-𝙞. ᵗʰᵉ ⁱˢˡᵃⁿᵈ
EL RUGIDO DEL MOTOR de la lancha se mezclaba con el sonido constante del océano, creando una sinfonía que, a pesar de todo, encontraba extrañamente reconfortante. El agua salada golpeaba mi rostro mientras permanecía de pie en la proa, con los ojos clavados en el horizonte. Cada ola que chocaba contra la embarcación parecía empujarnos un paso más cerca de nuestro destino. La famosa isla misteriosa, de la que tantas historias había escuchado, comenzaba a hacerse visible poco a poco. Un pedazo de tierra envuelto en neblina y misterio.
Habíamos sobrevivido a tormentas feroces que casi nos hacen naufragar; incluso tuvimos que evacuar nuestro barco principal, quedando en esta pequeña lancha de repuesto. Pero al ver la isla acercarse, todo quedaba en el olvido. Sentía cómo mi corazón latía con fuerza, una mezcla de nervios y emoción. Por fin estábamos aquí.
—¡Félix, baja de ahí antes de que te caigas! —La voz de Minho resonó desde la parte trasera de la lancha. Su tono era firme, como siempre, pero no podía ocultar cierta preocupación. Me giré un poco y vi cómo me miraba con los brazos cruzados, sacudiendo la cabeza—. No queremos perder a nuestro explorador estrella antes de pisar tierra, ¿eh?
—¡Estoy bien! —respondí, levantando una mano para tranquilizarlo, aunque mantuve los pies bien plantados en la proa—. Solo quería echar el primer vistazo.
—Es que ya te vi. Te resbalas, caes al agua y te llevas la mitad del equipo contigo —dijo Minho, medio en broma, medio en serio.
—O peor, te atrapa una de esas criaturas marinas gigantes de las que hablan en las leyendas —añadió Changbin con una sonrisa torcida—. Aunque dudo que sepan nadar tan rápido como yo.
—¿Criaturas marinas gigantes? —Jisung se inclinó desde la parte trasera, fingiendo alarma—. ¡Eso no estaba en el contrato!
—No te preocupes, Ji. Si algo te come, al menos habrá valido la pena documentarlo —dijo Hyunjin mientras ajustaba su cámara y comenzaba a grabar—. Sonríe, por si esta es la última toma.
—Hyunjin, no ayudes —protestó Seungmin desde el otro extremo, donde revisaba los walkie-talkies. Sin levantar la vista, añadió—: Aunque considerando tu historial, probablemente grabarías mal el ángulo de todos modos.
—¡Oye! —Hyunjin lo fulminó con la mirada, pero no pudo ocultar la sonrisa.
—Ya, ya, suficiente —intervino Chris desde el timón, su tono firme pero tranquilo—. Concéntrense. Estamos aquí para explorar, no para morir en el intento.
Finalmente llegamos a la orilla, el motor se apagó y el silencio de la selva nos envolvió. Solo el sonido de las olas rompiendo contra la arena y el susurro lejano del viento llenaban el aire. El agua era sorprendentemente clara, tanto que podías ver las piedras en el fondo, pero también daba una sensación de que algo podía estar escondido debajo, observándonos.
Chris alzó la voz para dirigirnos.
—Escuchen todos. Vamos a buscar un lugar para montar el campamento. Tomen lo necesario: linternas, walkie-talkies, mochilas con provisiones. Y recuerden: nadie se separa del grupo, ¿entendido?
—¡Entendido, capitán! —gritó Jisung, haciendo un saludo militar exagerado, lo que provocó una carcajada de Changbin.
—Te tomas esto demasiado en serio —le dijo Jeongin, rodando los ojos mientras se ajustaba la mochila—. Pero supongo que alguien tiene que hacer el papel del payaso.
Mientras ajustaba mi mochila, no pude evitar mirar hacia la densa selva que se alzaba frente a nosotros. Los árboles eran enormes, sus copas tan altas que apenas dejaban pasar la luz. Había una sensación extraña en el aire, como si la isla misma estuviera observándonos.
—¿Qué piensas, Lix? —Hyunjin se acercó con su cámara enfocándome—. Primera impresión de la isla. Vamos, esto es oro para el documental.
—Es... impresionante —respondí después de una breve pausa, mirando directamente a la lente—. Todo lo que soñé y más. Pero también... tiene algo que te hace sentir pequeño, como si no pertenecieras aquí.
—Buen material —dijo Hyunjin, bajando la cámara y dándome una palmada en el hombro—. Aunque suena como el comienzo de una película de terror.
Nos adentramos en la isla, el grupo avanzando en fila india detrás de Chris, quien llevaba el mapa y la brújula. Minho revisaba constantemente las provisiones mientras Seungmin tomaba notas en un cuaderno, murmurando algo sobre la flora local. Jeongin caminaba detrás de mí, con los ojos bien abiertos, observando cada detalle como si intentara grabarlo todo en su memoria.
—Oye, Félix —susurró Jeongin, tirando ligeramente de mi mochila—. ¿Crees que las historias de tu abuelo sobre la criatura sean ciertas?
Me detuve un momento antes de responder, sintiendo cómo todos los ojos del grupo se posaban en mí.
—No lo sé —admití con sinceridad—. Pero si hay algo aquí... quiero ser el primero en descubrirlo.
—Claro que sí, Indiana Lix —bromeó Changbin, fingiendo usar un látigo imaginario—. Solo no nos metas en problemas, ¿vale?
—¿Meterlos en problemas? —respondí con una sonrisa—. ¿No es esa nuestra especialidad?
Las risas se apagaron cuando el sonido de la selva nos envolvió. Entonces lo sentí. Un susurro. No, una melodía. Suave, casi imperceptible, pero estaba ahí. Me detuve en seco, mis sentidos alertas.
—¿Qué pasa, Félix? —preguntó Chris desde adelante, volviéndose hacia mí.
—¿No lo escuchan? —pregunté, mirando a mi alrededor.
—¿Escuchar qué? —Minho frunció el ceño, claramente preocupado.
—Una canción... como un tarareo.
Todos se quedaron en silencio, intentando captar lo que decía, pero no parecía que nadie más pudiera oírlo. Entonces la vi.
A lo lejos, entre los árboles, una silueta. Era una chica. Estaba de pie, observándonos, su figura casi invisible entre las sombras de la selva. Mi corazón se detuvo por un instante.
—¡Allí! —exclamé, señalando en su dirección.
—¿Qué cosa? —preguntó Hyunjin, levantando su cámara para filmar.
Pero cuando volví la vista, ya no estaba. La chica había desaparecido como si nunca hubiera estado allí.
—Creo que necesitas descansar, Félix —dijo Chris, colocando una mano en mi hombro—. La isla ya está jugando con tu cabeza.
—¿Estás seguro de que viste algo? —preguntó Seungmin, levantando una ceja con escepticismo—. Podría haber sido un efecto de la luz, o tal vez...
—O tal vez Félix ya tiene su propia película de terror en mente —interrumpió Jisung, provocando otra ronda de risas.
Pero yo sabía lo que había visto. Y sabía que esa isla tenía más secretos de los que estaba dispuesto a compartir.
Las ramas seguían crujiendo bajo nuestros pies, el sonido repetitivo comenzaba a volverse insoportable. El sudor corría por mi frente, y podía sentir la frustración acumulándose en el grupo. Llevábamos días caminando sin rumbo claro, y el silencio entre nosotros era tan pesado como el aire húmedo que nos envolvía.
Jeongin, como siempre, fue el primero en romperlo.
—Chan, ¿cuánto más vamos a caminar? —preguntó con un tono que no ocultaba su molestia—. Dices que estamos cerca, pero no he visto nada más que árboles y bichos enormes.
Chan, que lideraba el grupo, se giró hacia él, tratando de mantener la calma.
—Ya casi llegamos, Jeongin —respondió con paciencia—. Según los registros, la criatura se mueve en esta área. Solo tenemos que seguir buscando.
—¿"Registros"? —interrumpió Minho, levantando una ceja—. ¿Qué registros, exactamente? Porque todo lo que tenemos son historias vagas y mapas que parecen dibujados por un niño de cinco años.
—Son documentos confiables —insistió Chan, cruzando los brazos—. Y no vamos a rendirnos ahora.
—¿Confiables? —Changbin se unió a la conversación, señalando las heridas en sus brazos causadas por las ramas y espinas—. Dime, ¿qué tan confiables pueden ser si ni siquiera hemos encontrado una pista sólida? Estoy cansado de caminar en círculos.
Hyunjin, que había estado callado hasta ese momento, levantó su cámara y apuntó hacia Chan.
—Vamos, líder. Danos un discurso inspirador para la cámara —bromeó, aunque su tono llevaba un toque de ironía—. Algo como: "¡No se rindan! ¡La gloria está a solo unos pasos más!"
Jisung soltó una carcajada, claramente disfrutando del momento.
—O mejor aún: "¡Lucharemos contra los mosquitos y triunfaremos!" —añadió, fingiendo levantar un machete invisible.
—Oh, por favor —bufó Minho, lanzándoles una mirada sarcástica—. Ustedes dos son los que más se quejan cuando hay que caminar.
—¿Quién, yo? —Hyunjin fingió indignación, señalándose a sí mismo—. Estoy documentando esta aventura épica, gracias. Soy un pilar fundamental del equipo.
—Sí, claro. Un pilar que se tropieza con raíces cada cinco minutos —replicó Seungmin, arrancándole una sonrisa a Minho.
Chan levantó una mano, pidiendo silencio.
—Está bien, ya basta. Todos estamos cansados, pero necesitamos mantenernos enfocados. Este lugar no es como otros. Si bajamos la guardia, podríamos...
—¿Podríamos qué? ¿Perdernos? —interrumpió Jeongin, su tono más agresivo de lo normal—. Porque eso ya lo hicimos hace días.
—Jeongin... —comenzó Seungmin, colocando una mano en su hombro—. Tranquilo. Estamos todos en el mismo barco, ¿recuerdas?
—¿En el mismo barco? —Jeongin soltó una risa amarga—. Pues nuestro "capitán" parece no saber a dónde nos lleva.
—¡Oye! —exclamó Hyunjin, alzando la voz para defender a Chan—. ¿Crees que es fácil liderar a un grupo de idiotas? Al menos él tiene un plan.
—¿Un plan? —replicó Jeongin, apuntando hacia el denso bosque frente a nosotros—. Esto no parece un plan, parece un paseo sin rumbo.
—Si no quieres seguir, puedes regresar, Jeongin —dijo Chan, su tono más frío de lo habitual—. Pero yo no vine aquí para rendirme.
Un silencio incómodo cayó sobre nosotros. Incluso Jisung, que siempre tenía algo que decir, permaneció callado. La tensión era palpable, y todos sabíamos que, aunque Jeongin estaba siendo duro, muchos compartíamos su frustración.
De pronto, Minho rompió el silencio, su voz baja y seria.
—Esto... se siente raro.
Todos lo miramos. Minho rara vez hablaba sin una razón clara, y la seriedad en su tono puso a todos en alerta.
—¿Raro cómo? —preguntó Changbin, bajando el machete que llevaba en la mano.
—No lo sé... —Minho miró a su alrededor, como si intentara identificar algo invisible—. Es como si algo nos estuviera observando.
—Oh, vamos, Minho —Jisung intentó reírse, aunque su risa sonó nerviosa—. Es la selva. Todo aquí nos está "observando".
—No es solo eso —insistió Minho, retrocediendo un paso—. El aire cambió. ¿No lo sienten?
—Sí, sí, seguro. "El aire cambió" —Hyunjin rodó los ojos, volviendo a encender su cámara—. Mira, voy a grabar un poco para mostrarle al mundo que el gran Minho también se asusta.
—Hyunjin, baja esa cámara —ordenó Chan, con un tono firme.
—Relájense, chicos. —Jisung intentó sonar despreocupado, aunque el nerviosismo en su voz era evidente—. Probablemente sea solo el viento.
Entonces, un rugido profundo resonó en la selva, cortando cualquier intento de conversación. Era un sonido gutural, aterrador, como si la misma tierra hubiera decidido gritar.
—¿Qué demonios fue eso? —susurró Jeongin, sus ojos abiertos como platos.
Nadie tuvo tiempo de responder. La sombra gigante que apareció frente a nosotros hizo que todos olvidáramos nuestras discusiones en un instante.
El aire, que ya se sentía pesado, se volvió sofocante. La criatura emergió de entre los árboles, su cuerpo enorme cubierto de raíces y musgo, como si fuera una extensión de la selva misma. Sus ojos brillaban con un color ámbar, llenos de furia y una inteligencia primitiva.
Hyunjin levantó su cámara, sin pensarlo.
—¡Hyunjin, no! —gritó Minho, pero ya era demasiado tarde.
El destello del flash iluminó brevemente a la criatura, que dejó escapar un rugido ensordecedor. Su furia era palpable, y en ese momento supe que habíamos cruzado una línea que no deberíamos haber cruzado.
—¡Corran! —gritó Chan, y el caos estalló.
La criatura se lanzó sobre nosotros con una fuerza arrolladora, como si todo el peso de la selva recayera en un solo movimiento. Mis compañeros apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Changbin fue el primero en actuar, cubriendo a Hyunjin con su propio cuerpo, pero fue un esfuerzo en vano. Un solo golpe de la bestia los envió volando a ambos, estrellándose pesadamente contra el suelo con un sonido sordo.
Minho, desesperado por hacer algo, recogió una piedra del suelo y la lanzó con toda su fuerza hacia la criatura. Pero la bestia, con una velocidad aterradora, giró su gigantesca cabeza hacia él en un abrir y cerrar de ojos. Un rugido tan potente que reverberó en mis huesos le precedió. En un solo movimiento, la criatura lo derribó con una fuerza brutal, lanzándolo hacia atrás como si fuera una muñeca de trapo.
—¡No te detengas, Jeongin! ¡Corre! —gritó Seungmin, con la voz cargada de desesperación mientras empujaba a Jeongin hacia adelante. Jeongin tropezó, pero no pudo avanzar mucho antes de que la criatura lo alcanzara. Ambos fueron golpeados simultáneamente por la fuerza de la bestia, cayendo al suelo con un estrépito.
Sentí cómo el pánico se apoderaba de mí, mis piernas no respondían y mis pensamientos se volvían borrosos mientras trataba de correr hacia donde estaba Jisung, que luchaba por mantenerse en pie. Pero no había tiempo. La criatura, ahora completamente desatada, se movía con una rapidez sobrehumana, y me bloqueó el paso, dándome solo un segundo para darme cuenta de lo que ocurría. Su enorme figura se cernía sobre mí, sus ojos brillando con una furia salvaje, mientras que yo quedaba paralizado, atrapado en su mirada.
—¡No! —grité, pero mi voz sonaba lejana, como si saliera de otra realidad. Fue en ese momento que sentí un golpe en la espalda, un empujón tan violento que me hizo caer hacia adelante, deslizándome entre las ramas caídas de dos árboles. Las raíces, como si tuvieran vida propia, se entrelazaron a mi alrededor, aprisionándome. El suelo parecía tragarse todo lo que quedaba de mí, ocultándome en la oscuridad. No podía respirar, el dolor me nublaba la vista.
Con el cuerpo pesado, la vista borrosa y los oídos zumbando, logré levantar ligeramente la cabeza. Ante mis ojos, vi cómo la tribu emergía de las sombras, su presencia repentina tan aterradora como la misma criatura. No los había oído acercarse, como si se hubieran materializado de la nada. Su piel estaba cubierta de pinturas, sus ojos fijos y serios, mirándonos con la misma intensidad con la que la bestia había atacado. No había duda: ellos habían estado esperando este momento.
Uno por uno, comenzaron a arrastrar a mis compañeros caídos, sin ninguna prisa, pero con una calma inquietante. Los llevaban hacia las sombras con manos firmes, como si supieran exactamente qué hacer, como si esto fuera parte de un ritual antiguo que había ocurrido cientos de veces antes. No pude hacer nada. Apenas podía mover los dedos de las manos.
—No, no se los lleven... —mi voz salió rota, casi un susurro. Fue lo único que logré articular.
El miedo se apoderó de mí, y mi mente empezó a desmoronarse. Las sombras se alargaban, envolviéndome, y la oscuridad me arrastraba poco a poco hacia su abismo. La criatura, ya ocupada con otros, parecía haberse alejado. Solo quedaban los ecos de su rugido, resonando en lo más profundo de mi ser.
Antes de perder la conciencia, algo llamó mi atención. Algo se movía entre los árboles con una gracia inquietante, sigilosa, casi imperceptible. Con un esfuerzo titánico, logré levantar la cabeza una vez más. La figura se desplazaba entre las sombras con una sutileza que no me había dado cuenta antes. Era una chica. La vi de reojo, sus cabellos largos cayendo sobre sus hombros, y su silueta se iluminaba débilmente por los últimos rayos de sol que se filtraban entre las copas de los árboles.
A diferencia de la tribu, que parecía ajena a nuestro sufrimiento, ella no se acercaba a los otros. No participaba en el secuestro de mis compañeros. En lugar de eso, sus pasos eran cautelosos, como si no quisiera ser vista. El viento se movía suavemente entre los árboles, y el sonido de sus pasos se perdía entre los susurros de la selva.
Sentí sus manos en mi cuerpo, levantándome con una suavidad inesperada. Eran delgadas, pero al mismo tiempo fuertes, capaces de sostener mi peso. Mis ojos luchaban por mantenerse abiertos, pero la oscuridad era abrumadora. Aun así, el aroma de hierbas y tierra húmeda llenó mis sentidos. Era un olor reconfortante, algo familiar en medio del caos, como si la selva misma me estuviera protegiendo. En sus manos sentí una extraña sensación de paz, un respiro en medio del dolor.
La chica no habló, pero sentí el calor de su presencia cerca de mí. Entonces, para mi sorpresa, comenzó a tararear una melodía baja, como si quisiera calmarme. La melodía era suave, una canción que parecía llegar de un lugar muy lejano, un susurro en el viento que cortaba el silencio de la selva. No era una canción conocida, pero había algo en ella que me relajaba. Algo reconfortante. Mis ojos comenzaron a cerrarse lentamente, mientras su tarareo se convertía en un suave eco que se desvanecía.
Con cada segundo, su rostro parecía volverse más claro en mi mente. Tenía una mirada intensa, profundamente preocupada, pero también había algo más. Algo que no podía entender. Había una mezcla de emociones en su rostro que me desarmaba, una vulnerabilidad que no encajaba con su aura de misterio.
Antes de que pudiera hacer más preguntas, la oscuridad me envolvió por completo, y todo lo que sentí fue el abrazo de la selva, que me acogió mientras la joven seguía su camino, guiándome hacia algo que no podía comprender.
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───── 𝗔𝘂𝘁𝗵𝗼𝗿'𝘀 𝗡𝗼𝘁𝗲.! ⋆
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• papus esto es una mina de oro
• esta historia por hoy, mañana les actualizo todo
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#NOLECTORESFANTASMA
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