ᯓ 𝘁𝗵𝗿𝗲𝗲
ᰍ . ° 𝗍𝗁𝖾 𝗅𝗎𝖼𝗄𝗒 𝖼𝗈𝗆𝗉𝖺𝗌𝗌 .ᐟ ˎˊ˗
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A la mañana siguiente, Mia se despertó sobresaltada por el sonido de su teléfono. Al ver el nombre de Kie en la pantalla, lo agarró inmediatamente. Kie le informó que John B y JJ tenían algo importante que contarles, y que se habían reunido todos en el Chateau. No le dio muchos detalles, pero la urgencia en la voz de Kie era suficiente para que Mia entendiera que fuera lo antes posible.
Saltó de la cama, se vistió rápidamente con lo primero que encontró: unos shorts desgastados y una camiseta ancha de tirantes, y corrió al trastero para sacar su bicicleta amarilla.
Al llegar al Chateau, no se molestó en acomodar la bicicleta, la dejó caer de cualquier manera en la entrada de la casa y subió corriendo los escalones del porche. Allí estaban los Pogues, esperándola sentados en los sillones del Chateau.
—Hola —les saludó nada más llegó.
—Siéntate, JJ estaba contándonos lo que les ha pasado —le dijo Kie mientras le hacía señas para que se sentara a su lado.
—Estábamos todos así —les empezó a explicar JJ, levantándose del sofá para apoyarse contra la pared y que todos así comprendieran—. Y sólo se oía: ¡pum! ¡pum! ¡pum! —exclamó golpeando con sus puños el aire—. ¡Saltaba pintura de la pared! Un momento, antes fijaos en esto, mirad —les indicó acercándose a ellos mientras inclinaba su cabeza y empezaba a sacudir su pelo.
—Es caspa, que asco —se quejó Kiara con una cara de desagrado, alejándose de JJ.
—Mirad todo eso, ¿lo véis? —les preguntó JJ dejando de sacudir su pelo, señalando todas las cositas blancas en el suelo—. Es pintura —les dijo apoyándose contra la pared de nuevo—. En ese momento, yo ya estaba... esperando a la muerte.
—Muy bien, así que habéis visto a los que nos dispaparon, ¿no? —le preguntó Pope apoyando su cabeza entre sus manos mientras JJ asentía con su cabeza—. ¿Puedes describirlos? ¿Qué aspecto tenían?
—Corpulentos —respondió JJ y todos lo miraron incrédulos.
—¿Corpulentos? —repitió Pope, sin poder creer lo que decía JJ.
—Eso no es de mucha ayuda —dijo Kiara soltando un suspiro cansado mientras ocultaba su rostro entre sus manos, vencida.
—Eran como los tíos que se ven por el taller de mi padre —trató de explicarse JJ—. Ya sabéis, que hacía escondites para droga en los barcos.
—Sí, lo sabemos —le dijo Kiara, esperando que JJ siguiera explicándose. Sin embargo, Mia no tenía ni idea de lo que hablaban.
—Así que os lo digo con total seguridad —empezó a decir JJ—, esos tíos, esos matones... pasan droga.
—¿Pasan droga en plan narcos? —le preguntó Pope, que parecía algo irritado—. ¿Pasan droga en plan Pablo Escobar?
—Sí, tío —afirmó JJ.
—Chicos, esto no es una peli de mafiosos —les cortó Mia, la cual tenía la cabeza apoyada sobre sus rodillas, aburrida.
—Y, ¿qué aspecto tienen esos narcos? —le preguntó Pope a JJ, harto de la situación.
—Mira, ¡tú no estabas allí! —exclamó de repente JJ, haciendo que del susto, Mia retomara su postura.
—¡Pues parece que no sabes qué buscar! —le dijo Pope bruscamente.
—No estuve haciendo fotos mentales todo el rato, ¿vale? Estaba atacado, ¿lo pillas? —le dijo a Pope, y paró un segundo para relajarse y tomar aire—. Puedo deciros, por cómo gritaba la señora Lana, que esos tíos son muy pero que muy peligrosos. Así que la cosa es seria, y no me gusta un pelo.
—¿Y para qué iban a querer la brújula? —preguntó Kiara, tratando de calmar un poco la situación.
—Es una mierda, no podría empeñarse ni por cinco pavos —soltó Pope, entonces miró a John B, el cual, había permanecido en silencio durante toda la mañana—. Sin ofender, es una reliquia familiar.
—El despacho —dijo de repente John B, el cual, había estado observando la brújula todo este tiempo—. El despacho de mi padre —repitió, y empezó a caminar hacia el interior de la casa, con los demás siguiéndolo—. Siempre lo cerraba por miedo a que la competencia le robara su investigación sobre el Merchant. Solíamos reírnos de él diciendo que no lo encontraría, pero, ahora que no está... —John B se detuvo frente una puerta—. Está tal cual lo dejó.
John B sacó unas llaves de su bolsillo y abrió la puerta, mostrando un pequeño cuarto lleno de papeles, mapas y libros. Todo estaba bastante desordenado.
—Habré dormido aquí unas quinientas veces y jamás había visto esta puerto abierta —comentó Pope, que observaba el despacho atentamente.
—Aquí, mirad —les dijo John B, el cual dejó sobre la mesa un gran corcho con fotos. Todos rodearon la mesa para poder ver—. Este era el dueño original.
John B señaló una de las fotos.
—Vale, Robert Q. Routledge —empezó a leer Kiara—. De 1880 a 1920. Y lleva la brújula de la suerte.
Todos se inclinaron sobre la mesa para poder observar al hombre de la foto cargando la brújula de John B. De repente, el sonido de un gallo cacareando sonó, pero ninguno de los cinco adolescentes hicieron caso.
—De hecho, le dispararon justo después de comprarla, y entonces le mandaron la brújula a Henry —empezó a explicarles John B, que ahora señaló al siguiente dueño de la brújula—. Henry murió en un accidente de fumigación de cultivos. Cuando él murió, la brújula pasó a Stephen, que llevaba la brújula encima cuando murió en Vietnam.
—Dejame adivinar, ¿murió en combate? —le preguntó Pope.
—Algo así —asintió John B—. En realidad, lo mató un camión de plátanos en el campo —explicó—. El caso es que la brújula pasó de Stephen a mi padre.
—Parece muy claro que hay un patrón —opinó JJ mientras los demás asentían.
—Sí, tienes la brújula de la muerte —dijo Pope.
—No es la brújula de la muerte, eso no existe —rió Mia, pero Pope negó.
—Tienes la brújula de la muerte —sentenció.
—Sí, tío, deshazte de ella —le sugirió JJ, de acuerdo con Pope—. Está maldita y ha llegado hasta ti —pero John B no le hizo caso.
—Escuchad, mi padre siempre hablaba de este compartimiento de aquí —comenzó a explicar John B, sentándose detrás de la silla del escritorio—. Los soldados escondían notas secretas.
John B sacó la brújula y removió una parte del viejo objeto, dejando mostrar una palabra escrita ahí.
—¿Qué es eso? —le preguntó Kiara sentándose a su lado.
—No lo sé, pero esto no estaba aquí —respondió John B observando la brújula, pero entonces levantó su mirada—. Es la letra de mi padre.
—¿Cómo lo vas a saber? —le preguntó Pope.
—Porque hace unas erres muy raras, ¿ves? —John B le mostró la brújula.
—¿A ver? —le pidió JJ acercándose para ver de cerca la brújula—. Red... Ru... Creo que es una a...
—Pone Redfield —le interrumpió Mia, la cual observaba la brújula por detrás del hombro de JJ.
—Sí, justo iba a decir eso —se excusó JJ volviendo a su puesto mientras Mia lo veía con una sonrisa burlona.
—Vale, pero ¿qué es Redfield? —preguntó Kiara.
—¿A parte del apellido más común del condado? —preguntó Pope.
—Puede ser una pista —propuso John B, quien no se iba a dar por vencido hasta encontrar algo—. Quizás sea una pista sobre su escondite.
—¿Una pista? Venga ya —Kiara carraspeó su garganta, y Pope, al verla con una mirada fulminante, rectificó—. Si es una pista, tal vez sea un anagrama.
—Sí, perfecto, un anagrama. Necesitarás papel, toma —John B le lanzó una libreta y un bolígrafo a Pope, y él los dejó sobre la mesa.
Todos se colocaron alrededor de la mesa y empezaron a lanzar ideas en el aire. Sin embargo, Mia estaba parada frente a la ventana. Otra vez más, el gallo volvió a empezar a cantar, pero esta vez, su canto duró más tiempo.
—¿Cómo logras concentrarte con eso cacareando a todas horas? —le preguntó Pope a John B.
—A JJ le encanta el gallo —se excusó John B.
—A mí me encanta el gallo —dijo Kiara.
—Yo estoy empezando a odiarlo —murmuró Mia, su cabeza daba vueltas cuando escuchaba al gallo cantar.
Todas las ideas que intercambiaban eran estúpidas, pero no iba a ser Mia la que les dijera que aquello no tenía sentido. Mientras seguían discutiendo sus planes, un ruido lejando del motor de un coche llamó su atención. Mia se tensó cuando al girar su vista hacia la ventana vio una camioneta negra aparcando en el jardín de la casa de John B.
—¡Chicos! —les llamó Mia en un susurro urgente—. Hay alguien fuera.
Los cuatro se acercaron a la ventana para observar cómo dos hombres corpulentos vestidos completamente de negro se bajaban de la furgoneta y caminaban hacia la casa.
—¿Son ellos? —preguntó Kiara con miedo—. Chicos, ¿son ellos? —volvió a preguntar de nuevo, pero no recibió ninguna respuesta por parte de nadie.
JJ se alejó de la ventana en cuanto reconoció a los dos hombres. Tenía su rostro completamente pálido, que fue suficiente como para que Kiara entendiera lo que tanto temía: eran los dos hombres.
—John B, te lo dije, ¿por qué siempre...? —intentó decir JJ con desesperación, pero no pudo terminar la frase. John B lo agarró de la camisa y lo empujó contra la pared bruscamente.
—JJ, mírame —le ordenó John B, mirándolo directamente a los ojos—. ¿Dónde está la pistola?
—¿La pistola? —repitió JJ tratando de pensar con rapidez dónde la había dejado—. Yo, eh, no sé dónde...
—¿La única vez que necesitamos la pistola y no la tienes? —preguntó Kiara con terror, tapándose el rostro con sus manos.
—Estaba en mi mochila y... —comenzó a decir JJ, sintiendo la presión de los cuatro mirándolo—. Está en el porche.
—Ve —le ordenó John B, soltándolo.
—¿Estás loco? ¡Esos hombres deben estar ya en el porche! —exclamó Mia, dando un paso hacia JJ para poder detenerlo, pero antes de que pudiera hacer algo, el Pogue ya había salido del despacho—. ¡JJ!
Mia intentó seguirlo, pero apenas había dado dos pasos cuando JJ volvió al despacho corriendo, cerrando la puerta detrás de él.
—Están en el porche —susurró mientras trataba de recuperar la respiración.
Pero de repente, un grito se escuchó acompañado del sonido de un vidrio chocando contra el suelo.
—¡John B Routledge! —Mia sintió cómo sus manos empezaban a temblar y cómo su garganta empezaba a dolerle cuando trataba de respirar.
—¡La ventana, rápido! —les ordenó John B.
JJ fue a las ventanas, sin embargo, no pudo abrirlas ya que estaban selladas por capas de pintura vieja. Kiara se apresuró a buscar algo que le sirviera para poder quitar la pintura de las ventanas mientras JJ y Pope seguían intentado abrirlas a la fuerza. Mia, paralizada por el temor, contemplaba toda la caótica escena con horror, incapaz de moverse.
Finalmente, Kiara encontró dos cuchillos en el escritorio. Se acercó a Mia rápidamente para darle uno de los dos. Ambas apartaron a JJ y a Pope de las ventanas y empezaron a retirar la pintura de ellas con los cuchillos.
—Vamos, vamos —les dijo JJ impacientemente.
—Vamos los más rápido que podemos —le respondió Mia tratando de mantener la calma, sin dejar de quitar la pintura a pesar de los temblores de sus manos.
John B, quien estaba parado frente la puerta con las manos en su cabeza, de repente, les ordenó que se callaran. Los hombres finalmente habían llegado al otro lado de la después de buscarlos por toda la casa.
—¡Más vale que no estés ahí dentro! —gritó uno de los hombres antes de empezar a forcejear la puerta desde fuera, haciendo que John B tuviera que apoyarse contra ella para evitar que la abrieran.
El hombre empezó a romper la puerta desde fuera, y el sonido de la madera crujiendo tras ella hizo que Mia hiciera si mejor esfuerzo de no parar de quitar la pintura de las ventanas hasta que finalmente lograron abrirlas.
Kiara y Mia fueron las primeras en salir, seguidas de JJ, Pope y John B, que cerraron la ventana tras ellos.
Al no ver otra salida, corrieron con todas sus fuerzas hasta el gallinero que tenían en frente sin mirar atrás. Mia se dejó caer contra la madera del gallinero, apoyándose en ella para tratar de controlar su respiración. Pero entonces, un disparo rompió el tenso silencio, que aturdió tanto a Mia que no pudo evitar empezar a sollozar en silencio.
Justo en ese momento, el gallo de John B comenzó a cantar, cada vez más fuerte, atrayendo la atención de uno de los hombres, que empezó a caminar hacia el gallinero.
—Haz algo, Pope —le susurró JJ—. Cállalo.
—¿Qué quieres que haga? —le preguntó Pope nervioso.
—Acarícialo o algo así —le sugirió Kiara desesperadamente, que agarraba la mano de John B con fuerza—. Háblale, no sé.
Las pisadas de uno de los hombres acercándose comenzaron a escucharse cada vez más cerca y todos tuvieron que agacharse aún más para evitar ser vistos. Mia tuvo que taparse la boca con sus manos para evitar que se escucharan sus sollozos.
—Haz algo —le ordenó Pope a JJ, en un tono suplicante. El gallo seguía cantando y tenía pinta de que no se iba a callar.
JJ se lanzó contra él, agarrándolo por el cuello y rompiéndoselo. El gallinero había quedado inundado en un tenso silencio.
Mia cerró sus ojos con fuerza para no contemplar aquella escena, incapaz de soportarlo. Cuando volvió a abrirlos, se dio cuenta de que JJ se había sentado a su lado y la había rodeado con su brazo en un intento torpe de consolarla.
—¡Ratter! ¿Qué diablos haces? ¡Vámonos! —se escuchó gritar a uno de los hombres.
Mia se mantuvo quieta en su lugar, dejando que sus lágrimas cayeran de sus ojos silenciosamente, y cuando escuchó el motor de la camioneta encendiéndose, soltó un suspiro de alivio.
ᯓ★ 𝗺𝗮𝗱𝗱𝘀𝗰𝗹𝗶𝗻𝗲
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