ᯓ 𝘁𝗵𝗿𝗲𝗲
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El vuelo de dos horas desde Roma a Barcelona se sintió interminable para Chiara. Sentada junto a la ventana, Chiara observaba el paisaje cambiar, mientras sus pensamientos fluctuaban entre la emoción y la incertidumbre de lo que iba a pasar.
Cuando el avión finalmente comenzó su descenso hacia España, Chiara sintió una mezcla de adrenalina y temor recorrer todo su cuerpo. ¿Había hecho lo correcto? ¿Estaba preparada para empezar su vida desde cero en Barcelona?
El aterrizaje fue rápido, y Chiara se encontró en cuestión de pocos segundos de pie en un aeropuerto totalmente desconocido, rodeada de un idioma y una cultura que aún no comprendía del todo.
Mientras recogía su equipaje, observó carteles con anuncios en catalán a su alrededor mientras escuchaba a las personas presentes hablando el idioma, totalmente desconocido para ella. Aquello tan sólo le recordaba que estaba muy lejos de casa, a un pasito de empezar una nueva vida.
Con las maletas en la mano, se dirigió a la salida del aeropuerto y buscó un taxi. El conductor del taxi que paró frente a ella, un hombre de mediana edad con una sonrisa amigable, la ayudó a cargar sus maletas en el coche.
—¿A dónde vamos? —le preguntó el taxista en un español pausado para que Chiara pudiera comprenderle mejor.
—Al centro de la ciudad, por favor —respondió Chiara con su marcado acento italiano mientras entraba en el coche.
Chiara le dio la dirección de su nuevo apartamento al taxista y se recostó en el asiento trasero del vehículo, observando cómo la ciudad pasaba ante sus ojos mientras se dirigían a su destino. Las calles de Barcelona la sorprendieron. Cada edificio, estatua y plaza repletas de gente tan sólo provocaban en Chiara más emoción y ganas de recorrer cada rincón de la ciudad.
El taxi finalmente se detuvo frente a un edificio bastante moderno en un barrio acogedor y lleno de árboles y plantas. Chiara pagó al conductor y se bajó del coche. Subió las escaleras hasta su nuevo apartamento, cargando todas sus maletas con un gran esfuerzo.
Al entrar, encontró un espacio luminoso y acogedor, con grandes ventanales que ofrecían vistas impresionantes de la ciudad.
Chiara dejó sus maletas en el suelo para así comenzar a desempacar. Cada objeto que sacaba de sus maletas le hacían recordar a su hogar, Roma, y no podía evitar preguntarse una y otra vez si esto era lo correcto. Finalmente, Chiara colocó una foto de ella con sus padres sobre la mesita de noche de su habitación. Al mirarla, sintió una oleada de emociones: nostalgia, pero también una profunda certeza de que estaba haciendo lo correcto. Sus padres siempre la habían apoyado, y saber que estaban orgullosos de ella le daba fuerza para seguir adelante.
Después de organizar su habitación, guardar toda su ropa en los armarios y guardar las maletas, Chiara se sintió atraída por las vistas desde su ventana. Los grandes edificios y el parque que tenía frente a su ventana le hacían sentirse como en su casa de Roma, la cual también estaba envuelta de grandes parques y edificios impresionantes.
Chiara decidió salir a caminar un rato y explorar su nuevo vecindario. Se dejó llevar por las calles, disfrutando del clima cálido y la brisa suave de la ciudad. Mientras caminaba, trataba de absorber cada detalle: los aromas de la comida española, las risas y conversaciones a su alrededor para tratar de entender el catalán.
Sin embargo, justo cuando giraba una esquina, Chiara se chocó de frente con alguien. El golpe fue lo suficientemente fuerte como para hacer que Chiara perdiera el equilibrio y cayera al suelo. Sorprendida y un poco avergonzada, alzó su mirada hacia arriba y vio a un chico joven con una gorra y ropa deportiva puesta extendiendo su mano hacia ella para ayudarla a levantarse.
—Lo siento mucho —dijo el chico en español, con una sonrisa de disculpa.
A Chiara le llevaron unos segundos comprender lo que el español le dijo, pero cuando comprendió el castellano al ser una lengua parecida al italiando, le habló.
—No pasa nada —respondió, aceptando su mano para levantarse del suelo.
—¿Eres italiana? —preguntó el chico con curiosidad al notar su marcado acento italiano.
—Sí, de Roma —respondió ella, sonriendo un poco, aún avergonzada por aquella embarazosa situación—. Acabo de llegar hoy.
—¿Estás aquí de vacaciones? —preguntó el chico, evidentemente interesado en lo que hacía Chiara en Barcelona.
—No, he venido para quedarme —le respondió Chiara—. Me mudo una temporada por trabajo, y si todo va bien, me quedaré aquí.
—Barcelona es un lugar increíble para eso —le dijo el chico mientras ampliaba su sonrisa—. Espero que encuentres lo que buscas aquí.
—Gracias, seguro que sí —Chiara le sonrió ante sus palabras, sintiendo un calor crecer en sus mejillas—. ¿Eres de aquí? —le preguntó—. No soy experta en adivinar acentos pero tú tampoco suenas de por aquí.
—No, soy de Tenerife, pero vine aquí por trabajo también —contestó él—. La ciudad puede ser un poco abrumadora al principio, pero te acostumbrarás. La gente aquí es muy abierta, harás amigos enseguida.
—Eso espero —sonrió Chiara.
Entonces, el teléfono del chico empezó a sonar. Él lo sacó de su bolsillo y al ver escrito en la pantalla del móvil el nombre de la persona que lo llamaba, el chico alzó su mirada hacia ella. Chiara, ante su rostro, adivinó que debían despedirse porque aquella llamada parecía ser importante.
—Lo siento, pero tengo que coger la llamada —se disculpó el chico, alzando sus hombros algo apenado.
—Tranquilo, de todos modos ya está empezando a anochecer —le dijo Chiara, sonriéndole de vuelta.
—Quién sabe, quizás nos volvamos a ver —le sonrió el chico antes de aceptar la llamada y empezar a caminar en la dirección opuesta a Chiara.
Ella lo vio marcharse con una sonrisa y un buen presentimiento en su pecho, y finalmente, Chiara continuó su paseo dirección a su casa, pero ahora con una nueva sensación de confianza. El encuentro con el chico le había dado una pequeña muestra de la calidez y amabilidad que podía encontrar en esta ciudad.
Al regresar a su apartamento, el sol comenzaba a ponerse, llenando el cielo de colores cálidos. Chiara se sentó junto a la ventana, observando cómo las luces de la ciudad empezaban a encenderse ante el anochecer. La vista era realmente increíble, y en ese momento, todo parecía encajar.
Pensó en su encuentro con el chico y en cómo esas pocas palabras amables habían cambiado su perspectiva. Barcelona ya no parecía tan intimidante, sino una ciudad acogedora que le ofrecía oportunidades y nuevas amistades, y ahora sentía que había tomado la decisión correcta al mudarse.
Antes de acostarse, volvió a mirar la foto de sus padres en la mesita de noche. Sus rostros le recordaban el amor y el apoyo incondicional que siempre habían mostrado. Chiara sabía que, aunque estaban lejos físicamente, su espíritu y sus enseñanzas permanecían con ella.
Se metió en la cama, sintiendo una paz que no había sentido en días. Sus dudas se estaban disipando lentamente, siendo reemplazadas por una creciente emoción y curiosidad por lo que el futuro le deparaba. Barcelona no era solo un nuevo lugar, era una nueva oportunidad para redescubrirse y alcanzar sus sueños.
ᯓ★ 𝗺𝗮𝗱𝗱𝘀𝗰𝗹𝗶𝗻𝗲
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