𝟲 𝘅 𝟭
𝗜 𝗕𝗲𝗹𝗶𝗲𝘃𝗲 𝗜𝗻 𝗬𝗼𝘂𝗿 𝗦𝘄𝗲𝗲𝘁 𝗟𝗼𝘃𝗲.
Cenizas de cigarros esparcidas en una servilleta de papel, un manto cuadriculado cubría toda la mesa de mármol. Un frío de invierno que entumecía los movimientos de todos los residentes. Los guantes de algodón eran un éxito, se habían comercializado a inicios de los años sesenta a nivel mundial.
Peter estaba sentado en el sofá con un cigarrillo entre los dedos, lanzando humo entre el espacio de sus labios, antes de salir de casa, se dirigió a la habitación de la rusa, sentantandose en la orilla de la cama para depositarle un beso en la frente.
Ya había pasado tiempo para ambos fuera de líos, a inicios del año del ochenta y cuatro, un centro comercial fue construido ocasionando que las ventas cayeran por el precipicio, muchos negocios quebraron a raíz de la inauguración. Las personas preferirán pasar tiempo en las tiendas, gastando dinero brutalmente en los locales que encontraban llamativos. El mes de Julio estaba siendo de los mejores para el par de fugitivos, Peter empezó a usar gafas de sol para que no le reconocieran con facilidad e incluso se había adaptado a una identidad falsa de un hombre ya fallecido, Anthony Jaceland un fotógrafo británico egresado de Harvard en 1977 con la carrera de Ingeniería en diseño y fotografía. Consiguió una buena cámara y mucho dinero desde que la empresa de revistas del pueblo lo contrataron de inmediato, más por su imagen europea impecable.
Habían avanzado en su amistad, y es que aunque se obviara su romance, ninguno de los dos decía algo sobre una relación en concreto. Iban por ahí fingiendo ser hermanos huérfanos. Como anillo al dedo, sus facciones no eran tan distintas, ya que ambos poseían cabello rubio. El de Irisha crecía con el pasar de los días, ahora podía usar unas accesorios en la cabeza, pues los mechones le llegaban a la altura de los hombros.
Irisha seguía siendo Irisha, la chica encerrada en su torre esperando a que el príncipe, mismo que la mantenía oculta a salvo de cualquier especie humana regresara del trabajo. Mientras tanto en su soledad, algo extraño sucedió. Se recostó cabeza arriba por el borde de la cómoda, con la mente en negro fue a buscar a Peter, pero lejos de eso obtuvo otro resultado.
Daba pasos inseguros sobre el otro plano, descalza supra esa agua misteriosa que le tocaba los talones, sentía un frío suave recorrer su espalda. La figura de una puerta apareció, el ventanal decorado de rosas.
Jefatura de Publicitarios
Hawkins; Indiana.
Un robusto británico yacía sentado en un sofá de cuero a corta distancia de la sala de juntas, el mencionado se encontraba revisando un bonche de fotografías.
–¿Y bien, qué opinas Anthony? –preguntó un universitario sosteniendo ansioso una cámara en su palma– por favor, necesito que me digas algo –el oji azul subió la mirada a la altura del principiante.
Jonathan estaba esperando alguna respuesta de su parte, observó cómo el británico jugó con las fotografías, una chica entró a la habitación con ambos. Nancy Wheeler sirvió café para Peter, lo dejó cautelosamente sobre el escritorio.
–Los dos trabajan muy bien en equipo la redacción y las fotografías informativas, pero si quieren tener su propio edificio necesitan exponer este lugar.
–¿Qué? ¡es una locura! –Nancy acomodó la azúcar en el frasco de vidrio– ¿es una clase de truco para quitarnos del camino?
–Entonces querrás seguir con lo que haces por el resto de tu vida, servir café y escucharlos agredirte todo el tiempo, ¿no crees que ya es hora de darles un trago de su propia medicina? ¿no quieren regir sus propias reglas?
Nancy se quedó pensante, la había convencido, ya no soportaba recibir malos tratos por ser mujer, ella quería convertirse en una exitosa periodista de su propia imprenta de revistas, al igual que la famosisíma Nelly Bly.
–
¿Por qué te interesa tanto ayudarnos si los jefes te respetan todo el tiempo? –Se cruzó de brazos la joven inteligente.
–Odio la injusticia, sé lo que se siente ser diferente y tener que seguir las reglas de alguien que te castiga por ser quien eres. –sonrió de lado para ambos– ¿no es motivo suficiente?
La pareja de noticieros se miraron entre sí, debatiendo si hacerle caso a Peter o no.
–De acuerdo, ¿cómo empezamos?
El de cabellos rubios sonrío de momento.
Starcourt Mall
Hawkins; Indiana
Arcades de videojuegos, locales de helados, palomitas de mantequilla armando un escándalo de olores por toda la sala del cine, ropa de tendencia en oferta, discos de música popular entre otras cosas encuentras en este centro comercial. Junto a una fuente, en bancas estaban sentados un grupo de amigos en común. Dustin, Lucas, Max, Mike, Will y nuestra ahora adolescente Once. Tras largos años de espera en un mismo lugar, Joyce y el Jefe de policías Jim Hopper, adoptaron a la chica, formalizado su relación familiar dándole el nombre del que desencadenó mucho misterio, Jane. Y es que, descubrieron sobre su vida en el laboratorio tras su extraña pérdida de memoria, esto la llevó a ser víctima de intentos de persecución por el mismo equipo de Brenner. Supuestamente, tendrían una mudanza a finales de año, para estar más seguros.
Volviendo al presente, una pecosa pelirroja de blusa roja le dió un codazo suave a Jane.
– ¿Y si hacemos algo muy divertido?–haciendo énfasis en muy divertido.
– No, no y no Max, ¿estás loca? –un joven pelinegro preguntó algo irritado– alguien podría verla.
Dustin, Lucas y Will miraron hacia donde Max volteaba, la chica más pesada de toda la escuela, misma que había rechazado a Dustin en segundo año, le encantaba humillar a otros que no fueran de su agrado.
–Mike, nadie me va a ver –se defendió Once, esto hizo que el pelinegro pusiera los ojos en blanco a diferencia de la pelirroja y los chicos, que se emocionaron por lo que vendría después.
A lo lejos, una desagradable tipa que les había hecho mala cara, coqueteaba con unos chicos haciendo sentir mal a sus propias amigas, sonreía moviendo la pajilla de su malteada, Once entre cerró los ojos para que la malteada le empapara toda. Todo el grupo terminó riéndose de la escena.
–Oh mierda, eso te pasa bruja –Max río contagiando a Once.
–Creo que así se ve mejor –Will se tapó la boca para reírse, en eso Mike se burló junto a Dustin sobre la reacción de la chica, que se quitaba los restos del batido de la cara.
La chica logró escuchar sus risas estallosas, cuando se dieron cuenta estaba volteando hacia ellos. El grupo de nerds miraban a direcciones diferentes, sobre todo los chicos, que se distanciaron un poco para pretender que no formaron parte del estallido, unos de ellos jugaban con la orilla de la fuente, otros miraba su reloj, y Lucas, según él admiraba las hojas al rededor de la palmera, como si fueran la gran cosa.
–¿Que están mirando todos ustedes? –preguntó en rabieta.
–¡Nada, por cierto te queda increíble el color rosa! –gritó Max volviendo a reír con Jane.
The Black Side
Llena de curiosidad, abrió la puerta con la palma de su mano, una silueta alta y de sombrero se avecinó seguido de dos niños de distinto género y una mujer, parecían no poder verla, era un recuerdo pero, ¿de quién? escuchó una voz espectadora de fondo "¿Qué fue lo que pasó ese día Victor?"
Miró en dirección al hombre de sombrero que sonreía boquiabierto a su nuevo hogar, la casa de sus sueños junto a su perfecta esposa Virginia.
La más pequeña de los Creel, corrió hacia las escaleras elogiando cada cosa, corrió hasta arriba. Irisha miraba atenta a cada cosa que podía, pero no entendía nada de lo que en ese entonces estaba sucediendo.
–¡Parece un sueño, una casa de princesas! –vociferó la niña exageradamente.
Mientras tanto del otro lado, el chico de ojos cerrados captó su total atención. Se le notaba abstraído en su pertinente asunto, se le veía mover sus cuencas, sus brazos estaban firmes hacia abajo, teniendo una buena postura de espalda.
–¿Por qué no van y escojen su habitación niños?
La señora Creel hizo una rabieta al ver a Henry con los ojos cerrados.
–¡Henry eres un estúpido, Dios no puedo con este niño, si que es un verdadero fenómeno–volteó la vista hacia su esposo quién no dijo nada– querido, mejor las mujeres escogeremos –Virginia subió de prisa con su hija.
Victor se quedó con su hijo, lo tomó por el hombro al verlo con la mirada baja.
–Tenemos adaptarnos ¿si Henry? vamos arriba a escogerte un cuarto campeón.
Con cuidado lo llevó de los hombros a las escaleras, el chico de ojos celestes parecía no sonreír, Irisha podría adivinar la razón.
La rusa los siguió hasta arribar a una habitación con ventanal, una vista preciosa que daba hacia el bosque trasero. El niño sin expresión abrió la puerta del magnífico dormitorio, tenía la pared pintada, una mesa de noche y la litera más cómoda que había visto.
Fue empujado por su hermana, quién de mala gana lo hizo salir de ahí.
–Yo pido este cuarto, ahora vete –se sentó en la cama.
El oji azul se molestó.
–No molestes, yo llegué aquí primero Alice.
–Si no te vas le voy a decir a mami y te volverán a dejar encerrado sin comer Henry.
El infante bufó con los ojos en blanco, quedando con la única e irritable opción de buscar otro hospitalario cuarto. Ahí fue el momento en el que encontró una hermosa obsesión por las arañas viudas negras, especialmente una que tenía manchas violetas, era hermosa, la dejó pasearse por toda su palma la guardó en un frasco de vidrio que encontró. Había tomado no sólo un cuarto, si no un ático donde las viudas se anidaron. Eran solitarias, inteligentes y precisas, tal cómo él.
Alice jugaba con sus muñecas de porcelana, se tropezó con la televisión y del desastre fue a echarle la culpa a su hermano, Virginia radiado de cólera tomó a Henry de la camisa del cuello.
–¡Estás loco, niño! –le gritó– tu hermanita es mucho mejor hija que tu, me avergüenzas!
El niño no dijo nada. Victor llegó por el alboroto.
–¿Pero que pasa ahora familia?
–Henry rompió la muñeca de Alice, y la televisión que con mucho trabajo compraste para la casa.
El padre de familia se puso de pie con gravedad para revisar todo, esperaba que fuera una broma pero cuando se equivocó regresó hecho fuego.
–¡Henry, que hiciste ¡mira lo que has hecho!–su padre estaba enfadado.
–No fui yo –le dió una cachetada, este se sobó corriendo a su cama para llorar.
Irisha siguió observando todo, se sentía mal por el pequeño rubio de personalidad apagada que lloraba desconsoladamente entre las almohadas.
—Quiero saber más de ti Henry, ¿por qué apareces en mi mente?
En un santiamén, se encontraba en el patio, Henry alzaba su mano a un conejillo marrón, este gritaba con tanto dolor hasta que explotó sin más, salpicando sangre en las mangas del niño. La escena fue perturbadora, se preguntó que lo habría llevado a cometer ese crimen. El rubio volteó hacia ella con los ojos iluminados con un sol violeta, la hizo sobresaltarse pues ya la estaba apuntando, con una voz semihumana logró hablarle a Irisha.
–Pronto–la rusa empezó a marearse cuándo el escenario cambió aleatoriamente.
De pronto el escenario cambió radicalmente a una cena familiar.
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LLORO.
¡YA SOMOS CASI 6K DE LECTURAS!
MUCHAS MUCHAS GRACIAS CORAZONES, ME ALEGRA SABER QUE LES GUSTA ESTE LIBRO TANTO COMO A MI.
Ha sido un gran reto puesto que hay que investigar mucho antes de escribir cada capítulo, esto para poder transportarlos con imaginación a los 80s.
Espero les guste el misterio y el romance porque se viene el final.. y van a quedar... #sinspoiler.
Pd: me siento una Duffer jaja.
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