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XXII: Apatía.

Minho despertó aturdido y preguntándose a sí mismo que había pasado, miró a su alrededor para hallarse con una habitación celeste pálido casi llegando al blanco. Trató de moverse pero la aguja en su muñeca se lo impidió; ¿qué fue lo que sucedió? Terminaría rompiéndose la cabeza si seguía desmayándose así.

Una ola de ansiedad cruzó su cuerpo, sus mejillas se pusieron rojas a la vez que intentaba ponerse de pie pero una mano sobre su pecho lo empujó. Cerró el puño al rededor de la muñeca de su hermano mayor, sus labios se movían pero Minho no lograba escuchar nada más que su propia respiración y un agudo pitido ensordecedor.

Estaba cansado de todo. De las pérdidas de consciencia, del incesante desconcierto.

—Sácame de aquí —ordenó con brusquedad, ejerciendo aún más presión en el agarre contra su hermano.

Felix frunció los labios, pero no le dijo nada. Se apartó con rudeza antes de pasarse las manos por el cabello en evidente frustración, se estaba alterando, se estaba cansando y Minho lo sabía.

—Esto tiene que terminar ya, mis nervios no dan para más —dijo el mayor de ambos, más para sí mismo que para su hermano. Caminaba de un lado a otro, mordiéndose el interior de las mejillas.

—Pronto terminará —le dejó saber, dejándose entre las mullidas almohadas.

Felix le habría preguntado a qué se refería pero al mirar a su hermano, solo vio a un desconocido que lucía familiar.

Tragó sus palabras y salió de la habitación. Minho no se inmutó siquiera ante el sonido de la puerta al cerrarse, se quedó allí mirando a la nada con una sola idea en la mente.

...

Un par de horas después, a Minho se le dio de alta. Al igual que antes, Felix se mantuvo al margen preguntándose qué era lo que había cambiado en Minho. Lo miraba y veía al chico pálido que vio desde que nació pero al verlo con atención se daba cuenta que no parecía él.

Quizás debido a su inescrutable expresión, la falta de brillo en sus ojos o la grandeza al caminar, como si cada centímetro que pisaba fuera de su pertenencia. Nunca en su vida había tenido tanta seguridad.

—Tus amigos quieren verte, te dejaré con ellos e iré a entregar el auto —le informó—. No tengo deseos de pagar una multa.

Felix creyó que un encuentro con sus amigos podría animarlo, al menos sacarle algún tipo de emoción positiva, mas Minho no mostró nada más que una profunda indiferencia mientras miraba por la ventana abrochándose el cinturón de seguridad.

Estuvo a punto de cuestionarle cómo se sentía pero Minho mostró una curva labial casi nula y asintió. Felix lo tomó como respuesta y esbozó una sonrisa por igual.

Si su hermano mayor hubiese tenido algún tipo de habilidad para divisar presencias habría visto al tercer pasajero en el asiento trasero, a quien Minho le había sonreído.

Pero nunca lo sabría.

El auto se detuvo frente a una casa que Minho visitó varias veces, no le gustó estar allí por primera vez en la vida. Estuvo a punto de exigir que lo llevara a su departamento pero desistió al ver a Chan abrir la puerta principal; no porque su humor hubiese cambiado, si no porque resultaría grosero irse una vez que lo vieron y no estaba de ánimos para un sermón de Bang Chan.

Bajó del auto tras despedirse. Chan que se hallaba a unos metros aún, arrugó el entrecejo con preocupación al fijarse en el estado de Minho; más pálido de lo usual, ojeras marcadas bajo sus ojos, con un aura lúgubre y marchita rodeando su cuerpo.

—¿Cómo te sientes? Espero que mejor de lo que te ves.

Minho no sabía que responder, no quería responder, así que solo mostró una sonrisa pequeña, rogando internamente porque el gesto fuese aceptado como una respuesta. Chan le palmeó la espalda con cuidado, como si temiese romperlo con aquél contacto. Se movió hacia un lado y le dejó pasar, cerrando la puerta detrás de él.

El pálido se metió ambas manos en el bolsillo frontal del suéter y caminó hacia la sala de estar dónde seguramente se hallaban los demás hablando, jugando o bebiendo. Las cosas que usualmente hacían. A él le gustaban, incluso sintió un deje de calidez surcando su cuerpo pero se extinguió en el acto.

Cada uno de sus amigos se puso de pie al verlo aparecer, Minho solo vio rostros preocupados pero uno de ellos transmitía una clara expresión de miedo. Los demás creyeron que Jeongin temía por el estado de salud de Minho pero estaban muy equivocados; él le temía al chico que caminaba detrás de él, pero parecía que solo él podía verlo.

Jeongin miró atónito de lado a lado buscando algún indicio de que sus amigos también lo veían pero no había nada en sus rostros que los delatara y tampoco en sus palabras, solo preguntaban por el estado de salud del pálido mas no sobre el chico desconocido junto a él.

Minho respondía las preguntas con parsimonia pero Jeongin no le ponía atención. El menor de todos separó los labios dispuesto a cuestionar la presencia extra entre ellos, pero sus ojos se posaron en Jisung, quien con lentitud se llevó el dedo índice al centro de sus labios en una clara orden de silencio.

Jeongin sintió el escalofrío más intenso de su vida, el estomago se le revolvió y sintió seca la boca.

—¿Jeongin? —llamó el novio de éste, colocándole una mano sobre el hombro, extrañado por la falta de atención del menor.

—¿Sí? —cuestionó saliendo de su burbuja, colocando la mano sobre la muñeca de Seungmin.

—Te preguntaba si puedes relatar otra vez lo que sucedió en el departamento de Minho aquella vez —preguntó Changbin, con un atisbo de burla en su voz.

—No porque tú no creas en algo significa que es mentira —regañó Chan.

—Estoy mi derecho de ser escéptico, soy un hombre de ciencia —defendió.

—Lo tienes, pero eso no te da el derecho de menospreciar opiniones adversas —refutó Hyunjin.

Jeongin vio la tenebrosa sonrisa en Minho, casi la misma que esbozó Jisung.

—Yo no sé en qué creer —comentó Seungmin pasando el brazo por la cintura de Jeongin, pegándolo a su cuerpo pero el menor estaba rígido—. No creo mucho en éstas cosas, pero no me he podido sacar de la cabeza los sucesos en nuestro departamento y tampoco encuentro una explicación lógica.

El menor sonrió escuchando a su novio, al menos él no lo creía un demente como seguramente lo hacía Changbin.

—Pero... ¿No es mucho mejor que Minho nos cuente qué sucedió? —cuestionó Hyunjin, dejándose caer en el sofá y acomodándose en él. Sin embargo, Minho no hizo más que alzar el rostro y mirarlos a todos.

Suspiró, ladeando la cabeza y peinándose el cabello hacia atrás. Pronto se vio bajo la atenta mirada de cada uno de sus amigos.

Una parte de él quería contarles todo, absolutamente toda la cadena de eventos que se fue desatando como un efecto dominó desde el momento de aquella apuesta pero la otra quería insistir que todo estaba bien, que no había pasado nada, por más irreal que fuese. Su parte racional le decía que no le creerían.

—No lo sé —sentenció finalmente en un tono de voz bajo— No puedo recordar nada con exactitud, recuerdo a Jeongin, cosas muy extrañas que pasaron, como creer que había alguien más. Desde que desperté del último de los desmayos... Siento como si... Como si todo fuese diferente. Quizá solo estoy enfermo.

Miles de cosas pasaron por la cabeza de Minho, deseaba explicar todo lo que sucedió pero era como si las palabras se rehusaban a salir. Se mordió el labio inferior e infló su pecho, quería contarles todo.

«Si les cuentas todo, querrán separarnos» murmuró Jisung a su oído, apretando con fuerza casi dolorosa el brazo de Minho. Podía sentirlo tan real.

—No puedo decirles si lo que Jeongin dijo es cierto o no... Porque yo no puedo recordar nada con claridad —se encogió de hombros antes de sentarse en el sofá individual, disfrutando de la cómoda textura.

—¿Qué han dicho los médicos? —preguntó Hyunjin.

—Por ahora, creen que puede tratarse de algún episodio nervioso. Me mandaron a hacer muchos exámenes que serán entregados en un par de días, con eso pediré citas con especialistas para saber el motivo de las pérdidas de conciencia o si éstas han dañado gravemente mi cerebro —explicó, con un tono más bien robotizado—. Dicen que mientras no hayan convulsiones, estaré bien.

—Bueno, si ves algún fantasma pregúntale qué se siente estar muerto y dame la respuesta, quiero prepararme para el juicio final —dijo Changbin. Minho lo miró con una sonrisa y negó con la cabeza comenzando a reír, lo imitaron casi todos, excepto Jeongin.

Los minutos pasaban y conversaban con buenos ánimos pero Jeongin permanecía sumido en sus pensamientos. Solo comentaba, reía o asentía en los momentos indicados para pasar desapercibido por los demás. En determinado momento cuando sus ojos establecieron contacto con los de Minho, se fijó en aquellas cuencas carentes de brillo alguno, un frío le heló la sangre y prohibió el paso del aire por su sistema respiratorio.

—Tengo que irme —sentenció el menor levantándose de imprevisto, con un nudo en su garganta.

Casi todos le preguntaron a dónde tenía que ir, él no respondió a ninguno, solo fue hasta la puerta. Antes de salir miró hacia atrás y una vez más, Jisung le hizo la misma seña.

Entonces supo que estaban contra el reloj.

...

faltan tres capítulos para terminar esta fic y nO QUIERO— /llanto

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