𝟦𝟢. 𝗎𝗇𝖺 𝗏𝗂𝗌𝗂𝗍𝖺 𝖽𝗂𝗏𝗂𝗇𝖺
🌿✨ 𓄴 SEMPITERNO presents to you
▬ ▬▬ Chapter Forty
❝a divine visit ❞
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Blackjack y Porkpie se dirigieron al Hotel Plaza, donde los campistas y las cazadoras se habían instalado como cuartel general.
Silena fue quien los vio primero, y nada más reparar en el cuerpo que ambos pegasos llevaban cargando, gritó y se apresuro a salir a la terreza para recibirlos.
—¡Dioses! —exclamó al verla y por poco se echa a llorar ahí mismo. Toda su blusa y parte de su brazo están cubiertos de sangre.
En ese momento Travis Stoll salió, se apresuró hacia ellas y cargo a Tori para dejarla sobre una tumbona.
—¿Qué ha sucedido? —le preguntó el castaño.
Varios campistas salieron para escuchar.
Con esfuerzo, y dolor, Victoire les explicó la batalla que se estaba llevando en ese momento en el puente Williamsburg.
—Blackjack y Porkpie me sacaron de ahí por órdenes de Percy. Pero debo volver, Cronos está ahí.
Sus compañeros intercambiaron miradas inquietantes al oir el nombre del titán. Victoire intentó incorporarse de la tumbona pero Silena la sujeto del hombro bueno y la tumbó de nuevo.
—Ni hablar, estás herida.
—No es nada —e intento incorporarse de nuevo cuando una punzada de dolor la atreveso. Victoire gritó y se desplomó en la tumbona. Comenzaba a sentir frío.
—No luce bien —dijo Travis, observandola—. No sé sobre heridas pero creo que esa tiene veneno.
A la mención de eso, Silena sollozó, más aguantó las lágrimas y tomó el control de la situación. Comenzó a repartir órdenes.
—Travis, busca vendas ahí dentro y algo con lo que limpiar la herida.
El castaño salió corriendo. Silena tocó la frente de Victoire y la retiró bruscamente. La castaña había comenzado a tiritiar de frío.
—Tiene fiebre —dijo y se giró hacia uno de sus hermanos—. Angus, busca un valde y llenala de agua fría. También busca un paño. Necesitamos bajarle la fiebre.
El moreno asintió y salió corriendo a buscar lo que pidió. Silena se giró hacia una hija de Demeter y le pidió buscar unas mantas. La chica salió corriendo también.
—Resiste Tori, porfavor —sollozo la pelinegra al ver la palidez de su amiga.
Travis regresó minutos después con varias vendas en brazos.
—Encontre esto, ¿Te sirve para limpiar la herida? —preguntó sacando un paquete de gasas y un desinfectante para cortes superficiales.
Silena meneó la cabeza con una mueca.
—Es mejor que nada, sujetale su mano. Esto le va arder—se giró hacia la castaña, espero a que el hijo de Hermes tomará su mano y comenzó a rociarle desinfectante a la herida.
Victoire gritó debido al ardor y Travis soltó un quejido cuando está comenzó a estrujarle la mano.
—Demonios, si que es fuerte —masculló el chico.
Pero Silena lo ignoró y comenzó a limpiar la herida con las gasas. Antes de comenzar a vendarla, limpio la sangre alrededor de la herida.
Cuando terminó de vendarla por completo, Angus y la hija de Demeter regresaron con las cosas que ella había pedido y Silena se apresuró a tapar a Tori con las mantas. Tomó el valde, majo el paño con agua fría, lo exprimió y se lo tendió a Travis.
—Ponselo en la frente, ya vuelvo.
—¿A dónde vas? —preguntó el castaño.
—Debo llamar a Percy. Tori necesita a un hijo de Apolo con urgencia.
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Victoire seguía temblando cuando Percy y Will llegaron a la terraza. El azabache y el rubio se abrieron paso entre la aglomeración de campistas que estaban ahí preocupados por Tori. Silena le limpiaba la frente con el paño frío, y al verlos, suspiró aliviada.
Will se apresuró a quitarle los vendajes a la castaña para examinar la herida. Percy estuvo a punto de desmayarme ahí mismo; La hemorragia había cesado, pero el corte era profundo y la piel de alrededor tenía un espantoso tono verde.
—Vi… —murmuró con voz apenada.
La castaña había recibido aquella puñalada para cubrirlo, y él no dejaba de reprocharse por haber
permitido que eso ocurriera.
—Había veneno en el puñal —masculló Tori—. Qué estúpida, ¿no?
Will Solace suspiró, aliviado.
—No es tan grave, Tori. Unos minutos más y lo habríamos tenido complicado, pero el veneno aún no ha pasado del hombro. No te muevas. Que alguien me dé un poco de néctar.
Percy tomó una cantimplora y se la dio. Will limpió la herida con la bebida divina mientras él sujetaba la mano a Tori.
—Uf —masculló—. ¡Ay, ay!
Lo agarraba con tanta fuerza que sus dedos se le pusieron morados, pero se mantuvo inmóvil como Will le había pedido. Silena le susurraba para darle ánimos, pero seguía luciendo preocupada.
Will aplicó pasta de plata en la herida y canturreó unas palabras en antiguo griego: un himno a Apolo. Luego le cambió el vendaje y se incorporó tembloroso.
La curación le había consumido un montón de energía. Estaba casi tan pálido como ella.
—Con esto debería bastar —dijo—. Pero vamos a necesitar algunas medicinas mortales —Tomó una hoja del hotel, garabateó unos nombres y se la entregó a un hermano de Annabeth—. Hay una farmacia Duane Reade en la Quinta. Normalmente, no me atrevería a robar…
—Yo sí —se ofreció Travis.
Will le lanzó una mirada feroz.
—Deja dinero o unos dracmas para pagar, lo que lleves encima, pero es un caso de urgencia. Y me temo que vamos a tener que tratar a mucha más gente.
Nadie le llevó la contraria. Apenas había un solo semidiós que no hubiera resultado herido. Exceptuando a Percy.
—Venga, chicos —dijo Travis Stoll—. Démosle un respiro a Tori. Tenemos una farmacia que asaltar... digo, que visitar.
Los semidioses se retiraron lentamente. Jake Mason agarró a Percy del hombro al marcharse.
—Luego hablamos, pero está todo controlado —le dijo—. Estoy usando el escudo de Annabeth para mantener la vigilancia. El enemigo se ha retirado al amanecer; no sé muy bien por qué. Tenemos un centinela en cada puente y cada túnel.
—Gracias, amigo —le dijo.
Asintió.
—Tómate tu tiempo.
Cerró las puertas de la terraza al salir, dejándolo con Silena y Victoire.
Silena le aplicó otra vez un paño húmedo en la frente.
—La culpa es mía —musitó la hija de afrodita.
—No —replicó débilmente Tori—. ¿Cómo va a ser culpa tuya, Lena?
—Nunca he hecho nada útil en el campamento —murmuró ella—, como tú o Percy. Si fuera mejor guerrera…
Le temblaron los labios. No había hecho más que empeorar desde que Beckendorf había muerto y, cada vez que Percy la miraba, no podía evitar sentirse rabioso por su muerte. Su expresión lo hacía pensar que la chica podría quebrarse como un cristal en cualquier momento.
A Victoire tampoco le gustaba verla asi. Se juro que si encontraba el espía que había provocado la muerte de Charles, ella misma terminaría con su vida.
—Eres una gran campista —le dijo Percy a Silena—. La que mejor cabalga en pegaso. Y te llevas bien con todo el mundo. Créeme, una persona capaz de hacerse amiga de Clarisse ha de tener un gran talento.
Silena miró a Percy como si le hubiera dado una idea.
—¡Exacto! —exclamó—. Necesitamos a la cabaña de Ares. Hablaré con Clarisse. Seguro que puedo convencerla para que nos ayude.
—Uf, Silena. Aun suponiendo que pudieras salir de Manhattan, Clarisse es muy testaruda. Y cuando se enfada…
—Por favor —rogó ella—. Puedo ir con un pegaso. Estoy segura de que llegaré al campamento. Déjame intentarlo.
Percy miro a Tori, quien le asintió levemente de acuerdo con la chica.
Él suspiró.
—Está bien —accedió—. No se me ocurre nadie mejor para intentarlo.
Silena le echó los brazos al cuello, pero al punto se apartó torpemente, lanzándole miradas a Victoire.
—Eh, perdón —se disculpó—. ¡Gracias, Percy! No te fallaré.
Silena se marchó. Percy se arrodilló junto a Victoire y le puso una mano en la frente. Todavía estaba ardiendo.
—Te pones muy lindo cuando estás preocupado —le murmuró ella—. Casi se te juntan las cejas de tanto arrugar el entrecejo.
—No se te ocurra morirte mientras te debo un favor —le dijo él—.¿Por qué paraste esa puñalada con tu cuerpo?
—Tú habrías hecho lo mismo por mí.
Era verdad, y ambos lo sabían. Aún así, Percy se sentía como si le estuvieran hurgando en el corazón con una barra helada de metal.
—¿Cómo es que lo conocías? —le preguntó.
—¿El qué?
Percy echo una ojeada alrededor, asegurandose de que estuvieran solos.
—Mi talón de Aquiles —dijo él—. Si no hubieras interceptado ese puñal, habría muerto.
Victoire se estremeció y adoptó una expresión distante. El aliento le olía a chocolate por el néctar.
—No lo sé, Percy —confesó ella—. Solo... tuve la sensación de que algo iba mal. Por alguna razón sabía que estabas en peligro —trago saliva y lo miro directo a los ojos—. ¿Dónde… dónde tienes el punto débil?
Se suponía que no debía decirlo, pero Percy confiaba plenamente en Victoire. Si no podía confiar en ella, no podría confiar en nadie.
—En la base de la columna.
Tori alzo una mano.
—¿Dónde? ¿Aquí?
Y le tocó la espalda. Percy sintió un hormigueo ahí donde ella lo toco. Llevo sus dedos al punto que lo mantenía atado a la vida mortal y notó una descarga eléctrica de mil voltios por todo su cuerpo.
—Me has salvado la vida —le dijo—. Gracias.
Ella apartó la mano, pero Percy se la mantuvo sujeta, mandandole una sensación cálida al cuerpo. Victoire se aclaró la garganta.
—O sea, que me la debes —le dijo débilmente—. Vaya novedad.
Juntos observaron cómo se elevaba el sol sobre la ciudad. El tráfico a esa hora debería haber sido muy denso, pero no se oían bocinazos ni el murmullo de la multitud inundando las calles.
Percy se encontraba tan sumido en sus pensamientos sobre el peligro que corrió la ciudad y sus habitantes, cuando Victoire volvió a hablar.
—Me preguntaste por qué Hermes estaba tan furioso con Annie y conmigo —dijo ella.
Percy se giró a verla.
—Eh, necesitas descansar…
—No, quiero contártelo. Hace mucho que me atormenta —Movió un poco el hombro e hizo una mueca. Suspiró profundamente antes de soltarle la verdad—. El año pasado Luke vino a verme a la ciudad.
—¿En persona? —inquirió él, perplejo—. ¿Estuvo en el campamento?
Tori negó y bajo la mirada a sus manos.
—Fue durante una de mis visitas a tu casa. Cuando tú madre me mandó a la tienda a comprar unas cosas. Me interceptó de regreso.
—Pero eso fue...
— Antes de que bajáramos al Laberinto —asintio ella—, antes de… —pero se interrumpió. Sin embargo Percy entendió perfectamente a qué se refería: antes de que Luke le sirviera de recipiente a Cronos—. Vino con bandera blanca. Me dijo que sólo quería charlar diez minutos. Estaba tan asustado y preocupado que yo... Se los concedi. Me dijo que Cronos iba a utilizarlo para adueñarse del mundo y me confesó que... Que deseaba fugarse antes de que eso pasara. Como en los viejos tiempos. Quería que fuera con él para ir a buscar a Annabeth.
—Pero tú no te fiaste de él.
Pero Victoire se mordió el labio, y nego. No pudo verlo a la cara.
—Una parte de mi dudo al principio. Por un momento pensé que se trataba de una trampa. Pero conozco a Luke desde hace años. Sé cuándo miente y cuando no. Y en ese momento no lo hacia. Sin embargo... —suspiró—, aunque me fuera con él, las cosas habían cambiado mucho desde los viejos tiempos. Yo... No podría olvidar todo lo que hizo, y mucho menos dejart... Irme —se corrigió—. Le dije que no podía. Que no me iría con él. Me suplico para que cambiará de parecer, pero yo mantuve mi postura. Fue entonces que se puso como loco. Me dijo… que ya podía luchar con él allí mismo, en ese caso, porque era la última oportunidad que se me presentaría. Y estoy segura de que fue a ver a Annabeth también. Seguro intentó convencerla de huir con él y ella se negó.
La frente se le volvió a humedecer de sudor. Aquella historia estaba consumiéndole demasiada energía.
—Está bien —susurró—. Intenta descansar un poco.
—No lo comprendes, Percy —dijo ella con la voz entrecortada y la mirada cristalizada—. Hermes tiene razón. Si me hubiera ido con él, quizá habría conseguido hacerle cambiar de opinión. O bien yo... llevaba mi espada conmigo, y él iba desarmado. Podría haberlo…
—¿Matado?—preguntó él. Ella asintió—. Sabes que eso no habría estado bien.
Tori cerró los párpados con fuerza. Una lágrima se deslizó por su mejilla y Percy se encargó de limpiarla.
—Me dijo que él sería para Cronos «como un simple peldaño». Ésas fueron exactamente sus palabras. Cronos lo utilizaría y se volvería aún más poderoso.
—Es lo que hizo —señaló él—.Se adueñó de su cuerpo, lo poseyó.
—Pero ¿y si el cuerpo de Luke es sólo un paso intermedio? ¿Y si Cronos tiene un plan para volverse todavía más poderoso? Yo podría haberlo detenido, Percy. La guerra se ha desatado por mi culpa.
Aquello hizo sentir a Percy como si estuviera otra vez en el Estigia, disolviéndose lentamente. Se acordó del pasado verano, cuando el dios de dos caras, Jano, le dijo que pronto de verían de enfrente; y eso había ocurrido después, no antes, de haber visto a Luke.
Pan también le había dicho algo: «Tu tiempo de tomar una decisión está cada vez más cerca. Te dolerá, no voy a mentirte, pero la presencia de los que te aman será lo suficientemente fuerte para lo logres seguir adelante.».
Percy quería preguntarle por lo que le había mostrado la visión de Hestia, sobre su vida en los viejos tiempos con Luke, antes y después de encontrar a Thalía y Annabeth. Estaba seguro de que
tenía algo que ver con su profecía, aparte del hecho de que sería ella quien terminaría con su vida.
Sentía que había algo más, aunque no entendía el cómo.
Antes de que se atreviera a preguntar, la puerta de la terraza se abrió y apareció Connor Stoll.
—Percy —Le echó una mirada a Tori, como si no quisiera hablar delante de ella, y el azabache dedujo que no traía buenas noticias—. La Señorita O’Leary acaba de volver con Grover. Me parece que deberías hablar con él.
Percy miró indeciso la puerta. Por un lado quería ir a ver su mejor amigo, pero por el otro, no quería apartarse del lado de Victoire.
La castaña lo tomo de la mano y señaló la puerta.
—Ve con él. Yo estaré bien.
—¿Segura? —ella asintió, convencida—. Bien, vendré a verte más tarde —le prometió. Dejo un beso sobre su frente y se retiro con Travis.
Victoire soltó un suspiro profundo en cuanto estuvo sola. Sin embargo su cuerpo se tenso cuando el aire frente a ella tembló y una figura divina se materializó.
La mujer frente a Tori era hermosa, pero sumamente pálida. Su cabello negro cayendo sobre su hombro y su vestido oscuro y sin mangas, que parecía ondular como si la tela fuera tinta derramándose, solo lograban resaltar la blancura de su piel. Llevaba unas sandalias griegas y en manos dos antorchas de caña anticuadas.
Pero lo que hizo que Tori se pusiera nerviosa, fueron sus ojos. Negros como la mismísima oscuridad.
Y la miraban fijamente a ella.
—Victoire Laurent, finalmente nos encontramos.
Victoire desvío la mirada hacia las puertas de la terraza. Al otro lado los campistas no parecían reparar en la presencia de la diosa. Uno de los hermanos de Annabeth, Malcolm, había volteado a verla un momento, pero volvió a centrar su atención en lo que sea que estaba haciendo con otro campista.
Ni siquiera miró en la dirección de la mujer un sola vez.
Victoire regresó su mirada al frente y escrutó mejor a la diosa. Fue entonces que percibió como la niebla danzaba sobre su piel y vestido. Y no tardó en reconocer a que divinidad tenía enfrente.
Victoire tragó saliva.
—Diosa Hécate.
Hécate sonrió, más Victoire no supo cómo tomar aquella sonrisa por su parte. Según tenía entendido, Dionisio había mencionado que la diosa de la magia y la niebla se había unido al bando de Cronos.
Victoire comenzó a removerse nerviosa. ¿Acaso estaba ahí para atacarla? ¿Para matarla? No le sorprendería, ya tenía a dos diosas detrás de ella.
Pero, ¿añadirle una más a lista? No gracias, ya tenía suficiente. Sin embargo, y de ser asi, Victoire no se sentía con las fuerzas necesarias para pelear con ella.
Mucho menos para intentar huir de ahí.
No obstante, y como si Hécate hubiera leído sus pensamientos, hizo desaparecer las antorchas y entrelazó sus manos delante de ella.
—No he venido a lastimarte, Victoire Laurent —le dijo—. Sino a advertirte de tu futuro.
Victoire frunció el ceño, extrañada.
—Pero creí que usted... ¿Acaso no está apoyando a Cronos?
Hécate meneó la cabeza.
—Si, estoy en su bando —confesó ella—. Y no estaría aquí sino fuera por el hecho de que tu has estado cuidado a mi hija.
Victoire frunció aún más el ceño. ¿Su hija? Tori no conocía a ninguna hija de la diosa.
—¿Estás segura de eso? —le preguntó la diosa—. ¿No has rescatado recientemente a ninguna niña?
Victoire la miró atonita.
—¿Emma es su hija?
Hécate asintió. Victoire se quedó estática. Había estado segurisima de que la pequeña Emma era hija de Hermes.
—¿Pero entonces por qué...?
—Si no la he reconocido hasta ahora es porque no quiero que el campamento la trate mal. ¿Te imaginas lo que pasaría si supieran que la niña es hija de una de las diosas que apoyan al bando contrario? La harían de lado, cómo los dioses han hecho conmigo. La tratarían como una traidora—señaló ella—. Y la verdad es que yo no deseo eso para mis hijos. Mucho menos para ella.
—No lo haríamos—le respondió Tori—. Todos somos conscientes de que nuestros padres o madres divinos no nos definen como personas; Emma se ha ganado el cariño de muchos campistas, y estoy segura de que, aunque supieran que usted es su madre, la seguirían queriendo y cuidando como hasta ahora. Yo lo haría... Y Lo seguiré haciendo.
Hécate entornó los ojos en su dirección y sonrió levemente.
—Y es por eso que estoy aquí. Si supiera que no cumplirás con tu palabra, no me tomaría la molestia de advertirte.
Victoire la miró con intriga.
—¿A qué se refiere?
Hécate camino hasta la barandilla de la terraza y miró hacia la ciudad.
—Tu futuro ya está escrito, hija de nike. Sacrificaras el alma del héroe para salvar el Olimpo. Lo he visto.
El corazón de Victoire se estrujó.
—Pero no es como imaginas. Ya lo verás.
Victoire meditó sus palabras. Pero por más que imaginaba diferentes escenarios sobre lo que tendría que hacer, todos llegaban a lo mismo.
Sin embargo, no era tiempo de preocuparse por eso. No cuando finalmente captó lo que dijo Hecate.
—Pero, sí ha visto eso... ¿Por qué apoya entonces a Cronos?
Hecate bajo la mirada y suspiró.
—Al principio dejé que el rencor me controlará. Estaba harta de que los dioses no me tomaran enserio, que me hicieran de lado. Sin contar que, te odiaba Victoire. Ya no, ahora sé la verdad —añadio esto último.
La castaña la mira confundida.
—¿La verdad?
La mirada de Hecate se oscureció, si es que era posible eso, sin embargo solo duró unos segundos.
—Al igual que Némesis, creía que habías matado a Keegan sin razón aparente.
Victoire miró a la diosa aún más intrigada, ¿Qué relación tenía ella con Keegan? Nuevamente Hécate pareció leer su mente, porque alzo una ceja y la escudriñó con la mirada.
—¿Alguna vez te preguntaste como es que Keegan te robaba los recuerdos? —le preguntó.
Victoire la miró patidifusa.
—¿Usted... Usted lo ayudo?
Hécate suspiró.
—No sabía con que fines quería hacerlo, de ser así yo no... Bueno, si hubiera conocido sus intenciones, lo hubiera guiado por el buen camino; Keegan no era mi hijo, pero lo quería como a uno. Cuando Némesis dio a luz, yo estuve con ella. Yo fui la primera en sostenerlo en brazos cuando recién nacio y, sin poder evitarlo, me encariñe de ese bebé —le contó—. Los dioses tenemos prohibido relacionarnos con nuestros hijos, y es algo que no a todos nos gusta, pero terminamos aceptandolo porque a la larga es lo mejor.
—¿Lo mejor? —repusó Tori—. ¿Cómo va a ser lo mejor que nuestros padres nos dejen de lado? ¿solos?
—Nunca han estado solos —respondió Hecate—. Nike siempre te estuvo escuchando. Incluso eres de las pocas mestizas en el mundo que ha tenido la oportunidad de vivir con su madre divina en el Olimpo por un tiempo.
Victoire río secamente.
—Y aun así, dieciséis años de mi vida he estado sin ella —señaló ella.
Hecate la miró de hito a hito, y luego desvío la mirada hacia la puerta. Tori vio a Thalía acercandose a dónde estaba.
—Pretende estar dormida, llevo haciendo que todos vean eso —indicó Hecate.
Y, por alguna razón, Tori le hizo caso. Cerro los ojos y fingió dormir. Escuchó como la puerta se abría y luego unos pasos acercándose a ella. Thalia colocó una mano sobre su frente y luego suspiró.
Lo próximo que escucho Tori fue como la hija de Zeus se marchaba y cerraba la puerta.
Victoire abrió los ojos y vio como su amiga se iba. Le hubiera gustado hablar con ella, pero en esos momentos estaba más intrigada por saber lo que Hécate tenía por decirle.
—Dime algo, Victoire —le dijo la diosa llamando su atención—. ¿Crees que serías la misma persona, hoy en día, si tú madre te hubiera ayudado en todas tus problemas? ¿Si te hubiera ayudado a superar todas tus peleas? ¿Crees que el hijo de Poseidon sería el mismo chico fuerte y líder que es hoy en día, sí su padre lo hubiera ayudado en el trascurso de toda su vida? ¿De verdad lo crees?
Victoire enmudeció y bajo la mirada hasta sus manos, pensando en una respuesta. Pero la verdad es que no había mucho que pensar; Hécate había dado en el blanco. Ni ella, ni Percy, ni ninguno de sus amigos sería quien es ahora sí sus padres hubieran intervenido siempre por ellos.
Hubieran sido mestizos dependientes de los dioses.
Siempre esperando a que ellos resolvieran todo.
No serían capaz de luchar por sí mismos.
Y esa imagen en su cabeza no le gustó nada.
—Veo que has entendido un poco nuestras razones, pero no te seguiré hostigando con ese tema. Cómo te iba diciendo, no tenía permitido estar con mis hijos, pero Keegan no era mío. Así que me disfrazaba y lo visita muy seguido a su hogar. Su padre, quién sabía quien era, no le importó que yo estuviera casi todos los fines de semana ahi. En realidad se alegraba que su hijo tuviera una figura materna, aunque no fuera su madre verdadera.
Fue entonces que el rostro de Hecate decayó.
—Cuando su padre murió, yo misma lo lleve al campamento y le di mi bendición. Le ortogue cierto poder para controlar la magia y la niebla. Yo... Confiaba en él. Asi que cuando me pidió que guardará tus recuerdos, con la excusa de que quería protegerte, yo le creí. Y cuando supe que tú lo habías matado... Quería darte caza; sin embargo los dioses te mantuvieron a salvo en el Olimpo y yo no me iba a arriesgar a desafiar a Zeus sola. Así pues, me uni a Cronos y le di a ese chico, Luke, tus recuerdos con la finalidad de que los usará en tu contra.
»Nuevamente me equivoqué. Él te amaba y te los devolvió. Y, aunque me cueste admitirlo, en cierta forma se lo agradezco. Porque en el mismo momento en la que rompiste el sello y abriste el frasco, supe la verdad sobre Keegan. Vi lo que intentó hacerte. Y comprendo porque lo mataste.
Victoire tragó saliva con dificultad debido al nudo que se había instalado en su garganta. Que la diosa Hecate, quien sentía un gran cariño por Keegan, la perdonará y entendiera lo que había hecho, le había quitado un peso de encima. ¿Acaso eso será un atisbo de esperanza para que Némesis, la madre de él, también lo hiciera?
Victoire estuvo a punto de preguntárselo cuando Hecate volvió hablar.
—No tengo mucho tiempo, en cualquier momento Cronos sabrá que estoy aquí. Escucha con atención Victoire: He visto tu futuro, pero es algo incierto. Lo que si puedo decirte es que tendrás un gran papel por desempañar en un futuro, y no me refiero únicamente en esta guerra. Así que recuerda esto: muchos héroes les han echo favores a los dioses, ¿No es tiempo que ellos les deban la mismo? Piénsalo, Victoire Laurent. A veces, un simple favor, podría salvarte la vida.
Y dicho eso, trono los dedos y los párpados de Victoire se cerraron. Hecate desapareció de la terraza, dejando a la castaña soñando con su pasado.
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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟐 ✔️
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