𝗖𝗵𝗮𝗽𝘁𝗲𝗿 𝗙𝗼𝗿𝘁𝘆
𝑽𝒐𝒕𝒆𝒏 𝒚 𝒄𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆𝒏. 𝑷𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓, 𝒆𝒗𝒊𝒕𝒆𝒎𝒐𝒔 𝒔𝒆𝒓 𝒍𝒆𝒄𝒕𝒐𝒓𝒆𝒔 𝒇𝒂𝒏𝒕𝒂𝒔𝒎𝒂𝒔
⚝──⭒─⭑─⭒──⚝
James aún no regresaba.
"No tardaré mucho, Peter." Había dicho. Peter se secó el sudor que corría por su frente. Mientras estaba sentado frente a la gran chimenea encendida de la sala común de Gryffindor. Entendía, que McGonagall le hubiera ordenado al Potter el tener que mudarse de nuevo a su propia torre. Pero desde el enfrentamiento que había tenido de nueva cuenta contra Anthony. Pettigrew estaba nervioso.
Remus había estado imparable con el tema de los estudios, gracias a que los E.X.T.A.S.I.S comenzaban al día siguiente. Todos en la casa de rojo y dorado, habían ido a descansar desde temprano. Excepto por Peter; quien abrazando sus rodillas esperaba a su mejor amigo entrar por el retrato, al menos para despedirse.
《Hay oscuridad allá afuera. James es demasiada luz para el terrible mundo.》Pensó. Apoyando su barbilla a sus rodillas; mientras sus ojos vagaban por el fuego crepitante de las chimenea. Observando de una forma ida, las figuras abstractas que este formaba a sus ojos.
James siempre regresaba.
James no se iba simplemente con su capa y el mapa, dejando a sus amigos con un temor constante en sus corazones. No. Ese no era James Potter.
Peter admitía que los exámenes le preocupaban; aunque hubiera estudiado junto a sus amigos; aún habían cosas que se escapaban de su entendimiento y le hacían creer firmemente que no podría lograr graduarse junto a los demás. Remus obviamente lo alentó a seguir estudiando y esforzándose, Sirius le decía que si seguía pensando en eso; todo saldría mal. Y James le decía que debía confiar en sí mismo.
Peter también se apoyaba mucho en Rose Mary; quien lo animaba siempre que lo encontraba triste en alguna esquina del inmenso castillo. Extrañando a su madre y su familia; nervioso por las pruebas y asustado del fracaso.
Para él; Rose era un ángel. A pesar de ser una Slytherin y la historia tras su familia la estuviese arrastrando a un pozo sin fondo. Peter la quería mucho. La admiraba; así como admiraba a Snape. Quien les hacía frente siempre, a pesar de que ya era de conocimiento público, su situación financiera y hogareña.
Si ellos; que vivían incluso peor que él, no se rendían.
¿Por qué él, debía tener miedo?
"No pasa nada. No te preocupes" Le decía James siempre que lo veía decaído. Revolvía su cabello y le daba dulces como a un niño pequeño, animándolo a seguir intentando donde se había equivocado.
Había una maldita guerra fuera de Hogwarts, y muchos saldrían de allí implorando ser de ayuda. Aurores, sanadores; etc. ¿Pero que papel tendría él?
¿Un guerrero? No lo sabía.
¿Un medimago? Podría intentarlo.
¿Que tal el historiador? Podría reemplazar a Binns un día y contar como vivió tras y dentro los muros del castillo; a las futuras generaciones.
Soltó una risa baja al imaginarse a si mismo como profesor de historia. Si claro; y Snape o Remus también serían sus compañeros de trabajo. Hogwarts después de su séptimo año, sería un mundo de mentiras. Las guardias de seguridad mágica alrededor del castillo serían el último refugio para ellos; pero antes tendrían tanto por lo que sacrificar.
─¿Peter? ¿por qué no has subido?─ La voz trasnochada de Remus lo sacó de su ensoñación. Haciendo que girase el rostro para encontrarse con él. ─Sube, vamos a dormir.
Peter negó. Haciendo que el castaño de ojos claros se sentara a su lado.
─Espero a James.─ Murmuró.
─Pero Pet. James debe haber ido a dormir ya.─ Respondió Remus.
Peter rió bajo y negó; con su mirada fija nuevamente en las llamas. Prestando nuevamente atención a las formas abstractas del fuego crepitante.
─James se llevó el mapa y su capa; no pudo haber ido a dormir.─ Remus admitió que ese era un punto.─ Me dijo que volvería.
─¿Cuándo?
─Ya habían subido Sirius y tu; él dijo que ya venía. ─Respondió.
Remus no agregó nada más, sabiendo lo terco que era su pequeño amigo cuando a James se refería. Con tantas cosas en un año escolar; era sorprendente que el mismo James no hubiera amenazado con lanzarse de la torre de astronomía. Remus entendía el temor de su amigo; pero por el momento, descansar era lo más importante. Al menos para ellos.
─Se que quieres esperar a James, Pet. Pero deberías al menos subir a descansar. ─Murmuró el licantropo. Causando que el de ojos azules inflara sus mejillas.─ Anda, James estará bien y desayunará mañana con nosotros.
─Pero quiero decirle buenas noches, Moony.
─Lo se Wormtail. Pero si duermes, más rápido lo veremos mañana y estará todo bien.─ Con una sonrisa tranquilizadora; el joven Lupin tomo la mano del animago de rata y lo llevó a pasos lentos hacía la habitación que compartían; encontrándose con el chico de ojos grises, observarlos cansado sentado en su cama.─ Ya estamos aquí Sirius; vuelve a dormir.
Sirius asintió; haciéndose espacio en su cama para que Remus durmiera con él. Peter por su lado; se sentó a orillas de la suya y miró por la ventana abierta del habitación. Estaba cansado y tenía sueño; pero no por eso estaba alucinando.
Se recostó en su cama para poder dormir; después de haber visto a un ciervo de gran cornamenta correr por el patio rumbo al sauce boxeador.
《¿Todos tenemos secretos, no. James?》 Fue su último pensamiento; cayendo en los brazos de morfeo poco tiempo después; donde sus sueños fueron aclarándose de una forma muy pacifica, mostrando un gran campo de rosas. Por donde corrían un perro gigante de color gris, uno negro. Un ciervo con una rata entre sus astas y varios pequeños cervatillos buscando atrapar al ciervo mayor.
Peter amaba soñar; porque al menos se encontraba tranquilo antes de regresar a sus miedos presentes.
James había estado tan seguro de que encontraría una forma de no preocupar más a sus amigos. Era obvio en la mirada de Peter, lo asustado que estaba por su seguridad. Era consciente de los susurros de Sirius y Remus sobre sus ideas y aventuras lejos de ellos. Pero James estaba convencido que todo acabaría una vez salieran de Hogwarts. Solo debía encontrar el como.
Durante el almuerzo, mientras iba a la enfermería para que Madame Pomfrey le diera un bálsamo para los moretones. Había encontrado en su túnica un papel doblado por la mitad. Una extraña nota que ni siquiera había sentido cuando había sido colocada en los bolsillos de su uniforme.
¿Tan fácil era simplemente pasar algo hacía él, sin que se diera cuenta?
Bien diría su tío. “James, Alastor Moody está loco, si. Pero no por eso debes ignorar su ¡Alerta Permanente!”
Si, bueno. Cuando tenía la cabeza pensando en los exámenes, no podía estar en alerta paranoica permanente.
Aunque, cualquiera se sentiría decepcionado por su pésimo sentido de la autosupervivencia. “Gryffindors” dirían las personas. ¿Y eso qué?
En fin.
Había pasado gran parte de la mañana en la enfermería escuchando las quejas de sus amigos con respecto a su pelea con Yaxley, pero no les había estado prestando atención.
Los golpes repartidos fueron menos dolorosos que la caída de ambos chicos por el camino empedrado de la lechuceria, donde rodaron un par de metros, casi incrustado pequeñas piedras en sus rostros, brazos; pantorrillas y demás partes de su cuerpo.
De regreso a la sala común; habían estado los merodeadores bastante aburridos entre ellos. Al menos hasta que había dado la hora de las rondas de los prefectos y premios anuales. Causando que James saliera apresurado de la sala común. Después de decirle a Peter que iba rápido y regresaba a despedirse.
Pero en el trayecto, terminó corriendo en su forma de ciervo, hacía la casa de los gritos. Pasando por el sauce boxeador, con cuidado de no ser notado en la oscuridad de la noche que reinaba dentro de Hogwarts.
Realmente, Hogwarts de noche; entrada bien las once o la medianoche hacia las primeras horas de la madrugada. Era un panorama de terror. Solo se escuchaba el frío viento tropezar contra los viejos muros del castillo y las risas de Peeves o de los demás fantasmas al merodear. Eran lo que le daban el aire lúgubre al lugar.
Pero James ya estaba acostumbrado a eso; al menos mientras lo pensaba. Cruzando el estrecho pasadizo hasta la planta inferior de la destartalada casa abandonada en Hogsmeade.
Había rastro de magia reciente. Así que todavía debía estar allí la persona que lo había citado. Dando en el clavo; logró observar entre las penumbras una sombra que se movía erráticamente.
De una forma ansiosa, nerviosa. ¿Quién podría ser?
Se acercó con cuidado, tratando de no hacer sonar las tablas sueltas del suelo. En lo que su varita en mano comenzaba a apuntar a ese ser frente a él. A pocos metros dentro de ella oscuridad de la noche. Llevaba una túnica oscura -¿Qué todos se vestían de túnicas oscuras?- y cubría su cabeza con la capucha de la misma.
─Muestrate. ─Dijo en un murmullo, presionando su varita en la nuca de la persona.
El ser; tenso. Levantó sus manos y soltó el aire contenido; bajando su capucha de la túnica con cuidado. Dejando ver en un momento de claridad gracias a los rayos de luna atravesando las ventanas rotas. Una mata de cabellos negros, con rizos bien peinados.
—¿Por qué, y qué haces aquí? —Preguntó ahora. Viendo aún la espalda de la persona frente a si.
Este; al parecer. Siendo un chico. Abrió una de sus manos al aire y dejó caer un relicario bastante extraño. El relicario hizo un sonido metálico al caer.
Entre los dedos del muchacho estaba entrelazada la cadena que sostenía el cuerpo principal del artefacto. Brillante en plata y con una extraña S marcada dentro de una cúpula verdosa.
James dió unos pasos hacia el objeto y la mano del joven; sin dejar de apuntarlo. Observó con curiosidad lo que de sus dedos colgaba y relucía contra la luz de la luna. Llegando a sentir una fuerte atracción magnética hacía lo que parecía ser una reliquia familiar.
—Potter. Te lo daré. —Escuchó
Reconoció la voz al instante.
Casi se puso escuchar un “crack” correspondiente a su cuello. Al dar un giro veloz para encarar a la persona frente a sí.
No bajó su varita; pero llevó su mano hacía el hombro de la figura misteriosa, tirando suavemente de él antes de abrir los ojos de sobremanera.
Su boca se abrió en una perfecta "o" y su varita cayó de guardia casi al instante.
—¡¿Qué mierda es esto, Regulus?!
Regulus Black estaba frente a él; con las manos alzadas y los ojos enrojecidos. Parecía haber estado llorando gracias al rostro seco de humedad en sus mejillas.
El de ojos grises miraba el relicario con aprehensión y asco. Extendiendolo a él con cuidado. James iba a tomar el objeto pero el chico retiró la mano negando.
─No seas estúpido Potter. Usa algo para tomarlo, no directamente lo toques tú. ─ James observó ahora los guantes que cubrían las pálida manos del Black menor. Entendiendo que era más peligroso de lo que parecía.
─¿De dónde sacaste eso, Regulus? ─ Cuestionó mientras se agachaba para tomar un trapo roído y poder tomar el relicario, alejándolo del menor. ─ ¿Y qué es?
─Lo encontré en casa. ─Comenzó el menor. sacudiendo su mano con asco. ─ Mi madre lo tenía escondido entre algunas cosas familiares. Cuando le pregunté que era. No quiso contarme. ─Bufó.
─No entiendo... ─Interrumpió el Potter.
Regulus rodó los ojos.─ Esa tarde, Bellatrix pasó por la casa y decidió contarme un poco sobre “Ya sabes...quien”─ el murmullo del muchacho alertó al mayor. ─ Esa cosa le pertenece. Pero irradia demasiada magia oscura.
James miró el trapo en su mano y lo guardó dentro de su túnica. Asintiendo ligeramente.
─Hice una copia, para que mi madre no se diera cuenta. Al menos por si debía regresarlo algún día.─ Terminó el de ojos grises.
─¿Por qué me lo das? ─ Preguntó James.
─Esa cosa es algo malo...Tiene demasiada maldad en su interior para ser una simple reliquia. Es el guardapelo lo de Salazar Slytherin. ─ James boqueo sorprendido, haciendo que el menor rodara los ojos.
─¡Joder! ¡Mierda! ¡Maldito infierno! ¿Es en serio? ¿No es un mito eso de las reliquias de los fundadores?
James quizás exageraba. ¿Cuántas veces no había visto la espada en la oficina de Dumbledore que era muy similar a la que aparecía en el cuadro de Godric Gryffindor dentro de la sala común?
... ¿Si era una copia, no?
─Potter. Solo te necesito para una cosa. ─James lo observó curioso. Aún cuestionando la veracidad de la reliquia. ─Un año. Un año más, después de ustedes y voy a morir.
James se alertó por completo, sintiendo los vellos de su nuca erizarse. El escalofrío que corrió por su espalda y su corazón bombeando más rápido la sangre, lo asustó.
¿Cómo que Regulus moriría?
─¿Q-Qué?
El menor asintió, bajando la mirada a sus zapatos. ─Moriré... Madre, quiere que tome la maldita marca tenebrosa. Pero no quiero hacerlo.
─Regulus...Debes decirle a Sirius. ─Regulus negó.
─Déjalo por fuera. Te digo a ti; porque necesito tu ayuda. Destruye esa maldita cosa y en un año, cuando salga mi nombre en el Profeta. Cuida de Kreacher.
─¿Kreacher? ¿Tú elfo doméstico? ─ James ya no entendía nada.
─Para huir. Tengo que morir. Para tener mi libertad, debo estar muerto para todos los que me conocen. ¿Lo entiendes?
James asintió.
Regulus planeaba desaparecer del mundo. Simplemente para ser libre; con ello le entregaba una reliquia que no sabían que catástrofe podría generar. Pero se sacrificaba por si mismo.
─¿Otra cosa? ─Cuestionó James.
─Si tengo suerte. En tres meses. Después de su graduación; le haré llegar un regalo. Algo parecido.
─¿Que podría ser?
─Bella me contó de una copa. Una copa que le fue entregada como regalo. ─Señaló el relicario.─ Si esa cosa estaba con mi madre. Tengo entendido que la copa debe ser similar.
James suspiró, pasando sus manos por su rostro mientras se apoyaba en uno de los muros de la casa. Cuestionando sus opciones con lo que el pequeño Black le decía. Quería aturdirlo y llevarlo con Sirius, obligarlo a pedirle ayuda a su hermano mayor. Pero al mismo tiempo, podía ver en sus ojos grises, la determinación con respecto a desaparecer de la faz de la tierra.
Pero Regulus no podía morir. No tan joven como tenía planificado.
─Sirius te odiará cuando vea tu nombre en las páginas del profeta. ─ El Black se encogió de hombros.
─Puedo vivir con eso.
─Pero vas a morir.
─Si.
─¿Dónde te encontraremos después?
Regulus lo observó, sacándose los guantes con cuidado y entregandoselos.
─No lo sé Potter. Quién sabe. Moriré. Lo digo; pero quizás te llegue una lechuza pidiendo mis guantes de regreso al más allá. ─Captó la pequeña burla entre sus palabras. Comprendiendo por fin, que todo era una simple pantalla de humo.
Una escapatoria poco convencional.
─Puedo darte un refugio.
─Me buscarán allí, te atacarán, a Rose a Sirius y tus demás amigos.
Ante la negativa, James asintió dándole la razón. Guardando ahora los guantes con sumo cuidado. Señalando a su bolsillo una vez habían desaparecido de la vista.
─No tardes mucho en pedir regreso. ─Comentó burlón.
Regulus rodó los ojos, comenzando a caminar a la salida del lugar.
─Cierra la boca Potter; o despertarás en el lago negro con los calzones llenos de peces.
Mientras aquella conversación sucedía en el pueblo. Dentro de Hogwarts un hombre de bata morada y larga barba blanca. Salía con cuidado de una sala. La cual desapareció después de haber dado al menos diez pasos.
En sus manos, una caja de madera brillaba contra la luz de las antorchas; a su vez, la pequeña diadema sobre ella, brillaba con fuerza cada vez que la luz instaba a deslumbrar la joya azul en su centro.
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