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▬ ▬▬ Chapter Forty-six

A last chance


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Victoire siempre le tuvo respeto al dios del mar desde que tiene uso de razón; la tierra estaba conformada por el setenta y un porciento de agua salada, mientras que el uno porciento lo abarcaba el agua dulce.

Sería muy estúpido pensar que el padre de Percy no era fuerte o poderoso teniendo más de la mitad de la tierra en su poder.

Pero ahí, en ese preciso momento, Victoire fue testigo de la verdadera fuerza del dios del mar.

—¡Ahora, hermanos! —La voz de Poseidón sonaba con tal fuerza que  Victoire no estaba segura de si la oía a través de la visión o le llegaba directamente desde la otra punta de la ciudad—. ¡Al ataque! ¡Por el Olimpo!

De las aguas del río Hudson surgieron una legión de guerreros, cabalgando las olas sobre criaturas del mundo marino: tiburones, dragones y caballos de mar descomunales que Victoire nunca había visto.

Pero lo que la hizo soltar un jadeó de emoción, y orgullo, fue cuando vio quien los dirigía al frente.

—¡Tyson! —gritó Percy, igual de asombrado que ella.

Tyson habia aumentado de tamaño mágicamente y debía de medir ahora unos diez metros, o sea, casi tanto como sus primos de la Antigüedad. Además, llevaba por primera vez una armadura completa y Victoire no pudo estar más orgullosa de él.

Inmediatamente detrás de Tyson, iba Briares, el
centimano que habían salvado el año pasado en el laberinto. Ambos, junto con todos los cíclopes, sujetaban enormes cadenas de hierro negro —tan grandes como para anclar un barco de guerra— con áncoras en los extremos.

Las giraron en el aire como lazadas y empezaron a arrojárselas a Tifón a las piernas y los brazos. Y, aprovechando el torbellino, comenzaron a dar vueltas alrededor del monstruo de modo que poco a poco lo fueron enredando y atrapando. Tifón se agitaba dando rugidos y tiraba brutalmente de las cadenas, derribando a algunos cíclopes de sus monturas; pero eran demasiadas cadenas y la superioridad numérica de los cíclopes empezó a resultar abrumadora incluso para un gigante de su tamaño.

Fue entonces que el padre de Percy, Poseidón, le arrojó con una fuerza impresionante su tridente y le atravesó la garganta de un golpe. De la herida brotó sangre dorada, el icor inmortal, formando una cascada tan alta como un rascacielos. El tridente voló de nuevo a las manos de Poseidón.

Victoire no reparo en que momento su madre había vuelto a la batalla, pero la vio volando junto a Zeus y los demás dioses, renovados por la presencia de Poseidon. Sintió un gran alivio crecer en su pecho al verla bien.

Ares se adelantó y le dio una estocada a Tifón en la nariz. Artemisa le disparó en el ojo una docena de flechas de plata. Apolo le lanzó una salva de flechas encendidas que le incendiaron el taparrabos. Zeus, respaldado por su madre, siguió machacando al gigante con sus rayos mientras el agua subía poco a poco de nivel hasta envolverlo casi por completo.

Tifón empezó a hundirse bajo el peso de las cadenas de los cíclopes. Aulló desesperado y se agitó con tal violencia que las olas chapotearon por toda la costa de Jersey, empapando edificios de cinco pisos y sacudiendo el puente George Washington. Victoire rezó una pequeña plegaria por los mortales, esperando que no muchos mortales hubieran sufrido la irá de tifón.

Pese a sus esfuerzos, Tifón comenzaba a hundirse sin remedio hacia el fondo, donde Poseídon había abierto un túnel especial para él: un tobogán de agua, el cual sonaría divertido si esté no te llevará directo al Tártaro. Cómo le estaba pasando a él.

La cabeza del gigante se sumergió al fin entre un torbellino burbujeante y desapareció del todo.

—¡Bah! —gritó Cronos, mientras atravesaba el humo con su espada haciendo jirones la imagen.

Cronos se encontraba tan disgustado, que no se percató de la debilidad de su hechizo. Victoire recuperó la movilidad de su cuerpo, y antes de que su espada pudiera escurrirsele de la mano, la sujeto con firmeza y se preparó para atacar.

—Ya vienen —le dijo Percy al Titán—. Estás perdido.

—Ni siquiera he empezado de verdad —refuto él.

Y se adelantó con deslumbrante velocidad hacia Percy, pero Victoire, previniendo aquel movimiento, se interpuso en su camino blandiendo su espada contra el Titán.

Le lanzó un tajo directo en el pecho y Victoire esperó a que su espada se hiciera añicos, como le había pasado a Ethan. No obstante su hoja se mantuvo intacta y una ola de energía surgío del impacto. No le hizo mucho daño, pero si que lo detuvo un par de segundos.

Segundos que aprovechó el Titán para tomarla del cuello, golpearla con su empuñadura en su costado izquierdo y lanzarla como un muñeco de trapo hacia el vacío por la sima abierta.

—¡Victoire!

Rebotó contra el mármol del salón y alcanzó a sujetarse de la orilla antes de precipitarse al vacío. Soltó un alarido de dolor al sentir un fuerte tirón en su costado izquierdo, justo en el lado donde su peso entero había caído y donde el titán la había golpeado. Intento subir, pero las punzadas de dolor y sus fuerzas se estaban consumiendo. Los dedos comenzaban a resbalarsele como mantequilla.

Comenzó a sudar frío, si no hacia algo pronto caería en el vacío y estaría perdida.

Justo cuando sus energías están a punto de ceder, Daphne apareció sobre ella y la ayudó a subir. Victoire respiró con cierta dificultad y tembló en brazos de la morena. Sentía el cuerpo pesado como el plomo y agarrotado, como si una legión entera de monstruos le hubiera pasado encima. El golpe que le propinó Cronos le había sacado el aire de los pulmones y le había roto varias costillas. No era la primera vez que le pasaba, por lo que pudo identificar el origen de su dolor.

Le agradeció a la rizada por haberla salvado, de lo contrario no estaba muy segura de que hubiera podido volar. Le dolía tremendamente el cuerpo y usar sus alas requería mucha de su energía.

—¿Jonathan? —le pregunto Tori entre jadeos al no verlo por ningún lado.

—Muerto — respondió Daphne con un ligero temblor en su voz.

Ella la comprendió. Una cosa era matar monstruos, y otra muy diferente era matar a un mestizo que se desvío del camino.

Victoire inspiró con dificultad y tomo su mano en señal de apoyo.

—Hiciste lo correcto. Era tu vida o la de él.

En eso, la espada de Percy se deslizó hacia ellas y Daphne la tomó a tiempo de que está cayera al vacío. Ambas alzaron la mirada a tiempo de ver a Percy esquivando el filo doble de Backbiter.

—Quedate aquí —le dijo Daphne—. Nemo necesita ayuda.

Y antes de que Tori pudiera decir o hacer algo, la rizada salió corriendo hacia el Titán, con contracorriente en mano. Se lanzó sobre la espalda de Cronos como una gacela.

Victoire vio con impotencia como Percy y Daphne se enfrentaban al señor de los tiempos. La rizada le había devuelto a Percy su espada, por lo que ella ahora estaba haciendo uso de su boomerang. Éste volaba y golpeaba a Cronos, pero apenas y le hacía daño alguno. El único que lograba lastimarlo, aunque sea un poco, era Percy, pero incluso con la maldición de Aquiles arriba, comenzaba a notarse su cansancio.

Cronos comenzó a tomar la ventaja y sus amigos comenzaban a verselas negras.

Sus instintos se activaron.

No podía permitir que algo malo les pasase.

No a ellos.

No cuando ya había perdido mucho.

Victoire hizo lo más estúpido que ha había hecho en su vida. Con las piernas como gelatina y un agonizante dolor en su cuerpo, se puso en pie con dificultad y comenzó a caminar hacia ellos, ignorando los pinchazos de dolor al dar cada paso, pero entonces...

—¡Quieto!

Annabeth había surgido de la nada y el corazón de Victoire se congelo del miedo.

Miedo a que Annabeth también saliera herida; Percy y Daphne ahora se encontraban tumbados en el suelo: un hilo de sangre se deslizaba por la comisura de la rizada mientras que Percy tenía toda la frente perlada de sudor. El no podía salir herido, pero si que se le veía afectado por la guerra.

Ambos vieron a la rubia con estupefacion y sin poder moverse para apartarla.

Cronos giró en redondo para hacerle frente y le dio un mandoble con Backbiter, pero ella se las arregló para parar el golpe con la empuñadura de su puñal. Sólo los luchadores más rápidos y diestros habrían sido capaces de hacer algo semejante. Y Victoire no pudo estar más orgullosa de ella, pero a la vez preocupada.

Victoire sofocó un grito cuando un fuerte tirón la traspaso. Trastabillo, pero se obligó a continuar.

No se iba a dar por vencida.

Debía llegar hasta ellos a como de lugar.

Annabeth, sacando una fuerza que ni Tori comprendio como, se acercó aún más a él para sostener el pulso —las dos hojas entrecruzadas— y por un instante se situó cara a cara frente al señor de los titanes, aguantando con firmeza.

—Luke —escuchó que le dijo, apretando los dientes—. Ahora lo entiendo. Has de confiar en mí.

Pero Cronos rugió con indignación.

—¡Luke Castellan ha muerto! ¡Su cuerpo arderá hasta consumirse cuando yo asuma mi verdadera forma!

Vio como le dio un empujón a Annabeth, tratando de liberar su arma, pero ella resistió el envite con brazos temblorosos. Pero no podía impedir que él le fuera acercando al cuello el filo de la espada.

—Tu madre —gruñó Annabeth—. Ella vio tu destino.

—¡Servir a Cronos! —rugió el titán—. ¡Ése es mi destino!

—¡No! —insistió Annabeth soltando lágrimas—. ¡Esto no es el fin, Luke! La profecía. Ella vio lo que harías. ¡La profecía habla de ti!

Victoire se detuvo en seco y miro atónita a Annabeth.¿Qué acaba de decir?

La profecía habla de ti» repitió su mente.

¿De Luke? ¿Cómo podría hablar de ...?

Entonces lo comprendió y sintió un vuelco en el corazón.

No. Seguro era un error. Tenía que serlo. Pero Annabeth había hablado con tanta seguridad, que una parte de ella le creyó.

Continúo su andar a pesar de la punzante agonía que sentía al hacerlo.

—¡Te aplastaré, niña! —bramó Cronos.

—No lo harás —replicó Annabeth—. Lo prometiste. Incluso ahora estás manteniendo a raya a Cronos.

—¡Mentiras! —Cronos la empujó de nuevo y esta vez Annabeth perdió el equilibrio. Él aprovechó para golpearla en la cara, lanzándola hacia atrás.

Ese fue el único impulso que Victoire necesitó para aumentar su velocidad y llegar hasta ellos. Cronos dio un paso hacia Annabeth, dispuesto a termina con ella, cuando Tori lo detuvo rodeándolo por dentras.

Loco ¿no? Abrazar al señor de los titanes por la espalda. Pero esa era su única oportunidad.

«un último intento» pensó ella antes de hablar.

—Luke... sé que estás ahi. Porfavor para. Lo prometiste —la voz le temblaba de dolor, aunque no sabía si era por lo lastimada que estaba o por el hecho de que le hablaba a Luke con su última esperanza. Se aferró más a él cuando sintió que se tensaba—  ¿Recuerdas? Prometiste que nunca nos harías daño.

Pero Cronos la jalo con brusquedad y Tori pego un gritó al sentir otro tirón de dolor puro. Quedó cara a cara con él, con la frente perlada en sudor y jadeando de dolor. Más no le importó, miró fijamente sus ojos dorados, buscando un atisbo del chico que juro protegerla años atrás.

—Lo prometiste Luke —la voz se le cortó y las lágrimas se aglomeraron en sus ojos castaños—. Prometiste que seriamos familia siempre.

Entonces alzo la mano y levantó su dedo meñique entre el espacio que los separaba.

Al verla Cronos se tambaleó. Miró el rostro y cuerpo magullado de Tori y luego el cuchillo que Annabeth aún sostenía junto a ellos. La sangre que ambas tenían en la rostro.

—Lo prometiste —repitió Annabeth con lágrimas en el rostro.

Entonces él soltó un jadeo, como si le faltase el aire para respirar.

—Vic… —Pero no era la voz del titán. Era la de Luke —. Annabeth...— Victoire sollozó de alivio y Luke dio un traspié, como si no controlara su propio cuerpo—. Están sangrando...

Lucía tan aterrado en ese momento, que Victoire sollozó al verlo asi.

—Mi cuchillo —Annabeth trató de blandir su puñal, pero se le escapó de la mano y repiqueteó por el suelo. Tenía el brazo doblado en un ángulo extraño. Se giró hacía a Percy, implorante—. Percy, por favor…

Pero Victoire no despegó su mirada de Luke para ver que es lo que Percy haría, sino que mantuvo sus orbes cafes fijos en los de Luke, quien la había soltado de su agarre como si la piel de Victoire le estuviera quemando.

Percy, con movilidad nuevamente, se abalanzó hacia delante, recogió el cuchillo de Annabeth y, de un golpe, le arranco a Luke su espada, que rodó hasta la hoguera. Pero él apenas le prestaba atención.

No podía apartar la mirada de ella. Dio un paso hacia Victoire, pero Percy se interpuso entre ellos de golpe.

—No la toques —espetó él con un gesto frío.

El rostro de Luke se contrajo de cólera. La voz de Cronos gruñó:

—Jackson..

—No Percy, espera.

Le pidio ella al ver qué el cuerpo de Luke había empezado a resplandecer y volverse dorado. Dio un paso al frente, pasando al azabache y se dirigió al rubio.

—¿Luke?

Él jadeó de nuevo. Ahora con la voz de Luke:

—Se está transformando. ¡Socorro! Casi… casi está listo. Ya no necesitará mi cuerpo. Por favor…

—¿Cómo... Cómo puedo ayudarte? —preguntó Tori con lágrimas en los ojos.

—Solo hay un modo. Tienes que... —se retorció.

—¡No! —bramó Cronos.

Miró alrededor buscando a Backbiter, que había caído entre las brasas. Fue a buscarla dando tumbos. Percy trató de detenerlo, pero él lo apartó de su camino con tal fuerza que aterrizó junto a Annabeth y Daphne y se golpeó la cabeza contra el trono de Atenea.

Victoire sollozó e intento ir detrás de él pero sus piernas se doblaron y cayó de bruces al suelo.

Escuchó a Cronos aullar de dolor, había tomado la espada de las brazas y ahora tenía las manos quemadas y humeantes. Luke se dio media vuelta y se desmoronó, agarrándose sus manos destruidas.

—Por favor, Percy… —suplicó.

Percy se incorporó a duras penas y se acercó a él con el cuchillo en manos. Tenía que matarlo. Ése era el plan

Luke pareció adivinar lo que él estaba pensando. Se humedeció los labios.

—Tú no… no puedes. Él se zafará de mi control. Se defenderá por sí mismo. Sólo mi mano o la de ella —miro a Tori—. Pero no dejaré que lo haga, no puedo implantarle más sufrimiento. Yo sé dónde. Yo… puedo… mantenerlo controlado.

Victoire sollozo e intento incorporarse, pero sus piernas flanquearon y a nada estuvo de caer de no ser por Grover, que la sujeto.

Victoire sintió su corazón hecho un puño cuando vio a Percy alzar el cuchillo sobre Luke.

Entonces volteo a verla y vio el terror en su mirada. Se giró hacia Annabeth y vio que Daphne la protegía con su cuerpo. Y aun así su amiga rubia le lanzaba una mirada suplicante.

Fue entonces que Percy comprendió lo que ella había intentado decirme todo el rato.

«Tú no eres el héroe —le habia dicho Rachel—. Eso influirá en lo que hagas».

—Por favor —gimió Luke—. No hay tiempo.

Si Cronos adoptaba su verdadera forma, ya no habría modo de pararlo. Comparado con él, Tifón no parecería más que un matón de barrio.

La frase de la Gran Profecía resonó en su interior:

«El alma del héroe, una hoja maldita habrá de segar».

Sintió que el mundo daba un vuelco bajo sus pies.

Él no era el héroe.

Le dio el cuchillo a Luke.

Victoire sintió como si pecho se retorcía. Grover, a su lado, soltó un gañido.

—¿Percy? ¿Estás… hum…?

Pero éste no respondió, sino que contempló cómo Luke tomaba el puñal por la empuñadura.

Permaneció frente a él.

—No —musitó Tori al ver que Luke comenzaba a desatarse las correas de su armadura—. Ayudame Grover, debo llegar a él.

—Pero Tori...

—¡Ayudame!

Con dificultad comenzaron a caminar hacia ellos. Pero entonces la sala del trono sufrió una brusca sacudida que la terminó derribando a ella y a Grover al suelo. Alzo la mirada rápidamente hacia Luke, y vio como esté se había clavado el puñal en un punto bajo el brazo izquierdo. Entonces, alrededor de Luke se formó un aura de energía que se volvía más y más brillante por momentos.

—¡No!

Pero no pudo moverse y no le quedó más opción que cerrar los ojos y sentir que una fuerza brutal, como de explosión nuclear, golpearla contra la piel.

«Percy» pensó ella. El chico se encontraba más cerca de Luke, por ende aquel brillo podría lastimarlo.

Sin ver nada, comenzó a arrastrarse por el suelo para intentar llegar hasta él. Pero entonces se hizo un largo silencio y abrió los ojos. Un sollozó brotó de sus labios cuando vio a Luke tirando junto a la hoguera.

Reuniendo la poca fuerza que le quedaba, siguió arrastrándose hacia él cuando Grover llegó hasta ella y la ayudó a caminar.

Ambos alcanzaron a Luke y a Percy.

Alrededor del rubio, había un círculo de ceniza ennegrecido, pero lo que más le dolió fue ver que Luke tenía ensangrentado el costado izquierdo. Sus ojos estaban abiertos, pero estos habían vuelto a ser azules como antes. Respiraba agitadamente entre estertores.

—Buena… hoja —musitó él.

Victoire se dejó caer junto a él y acunó su cabeza en su regazo.

—Vic...

Luke sonrió al verla y ella le devolvió el gesto entre temblores y lágrimas.

Annabeth y Daphne se acercaron a ellos y Luke miró a Annabeth.

—Tú lo sabías. He estado a punto de matarte, pero lo sabías…

—Chist. —A ella le temblaba la voz—. Has sido un héroe al final, Luke. Irás a los Campos Elíseos.

Victoire ahogó un jadeó al oir aquello.

No.

Él no podía dejarla.

Luke movió la cabeza débilmente.

—Creo que… renaceré. Intentaré tres veces. Islas Afortunadas.

Annabeth gimoteó. Pero Daphne le respondió.

—Siempre te has exigido demasiado, Luke — la morena tenía la mirada cristalizada.

Luke esbozo una suave sonrisa.

—Es algo que tenemos en común, ¿No?

Daphne se sorbió la nariz y asintió. Entonces Luke alzo su mano carbonizada hacia Annabeth. Ella acarició la punta de sus dedos.

—¿Tú me…? —Luke tosió y sus labios se tiñeron de escarlata—. ¿Me querías?

Annabeth se secó las lágrimas.

—En una época creí… bueno, creí…

Victoire alzo la mirada hacia ella y vio que Annabeth miraba de reojo a Daphne. Victoire pudo deducir muchas cosas con esa simple mirada que le había dado a la morena, pero no estaba para eso ahora. No cuando su mejor amigo estaba muriendo en sus brazos.

—Eras como un hermano para mí, Luke —dijo suavemente—. Pero no te quería de la forma que creía.

Luke asintió, como si estuviese contento de esa respuesta. Hizo una mueca de dolor. Victoire acarició su cabello con ternura.

—Podemos buscar ambrosía —dijo Grover—. Podemos…

—Grover. —Luke tragó saliva—. Eres el sátiro más valiente que he conocido. Pero no, no hay curación… —Tosió otra vez.

Pero Victoire estaba negada a creer eso.

—No —espetó ella con la voz temblorosa—. Ya perdí a mucha gente en está guerra, no pienso perderte a ti también.

Y entonces hizo algo que ninguno vio venir. Colocó ambas manos a ambos lados de la cara de Luke, cerró los ojos y comenzó a murmurar unas palabras en griego antiguo. Su cuerpo entero comenzó a resplandecer en un brillo naranja que dejó mudos a todos.

Percy comprendió lo que Victoire estaba haciendo casi al instante: estaba compartiendole de su fuerza. Así como ella había hecho con él en la ciudad, cuando peleaba contra Hiperión.

Sin embargo, y por algún motivo desconocido y desconcertante, también lo estaba curando lentamente. El cuerpo de Luke comenzó a brillar levemente y su respiración comenzaba a regularizarse.

Cuando sintió que el dolor estaba disminuyendo en él, Luke colocó una mano sobre la de Victoire e intento apartarla. Pero ella se resistió.

—Vic... —la llamo Luke, afligido—. Victoire, mírame —Ella abrió los ojos, pero siguió murmurando en griego—. Para... Detente —pidio él. Victoire negó con fuerza—. Debes dejarme ir. No puedes hacer esto, Vic. Sí lo haces, él volverá.

A Victoire se le cortó la voz. Se sorbió la nariz y bajo la mirada hacia los orbes azules de Luke. Sollozó más fuerte cuando comprendió algo.

Su profecía retumbó en su memoria:

«Más el alma del héroe deberá sacrificar»

—No puedo —musito ella con un hilo de voz mientras negaba con la cabeza—. No puedo perderte a ti también. No puedo. No a ti...

—Y no lo harás —dijo él y alzo una mano para señalar el corazón de la chica—. Siempre estaré aquí. Contigo. Porque siempre fuiste tu, Vic. Solo tú; lo que siento por ti no creo que tenga fin, ni ahora, ni nunca. No importa lo que digan los demás sobre mi. Mi corazón es tuyo, y nada cambiará eso. Estaré siempre contigo. Lo prometo.

Y alzo su dedo meñique hacia ella. Incluso cuando estaba desfalleciendo, le estaba haciendo una de sus promesas.

Entre jadeos y sollozos, Victoire dejó de resplandercer y entrelazó su meñique con el suyo.

—Te amo Luke —dijo ella en un hilo de voz, aceptando lo que debía hacer.

Él le sonrió débilmente.

—Y yo a ti —le dijo y entonces dibujo una mueca—, debí decírtelo años atrás, pero sabía que tú no me veías de la misma forma que yo. Y está bien, prefería mantenerte junto a mí como mi mejor amiga, a qué te alejaras para siempre de mi por mis sentimientos. Te amo, Victoire, aunque tú a mí no de la misma forma.

Victoire cerro los ojos con fuerza y bajo la mirada con profunda tristeza. No, ella no lo amaba de la forma que Luke quería. Pero lo amaba como uno ama a su alma gemela.

Percy, por otro lado, no sabía cómo sentirse al respecto. Por un lado estaba receloso por la forma en que Luke le estaba hablado a Tori. Pero por otro lado, sentía unas inmensas ganas de golpear algo. Le dolía, no, le lastimaba profundamente ver a Victoire sufriendo de ese modo.

Luke lo agarró de la manga, desviando su atención de ella hacia él, y sintió el calor de su piel, que parecía de fuego.

—Ethan. Yo. Todos los no reclamados. No permitas… No permitas que vuelva a suceder.

Había cólera en sus ojos, pero también súplica.

—No lo permitiré —dijo Percy—. Te lo prometo.

—Cuida de ella, por favor. Protegela como yo no pude hacerlo.

Escuchó a Victoire sollozar, pero Percy mantuvo la mirada fija en Luke.

—Lo prometo. No dejaré que nada le pase.

Luke asintió levemente y su mano se aflojó del agarre que ejercía en Percy. Volteo a ver una última vez a Tori.

—Sé que no te gusta cantar desde.... Ese dia. Pero, ¿Podrías hacerlo una última vez? ¿Por mi?

Victoire asintió afligida.

—¿La que te gusta? —preguntó.

—Si, ya sabes mi parte favorita.

Victoire se sorbió la nariz y tomo la mano de Luke entre las suyas, poco le importo el calor que irradiaba el chico.

Y entonces, en medio del salón de los dioses, destruido, y bajo la atenta mirada de sus amigos, se puso a cantar aquella canción que cantaba con Luke de niños, cuando solo eran ellos dos contra el mundo.

Somewhere over the rainbow. Skies are blue —canto intentando que su voz no sonará entrecortada, más era notable que no podía del todo—. And the dreams that you dare to dream. Really do come true.

»Someday I'll wish upon a star and wake up where the clouds are far behind me —su voz tembló, pero siguió—. Where troubles melt like lemon drops. Away above the chimney tops. That's where you'll find me.

»Somewhere over the rainbow. Skies are blue. And the dreams that you dare to dream. Really do come true.

Victoire termino de cantar, y acarició el cabello rubio de luke.

—Gracias, y lo siento—dijo él.

Y entonces sus ojos se cerraron.

—¿Luke? —musitó ella con la voz temblorosa y llena de terror y negación —Luke, porfavor...—berreo y lo sacudió de los hombros con brusquedad, como si el chico solo le estuviera haciendo una broma de muy mal gusto—¿Luke?

Pero él no respondió ni volvió a abrir los ojos.

Y nunca más lo volvería hacer

Por sexta vez en su vida, Victoire sintió como le arrancaban un pedazo de su ser y lo dejaban hecho aniños. Cómo sí la guadaña de Cronos hubieran penetrado en lo más profundo de su alma y se hubiera llevado parte de ella con él.

La mitad de su alma.

El corazón le latía con fuerza en el pecho, acelerando su respiración a un ritmo tan acelerado que por un momento sintió que el aire no estaba entrando en sus pulmones. El pecho le ardía por la agonía, cómo sí se hubiera tumbado desnuda sobre las brasas de la hoguera de Hestia y se estuviera quemando viva.
Hiperventilaba, cosa que no le ayudaba para aliviar el dolor de su magullado cuerpo tras la batalla contra Cronos.

Su alma gemela había muerto en sus brazos, y ella pudo haberlo salvado.

Pero no lo hizo, lo dejó ir.

Lo sacrificó.

Y ella estaba destrozada.

Todos escucharon como Tori soltaba un alarido lleno de una desgarradora agonía. Las punzadas de dolor se habían convertido en martillazos que le escocian en el alma, un alma que ya no sentía. Jamás había sentido algo como eso, la sensación de estar perdiendo algo, de tenerlo entre las manos, y sentir como se le escurría entre los dedos con la posibilidad de poder salvarlo.

Percy se estremeció en su lugar al poder sentir el dolor brotar de cada poro de la castaña, como si el mismo estuviera experimentando aquel dolor.

Vio como Victoire jalaba el cuerpo de Luke hacia ella y lo abrazaba con tanta fuerza, como si temiera que en cualquier momento el cuerpo del chico se fuera a desintegrar como el de los monstruos.

Ni siquiera le importaba que ella misma se estuviera manchando de su sangre.

Y aquello resultó ser aun más devastador de ver.

Percy había comprendido, al igual que Tori, que no era su alma la que debía sacrificar para salvar al Olimpo, sino la de su mejor amigo.

Su familia.

Su alma gemela.

Comprendió entonces que la muerte de Luke había sido el último eslabón para que la castaña se viniera abajo. Para que su corazón se hiciera añicos y quedará un gran vacío en su interior.

Y en ese momento, Percy odio a todos; A los dioses; A las Moiras; A las profecías; Victoire estaba sufriendo como nunca por culpa de todos ellos.

El destino había separado a dos almas gemelas, que se juraron proteger el uno al otro.

Dos almas que merecían más que eso.

Y ahora esa promesa había muerto con Luke.

Y, para su pesar, una parte de Victoire también había muerto con él.

Los dioses llegaron unos minutos más tarde, con sus arreos de guerra. Irrumpieron ruidosamente en la sala del trono, previendo una batalla; pero en la cálida penumbra que proyectaba la hoguera encontraron solamente a Percy, Daphne Annabeth y a Grover entornó al cuerpo destrozado de Luke, quien aún era sujetado por una destrozada Victoire.

—Percy —dijo Poseídon, impresionado—. ¿Qué… qué es esto?

Percy se volvió hacia ellos, y por un segundo, Poseidon se alarmó al ver la cólera en la mirada de su hijo.

No obstante, cuando esté se iba a levantar para reclamarle a todos ellos lo que le habían hecho pasar a la chica más importante para él, Tori lo tomó del brazo y le dio un ligero apretón, deteniendolo. Percy se giró hacia ella y la vio alzar el rostro con una expresión vacía en la mirada.

—Por favor —murmuro ella con la voz ronca—, porfavor Percy, no dejes que tiren su cuerpo al Tártaro.

El enfado en él se esfumó cuando escuchó la súplica en su voz. Victoire estaba demasiado afectada como para que él inicie un conflicto con los olímpicos.

Asintió en su dirección y se giró hacia los dioses. Inspiró profundamente.

—Necesitamos un sudario — dijo—. Un sudario para el hijo de Hermes.

—Pero Percy, él es un...

—Un heroe —corto Percy con el gesto duro—. Luke murió como un héroe.

     
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                  

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Victoire no supo cómo reunió fuerzas para separarse del cuerpo de su mujer amigo y dejar que fuera envuelto en un sudario blanco y verde. Las tres Moiras, en persona, cargaron con él y lo sacaron de la sala del trono.

—Esperen —dijo Hermes de pronto.

El dios mensajero iba vestido con su conjunto clásico, es decir, túnica griega, sandalias y casco alado. Las serpientes, George y Martha, se enroscaban en su caduceo, siseando.

Victoire vio con tristeza como Hermes destapaba la cara a Luke y besaba su frente. Murmuró unas
palabras en griego antiguo: una bendición final.

—Adiós —susurró.

Luego asintió, dando su venia a las Moiras para que se llevaran el cuerpo de su hijo.

Mientras salían, Percy pensó en la Gran Profecía. Ahora todos los versos cobraban sentido para él.

«El alma del héroe, una hoja maldita habrá de segar». El héroe era Luke; la hoja maldita, el cuchillo que él mismo le había dado a Annabeth mucho tiempo atrás: maldita porque Luke había quebrantado su promesa y traicionado a sus amigas.

«Una sola decisión con sus días acabará». Su decisión había consistido en darle a él el cuchillo y creer —como Victoire y Annabeth habían hecho— que todavía era capaz de corregirse y arreglar las cosas.

«El Olimpo preservará o asolará». Al sacrificarse a sí
mismo, él había salvado al Olimpo. Rachel tenía razón. Al final, no había sido él el héroe. Sino Luke.

Y entonces comprendió otra cosa también: al sumergirse en el río Estigia, Luke había tenido que concentrarse en algo importante que lo mantuviera unido a su vida mortal. De lo contrario, se habría disuelto. Percy había pensado en Victoire, y tenía la sensación de que Luke también. Luke se había imaginado la escena que Hestia le había mostrado: la imagen de sí mismo en los buenos tiempos, con Victoire, Thalia y Annabeth, cuando él había prometido que formarían una familia.

Herir a Victoire y a Annabeth en el combate le había producido una conmoción y le había traído el recuerdo de su promesa. Había sido eso lo que le habia permitido que su consciencia mortal tomara el control y se impusiera a Cronos.

Su punto débil —su talón de Aquiles— los había salvado a todos.

Victoire permanecía a su lado, había dejado de llorar y el rastro de las lágrimas secas permanecía en su rostro lleno de polvo. Y aún así, Percy la vio hermosa.

En eso, la propia profecía de la chica cobro sentido también para él:

«Para salvar al Olimpo, de la diosa más leal al rey una mestiza deberá de nacer». Ahí estaba ella. Hija de la diosa más leal a Zeus. Nike.

«Bajó el engaño y la mentira vivirá atormentada, más la verdad ante sus ojos le será revelada» Victoire había vivido muchos años engañada sobre la muerte de su ex pareja. Keegan Grayson. Luego había descubierto que únicamente la habían mantenido con vida para protegerlo a él, y al Olimpo. Además, ella había visto la verdad sobre el hijo de Némesis con sus propios ojos, cuando recuperó sus recuerdos.

»En la guardiana de el Elegido destinada a convertirse está, creando una conexión que ni los dioses podrán parar». Percy se ruborizó con ese verso. Desde la primera vez que salieron de misión juntos, Victoire lo había protegido y apoyado en todo momento a pesar de que recién lo conocía. Y él también lo había hecho. Había decidido confiar en la chica recién llegada sin titubear. Y ahora ambos tenían una conexión que Percy estaba segura que los dioses jamás lograrían romper.

«Una gran guerrera que el Olimpo podrá salvar, más el alma del héroe deberá sacrificar o el azote del mundo entero deberá pagar». Victoire había tenido todas las intenciones de salvar a Luke. Se había rehusado a perder a su familia de nuevo.

Pero al final lo había dejado ir. Había sacrificado lo que él significaba para ella y había terminado salvando al Olimpo.

Pero Percy estaba seguro que aquel sacrificio la había roto de forma de emocional. Victoire había perdido tanto en esa guerra; Lee, Beckendorf, Michael, Silena... Luke. Casi todos sus seres queridos habían muerto en el enfrentamiento con el señor de los titanes.

Fue entonces que Percy se prometió una cosa: tomaría cada pedazo roto de Victoire y la ayudaría a unirlos todos de nuevo. No importaba cuanto tiempo le llevase, él estaría para ella.

No obstante, en ese momento, las rodillas de la castaña se doblaron y Percy alcanzó a sujetarla de la cintura a tiempo, pero Victoire soltó un grito de dolor y comprendió que la había agarrado por su costado herido.

—¡Oh, dioses! —exclamó—. Perdona.

—No pasa nada —musitó ella, y se desmayó en sus brazos.

—¡Necesita ayuda! —gritó Percy, preocupado.

—Déjame a mí — Apolo se había acercado a ellos. Su ardiente armadura brillaba tanto que hacía daño a la vista. Si no fuera por el gesto de preocupación en su rostro, bien podría haber parecido un modelo de ropa de combate con esos lentes Ray-Ban—. El dios de la medicina a tu servicio, solecito.

Le pasó a Victoire la mano por la cara con delicadeza y pronunció un conjuro. Las magulladuras de su cuerpo desaparecieron en el acto. Los cortes y cicatrices se borraron. Percy sintió como por debajo de su mano los huesos de la chica se curaban.

Victoria inspiró profundo y lentamente exhaló con alivió. Sin embargo permaneció inconsciente.

Apolo sonrió, satisfecho.

—En unos minutos se habrá recuperado del todo, su metabolismo de recuperación es increíble gracias a su velocidad —le dijo a él—. Pero me da tiempo para componer un poema sobre nuestra victoria, ¡Ja! ¿Entendiste? ¿Victoria... Victoire? ¿No? Bueno, será asi «Apolo y sus amigos salvan el Olimpo». ¿A que suena bien?

—Gracias, Apolo —agradeció Percy—. Hum, la poesía la dejamos en tus manos.

Apolo asintió y entonces miró a la castaña con un gesto en la mirada que hizo que Percy se tensara.

—Yo me quedaré con ella. Ve con los demás a ver en que puedes ayudar.

—Pero yo...

—Tengo entendido que tus padres están abajo, preocupados.

Percy se tenso. Era cierto. Miró una vez más a la castaña entre sus brazos y le lanzó una promesa silenciosa de que volvería con ella. Dejó que Apolo cargará con su cuerpo y vio como se la llevaba a un costado del salón.

Percy se dirigió a Zeus para cumplir la promesa que le había hecho a su madre antes de bajar al inframundo. Zeus escuchó sin pestañear su extraña petición y chasqueó los dedos. Le comunicó que la cima del Empire State acababa de iluminarse de color azul.

La mayoría de los mortales no sabrían qué significaba aquello, pero su madre lo entendería: había logrado sobrevivir.

El Olimpo estaba salvado.

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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟐 ✔️


Cómo me dolió escribir este capítulo 😭

Y para rematar, les dejo este edit que hice hace tiempo:

Lloremos juntos 😭😭

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