. ¿Podrías-
—Cinco minutos —murmura el mayor, aún leyendo.
—Hay un gran distanciamiento entre nosotros y día tras día es mucho mayor —dice Namjoon hacia el terapeuta—. Hay cosas que no nos decimos. ¿Cuál es la razón?
—Matrimonio —acota con obviedad.
Namjoon mira su anillo y juega con él.
—¿Por qué algunas cosas no se las dicen?
El omega le observa. Aparta la mirada, duda, no sabe que decir, boquea ante esa pregunta, sabiendo que no podía ser respondida. Frunce sus labios un poco ante de volver al terapeuta.
Y esboza una hermosa sonrisa.
[...]
—Obtuvo tres estrellas —murmura Jungkook alzando sus cejas, él organiza el periódico y lo arroja a un sillón. Toma la servilleta al costado de su plato y la sacude, dejándola sobre su regazo. Puede ver a su esposo sentado al otro lado, con cuchillo y tenedor en sus manos, degustando su propia comida—. Se ve rico —atina a decir—. ¿Qué le pusiste?
El omega sonríe, llevando su copa de vino a los labios y bebiendo de ella. Suelta
una risa tras la copa y la deja de nuevo en la mesa.
—Calabazas.
Jungkook asiente.
—Calabazas —murmura, incrédulo. Estira su barbilla y asiente nuevamente, mira la comida con detenimiento—. Si. Lo verde —El menor concede.
Namjoon finge una sonrisa, su disgusto burbujea en su pecho y en sus ojos mientras corta un trozo de pollo con los utensilios en su mano. El alfa los toma y empieza a comer.
—Cariño, me pasas la sal.
El castaño lleva un bocado cerca de su boca.
—Está en medio de la mesa —Y come.
Jungkook deja de beber de su copa de vino para ver a su omega.
—¿En medio de la mesa? —cuestiona, oscilando entre él y el pequeño contenedor de sal.
—Sí, entre tu y yo —Namjoon le mira, con sus perfectos ojos mieles y asiente.
Jeon, el alfa, lo observa. "¿Es enserio?"
[...]
—¿Qué tan honesto es con él? —pregunta el terapeuta al bello omega trajeado.
—Bastante —dice, seriamente. Luego sacude un poco la cabeza ante la larga y intimidante mirada del beta—. Bueno, no es que no... le diga cosas, es que... —Junta sus labios y los separa con un sonido húmedo—, tengo secretos. Todo el mundo los tiene.
Jungkook está sentado en el sillón de su sala, junto a esta se encuentra la habitación que su esposo había tomado como oficina. Desvía su mirada hacia la puerta entreabierta, puede ver a Namjoon de pie frente a la computadora, hablando por teléfono.
Observa el movimiento de sus labios, la sonrisa esbozada en ellos. Los hoyuelos haciendo sombra en la piel de su mejilla bajo la tenue luz que brindaba la lámpara colgada en la pared contigua al escritorio.
El omega teclea en el portátil y lo mira, al parecer cerciorandose de algo antes de sonreír de nuevo.
Jungkook no era de mirar los detalles, al menos no los detalles en los que su esposo estaba relacionado. Pero no podía negar que seguía teniendo una belleza indescriptible, si estuvieran en mejores términos, sabia que lo estaría volviendo loco, loco de amor.
Aparta su mirada, enfocandola en el televisor que presentaba un partido de fútbol
Namjoon está en el gran armario que ambos comparten. Él está terminando de amarrar el cinturón de su abrigo negro elegante cuando escucha a su alfa en el tocador lleno de relojes y joyas al otro lado de esa habitación.
—Rayos —maldice por el susto, voltea su cabeza un poco para mirar sobre su hombro, asegurándose de que sea su esposo—. Cariño, me asustaste.
—Perdón, bebé —se disculpa—. Estaba buscando el... ¿Saldrás? —cuestiona, girando lo que buscaba entre sus ágiles dedos.
El omega se aplica un poco de perfume en su cuello para disipar su aroma.
—Sí. Un tonto desconfiguro un servidor en un despacho en el centro y está histérico, así que, sí —informa, tomando un bolso pequeño, de aros en vez de correa.
Jungkook bufa mirando al mayor en el reflejo del espejo.
—Veremos a los Choi.
—Lo sé —replica. Camina hasta un cajón y abre la puerta, sacando de este una pañoleta, la envuelve con sutileza y gracia en su cuello.
—¿Entonces?
—Ahí estaré. Tranquilo —asegura, pasa junto a él, guiñando un ojo, se despide—. No tardaré.
Jungkook no quita la vista del reflejo de su esposo en el espejo hasta que se pierde en la otra habitación.
Baja a la primera planta, poco después que el omega lo hiciera, ve el auto de Namjoon salir del garaje y tomar camino por la carretera. Él, por su lado, toma su chaqueta beige y la viste.
[...]
—Puede parecerles que son las únicas personas que están pasando por esto, pero hay millones de parejas que experimentan el mismo problema.
Jungkook le sostiene la mirada—. Ajá.
El alfa ha tomado un taxi hacia su destino, lleva su petaca a los labios y bebe un poco de aguardiente que lleva en ella.
Namjoon sale de un taxi, puesto que ha dejado su auto en un estacionamiento lejano para evitar cualquier tipo de errores. Observa el hotel frente a él y entra con decisión.
Jungkook pide al conductor que se estacione, paga y se baja del auto, caminando hasta el bar y entrando al lugar.
El omega esta frente a la puerta de su cliente. Uno de los guardias de dicho personaje esta requisando sus pertenencias dentro del bolso. El robusto y alto hombre alfa encuentra unas esposas pero no cuestiona demasiado puesto que entiende a lo que él viene.
—Tomaremos un avión en una hora.
—De acuerdo —responde. El alfa se gira, dejando espacio para que el castaño continúe el camino, siguiendo y guiando a Namjoon hasta la habitación correspondida, el omega puede ver la compañía de quien lo contrató, dos guardias más están sentados en la sala viendo un reality en el televisor, quienes lo miran entrar.
—Por ochocientos.
—Acusada de robo en público, ella aseguró en televisión: "Quiero enfocarme en mi ensalada."
Namjoon murmura la respuesta—. Martha Stewart.
—Martha Stewart.
El omega camina con estilo hasta la puerta la cual es abierta por el guardia, este se detiene a mirarlo un poco, porque bueno, era un omega peculiar pero con una gran belleza. Jeon Namjoon ni siquiera se inmuta, en cambio se adentra en la habitación, se gira y mira al hombre, éste asiente y se aleja, dándole la oportunidad al omega de cerrar la puerta y asegurarla.
Jungkook camina por el largo pasillo del bar hasta la puerta en la que sólo pueden entrar los "empleados", continua por la cocina y se desvía por un nuevo pasillo.
Otra puerta, escucha las voces tras de ella, pero no percibe aroma alguno así que sabe no lo percibirán a él. Bebe un poco de su petaca y inclina su cuello hacía ambos lados, tronando los huesos de este en el proceso.
—¿Cuarenta?
—De acuerdo.
Escucha justo en el momento en que él finge estar ebrio hasta las pelotas. Abriendo la puerta de portazo y mirando a su alrededor distraído, con ojos caídos y lengua cansada, arrastrando su voz, titubeando, prácticamente, siendo estúpido.
—¿Qué rayos crees que haces? —exclama uno de los betas sentados en la mesa redonda en medio de esa pequeña habitación.
—Lo siento. ¿Dónde está el baño? —pregunta, cerrando la puerta—. Por Dios —sisea—. Necesito ir- ¿Están jugando póker?
—¡Es un juego privado! —le dicen, con una de sus manos señala la salida—. Vete.
Jungkook se mantiene de pie en el mismo lugar, balanceándose un poco.
—¿Puedo jugar, me dejan?
—Te dijo que te vayas. ¿No entiendes eso? —replican.
El pelinegro empieza a vacilar, caminando hacia ellos.
—Oigan, tranquilos. Sean amigables, tengo dinero...
—No te queremos aquí.
Otro de ellos, el que se ha mantenido callado desde que llegó, mueve su chaqueta dejando a la vista su cinturón donde guardaba su arma.
—... mucho dinero. Tranquilos. No se enojen —habla y de su bolsillo saca un monto de billetes y los muestra—. Miren. ¿Lo ven? —lo mueve, dejándolo a una mejor vista de los betas—. ¿Entienden de que hablo? ¿Lo ven? ¿No les interesa? —cuestiona múltiples veces, oliendo el fajo de dinero para incitar—. ¿No les interesa? —repite, con la voz arrastradando las palabras notando su estado de ebriedad.
Los hombres le miran y sus lenguas parecen pesar en su boca pues no se deciden a hablar.
—Porque les ganaré, lo entiendo —dice, toma una de las alas de su abrigo y intenta meter el fajo de billetes en uno de los bolsillos internos del ropaje, sin embargo este se resbala accidentalmente y cae al suelo, él con su poco equilibrio se agacha para tomar de nuevo el dinero. Sus ojos se centran en los zapatos del beta a quien le daba la cara y señala sus pies—. Lindos zapatos —sisea, entre risas.
Golpea su cabeza con una silla cuando se levanta.
Una actuación de cinco estrellas.
Se sostiene de la mesa y habla nuevamente.
—Hay una silla vacía, podría sentarme aquí.
—Esa es la silla de Jay.
—¿Y dónde está Jay? —inquiere, girando para remarcar su punto.
—Jay no ha llegado aquí todavía.
Jungkook levanta sus manos y entrecierra sus ojos cuando les mira.
—Entonces me sentare aquí. A no ser que... me tengan miedo.
Namjoon observa a su alrededor, una habitación pulcra y bastante exótica, los adornos y decorados de la sala se visten de rojo escarlata o caoba. Sus brazos están estirados tras su espalda, con su mano derecha sosteniendo la muñeca de su zurda. Frunce el ceño al escuchar el típico sonido de gárgaras desde el cuarto de baño.
Inhala profundamente, cerrando sus párpados e inflando su pecho, llenándose de paz y tranquilidad, además de oxígeno, lo retiene unos segundos mientras su rostro se enfrenta al techo. Se relaja un poco, el rostro derecho y sus orbes, penetrantes, sutiles e intensos se fijan en su "cliente".
El alfa se acerca a él, sonriendo y mirándole con ojos hambrientos. Namjoon se negó al impulso de rodar los ojos y brindarle un directo y perfecto puñetazo justo en la nariz del otro hombre y así, evitar que le tocara, o que reconociera el olor impropio en su aroma o su marca, la cicatriz que los colmillos de su esposo habían dejado después de morder su cálida piel. Esa marca que saltaba a la vista en su clavícula cuando vestía ropas más atrevidas y sensuales, cuando se dignaba a portar lencería como la que portaba ese día bajo su abrigo.
Por esa razón había optado por maquillarla.
El omega al ver la intensa mirada del otro, desata la correa que presiona en su cintura sosteniendo el abrigo. Se deshace de este sin demasiada prisa y queda levemente expuesto. Era extraño vestir una falda de cuero negro y medias de rejilla para un hombre como ese, y aún así lo hace, porque trabajo es trabajo. ¿Verdad?
Jala la cinta de sus guantes acomodando esta entre sus dedos, casi dando por completado su traje; su cabello era el único faltante, atado en una pequeña coleta en su nuca pues su melena castaña ya estaba lo bastante larga como para recojerla en moño. Saca la liga que ata el pelo, además de las pinzas que toman algunos mechones. Pasa una mano por su cabello, sacudiendolo un poco y dejando que enmarcaran sus hermosas facciones.
Sonríe con encanto, como él sabe hacerlo.
Que buen trabajo, ¿no es así?
Lo dividi en dos para que no quedara tan largo, si es posible subo el otro capitulo ahora. Al parecer tengo más ganas de hacer la adaptación que las cinco tareas que debo entregar para el domingo. Pero no hay pex, no todo en la vida es para ti.
¡Gracias por leer! 💜
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