Extra iii: una promesa ³
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▬ ▬▬ Chapter extra: part three
❝ a promise ❞ 𓂅̇⭒
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Hal parecía tener dudas, pero me dio su asiento. Honestamente, nunca he usado demasiados ordenadores.
Como he dicho, la tecnología atraía los monstruos.
Pero Hermes era el dios de la comunicación, los caminos y el comercio. Quizá aquello significara tener algún poder sobre Internet. Ojalá pudiera tener algún toque mágico sobre un Google divino o algo así.
Mire la pantalla.
-Sólo una vez -murmuré a la pantalla-, ayúdame un poco. Muéstrame que hay algo
bueno en ser hijo tuyo.
-¿Qué dices, Luke? -preguntó Thalía.
-Nada -dije.
Abrí el buscador de Internet y comencé a teclear.
Busqué sobre las leucrotae, esperando encontrar sus debilidades. En Internet no había casi nada sobre ellas, excepto que eran animales legendarios que atraían a sus presas imitando las voces humanas.
Busqué "armas griegas". Encontré un montón de imágenes de espadas, lanzas y catapultas, pero dudé que pudiéramos matar a los monstruos con JPEGs de alta resolución.
Tecleé la lista de las cosas que teníamos por la habitación: antorchas, bronce celestial, veneno, barritas Snicker, palo de golf, etc, esperando que alguno de ellos formara parte de alguna fórmula mágica para matar a las leucrotae.
No hubo suerte.
-¡Guau! ¡Mira Luke!
Volteé a ver Victoire y abrí los ojos al tope. En manos sostenía un magnífico arco tallado en madera. Rodeando su pecho, un cinturón de cuero café sostenía un carcaj lleno de flechas sobre su espalda.
-¿De dónde...
-El brazalete -señaló Thalia atonitá la muñeca, ahora desnuda, de Victoire-. Su brazalete se transformó en un arco al sacudirlo. ¡Ahora tenemos un arma para enfrentar a los monstruos!
Me volví hacia Vic.
-¿Sabes usarlo? — señale el arco.
Ella negó con una mueca.
-Apenas y puedo golpear algo con mi espada -musitó cabizbaja.
Me sentí mal ppr ella. Había intentado enseñarle a pelear como nosotros, pero el miedo la congelada a la hora de la acción. Sabía que con el tiempo aquello dejaría de pasar. Solo necesitaba tener más confianza en si misma.
Pero lamentablemente, lo que no teníamos en ese momento, era eso. Tiempo.
-No sé me da tan mal el arco -habló Thalia-. Pásame el brazalete, yo lo usaré en lo que salimos de aquí.
Victoire volvió agitar la muñeca y el arco de doblo mágicamente hasta convertiste nuevamente en un brazalete de bronce.
-Oh oh -musitó Victoire rodeando el brazalete con su otra mano. Volteo a vernos con panico-. No sale.
-¿Cómo que no sale? -inquirimos Thalia y yo al unísono.
-No, no se mueve de mi piel -aseguró ella-. ¡No puedo quitarmelo!
Y comenzó a sacudir su mano tantas veces, que el arco aparecío y despareció varias veces de su mano.
-Al parecer tiene un hechizo para quien se lo ponga no pueda quitárselo más -dije. Y aunque la idea de tener siempre contigo un arco era genial, sobretodo cuando eres un semidios, en ese momento no servía de nada.
Victoire nos lanzó una mirada apenada a Thalia y a mí. Sabía que se sentía mal por haberse quedado con aquel brazalete-arco cuando ni sabía usar uno.
No era su culpa. Ninguno podía saber que se trataba de eso.
-Descuida, buscaremos una forma de salir de aquí que no sea ese brazalete -le dijo Thalía.
-Y cuando salgamos de aquí, buscaremos una forma de quitartelo. Si quieres -le dije.
Ella asintió.
Volví a tomar asiento frente a la computadora, y continúe buscando algo que pudiera ayudarnos.
Tecleé "ayúdame a matar a las leucrotae". El buscador me sugirió que había querido decir "ayúdame a matar la Leucemia".
Me dolía la cabeza. No sabía cuánto tiempo había pasado buscando hasta que miré el
Reloj: las cuatro de la tarde. ¿Cómo era aquello posible?
Mientras tanto, Thalía y Vic habían intentado activar el brazalete de la primera, sin suerte. Lo habían girado, toqueteado, golpeado, subido por su muñeca, lanzado contra la pared y movido por encima de su cabeza mientras gritaba: "¡ZEUS!" pero no había pasado nada.
Nos miramos entre los tres y supe que se nos habían acabado las ideas. Pensé en lo que Hal Green nos había dicho. Todos los semidioses comenzaban esperanzados.
Todos tenían ideas para escapar, todos habían fracasado.
No podía dejar que aquello pasara. Vic, Thalía y yo habíamos sobrevivido a mucho para rendirnos entonces. Pero yo no podía pensar en nada que pudiéramos intentar probar.
Hal se me acercó y me señaló en el teclado.
-Adelante -le dije, desesperanzado.
Nos cambiamos el sitio.
-Se nos acaba el tiempo -tecleó-. Voy a intentar predecir el futuro.
Thalía frunció el ceño.
-Creía que habías dicho que era demasiado peligroso.
-No importa -escribió Hal-. Luke tiene razón. Soy un anciano cobarde, pero Apolo no me puede castigar con nada peor que esto. Quizá pueda ver algo que los ayude. Thalía, dame tus manos.
Se giró hacia ella. Thalía vaciló. Victoire miraba entre ambos con gesto preocupado.
En el exterior de la habitación, las leucrotae gruñeron y arañaron las paredes. Sonaban hambrientas.
Thalía puso sus manos sobre las de Halcyon Green. El anciano cerró sus ojos y se concentró, de la misma manera que hago yo cuando quiero abrir un cerrojo complicado.
Se estremeció y respiró profundamente. Miró a Thalía con una expresión de simpatía. Se giró al teclado y vaciló un largo rato antes de teclear.
-Estás destinada a sobrevivir hoy -tecleó Hal.
-Eso... eso es bueno, ¿verdad? -preguntó-. ¿Por qué estás tan triste?
Hal se quedó mirando la vara parpadeante del programa de texto. Tecleó:
-Algún día muy pronto, te sacrificarás para salvar a tus amigos. He visto cosas que son...
Difíciles de describir. Años de soledad. Estarás de pie y aún así, viva pero dormida. Cambiarás una vez, y entonces volverás a cambiar. Tu camino será triste y solitario. Pero algún día te reencontrarás con tu familia de nuevo.
Thalía apretó sus puños. Comenzó a hablar, entonces miró la habitación. Finalmente pegó un puñetazo a las estanterías.
-Eso no tiene sentido. Me sacrificaré, pero viviré. ¿Cambiar? ¿Dormir? ¿A eso lo llamas
Futuro? Yo... yo... ni siquiera tengo familia. Sólo mi madre, pero no hay forma de que pueda volver con ella.
Hal se mordió los labios. Tecleó:
-Lo siento. No controlo lo que veo. Pero no me refiero a tu madre.
Thalía casi se dejó caer en las cortinas. Se detuvo justo a tiempo, pero parecía mareada, como si acabara de bajarse de una montaña rusa.
Victoire se acercó a ella con cautela.
-¿Thalía? -le preguntó amablemente-. ¿Sabes de lo que está hablando Hal?
Le lanzó una mirada acaparadora. No entendí porqué parecía tan nerviosa. Sabíamos que no le gustaba hablar de su vida en Los Ángeles, pero nos había dicho que era hija única y nunca había mencionado a ningún otro familiar que no fuera su madre.
-No es nada -dijo al final-. Olvídenlo. La capacidad de predecir el futuro de Hal está oxidada.
Estaba seguro de que ni Thalía se creía eso.
-Mi turno -habló Tori desviando su atención. Estiró ambas manos hacia Hal y le sonrió.
Por alguna razón, que Hal viera su futuro me hizo inquietar. Más no me opuse cuando el anciano tomó sus manos entre las suyas y cerró los ojos.
Cómo con Thalía, se estremeció y respiro profundamente antes de separarse de Vic.
-Estas destinada a sobrevivir hoy -escribió Hal. Tanto ella, como Thalia y yo suspiramos aliviados. Hal suspiro y continúo tecleando-. Pero en un futuro, en unos años más, serás traicionada por aquel que dice amarte. Al igual que con Thalía he visto cosas que son difíciles de describir. Años apartada de tu familia. Un manto oscuro sobre tus hombros debido a la culpa. Una amenaza contra tu vida. Y una responsabilidad tan grande que podría afectar todo. Tienes un camino difícil que recorrer Victoire, pero no estarás sola. Tu familia será la clave.
Exactamente por eso no quería que viera su futuro. ¿Una traición de quién dice amarla ¿Años apartada de nosotros? ¿Un manto oscuro sobre sus hombros? ¿Una amenaza contra su vida? ¡Nada de eso pintaba bien!
Thalia debió de pensar lo mismo yo, porque se acercó a Victoire y rodeo sus pequeños hombros con sus brazos.
- No dejaremos que nada malo te pase -le dijo-. Repito, Hal está algo oxidado.
Y aunque lo dijo con convicción, vi como Victoire intentaba creerle.
-Hal -intervine-, tiene que haber algo más. Nos has dicho que Thalía y victoire sobrevivirán. ¿Cómo? ¿No has visto nada sobre los brazaletes? ¿O sobre la cabra? Necesitamos algo más para que nos ayude.
Negó con la cabeza, entristecido. Tecleó:
-No he visto nada sobre los brazaletes. Lo siento. Sólo sé un poco sobre la cabra Amaltea, Pero dudo que ayude. La cabra cuidó a Zeus cuando era un bebé. Después, Zeus la mató y usó su piel para hacer su escudo, la égida.
Me rasqué la barbilla. Estaba seguro de que esa era la historia que había intentado recordar cuando estábamos escondidos de la cabra. Parecía importante, pero no conseguía saber por qué.
-Así que Zeus se cargó a su mamá cabra. Algo muy típico en los dioses. Thalía, Vic ¿saben algo sobre ese escudo?
La segunda asintió aliviada de cambiar el tema. A veces, durante nuestros descansos en nuestro recorrido por el país, Victoire leía un viejo libro de mitología que había conseguido en new Jersey. Thalia y yo teníamos conocimiento sobre el tema, pero Vic nos superaba en ocasiones.
-Atenea puso la cabeza de Medusa en la parte delantera y bañó el escudo con bronce celestial -contó-. Ella y Zeus se lo turnaban para usarlo en la batalla. Asustaban a sus enemigos en la batalla con el escudo.
No supe cómo nos podría ayudar aquella información. Obviamente, la cabra Amaltea había vuelto a la vida. Eso pasaba con un montón de monstruos mitológicos, al cabo del tiempo volvían a la vida del abismo del Tártaro. ¿Pero por qué nos había guiado hasta allí Amaltea?
Un pensamiento oscuro me pasó por la cabeza. Si yo hubiera sido despellejado por Zeus, no me habría gustado colaborar con él en absoluto. De hecho, puede que incluso me hubiera vengado de alguno de sus hijos. Quizá es por eso por lo que Amaltea nos había llevado hasta la mansión.
Hal Green me tendió las manos. Su expresión me dijo que era mi turno para las predicciones del futuro. Una ola de terror me recorrió. Después de haber oído el futuro de Thalía y Victoire, no quería saber el mío.
¿Qué pasaba si ellas sobrevivían y yo no?
¿Qué pasaba si los tres sobrevivíamos, pero el sacrificio de Thalía era por mi culpa? ¿A la amenaza contra la vida de Vic también? No podría vivir con ello.
-No lo hagas, Luke -dijo Thalía, amargamente-- Los dioses tienen razón. Las profecías de Hal no ayudan a nadie.
El anciano parpadeó con sus ojos vidriosos. Sus manos parecían tan frágiles, era difícil creer que en sus venas corría la sangre de un dios inmortal. Nos dijo que su maldición terminaría hoy, de una forma u otra.
Había visto que Thalía y Vic sobrevivían, si veía algo en mi futuro que pudiera ayudar, tenía que intentarlo. Le di mis manos.
Hal respiró hondo y cerró sus ojos. Su chaqueta de piel de serpiente brilló como si intentara deshacerse de su propietario. Me obligué a mantener la calma. Notaba el pulso De hal en mis dedos: uno, dos, tres.
Sus ojos se abrieron de golpe. Apartó mis manos y me miró con terror.
- Vale -dije. Notaba mi lengua como si estuviera hecha de arena-. Supongo que no has visto nada bueno.
Hal se giró hacia su ordenador. Miró la pantalla durante tanto rato que parecía haber entrado en trance. Finalmente, escribió:
-Fuego. He visto fuego.
Thalía y Victoire fruncieron el ceño:
-¿Fuego? ¿Te refieres a hoy? ¿Eso es lo que nos va a ayudar?
Hal levantó la cabeza miserablemente. Asintió.
-Hay más -le presioné-. ¿Por qué te has asustado tanto?
Evitó mis ojos. A regañadientes, escribió.
-Es difícil estar seguro. Luke, también vi un sacrificio futuro. Una elección pero también una traición.
Esperé. Hal no se explicó.
-¿Una traición? -preguntó Victoire. Su tono sonaba atemorizado y me volteo a ver con los ojos desorbitados.
Sabía lo que pensaba.
-¿Te refieres a que alguien traicionará a Luke? Porque Luke no podría traicionar a nadie jamás. Mucho menos a Victoire. La adora.
Hal tecleó:
-Su camino es difícil de ver. Pero si sobrevive a hoy, él traicionará...
Thalía le apartó el teclado.
-¡Suficiente! ¿Atraes a los semidioses aquí y entonces les quitas la esperanza con tus horribles predicciones? No me extraña que los demás se rindieran...igual que tú te has
Rendido. ¡Eres patético!
Victoire retrocedío cuando la furia brilló en los ojos de Hal. No creí que el anciano pudiera hacer nada, pero se puso de pie. Durante un segundo, creí que embestiría a Thalía.
-Lárgate -le gritó Thalía-. Date una vuelta, anciano. ¿Tienes algún mechero?
-¡Basta ya! -grité.
Hal Green retrocedió de inmediato. Juraría que le había visto el miedo en la mirada, pero no quería saber qué había visto en sus visiones. Me daban igual mis pesadillas futuras, quería sobrevivir a aquél día.
-Fuego -dije-. Has mencionado fuego.
Asintió, entonces movió las manos como indicando que no sabía nada más. Una idea pasó por mi cabeza. Fuego. Armas griegas. Algunas cosas de aquella habitación... la lista que había puesto en el buscador, esperando una fórmula mágica.
-¿Qué estás pensando? -preguntó Vic-. Conozco esa mirada. Has pensado algo.
-Déjame el teclado -me senté en el ordenador y abrí una nueva ventana del buscador,
Tecleé mi búsqueda y me apareció un artículo de inmediato. Thalía y Victoire se asomaron por encima de mi hombro.
-Luke, ¡eso sería perfecto! Pero creía que era solo una leyenda.
- No lo sé -admití-. Si es real, ¿cómo lo podríamos hacer? No hay ninguna receta para hacerlo.
Hal golpeó sus nudillos contra el escritorio para llamar nuestra atención. Su cara parecía animada. Señaló a sus estanterías.
-Libros de historia antigua -dijo Thalía-. Hal tiene razón. Unos cuantos de ellos son muy viejos. Probablemente tengan información que no está en Internet.
Los cuatro salimos corriendo hacia las estanterías, siendo Victoire la primera en llegar y comenzar a sacar libros como un rayo. No entendía como es que movía moverse tan rápido, pero ahora resulta a muy útil aquella habilidad. Al cabo de un rato la librería de Hal parecía haber sufrido las consecuencias de un tornado, pero al anciano no parecía importarle.
Después de un montón de búsquedas sin resultado, Hal Green vino correteando, señalando una página de un libro viejo encuadernado en cuero. Ojeé la lista de ingredientes y me emocioné.
-Esto es. La receta para hacer fuego griego
¿Cómo había sabido qué buscar? Quizá mi padre, Hermes, el dios pluriempleado, me estaba guiando, ya que Hal sabía sobre pociones y alquimia. Quizá había visto antes esta receta en algún lugar hacía mucho tiempo y rebuscar por el piso le había hecho acordarse.
Todo lo que necesitábamos estaba en la habitación. Había visto los ingredientes cuando habíamos estado rebuscando entre los suministros de los semidioses vencidos: brea de las viejas antorchas, una botella de néctar divino, alcohol del kit de primeros auxilios de Hal...
En realidad, será mejor que no anote la receta entera, ni siquiera en este diario. Si alguien lo leyera y descubriera el secreto del fuego griego... bueno, no quiero ser el responsable de quemar el mundo entero.
Repasé la receta entera. Solo faltaba un ingrediente.
-Un catalizador -miré a Thalía-. Necesitamos un rayo.
Sus ojos se abrieron de par en par.
-Luke, no puedo. La última vez...
Hal nos llevó hasta su ordenador y tecleó:
-¿¿¿¿¿¿¿Puedes convocar rayos????????
-A veces -admitió Thalía-. Es algo de Zeus. No puedo hacerlo en interiores. Y aún estando fuera, tendría problemas para controlarlo. La última vez casi maté a Tori y a Luke
Se me pusieron los pelos de la nuca de punta recordando aquel accidente.
-Estaremos bien-dije confiado. Victoire asintió estando de acuerdo conmigo-. Prepararé la mezcla. Cuando esté lista, hay una conexión parabólica bajo el ordenador. Tienes que convocar un rayo justo encima de la casa y que corra por entre los cables hasta aquí.
-Y entonces arderá la casa -añadió Thalía.
Hal escribió:
-Eso pasará de todas formas si tienen éxito. ¿Saben lo peligroso que es el fuego griego?
Tragué saliva.
-Si -afirmó Victoire-. Es un tipo de fuego mágico. Todo lo que toca, arde. Por eso es tan peligroso, porque no puedes apagarlo con agua, ni con un Extintor, ni con nada.
- Pero si podemos hacer suficiente para hacer algún tipo de bomba -intervine-, y
Lanzárselo a las leucrotae...
-Arderán -Thalía miró al anciano-. Por favor, dime que los monstruos no son inmunes al fuego.
Hal alzó las cejas.
-No lo creo -tecleó-. Pero el fuego griego convertirá esta habitación en un infierno. Se extenderá por toda la casa en cuestión de segundos.
Miré la jaula vacía. Según el reloj de Hal, apenas nos quedaba una hora antes del atardecer. Cuando aquellas barras se levantaran y las leucrotae atacaran, tendríamos una oportunidad, si podíamos sorprender a los monstruos con una explosión, y si podíamos rodearles y llegar al panel de escape en la parte trasera de la jaula sin ser comidos ni quemados vivos.
Demasiados "si".
Mi mente dio vueltas por un montón de distintas estrategias, pero seguí dándole vueltas a lo que había dicho Hal sobre el sacrificio. No podía evitar la sensación de que no había forma de que los cuatro pudiéramos salir con vida de allí.
-Hagamos fuego griego -dije-. Entonces ya veremos que hacer después.
Thalía, Victoire y Hal me ayudaron a reunir las cosas que necesitábamos. Encendimos la cocinita de Hal e hicimos un poco de cocina peligrosa.
El tiempo pasó demasiado rápido. En el exterior de la habitación, las leucrotae gruñían y hacían sonar sus mandíbulas. Las cortinas de la ventana bloqueaban la luz solar, pero el reloj nos decía que se nos acababa el tiempo.
Mi cara chorreaba sudor mientras mezclaba los ingredientes. Cada vez que parpadeaba, recordaba las palabras de Hal en la pantalla del ordenador, como si me quemaran en las retinas: Un sacrificio en tu futuro. Una elección, pero también una traición.
¿Qué quería decir? Estaba seguro de que no me lo había dicho todo. Pero una cosa era segura: mi futuro le aterrorizaba.
Intenté concentrarme en mi trabajo. No sabía bien lo que estaba haciendo, pero no tenía elección. Quizá Hermes me estuviera ayudando, prestándome algo de sus conocimientos de alquimia.
O quizá simplemente estaba teniendo un poco de suerte. Finalmente acabé con un pote lleno de un mejunje oscuro y pegajoso, que vertí en un viejo frasco de mermelada. Sellé la tapa.
-Aquí lo tienes -le pasé la jarra a Thalía-. ¿Puedes darle un poco de chispa? El cristal debería evitar que explote antes de romper la jarra.
Thalía no parecía emocionada.
-Lo intentaré. Tendré que dejar al descubierto algunos cables de la pared. Y para convocar el rayo tengo que concentrarme durante unos instantes. Ustedes deberían apartarse un poco, por si acaso... ya saben, por si explota o algo.
-Descuida Lía, lo harás genial. Confiamos en ti -le dijo Victoire, intentando de influirle confianza.
Thalia le dio una media sonrisa y asintió. Agarró un destornillador del cajón de la cocina de Hal, se agachó bajo el escritorio y se quedó jugueteando con los cables.
Hal agarró su diario encuadernado con cuero verde. Nos hizo gestos a Vic y a mi para que lo siguiéramos.
Tome la mano de Victoire y nos acercamos a la puerta principal, dónde Hal cogió un bolígrafo de su chaqueta y abrió el diario. Vi páginas y páginas de una nítida y apretujada letra. Finalmente Hal encontró una página vacía y comenzó a garabatear algo.
Mientras él escribía, sentí como Victoire apretaba mi mano. Volteé a verla, a pesar de que intentaba mostrarse segura y confiada, la conocía tan bien para saber que estaba asustada. Le devolví el apretón y ella volteo a verme.
-Saldremos de aqui, Vic.
Ella pareció creerme.
-¿Lo prometes?
-Lo prometo -y levanté mi dedo meñique hacia ella y en automático una sonrisa se dibujo en su bonito rostro. Entrelazó su meñique con el mío.
Esa era nuestra forma para sellar una promesa.
Hal me tocó el hombro, y voltee a verlo. Él me pasó el libro. La nota decia:
-Luke, quiero que te quedes este diario. Tiene mis predicciones, mis notas sobre el futuro, mis pensamientos sobre el momento en el que me equivoqué. Creo que puede ayudarte.
Moví la cabeza a los lados.
-Hal, esto es tuyo. Quédatelo.
Senti la mirada confundida de Victoire sobre nosotros. Ella no estaba leyendo lo que Halcyon me estaba pidiendo. Él cogió el libro de nuevo y escribió:
-Tú tienes un futuro importante. Tus elecciones cambiarán el mundo. Puedes aprender de los errores, sigue con el diario. Puede que te ayude con tus decisiones.
-¿Qué decisiones? -pregunté-. ¿Qué has visto que te ha asustado tanto?
Su bolígrafo rasgó el papel durante un buen rato.
-Creo que finalmente he entendido por qué estoy maldito -escribió-. Apolo tenía razón. Algunas veces el futuro es mejor que siga siendo un misterio.
-Hal, tu padre era un capullo. No te merecías...
-Luke, no ofendas a los dioses... Mucho menos cuando estamos en peligro de muerte -musitó victoire a mi lado, mirando alrededor del cuarto con cierto temor. Como si en cualquier momento se materializará el padre de Halcyon y nos reduciera a cenizas ahí mismo.
Bufé, pero le hice caso por esa vez. Hal señaló la página insistentemente.
-Prométeme que seguirás con el diario. Si hubiera comenzado anotando mis pensamientos antes en mi vida quizá hubiera podido evitar algunos errores. Y una cosa más.
Metió el bolígrafo en el diario y se sacó la daga de bronce celestial de su cinturón. Me la ofreció.
-No puedo -le dije-. Me refiero, lo aprecio, pero soy más de espadas. Y además, tú vendrás con nosotros.
-Luke tiene razón, Hal -habló Vic-. Necesitarás esa arma para defenderte de los monstruos.
Pero él negó con la cabeza y me puso la daga en las manos. Volvió a escribir:
-La hoja fue el regalo de la niña a la que salvé. Me prometió que siempre protegería a su dueño.
Hal respiró entrecortadamente. Debía de haberse dado cuenta de lo irónico que sonaba aquello dada su maldición. Siguió escribiendo:
-Una daga no tiene el poder o el alcance de una espada, pero puede ser el arma perfecta en las manos adecuadas. Me sentiré mejor sabiendo que la tienes tú.
Me buscó los ojos y finalmente entendí lo que planeaba.
-No -dije-. Saldremos todos de aquí.
Hal apretó los labios. Escribió:
-Ambos sabemos que es imposible. Me puedo comunicar con las leucrotae. Soy la opción lógica para un cebo. Tú, Victoire y Thalía esperen en el armario. Atraeré a los monstruos hasta el Lavabo. Les daré unos pocos segundos para llegar al panel de salida antes de que comience la explosión. Es la única forma para que puedan tener tiempo.
-No -dije.
-¿Luke, Qué sucede? ¿Qué te dijo? -preguntó Victoire. Pero no le respondí, estaba más preocupado por el hecho de aquel hombre quisiera sacrificar su vida por nosotros.
Unos niñatos que recién conocía.
Sin embargo, su expresión era severa y concentrada. No se parecía al anciano cobarde que había sido antes. Parecía un semidiós, preparado para salir a luchar hasta la muerte.
No necesité el bolígrafo y el papel para saber lo que pensaba. Era su oportunidad de redimirse. Sería su última heroicidad, y su maldición acabaría hoy, tal y como Apolo había predicho.
Garabateó algo en el diario y me lo pasó. La última palabra decía:
-Prométemelo.
Respiré profundamente y cerré el libro bajo la mirada confundida de Victoire.
-Sí, te lo prometo.
Un trueno hizo retumbar las paredes de la casa. Los tres pegamos un bote. Por debajo del escritorio, algo hizo: ZAAAAAAAP, ¡POP! Un humo blanco salía del ordenador y un olor a quemado llenó la habitación.
Thalía se levantó sonriendo. La pared detrás de ella estaba reventada y ennegrecida. La instalación eléctrica se había derretido por completo, pero en sus manos, el pote de fuego
Griego brillaba con un tono verdoso.
-¿Alguien ha pedido una bomba mágica? -preguntó.
-¡Eso lía! -exclamó Vic.
Pero justo entonces, el reloj marcó las 7:03.
Las barras de la jaula comenzaron a alzarse, y el panel trasero comenzó a levantarse. Se nos acababa el tiempo. El anciano levantó la mano.
-Thalía -dije-. Dale a Hal el fuego griego.
Thalia miró a uno y a otro detenidamente.
-Pero...
-Tiene que hacerlo -mi voz sonaba más grave de lo normal-. Va a ayudarnos a escapar.
Sentí como Victoire volteaba a verme y luego a Hal. Ella no era tonta, seguramente había comprendido lo que habíamos estado hablado/escribiendo. Tanto ella como Thalia empalidecieron.
-Luke, no.
Las barras se habían alzado hasta la mitad. El panel trasero se levantaba lentamente. Una pezuña roja apareció bajo el panel. En el pasillo, las leucrotae gruñían y hacían sonar sus mandíbulas.
-No hay tiempo -advertí-. ¡Vamos!
Hal cogió el pote de fuego de Thalía y le lanzó una sonrisa embravecida. En eso Vic se soltó de mi mano y corrió abrazar a Hal. Mientras esté rodeaba el pequeño cuerpo de victoire con sus brazos, volteo verme y asintió.
Recordé la última palabra que había escrito: Prométemelo.
Metí su diario y la daga en mi mochila.
Arrastré a Victoire y Thalía hasta el armario conmigo. Un segundo más tarde, oímos las leucrotae irrumpir en la habitación. Los tres monstruos hacían sonar sus mandíbulas, hambrientas.
-¡Aquí! -llamó la voz de Hal. Debió de ser uno de los monstruos hablando por él, pero su voz sonaba más valiente y llena de confianza- ¡Les tengo atrapados en el lavabo! ¡Entren, malditos chuchos!
Fue extraño oír cómo se insultaban a sí mismos las leucrotae, pero el plan pareció funcionar. Las criaturas galoparon hasta el lavabo. Agarré las manos de Vic y Thalía.
-Ahora.
Salimos corriendo del armario y nos metimos en la jaula. En su interior, el panel comenzaba a cerrarse. Una de las leucrotae gruñó, sorprendida y se giró para seguirnos, pero no me atreví a mirar atrás. Nos apresuramos e intenté sujetar el panel con el palo de
Golf.
-¡Vamos, vamos, vamos! -grité.
Victoire paso primero. Luego Thalia mientras el panel comenzaba a doblar el palo de golf. Desde el lavabo, la voz de Hal gritó:
-¿Saben qué es esto, maldita escoria del Tártaro? ¿Lo saben? ¡Es su última comida!
La leucrota aterrizó encima de mí. Me giré, gritando, mientras su huesuda mandíbula se cerraba en el aire justo donde mi cara había estado un segundo atrás.
Intenté pegarle en el hocico, pero era como golpear un saco de cemento mojado. Algo me agarró del brazo. Thalía y Victoire me arrastraron por el agujero.
El panel se cerró, destrozando mi palo de golf. Fuimos a Gatas por un conducto de metal hasta otra habitación y nos apresuramos a llegar a la puerta.
Oí a Halcyon Green exclamando un grito de batalla:
-¡POR APOLO!
Y la mansión tembló a causa de la explosión.
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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟑
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