Empecemos, desde el inicio.
Suena bastante cliché. Pero realmente así empezó todo...
Antes de seguir, tengo que decir que haber terminado en una situación donde accidentalmente hay algunos chicos discutiendo el hecho de con quien me voy a quedar sin que realmente sepan que todo es provocado por una estúpida magia que parece sacada de un libro de fantasía.
Pero. Ese no es el punto.
Ahora si, empecemos desde el inicio. Justo en el momento cundo mis padres toman la mejor decisión de sus vidas; separarse, divorciarse.
No me mal entiendan, realmente a los dos los quiero un montón, he pasado momentos increíbles desde que tengo memoria con ambos pero hay un detalle que me hacia querer darles con una sartén en la cabeza a cada uno y se llama; discusiones matrimoniales.
Vamos, se que no se separaron antes por pensar en mi, pero realmente tengo la edad suficiente para comprenderlo. Es decir, ya no tengo 12 años. Voy a la Universidad y técnicamente trabajo, es como ser adulto en un inicio. Y si, mis padres me pagan los estudios, también soy hija única y por supuesto vivo como una niña consentida, pero mi abuela me ha enseñado muchas cosas, como para ser mimada todo el tiempo.
Tenia privilegios, era como vivir una película de esas donde todos tienen dinero y cantan mientras bailan la misma coreografía.
—Lua, cielo. ¿Todo listo? —mi madre tocó la puerta.
Yo me levante y observe la habitación, ya no estaría allí todo el tiempo, ahora me la pasaría en la Universidad y volvería hasta las vacaciones.
—Si, solo estaba revisando que no me faltará nada. —abri la puerta y allí estaba mi madre.
—Mi niña. Ya no es una niña. —dijo mientras acomodaba mi cabello, solía ser muy sentimental a veces. —feliz cumpleaños cielo.
Si, un día antes de mi cumpleaños tenía que irme a otra ciudad para poder estudiar.
—Mamá, no tenías que molestarte. —sonreí mientras recibía la cajita que me extendía.
Estaba envuelta en un papel de color rojo, tenía un moño bastante lindo y no era tan grande.
—Te veré dentro de meses, claro que era necesario. —afirmó y tomó mi mano para acompañarme hasta el auto.
Ella se quedaría y mi padre me llevaría, él ahora vivia en una casa cerca de donde estudiaría así que no era tan dramático, al menos eso decía él.
De todas formas, nadie más que yo los conocía. Mamá lloraría y luego me llamaría todos los días para saber si estoy bien. Papá se pasaría los domingos a visitarme a mi residencia y los viernes en la tarde a mi trabajo para llevarme comida.
Ya les he dicho que no moriré de hambre, pero son mis padres, y soy su única hija.
—Te voy a extrañar. —susurro mi madre y me abrazo antes de dejar que entrara al auto.
—También yo. Vendré pronto. —deje un beso en su frente y le di una última sonrisa.
Me senté a esperar en el auto a mi padre. Él se despidió de mi madre y llegue a la conclusión de que se llevaban mucho mejor como amigos que como esposos. Eso me alivio un poco más, ya no discutían como solian hacer y parecían llevar una vida más relajada.
—Mi bebé, ya no es una bebé. —comentó mi padre apenas cerro la puerta de su lado del auto.
—Deje de serlo hace muchos años. —le recordé y el me miro.
—Pues, para que sepas Lua. Una hija para su padre, siempre será su bebé. —me aseguró y encendió el auto. — no olvides ponerte el cinturón.
Al terminar la frase no pude hacer más que obedecer. Abroche el cinturón y tome mi teléfono, teni que cambiar la información que teni al nuevo que mi padre me había regalado.
—Pensé que eso lo habías hecho en la noche. –aseguró mirando al frente.
—Ah no, me quedé leyendo un rato y lo olvide.
Era cierto. Aun así, tenía tiempo de sobra para poder pasar todo, las clases iniciaban en unos días y el viaje en auto hasta la ciudad era largo, así que podría hacerlo con paciencia.
La carretera estaba bastante suave, larga y a pleno atardecer era un ambiente tranquilo. No tarde demasiado en pasar mis cosas y par cuando termine logre dormir un poco del camino hasta que llegamos al lugar.
Había conseguido un residencia cerca de la Facultad, un departamento bastante grande y ubicado en el último piso de un edificio elegante. Mi padre me ayudó a subir las cajas y yo tendría que acomodar todo. En ese mes, nos habíamos encargado de traer la mayoría de cosas, así que no sería agotador terminar.
—Queda una última caja. —me dijo papá y yo lo mire algo extrañada. — ¿por qué no bajas a ver que es?
Yo asenti y salí del Departamento hasta bajar. Por el ascensor me encontré entonces con quien sería el primer chico en la lista de encantados. Tenia puesta una camisa con el logo de un equipo, reconocí el logo de la Universidad en un borde de esta y solo sonreí cuando me miro.
No habló, y ni siquiera se inmutó. Eso no estaba mal, digo, somos desconocidos. Pero la mirada de escáner de arriba hasta abajo, se la podía ahorrar.
Descubrí luego que su nombre era Asher y que veni al edificio a encontrarse con otra de las estudiantes de la misma Facultad. No me importó, al menos hasta que en la fiesta de bienvenida cambio todo.
Llegue al auto y busque entre los asientos de atrás. Una caja, pero no era cualquier caja. Era un regalo, por la etiqueta supe que era el de mi abuela, ella jamás se olvidaba de enviarme un regalo. Lo tome con una sonrisa y tome una foto para envirsela a mi madre.
Camine de nuevo hasta la entrada donde tuve que frenar de golpe antes de estrellarme con un chico de lentes. Leía un libro y parecía distraído, por lo que apenas levanto la vista de las páginas para verme sonrió con algo de vergüenza.
—No te ví, lo siento. —se excusó y a diferencia del chico del ascensor, era más amable.
—Ah, no te preocupes. No pasó nada. —lo deje pasar y volvió a sonreír.
Ese era Liam. Chico número 2 de la lista.
Subí al ascensor y regrese con mi padre que me esperaba para despedirse.
—Es un regalo de la abuela.
—Si, llegó esta mañana y quise dejarte la sorpresa. —sonrió y me abrazo mirando la caja. —esta vez, ni siquiera yo se de que se trata.
—Ya veré que es. —deje la caja sobre mi escritorio y acompañe a mi padre a la puerta.
—Vendré a visitarte cuando la semana termine.
Yo lo abrace y el dejó un beso en mi frente. Lo observe irse y accidentalmente cruce miradas con Asher, aquel deportista egocéntrico que recién salía del departamento que quedaba un piso más abajo.
Cerré la puerta casi enseguida y me senté en el sofá. Sería un inicio largo.
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