Día 4: Subasta ✝️
<<────≪•◦𝐒𝐮𝐛𝐚𝐬𝐭𝐚◦•≫────>>
No puedes negarte,
me perteneces, se mío.
No niegues a la verdad,
eres mío.
La broma siempre será chistosa siempre y cuando no sea dirigida para ti.
A Takemichi siempre le sale mal las cosas, en general su vida parece un chiste de mal gusto. No tenía dinero, vivía con lo mínimo y ni hablar de cómo su entorno social parecía darle más obstáculos que pasar. El pobre ya tenía suficiente con sus problemas.
Había hecho un préstamo al banco, banco que al verle indefenso e ignorante con el tema de préstamos bancarios le puso una cuota casi impagable con casi 15% de intereses si no se paga en la fecha límite.
Takemichi no pudo pagar absolutamente nada de ello, así que estaba hasta el cuello de la deuda con el banco. El próximo mes de pago estaba a la vuelta de la esquina y no tenía ni un centavo para pagar, además de que su deuda se incrementaba a medida que pasaba el tiempo incrementaba, no había posibilidad de nada más que rogarle al banco a que no lo encierren por deudor.
Hasta que unos de sus amigos le dijo algo que le intereso.
─¿Subastarme?─ preguntó entre confundido y extrañado. Jamás había oído de tal cosa, además el hecho de estar en un subasta humana resultaba ser muy pero muy oscuro.
¿Y si era solo un telón para la trata de blancas?
─Ya sabes, esos lugares donde se ofrece algún bien o cosas de valor donde adinerados gastan sus millones en tonterías, pero en este caso que te hablo aquí las personas eligen a personas y las ofrecen a un selecto grupo de personas que evaluarán y luego decidirán a que valor estará su compañía.─ Chifuyu su mejor amigo de la vida decía cosas en ocasiones espeluznantes, ahora le salía con la tontería de una subasta. Confiaba en el chico, hasta cierto límite.
─¿Y tu como sabes de ello?─ ser escéptico no esta mal, se desconfiando tampoco. Pero si ingenuo, Matsuno sabía porque ya ha estado en ese ámbito.
El rubio cenizo sonrió y con un movimiento de su dedo le hizo acercarse.
─He tenido la oportunidad de participar.─ dejo una caricia en la mejilla de su amiga, y luego le guiño un ojo.
Eso confundió más al rubio, se encontraba en una cafetería que frecuentaban luego de salir de sus trabajos. No recuerda en qué momento salió el tema de sus deudas ni como Chifuyu sabía de ese mundo. Aunque... si había posibilidad...
─¿Qué se hace nomas?─ ya integrado se atrevió a preguntar. El de ojos cian lo pensó un poco, no solitaria la sopa sin más, debía endulzar un poco el trabajo de ser comprado por un desconocido durante toda una noche.
─Nada malo, verás. Al lugar al que voy hay muchas categorías de subasta, un grupo de mujeres que son elegidas por viejos ricos, piensa en como se dama de compañía, luego esta la categoría de hombres, la nuestra. Es diferente ya que ha habido un bum cuando se implementó en el "catálogo servicios especiales". He sido subastado ya cinco veces, no me ha pasado nada solo que ahora soy más requerido en las tandas.─ explicó de manera superficial la verdad detrás de la subasta.
En el caso de las chicas estás son adquiridas por personas muy importantes, políticos, empresarios, artistas o músicos, son como la imagen limpia del negocio, sus servicios son acompañar al comprador por una noche y cumplir con las peticiones de estos, si se requiera un servicio sexual el costo era otro pero ya para la persona a la que se le pide. Ellas deciden si hacerlo o no, mayormente aceptan, no ha habido problemas con los hombres ya que respetan mucho el trabajo que hacen.
Lo turbio está cuando la subasta es de los hombres, quizás por la nueva aceptación de los derechos LGBT+ ha salido a luz más personas abiertamente gays o quienes quieren experimentar con el género contrario, dichos casos han abierto una nueva oportunidad a que exista en el negocio de subastas la sección masculina.
Chifuyu al igual que Takemichi tiene sus problemas, el chico tiene a su mamá enferma de cáncer. Dejo sus estudios apenas teniendo 18 años, trabajar para pagar las medicinas y el tratamiento de la enfermedad en un hospital privando se volvió complicado de costear. Busco un empleo de tiempo completo para pagar la deuda que generaba el cuidado de su mamá, pero todo se complicó.
Ella murió luego de unos años, el cáncer avanzó hasta el punto de dejarla pasando por dolores insoportables, se hizo lo que se pudo con la señora pero al tener el cáncer avanzado hizo que su organismo no pueda más. Esto solo fue el inicio del martirio de Matsuno, debía pagar la cuenta del hospital hasta el último centavo. Él no tenía nada, quedó a merced del mundo sin cargar nada de dinero.
Cuando creyó que todo estaba acabado una persona le ayudó, le tendió una mano en ayuda y le ofreció un trabajo que le daba una ganancia buena, podría pagar con mensualidades al hospital, hasta que se le abrió una oportunidad más grande.
Ser subastado, personas como él eran pocos y eso le daba exclusividad. Acepto, así empezó con un empleo que le dio oportunidad de pagar su deuda, comprar un departamento y un auto, logró aquello solo con la subasta.
El rubio pensó en las palabras del menor, no le agradaba del todo ya que no todo lo que parece bueno lo es, en realidad tenía una fachada limpia, ni hablar de cómo eso ayudo a su amigo a pagar todo y conseguir otras cosas. Debía pensarlo.
Cuando llegó a su departamento vio en el buzón las cartas de pago del banco, entro con la correspondencia y se dispuso a leer lo que sus acreedores le enviaron en esta ocasión.
Una boleta de una demanda, donde se le adviertia que si no paga los últimos cuatro meses irían por él y lo arrestarian por no pagar mes a mes como según se dio el contrato, además de que sus interés irían en aumento si no pagaba antes de la fecha límite. Exactamente dos semanas.
¿En dónde demonios sacaría medio millón de yenes en dos semanas?
Se desesperó y golpeó su puño al piso.
─¡Maldición! Estoy frito...─ ya no podía estar tan agobiado con las deudas y su vida en general, temía perder lo único que le quedaba, su libertad.
Sin pensarlo más llamo a Chifuyu, aceptaría ser subastado, sería una mercancía y entrenamiento de algún rico. No pasaría su juventud detrás de las rejas con maleantes, no deseaba un final así de malo.
Al día siguiente, a primera hora ya estaba Chifuyu.
💙
Salieron rumbo al lugar donde se hacía el trabajo. El centro de Tokio por lo que irían en tren hasta la capital, poco le agradó la idea de salir de su ciudad, aún así la desesperación fue más grande que cualquier temor suyo.
Cuando llegaron ya pasaba medio día, y como imagino Tokio era totalmente diferente a su ciudad, aquí las personas iban de un lado a otro, con si vista puesta en sus asuntos y poco interés que entablar una conversación amistosa. Los japonés son muy reservados con su vida privada, así que intentar algo con una persona de la ciudad se volvía una tarea casi imposible de realizar. No es común y menos de un pueblerino, fácilmente sería tachado como raro.
Frente a un edificio grande con vidrios como espejos ingresaron, los de seguridad les dejaron pasar sin problemas, hasta les saludaron con educación. Matsuno caminaba con ligereza, siendo totalmente lo contraria a Takemichi que arrastraba sus pies por la baldosa y se mantenía tenso. No le gustaba ser tratado tan amablemente, y menos por unos desconocidos que pinta de buenos, no tenían nada.
No es porque dude de su mejor amigo... solo quería ser precavido y no un idiota más. Ese día.
Subieron por el ascensor hasta el último piso.
Miraba sus pies, el elevador se movía ascendiendo, sus manos sudaban y poco podía pasar saliva sin sentir sequedad. Olvido que luego de estar dentro de ese trabajo y ser vendido, cabia la posibilidad de tener que hacer actividades que no estaba acostumbrado. Un ejemplo es que le pidan que tenga sexo con el comprador, el problema radicaba que... ¡era un virgen!
Ni siquiera a dado su primer beso, no lo imaginen dando algo más que tartamudeos y sonrojos hasta las orejas. Se trata de un inexperto joven que los problemas son su desayuno y los errores parte de su ser.
Las puertas se abrieron, sorpresivo fue ver a una persona de espaldas admirando la panorámica vista desde el gran ventanal del edificio. Música clásica acompañaba la calma del sujeto.
─No esperaba tu visita tan temprano.─ un hombre, si un hombre dio la vuelta para mirar a Chifuyu con calma, Takemichi juraba por un segundo que esa persona era una chica.
¿Razón?
Simple, llevaba tacones finos, ropa aluciente a ser un vestido corto pero con unos pantaloncillos que daban hasta las rodillas, de melena larga hasta los hombros de un rubio platinado y unos ojos lo suficientemente atrayentes de un verde acuoso.
Un Narciso si se lo ponían a criterio. Muy hermoso, sintió envidia por unos segundos, pero pasó al verle dirigirle una mirada que escaneo su cuerpo. No hubo desagrado solo confusión.
─Disculpa, mi visita se da más bien para presentarte a mi amigo.─ palmeo el hombre del rubio a su lado. Dando un carragaspeo se inclinó levemente.
─Un placer conocerlo, soy Hanagaki Takemichi.─ pronunció entre nervios, había veces que deseaba golpear a Chifuyu por ponerlo en situaciones así de tensas.
¡Era tímido!
─Ya entendiendo. Pero aún así no explica tu razón de estar aquí frente a mi con tu amigo.
Hasta su voz resultaba ser armoniosa y profunda. Le gustó mucho.
─Takemichi tiene problemas de dinero y necesita un empleo que le de beneficios y ganancias para sus gastos.
─Déjame entender. ¿Quieres que le de trabajo a un amigo tuyo solo por eso?─ resaltó el mayor ahora poniendo una voz despectiva. Takemichi tembló en su lugar.
─No, también para ofrecerte una negociación más interesante.
─Habla.─ demandó.
─Takemichi es un doncel.─ expusó, el mencionado le fulminó con la mirada. El miedo recorrió su piel.
¿Chifuyu lo estaba vendiendo?
─¿Doncel? Hace años que no he oído de ellos.─ el de tacones rojos se acerco hasta su posición, no dejaba de observar con enojo a su amigo.
¿Seguia siéndolo luego de revelar su secreto?
─Lo es, él es de los pocos que hay con vida. Y hará lo que sea para ganar dinero. Ayúdalo.─ el rubio cenizo mordía su labio, ofreció a su amigo en bandeja de oro.
Los donceles son una rara y poco hablada especie, son hombres con la capacidad de combecir al igual que una mujer, pero solo en casos especiales. Los hombres donceles son casi un mito en la actualidad ya que ante la idea de que un macho pueda parir es desagradable para los hombres "normales", les dieron caza hasta casi extinguirlos. No había posibilidad de que aún exista dichos casos.
Takemichi es de los pocos que hay con dicho poder de reproducir apesar de ser un hombre.
Valía millones tener esa capacidad.
─Déjame decirte que eres una completa basura humana, no solo vienes a mi oficina con un desconocido, revelaste el negocio al que dirigió y ahora prácticamente vendes a tu amigo. No seas hipócrita que tu también eres un doncel.─ Inui se molestó más por mirar como Hanagaki retenía sus lágrimas y sus manos se comprimian en su camisa para no golpear a quien decía ser amigo.
─Yo ya tengo dueño, lo sabes.─ gruño molesto, su flequillo recaía en su ojos tapando que estos estaban cristalizados.
Pedía perdón a Takemichi por ello. Era eso o que él muriera.
─Lo haré, no por ti. Lo hago para ayudar a tu amigo. Ahora lárgate de mi oficina que no quiero ver jamás, odio a las personas como tú.─ concluyó dando una vuelta hasta el escritorio a un lado del ventanal.
El de ojos cian soltó un suspiro y miro como Inui se iba hasta su escritorio, era la despedida definitiva tanto para su jefe como para Takemichi.
─Dejalo a tu mejor postor, Takemichi merece un dueño que valga la pena.─ pidió mientras caminaba rumbo al ascensor que lo trajo una vez.
─Solo vete.─ finalizó Seishu tomando unos papales. Su rostro se mantenía neutro aunque en su aura se percibía enojo y gran fastidio.
Chifuyu antes de irse le pidió perdón a Takemichi en un susurró. No deseaba que acabara así su amistad pero luego de ser comprado por un hombre poderoso este le pidió alejarse de todos para irse a vivir con su nuevo dueño. Si, lo que hizo esta mal y no tiene justificación alguna su traición, pero era lo único que se le ocurrió como solución a las deudas del ojiazul. No soportaría ver a su amigo en prisión, no podría.
Salió sin mirar nuevamente a quien fue su mejor amigo. Una nueva vida le esperaba abajo, lejos de aquel chico que sin importarle tener más carencias que él le ofreció su mano y apoyo, pero su historia acaba ahí. Con un final amargo y una traición que muy difícilmente se olvidaría.
Llevaría años afrontar esa realidad, una donde prefiere evitar dar la cara.
─Takemichi, ahora me perteneces. Mis chicas te informarán un poco de lo que harás en la subasta de hoy, eres el regalo especial y la compra que dará un giro a la compañía.─ dijo el rubio platinado, le entrego unos papeles al menor que aún procesaba ser un producto y ser engañado.
Asintió y cuando menos lo espero unas féminas lo agarraron de los brazos para llevárselo a quien sabe donde.
Luego de arreglar mejor su cabello- lo pintaron de negro- y darle un vestuario parecido al de Inui en la tarde fue maquillado, no para hacerle parecer una mujer si no para realzar su rostro y hacerle ver más costoso de lo que resultaría. Cambiaron su feo rostro- según él- a uno más angelical y menos cargado de penumbras. Se veía radiante y muy hermoso.
Le explicaron que al ser el regalo espacial se presentaría hasta el final de la noche, los hombres más ricos y poderosos se quedaban hasta el final. Su compra sería historia para toda la organización que manejaba la subasta de personas, subasta que ya no era legal.
En su paso hasta la sala de eventos vio por los pasillos a hombres con alcohol y mujeres en sus regazos, a otros vender estupefacientes sin algún descaro de esconderlos. No espero que ese mundo que creyó limpio se ensuciara solo con una mirada rápida.
La noche paso lenta para su gusto, sus ojos ya pesaban y el sueño ya lo llamaba. No le gustaba ese ambiente, maldecia su ingenuidad, fue llevado a la boca del lobo sin poner resistencia. Ahora sería testigo de su ingenuidad siendo un objeto más. Solo quería ir a casa y esperar el mañana para saber que será de su futuro.
─Y como último regalo por su preferencia a nosotros, tenemos está noche a nuestra mayor adquisición. Algo que creímos extinto apareció entre las cenizas, alisten sus billeteras y chequeras que mi chico es más valioso que un diamante.─ anunció Inui con voz cordial, sus brazos llamaron a las chicas que asistían a los invitados. Una de ellas tomó del brazo de Takemichi con delicadeza y le entregó en una mano un pendiente pequeño.
Tenía un número el objeto.
》─ Con ustedes Takemichi Hanagaki, el único doncel conocido hasta la fecha.─ expresó y le dio paso al chico que vestía de rojo y sus labios de un incitante cereza que le daba exquisitez.
Los murmullos de los demás no se hizo esperar. Es más unos no creían en la existencia de un doncel en esas épocas, ya que por el gobierno y según informes que se dio ese grupo específico de personas había desaparecido años atrás por la caza que se dio. Era prácticamente nula la existencia de uno solo en la actualidad.
Pues ni tanta que Takemichi estaba ahí.
─Para aquellos que no creen, es verídico. Este chico a mi lado es uno de ellos, y la oferta empieza por mil dólares americanos.─ inició la subasta.
Las paletas de los compradores se alzaron, gritaron dos mil, otras tres mil.
Esos hombres parecían pelear por querer tenerlo, y le daba asco esa situación. Sin embargo, no podía rechistar, ya se hundió. Ahora le tocaba esperar.
Entre la multitud un hombre miraba con fijeza a Takemichi, desde que entró al salón captó su atención. Y ahora al saber más la situación le intereso aún más, necesitaba tenerlo consigo, solo para él.
Levanto su paleta, y la oferta que lanzo dejo frío a los demás, una suma altísima para una sola noche.
─Cien mil dólares al contado.─ dijo pasivo, aunque su aura de poder y su mirada a los demás no provocó más que silencio.
─Cien mil dólares a la una, cien mil dólares a las dos, cien mil dólares a las tres...─ Inui busco a algún hombre interesado pero estos ya ni miraban al muchacho de al frente.─ Vendido.
Sentenció, la sonrisa del comprador fue grande, Takemichi tembló al verla, no le gustó para nada.
Quiera huir, lejos.
Ahora le pertenecía a Sano Manjiro.
La bestia era su dueño, su maldición.
Continuará...
N.a
Okey no hay escusa, no la tengo.
Merezco la funa, pero estaba ocupada y molesta por una situación que se dio, pero eso tampoco es para que mi escritura de este día sea pésima. Ni yo entendí que hice, así que lo reecribire cuando se acaba la semana, porfavor si leen este día mil disculpas, fui mi culpa no hacerlo como debía.
Lo siento.
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