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𝟯 𝘅 𝟭

𝙄 𝙤𝙣𝙡𝙮 𝙝𝙖𝙫𝙚 𝙚𝙮𝙚𝙨 𝙤𝙣 𝙮𝙤𝙪

Flashback de hace unas semanas

Once no había llegado al salón arcoíris, eso significaba que seguía en su quinto sueño. En lo que Irisha jugaba con el bote de sus pastillas ganando la atención del chico de traje blanco y rostro angelical.
-Hola mi niña favorita, ¿cómo amaneciste?-se cruzó de piernas en el suelo quedando en frente de la ojivioleta- ¿por qué esa cara, todo en orden?

Peter, que gusto verte -sonrío de momento- estas pastillas papá me las dió, no sé para qué son -vió cómo este borró su sonrisa.

—¿Recuerdas lo que te dije sobre tú papá? -le había comentado de sus mentiras y abusos psicológicos- estas pastillas acabarán contigo, sé más lista que ellos, no las tomes.

Cuidó de no ser visto por las cámaras, sonriendóle de oreja a oreja a la adolescente.

Fin del flashback

Labios pálidos partidos, piel casi pegada a los huesos, sudoración fría y ojeras que se marcaban bajo las cuencas lilas de la adolescente. Cada vez que experimentaban con ella esta se hacía alfeñique, su cuerpo contra apenas podía ponerse de pie sin tambalearse, no le interesaba comer aunque las porciones en general seguían siendo exageradamente mínimas. La habían aislado de sus hermanos incluso de Peter que tenía prohibido verla.

La rusa yacía sentada sobre un banco en la habitación, trató de dibujar una buena línea en una hoja pero el medicamento en su sistema no estaba ayudando, dejó caer el crayón sobre la hoja y volteó hacia el umbral del cuarto viendo a un hombre de cabello gris, acompañado de dos Doctores vestidos de una larga bata blanca que les llegaba hasta media pierna.

—Buenos días hija, ¿preparada para la sesión de hoy? -le tendió un pomo de etiqueta amarilla- hora de tomar tu píldora

Brenner fue testigo de cómo se alteró al escucharlo, el oxígeno que recibía lo percibía insuficiente.

—Ya no quiero, papá. Me siento muy mal, por favor no más -gimoteó.

El anciano metió una pastilla a la boca, esta la puso debajo de la lengua sin pasarla.

— Vas a sanar Trece, los entrenamientos son duros, pero estarás bien, nada va a pasarte -acarició su cabeza como si de un perro se tratara.

Todas aquellas mentiras que le salían de la boca no se las creía, algo por dentro sabía que no estaba siendo sincero, nadie en ese lugar lo era con ella, nadie excepto su amigo de ojos celestes y bellos cabellos ondulados.
Cargaron su débil cuerpo para llevarla a la habitación del tanque, aprovechando para escupir la pastilla.
El objetivo era buscar a una persona en específico. Había una docena de investigadores listos para apuntar los avances del proyecto y un par de guardias de seguridad a los costados de la puerta. La doctora Elice le dió un par de características, el nombre y una foto de un criminal Ruso que robaba piezas en el mercado estadounidense para venderlas a un precio descaradamente elevado.

— Concéntrate Trece -Brenner estaba muy metido en su papel de investigador- busca a Yuri, ¿si?

Ella asintió concentrada en no romper las reglas, los castigos eran peores, recordó.

Varios empleados le ponían un casco de buzo que pesaba más que su propia cabeza, la respiración empañaba el cristal de este mismo. Bajaron las cadenas hasta que su cuerpo se encontraba completamente bajo el agua, su vista se volvió negra cuando cerraron las cortinas del contenedor. Se quedó flotando de relajación en el líquido, al abrir los ojos esta ya caminaba sobre una oscuridad infinita, distinguía una voz no muy lejos de donde se encontraba. Frente a ella estaba una figura, un hombre medio moreno de cabello azabache comiendo de un bote de mantequilla de maní marca al mismo tiempo que atendía una llamada, escuchaba atentamente la conversación. Pensaba que sería algo útil hasta que empezaba a hablar.

— ¡No madre! no soy un inútil, ¡tengo millones de dólares americanos! y cuándo estés bajo tierra ni un centavo irá a tu tumba, disfruta eso tanto como yo lo hago con esta deliciosa crema de cacahuete.

Brenner por su parte se concentraba en lo que oía, un hombre codicioso.

Todo se esfumó, no había sonido alguno en el transmisor, se preguntaban que sucedía. La chica se movió de un lado a otro, siguiendo las voces de dos hombres al fondo.

— Victor, ¿qué es lo que pasó esa noche?-un sujeto de bigote anaranjado sostenía un bolígrafo.

Decenas de barrotes de acero le mantenían distancia con un viejo en mal estado, sus ojos lucían atrozmente destrozados. Conforme platicaba su historia no podía dejar de pensar en la familia Creel, ¿quienes eran y por qué estaban en su visualización? al acercarse un poco más el anciano volteó en dirección de Irisha.

—¡Shhh, el demonio está aquí, puedo sentirlo! -gritó perdiendo la cordura, la chica estaba demasiado asustada y confundida. El ciego había podido presenciarla.

—Señor Creel, ¿se encuentra bien? -el entrevistador quedó en shock.

La ojivioleta notó como este se recostó en el suelo tarareando una canción en bajito siendo su forma de relajar su mente perturbada. Acto seguido las cortinas del tanque se deslizaron para dar entrada al paso de la luz consiguiendo despertarla de la trance en la que se hallaba, su nariz sangraba de ambos lados, el dolor era tan intenso que fue obligada a quedarse dormida.
Despertó acostada en la cama a mitad de la noche por el frío que padecía. Culpó a las pastillas, abrió la tapa de estas para vaciarlas en el bote de basura. Tenía que dejar ese lugar si quería seguir viviendo, a pasos arrastrados se deslizó cuidadosamente evitando ser capturada por las cámaras, buscaba con la vista habitación por habitación a Peter, la necesidad de encontrarlo era enorme. Vació sus pensamientos para oscurecer los ojos con miedo a la jaqueca, diversas visiones retornaron a su mente. Podía verlo, estaba jugando en la esquina de una pared con una pelota roja en la mano, la rebotaba una y otra vez. No lucía alegre como de costumbre, estaba tan apagado que le costaba pensar que se trataba del mismo chico. Irisha se concentró en el golpeteo de la pelota, usó su oído para caminar por el pasadizo, asomaba la cabeza por la ventanilla de cada puerta que recorría, hasta por fin dar con su objetivo.

Alzó la mano para poder acceder. El rubio volteó en su dirección con los ojos bien grandes.

—Peter -la chica tenía esbozada una debilucha sonrisa cuando pronunció su nombre con dificultad.

El joven apresuró sus pasos hacia ella para envolverla entre sus brazos, la rodeó con tango cariño.
—Pequeña Irisha, ¿que te han hecho? -la voz del rubio dejó de oírse dulce, ahora estaba sumido en la ira.

Su rostro radiaba cólera, dejando en claro que se preocupaba por ella. Permaneció un buen momento apretada contra su pecho.

— ¿voy a morir cierto? -la ojivioleta indagó temerosa.

Este relajó brevemente la mandíbula que parecía que se zafaría de la tensión.

— No, no eso no va a pasar -dijo tomándole el rostro entre sus grandes manos- estarás mejor conmigo que con ellos, prometo cuidar de ti

Su vistazo era directo, estaban a muy corta distancia seguido las mejillas le tomaron un tono rosado palo.
Sonaba tan bien viniendo de él que tenía la esperanza de tener una vida normal en el pueblo.

— Sé que te sientes mal, pero necesito que hagas una cosa por mi -sin soltar su vista posó su mano arriba de la suya- necesito que me arranques este chip -le hizo poner la mano sobre este.

Se movía por sus venas cada vez que la hacía presionarle la piel.
Este se recarga en la pared mordiendo un pedazo de tela en su boca. El mayor gritó en silencio en lo que ella sacaba con todas sus fuerzas de energía el metálico cilindro ubicado en su cogote.

Este aplastó el chip con la suela de su zapato, un pequeño hilo de sangre le manchó la camisa.

— ¡Peter espera! -lo jaló de la manga de la camisa- no podemos irnos sin Once

El mayor frunció el ceño.
—No tenemos tiempo Irisha, es ahora o nunca -le dolía dejar a su hermana, pero Peter tenía razón, tenían el tiempo contado.

Se movieron a urtadillas del lugar, a media noche todo mundo dormía. Brenner no se encontraba presente, los guardias de seguridad platicaban sobre idioteces, haciendo más fácil el trabajo de escape.

La chica ya no podía más con sus pasos, Peter al notarlo la cargó en su espalda para que se sujetara de sus hombros.

Un gordinflón de seguridad paseaba con la linterna agarrada, se toparon en la esquina. Este corrió hacia ellos.

—¡Hey, ustedes! -habló en su radio- ¡código rojo, fuga de paciente 013!

Apuntó el arma al estómago del rubio, el más rápido lo hizo estrellarse contra el techo. La menor se sorprendió al ver que Peter poseía Telekinesis.

—No temas, quédate a mi lado y cuida mis espaldas. -al ser él quién se lo pidió relajó su sorpresiva cara.

Cruzaron por la puerta de emergencia que los llevó al estacionamiento, Ballard bajó a la ojivioleta que ya podía caminar, por la pluma de la entrada un uniformado disparó hacia ellos al verlos. Una bala alcanzó la espalda del joven, Irisha rompió el cuello del guardia con precisión, después fue hacia su amigo.

— Peter, la bala -pasó la mano por la herida para detener el corto sangrado.

Este se quejó del ardor.
— Estoy bien, hora de correr -cojeó hasta ella.

La de tez pálida lo ayudaba a huir sirviéndole de soporte para su hombro. No importaba que tan cansados se sentían, era la carrera hacia la libertad.
Entre más cerca estaban del pueblo perdían la vista al bosque y sus respiraciones eran tan entrecortadas que se sentaron a descansar en una cabaña en medio de los árboles.

— Tengo que hacer una pregunta -el mayor que encendía un cigarrillo se sentó a un lado- ¿ estás fumando después de recibir un balazo?

Este no contestó nada, inhaló el humo con lentitud y lo sacó cerca de su rostro.
El olor a tabaco la hizo toser.

Aguantó la respiración, cada vez que volteaba a su dirección el humo lo hacía lucir más atractivo, daba esa impresión de chico malo.

—Tierra llamando a Irisha -lo encontró apagando el cigarrillo con una sonrisa burlona- ¿y qué opinas del plan?

Bajó la cabeza avergonzada.
— Perdón, no puse atención

Repitió amablemente.
— Pequeña distraída, tenemos veinte minutos para retomar fuerzas, buscaremos una farmacia y entramos discretamente para tomar un botiquín.

Recostaron sus cabezas en los troncos húmedos de los pinos, el tiempo transcurrió más rápido de lo que plantearon. Irisha notó lo lindo que se veía dormido, colocó sus manos en los hombros para removerlo.

No se movía hasta que bruscamente quedó debajo de su cuerpo, no podía quitarse por el agarre de sus muñecas.
El ojiceleste estaba muy cerca de sus labios, le clavó la vista en los ojos.

— No me vuelvas a despertar así -soltó con seriedad haciéndola tragar saliva.

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Hola nenis, perdón por tardar. Estaba planeando la historia y supongo que ya lo tengo. Les deseo una bonita noche y que disfruten de mi creatividad. ¡Gracias por el apoyo, valen millones! ♡

Les prometo hacer los demás capítulos más complejos, solo no quería dejarlas sin actualización.
Si hay algún error ortográfico o alguna incoherencia me ayudarían mucho si me lo hacen saber.🤍

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